Principales Doctrinas Sofistas
La sofística postuló dos doctrinas fundamentales: una que defendía el carácter relativo de todo conocimiento y otra que afirmaba el carácter convencional (es decir, cultural, artificial y no natural) de las leyes e instituciones sociales.
Relativismo Epistemológico
Los sofistas consideraban que no hay conocimiento objetivo posible, ya que todo conocimiento es subjetivo. Según la afirmación de Protágoras, «el hombre es la medida de todas las cosas». El conocimiento está sometido a las vicisitudes de la historia y las circunstancias. Por todo ello, para la sofística, el saber se diluye en una perpetua discusión o erística, en la que triunfa no la opinión más verdadera, sino la más fuerte, convincente y persuasiva, aunque sea falsa y contradictoria.
Convencionalidad del Nomos (Contraposición Physis/Nomos)
Los sofistas descubrieron el carácter convencional de las leyes e instituciones sociales y políticas, esto es, un ámbito distinto y ajeno a la naturaleza (al reino de la physis), al que denominaron el reino del nomos. Para los sofistas en general, los valores ético-políticos (las ideas acerca de qué es lo justo y bueno), al igual que las leyes e instituciones que sobre ellos se sustentan, no pertenecen al reino de la physis. No son realidades naturales, absolutas e inmutables y, por lo tanto, incuestionables, sino meras convenciones sociales, acuerdos que establecen entre sí los ciudadanos y que responden siempre a un interés de estos.
Diferencias entre la Primera y Segunda Generación de Sofistas
- Primera generación (Protágoras): Los pactos que los miembros de la ciudad logran alcanzar acerca de lo que es justo y bueno tienen como finalidad el beneficio de la comunidad entera, ya que las leyes e instituciones sociales y políticas hacen posible la convivencia pacífica y la cooperación social.
- Segunda generación: El nomos de la ciudad no solo es convencional, sino también antinatural. En el ser humano, aun viviendo dentro de la sociedad y, por lo tanto, sometido a las convenciones y artificialidades del nomos, seguía existiendo una dimensión no convencional, no cultural ni artificial, sino estrictamente natural y, por ello, perteneciente al reino de la physis: sus impulsos e instintos naturales. A estos instintos los denominaron la naturaleza o physis humana. Para ellos, lo único absoluto e inmutable era esa naturaleza o physis humana, que se caracteriza por dos grandes impulsos: la irrefrenable búsqueda del placer y del dominio. El nomos es una traba y freno indeseable de dichos impulsos. En la confrontación que dentro de sí experimenta el individuo entre los dictados de la naturaleza (la ley de la physis) y las convenciones sociales (la ley del nomos), esta segunda generación de sofistas se inclina por la prevalencia de la primera, esto es, que el interés egoísta individual se anteponga siempre al interés de la colectividad, de la polis.