Descartes: Cogito Ergo Sum, Ideas Innatas y la Existencia de Dios

La Primera Verdad: «Cogito Ergo Sum»

Una vez aplicada la duda, llegamos a la primera certeza que Descartes (D) estaba buscando: mientras dudo, estoy seguro de que estoy dudando, pensando y, por tanto, existiendo, al menos como un ser que piensa. Esta verdad está fuera de toda duda: «Pienso, luego existo«. Esta verdad indubitable, intuida inmediatamente, se convierte en el primer principio de la filosofía, el punto de partida desde el que se reconstruye el edificio del conocimiento.

Afirmar «pienso, luego existo» significa el reconocimiento del yo como una cosa o sustancia que piensa, duda, quiere, afirma, niega, entiende… y que tiene existencia independiente del cuerpo, cuya existencia no estamos seguros. El «pienso, luego existo» es la primera verdad y el criterio de verdad, pues solo aquella verdad que se presente tan clara y distinta como esta se admitirá como evidente y, por tanto, fuera de duda.

Una vez hallada la primera verdad, D se encuentra con el problema de que únicamente está convencido de su propia existencia. La existencia del cuerpo no es indudable; la del pensamiento, sí. El yo se da cuenta con total seguridad de que existe cuando piensa, en cambio, le es posible suponer que carece de cuerpo. D cae en el problema del solipsismo, que significa no poder probar la existencia de seres diferentes de uno mismo. Le lleva a caer en este problema su alto nivel de exigencia a la hora de aceptar ideas como verdaderas. Para D, el cogito no solo es el punto de partida, también es el modelo de toda verdad que pueda ser admitida en su mente.

La superación de este problema la va a realizar D demostrando la existencia de Dios a partir del análisis de las ideas de su propia mente.

Clasificación de las Ideas

Para solucionar el problema del solipsismo, habrá que buscar dentro de la propia mente, pues la experiencia es sospechosa de falsedad. En la mente hay ideas y será preciso buscar entre ellas alguna otra verdad cierta aparte de la existencia de uno mismo. D clasifica las ideas en tres tipos según su origen:

  • Adventicias: Son todas aquellas que parecen provenir de un mundo exterior. No son fiables porque los sentidos, que son su camino para llegar al yo, son dudosos.
  • Facticias: Aquellas que han sido construidas por la propia mente a partir de otras ideas. Son menos fiables que las adventicias porque provienen de ellas.
  • Innatas: Ideas con las que la mente nace y no dependen de la experiencia porque no proceden del exterior. Entre estas ideas encontramos la idea innata de un ser perfecto e infinito, Dios.

A partir del análisis de tal idea, D llegará a demostrar la existencia de Dios, superando así el solipsismo y encontrando una garantía para el conocimiento.

Demostración de la Existencia de Dios

D utiliza tres argumentaciones para demostrar la existencia de Dios. En las dos primeras se recurre al principio de causalidad, como ya hizo Santo Tomás, aunque, a diferencia de las vías tomistas, estas argumentaciones no toman como punto de partida la realidad sensible, sino la idea de ser perfecto que encontramos en nuestro entendimiento. Esta idea no puede ser ni adventicia ni facticia; no procede del mundo exterior ni tampoco de nuestra imaginación, debe ser innata.

Primera Argumentación

Toma como punto de partida la idea innata de perfección. Yo no puedo ser la causa de la idea de perfección que encuentro en mi entendimiento porque entre la causa productora y el efecto producido debe haber proporcionalidad, y entre yo, que soy un ser imperfecto, ya que dudo, y la idea de perfección, no hay proporcionalidad alguna. Semejante idea solo ha podido ser puesta en mí por un ser que es perfecto. Así que Dios existe como ser perfecto, causa de mi idea de perfección.

Segunda Argumentación

Demuestra la existencia de Dios a partir de la propia existencia del yo, ya que yo no puedo ser causa de mí mismo, pues si lo fuera, me hubiera dado todas esas cualidades cuyas ideas encuentro en mi pensamiento: infinitud, omnipotencia y omnisciencia, y que en realidad me faltan. El hecho de mi propia existencia demuestra que Dios existe.

Tercera Argumentación

Es una reformulación del argumento ontológico de San Anselmo. En la idea de Ser Perfecto va incluida su existencia, pues de no ser así, carecería de una perfección, la existencia, y no sería el Ser Perfecto. Al ser la definición de Dios la de un ser que posee todas las perfecciones y al ser la existencia una de esas perfecciones, necesariamente Dios debe tener la existencia, pues estaría exigida de esta manera por su propia esencia.

Dios es un ser perfecto y, en virtud de su perfección, no puede haber puesto en nuestra mente ideas que son puras ficciones, pues si hubiera hecho esto, no sería perfecto, habría tratado de engañarnos, lo que le convertiría en un ser maligno y, por tanto, no sería Dios. En virtud de su perfección y de su absoluta bondad, Dios no puede permitir que nos engañemos, por lo que debo confiar en que mis representaciones del mundo no son puras ilusiones, sino representaciones verdaderas del mundo fuera de nuestra mente.

Una vez establecida la existencia de Dios, D demuestra la existencia de la realidad extramental, física y corpórea, y la verdad de nuestros racionamientos matemáticos, ya que, siendo Dios bueno y veraz, no puede querer engañarnos haciéndonos creer que existe el mundo cuando en realidad no existe. Por tanto, existe.

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