San Agustín: Fe, Razón, Antropología y la Existencia de Dios

Razón y Fe: Una Relación Armónica

San Agustín postula una relación de cooperación y armonía entre la fe y la razón. El camino hacia la verdad, según su filosofía, es la fe que busca comprender, la cual se desarrolla en tres etapas:

Acto de Fe Razonable

El primer paso consiste en un acto de fe razonable, donde se acepta la verdad revelada por la voluntad divina. Sin embargo, la razón juega un papel crucial al examinar los motivos de credibilidad, preparando así el terreno para la fe.

Vida de Fe

La segunda etapa es la vida de fe, la cual se caracteriza por ser transformadora. Implica un cambio profundo en el individuo, llevándolo a vivir de manera honesta y conforme a la verdad.

Inteligencia de la Fe

Finalmente, la inteligencia de la fe implica que, una vez aceptada la verdad revelada, esta debe ser explicada con independencia y rigor intelectual. En esta etapa, la fe se convierte en objeto de análisis y estudio.

San Agustín enfatiza que el fin último del hombre no es simplemente conocer la verdad, sino poseerla a través del amor.

Antropología Agustiniana: Alma y Cuerpo

Unidad y Dualismo

La visión antropológica de San Agustín está influenciada por el platonismo, concibiendo al hombre como un alma que se sirve de un cuerpo. No obstante, a través de la fe cristiana, rechaza la separación radical entre ambos, afirmando la unidad natural del ser humano. El alma y el cuerpo constituyen una misma sustancia y naturaleza, siendo el alma la que rige al cuerpo. Además, rechaza la preexistencia y la reencarnación del alma, sosteniendo, al igual que Aristóteles, que el alma y el cuerpo forman una unidad inseparable.

Las Potencias del Alma

En la unidad del alma humana, San Agustín distingue tres potencias que reflejan la Trinidad divina: memoria, entendimiento y voluntad. El dinamismo de estas tres potencias manifiesta la alta dignidad del hombre y su espiritualidad.

  • Memoria: Facultad mediante la cual el alma se hace presente a sí misma.
  • Entendimiento: Potencia capaz de conocer y juzgar, captando la verdad de las cosas.
  • Voluntad: Libre albedrío, capacidad de autodeterminación y dominio de los actos.

Teoría del Conocimiento

San Agustín distingue dos tipos de conocimiento, donde el alma juega un papel principal, creando la imagen del mundo:

  • Conocimiento Sensible: Muestra las modificaciones que los objetos externos producen en los sentidos corporales.
  • Conocimiento Racional: Propio de la razón o el entendimiento. La razón, considerada lo más sublime del hombre, influye en los principios del juicio, que constituyen la luz de la mente otorgada por Dios.

Se distinguen dos tipos de razón, correspondientes a dos tipos de verdad:

  • Razón Inferior: Se dirige a las cosas materiales y las juzga. En ella residen las necesidades prácticas de la vida.
  • Razón Superior: Se ocupa de los principios eternos del mundo inteligible y el conocimiento de Dios. Corresponde a la sabiduría, que es el conocimiento de las esencias de las cosas.

Dios y el Mundo: La Creación y la Existencia Divina

San Agustín demuestra la existencia de Dios a través de las verdades eternas y ascendiendo desde las cosas materiales por grados de perfección. El anhelo de felicidad del hombre revela un impulso que no puede tener origen en la simple carencia, sino en quien la ha suscitado en el alma. La contingencia y la limitación de las criaturas exigen un fundamento de permanencia. El rasgo más original de la naturaleza y existencia de Dios es su presencia íntima en el alma humana, fundamento esencial de la realidad que debe ser buscado en el interior del alma.

La Creación

Para las cosas, ser es más bien dejar de ser, estar sujeto a un cambio, ya que es algo efímero. Si las cosas son contingentes, entonces el ser que tienen lo han recibido, la razón de ser. La donación del ser es la creación. La creación es la producción del ser de las cosas a partir de la mera potencia infinita de Dios. Todo lo material y lo que no es, ha sido producido de la nada por la sobreabundancia del ser y del obrar divino.

  • ¿Por qué crea Dios? Dios crea por su voluntad divina, por un acto libre de amor.
  • ¿Cómo creó Dios? Dios posee en sí mismo los modelos de todos los seres. Puso las ideas seminales, que son la plasmación de las ideas eternas de la mente divina, las cuales dan origen evolutivamente al ser vivo.
  • ¿Cuándo creó Dios? Dios creó con el tiempo, ya que el tiempo es la medida del movimiento. El tiempo y el movimiento son propios de las criaturas.
  • Tiempo y Eternidad: La temporalidad es un pasar que se manifiesta como futuro, pasado y presente. El paso de lo que no es aún a lo que ya no es, porque nuestro ser es un ser en la temporalidad. El tiempo es una condición propia de las criaturas; en cambio, para Dios no hay tiempo. Él es permanencia, es la eterna plenitud del ser.

Libertad e Historia: La Ciudad de Dios y la Ciudad Terrestre

El hombre debe aceptar y cumplir libremente la ley moral. La opción moral es obra de la voluntad libre, y el principio que rige la voluntad es el amor, la dimensión más íntima y radical de la orientación de la vida humana. La virtud no consiste en no amar, sino en amar lo que debe y merece ser amado. La virtud es un amor ordenado.

La Libertad

Según San Agustín, la libertad tiene dos elementos: la autodeterminación y la orientación al Bien. El hombre solo será verdaderamente libre cuando se autodetermine hacia su fin, que es Dios, el bien supremo, la verdad. La autodeterminación de la voluntad tiende al mal, pero con la gracia de Dios alcanza el libre albedrío, su plenitud. La gracia es el amor sobrenatural a Dios, es quien nos hace libres.

La Historia

La historia es una epopeya de amor y libertad, que transcurre desde el momento originario de la creación del hombre hasta un momento final, la venida de Cristo.

En La Ciudad de Dios, San Agustín afirma la lucha entre la Ciudad Terrestre y la Ciudad de Dios: dos mentalidades, dos concepciones del mundo y dos maneras de actuar en la práctica. La Ciudad de Dios se origina por el amor de Dios hasta el desprecio de uno mismo. La Ciudad Terrestre se origina por el amor de sí hasta el desprecio de Dios.

La historia camina hacia su culminación en Dios. La concepción agustiniana es lineal, y su fin es trascendente al tiempo y al mundo. No hay libertad sin Dios, pero tampoco sin libertad humana.

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