Platón, Aristóteles, San Agustín, Santo Tomás y Descartes: Conceptos Fundamentales de sus Filosofías

Platón: El Problema del Ser Humano

El ser humano está compuesto por cuerpo y alma, dos elementos distintos. El cuerpo, material, pertenece al mundo físico, es cambiante, imperfecto y perceptible por los sentidos. En contraste, el alma es inmaterial, noble y se asemeja a las Ideas.

Para Platón, el alma tiene supremacía sobre el cuerpo, que considera una cárcel del alma por arrastrarla a satisfacer apetitos y pasiones, origen de las imperfecciones humanas. Platón propone cultivar la parte racional para evitar esta influencia corporal, lo que define la vida ascética.

El alma es eterna e inmortal, creada por el Demiurgo, y pasa por ciclos de reencarnación, observando las Ideas entre cada vida. Esta capacidad de contemplar la Verdad la hace superior al cuerpo, que es divisible. Según Platón, tras la muerte, el alma se une a un cuerpo nuevo, cuya nobleza depende de la virtud cultivada en vidas pasadas. Si el alma domina al cuerpo plenamente, alcanza la purificación y permanece en el mundo de las Ideas, dejando de reencarnarse. El alma es una, pero, según Platón, es la unión de tres partes. Cada una tiene una función en el ser humano:

  • Racional: ubicada en la cabeza, ligada al pensamiento y el aprendizaje.
  • Irascible: en el pecho, genera pasiones y deseos nobles.
  • Apetitiva: en el abdomen, fuente de deseos corporales.

La dominancia de una parte define el carácter de una persona: racional (aprendizaje), irascible (honor) o apetitiva (deseos corporales).

Platón: El Problema de la Moral o la Ética

Platón parte de la teoría del intelectualismo moral defendida por su maestro Sócrates. A diferencia de los sofistas que creían que cada uno tenía su opinión y la mejor defendida era la que se imponía a los demás, Sócrates y Platón consideraban que el Bien y la Justicia son conceptos que existen por sí mismos y son iguales para todos los seres humanos. El intelectualismo moral dice que si alguien se comporta incorrectamente es porque actúa por ignorancia. Cuando a esa persona se le enseña qué es el bien, actuará de forma necesaria movida por ese valor. Por lo tanto, el que actúa mal lo hace por desconocimiento, por ello hay que enseñarle en qué consiste el Bien para que actúe de forma adecuada. Pero no todo el mundo está capacitado para contemplar y comprender la idea de Bien. Sólo aquellos que tiene más desarrollada la parte racional del alma lo pueden entender. Por eso, Platón habla de una forma de poder tener un comportamiento moralmente adecuado si uno no tiene desarrollada en plenitud la parte racional del alma. Esto consiste en que hay una práctica de una serie de virtudes asociadas a cada clase de alma. Así, hay que practicar la inteligencia como virtud que desarrolla nuestra parte racional del alma con el estudio y comprensión de los conocimientos. La valentía estaría unida a nuestra parte irascible y consiste en realizar acciones complejas que conllevan riesgo físico. Y la moderación como virtud unida a la parte apetitiva que consiste en controlar los deseos corporales. Si uno cumple con estas tres virtudes, el alma controlará al cuerpo y, a la vez, conseguirá la cuarta virtud que consiste en la justicia. Esto consiste, en el que el alma domina el cuerpo. Si sigue con esa práctica, la parte racional del alma irá dominando cada vez más a las otras partes consiguiendo mayor grado de justicia y purificación.

Platón: El Problema de la Sociedad o Política

En el siglo V a.C. se vivió una época de cambios importantes. Se dio la Guerra del Peloponeso entre Atenas y Esparta. Los espartanos consiguieron derrotar a Atenas. El resultado fue el fin de la democracia ateniense ya que los espartanos la eliminaron y sustituyeron por un régimen político donde gobernaban un grupo de personas elegidos por los espartanos. Esta fórmula se llamó Tiranía de los Treinta. Los atenienses estaban descontentos y querían volver a la democracia. Por eso, el pueblo ateniense se rebeló contra los espartanos consiguiendo echarlos de la ciudad e instaurando, otra vez su democracia. Esta fórmula era una democracia directa ya que el pueblo participaba en la Asamblea y votaba las decisiones que se discutían. Como castigo ejemplar para todos los que se oponían a la democracia, los atenienses sentenciaron a Sócrates a beber cicuta. A Platón le llevó a pensar que la democracia era un régimen injusto ya que las personas que tomaban las decisiones políticas eran personas que no tenían ningún tipo de capacitación política. Por ello, Platón pensó en una fórmula política donde los más capacitados estuvieran al frente del Estado. En “La República”, Platón nos dice que una sociedad bien ordenada es aquella en la que reina la justicia y sus gobernantes piensan en el bien común. Para ello, cada persona tendría que dedicarse a hacer aquello que mejor sabe hacer. De esta manera, las personas que tienen más desarrollada la parte apetitiva son aquellas que saben mejor cómo satisfacer los deseos materiales. Por lo tanto, deben ocuparse de actividades como la agricultura, la artesanía o el comercio. Por otro lado, las personas que tienen más desarrollada la parte irascible son sujetos con arrojo y valentía, que se mueven por deseos nobles.

Así, deben ocuparse de las tareas cuyo fin es la defensa de la sociedad, deben ser los soldados. Y, por último, las personas que tienen la parte racional más desarrollada son los más sabios y están más capacitados para tomar decisiones justas, así son los que deben ocuparse del gobierno de la ciudad. Este modelo es una utopía porque describe un posible modelo que podría darse en la sociedad ateniense donde, al final, lo que busca, es que él mismo debería gobernar ya que los sabios son los encargados de esta función y Platón era el más sabio de la sociedad ateniense. Para que este modelo funcione hay que repartir a los ciudadanos en grupos sociales según el alma que cada uno tenga más desarrollada. Esto se hacía desde la infancia a consecuencia de que, desde la escuela, cada persona tenía que aprender a desarrollar aquel oficio para el que naturalmente se encontraba más capacitado. Por lo tanto, dentro de esta sociedad cada elemento tenía una función práctica y cada uno era tan importante y necesaria como las demás para conseguir el buen funcionamiento del grupo social. Sólo hay un colectivo que Platón considera no necesario ya que su saber no produce nada esencial para la supervivencia, estos son los artistas. El modelo platónico considera a la mujer y al hombre igual de capacitados para desarrollar las diversas funciones sociales. No depende del género, depende de la parte del alma que tenga más desarrollada. El fin principal de la idea de Platón es considerar que los gobernantes deben ser los filósofos/as porque son aquellos seres humanos que conocen la auténtica realidad, las Ideas, y los que están más capacitados por sus conocimientos. Con su conocimiento, puede organizar de forma adecuada al grupo para que cada persona sea capaz de desarrollar la labor para la que está más capacitado. Con esta última idea se conseguirá una sociedad justa.

Aristóteles: El Problema del Conocimiento

Aristóteles pretende conocer el mundo sensible. Para ello, hay que estudiarlo científicamente. Lo primero es tener la posibilidad de describir los elementos que nos encontramos en nuestra realidad, esto se llama realismo metafísico. Su primer objetivo fue crear una serie de conceptos que nos permitan realizar ese conocimiento de cada uno de los elementos particulares del mundo. Todo elemento mundano está compuesto de una sustancia y de unos accidentes. La sustancia la define como aquello que existe por sí mismo y no en otro. Por lo tanto, en un ser es aquello que hace lo que es esa cosa tal y como es. Los accidentes son aquellos atributos o modificaciones de la sustancia, es decir, todos los elementos secundarios que modifican a la sustancia y que dan variedad a los seres que poseen esa sustancia. Por ejemplo, el ser humano tiene su sustancia en su racionalidad ya que es lo que nos identifica y nos hace humanos. Nuestros accidentes son todas aquellas características secundarias que hacen que los seres humanos seamos diversos, por ejemplo, el color de pelo, la altura, el peso… Por eso, Aristóteles nos dice que “el ser se dice de muchas maneras”. Por lo tanto, del mismo ser nos encontramos diversos modos de ser, por ejemplo, existen diferentes seres con aspectos físicos diversos que responden al nombre “árbol”. Esas diferentes maneras de ser es lo que Aristóteles califica de categorías. Habla de diez de ellas que nos permite describir cualquier son. Las categorías son las siguientes: . Sustancia: la característica básica del ser (la racionalidad en el ser humano) . Cualidad: todo aspecto físico de ese ser (ojos marrones) . Cantidad: las características medibles de ese ser (17 años) . Lugar: señala dónde se encuentra en un momento (Vallecas) . Situación: lugar en concreto donde se encuentra (en segunda fila al lado de la ventana) .

Tiempo: momento temporal al que nos referimos (hoy) . Relación: alguna que establece con otros seres (es hermano de…). Condición: lo que se suele ser o hacer (estudiante). Acción: algo que hace ahora (leer). Pasión: una acción que recibe (ser querido) Por lo tanto, podemos decir que cada individuo tiene una esencia que lo define. Y de cada ser, Aristóteles nos dice que está compuesto de materia y forma. La materia es el elemento material de lo que está hecho. Por ejemplo, en el ser humano sería el tejido orgánico que tenemos. Pero esta materia se comparte con otros seres, con los animales. El otro elemento de un ser es la forma que consiste en manera determinada que adquiere la materia y que hace que ese individuo sea lo que sea, algo que se encuentra en el mismo mundo físico. La forma de nuestra materia corporal es distinta a la forma de la materia corporal de otros animales. Los dos elementos son necesarios para la existencia de un ser físico. A esta teoría se la llama teoría hilemórfica.

Todo suceso o ser que acontecen en el mundo físico se produce por una causa (principio de causalidad). Pero Aristóteles considera que una sola no es suficiente y nos habla de que existen cuatro causas: Causa material: aquello de lo que está hecho algo (para hacer una estatua debe existir el mármol). Causa formal: la estructura que tiene un ser y lo que le hace ser lo que es (lo que es la estatua). Causa eficiente: el agente que hace que exista (el artista que crea la estatua). Causa final: para lo que vale ese ser (adornar en el caso de una estatua). Para Aristóteles, la causa final es la más importante ya que todo existe por un fin, por un propósito (teleología). Una de las características que observamos a nuestro alrededor es que todas las cosas cambian.

Para explicarlo, Aristóteles nos habla de dos rasgos que tenemos todos los seres existentes. Se dice que los seres son en potencia y en acto. Cuando hablamos de la parte del ser en potencia nos referimos a aquellas características que todavía no tiene ese ser pero que puede llegar a alcanzar por su propia naturaleza, es decir, son las posibilidades que puede llegar a tener en el futuro. Por ejemplo, un niño puede ser adulto. Por otro lado, cuando hablamos de la parte del ser que se denomina en acto nos referimos a todas aquellas características que tiene ese ser en el presente, ahora mismo. Por ejemplo, que ese niño tiene pelo moreno. Cuando un ser cambia, nos dice Aristóteles, se produce el paso de la potencia al acto, es decir, un ser consigue alcanzar alguna de esas características que tenía en potencia. El niño cambia cuando ha llegado a adulto. Sobre el cambio, Aristóteles nos dice, que hay diferentes tipos. Hablamos de cambio sustancias cuando desaparece por completo un ser y aparece otro. Por ejemplo, cuando usamos un árbol para fabricar una mesa. Desaparece las sustancias llamada árbol y aparece la llamada mesa. El cambio accidental es cuando sólo cambian los accidentes de una sustancia, por ejemplo, cortamos unas ramas de un árbol. En este último caso se produce sólo un cambio de cualidades. Pero para que se produzca un cambio tiene que hablar una causa para ello. Una vez que ya tenemos los conceptos para describir el mundo, Aristóteles nos comenta el método que podemos utilizar para conseguir un saber cierto. La base del conocimiento está en la información que nos transmiten los sentidos del mundo físico que nos rodea. Según lo que queramos conocer, nos encontramos con lo que llama conocimiento particular (cuando un ser quiere conocer algo en concreto) o conocimiento universal (cuando buscamos el conocimiento general).

El fin del conocimiento es extraer la esencia que comparten diferentes individuos. Para ello, utilizamos un proceso de inducción que Aristóteles llama abstracción. Para completar este proceso se deben realizar diferentes operaciones encadenadas hechas por nuestras facultades naturales. Nuestro conocimiento de la realidad parte de lo que percibimos por medio de los sentidos. Después, mediante la imaginación creamos imágenes mentales de los seres del mundo empírico. En tercer lugar, la memoria recuerda todas esas imágenes que hemos ido obteniendo. Y, por último, el entendimiento analiza y compara todas esas imágenes para seleccionar lo que tienen en común, prescindiendo de los rasgos secundarios, y así elaborar la esencia de ese ser. De esta manera, el ser humano es capaz de elaborar un conocimiento general y universal de los diferentes seres de la realidad

Aristóteles: El Problema del Ser Humano

La característica determinante del ser humano es que posee logos, es decir, racionalidad. Esto le da la posibilidad de usar y dominar la palabra. Gracias a ello, el ser humano es capaz de crear principios morales y, también, de crear normas sociales para una buena convivencia. El ser humano es un ser compuesto por dos elementos: una materia (que es el cuerpo) y una forma (que es el alma). Ambas partes son necesarias por eso se dice que es una unión sustancial la que tienen estos componentes. El alma es la peculiar manera que tiene nuestro cuerpo de estar organizada y que permite que estemos vivos y razonar. Por eso, el alma es la fuente de nuestra actividad vital y mental. Para Aristóteles, todo ser vivo lo está porque tiene alma, por eso, tanto los seres humanos, las plantas y los animales tienen alma. De ahí, que distinga tres tipos de alma según las funciones que tiene cada una: 1) El alma vegetativa es el alma que poseen las plantas ya que les dota de las funciones de crecer, nutrirse y reproducirse. 2) El alma sensitiva es el que poseen los animales, tiene las funciones del alma anterior (crecer, nutrirse y reproducirse) y le suma otras dos que son percibir el mundo e interactuar con él. 3) El alma racional es la que poseen las personas que tiene las funciones de las dos almas anteriores (crecer, nutrirse, reproducirse, percibir el mundo e interactuar con él) además de la función vital específica del humano que es razonar. Si el alma es lo que dota de vida a un ser, Aristóteles defiende la idea de que cuando un ser muere, muere también su alma. Por lo tanto, no creía en la inmortalidad del alma como pensaba Platón.

Aristóteles: El Problema de la Moral o la Ética

Todos los seres aspiran a un fin en su vida. La finalidad del ser humano es la felicidad. Por esta idea, la ética aristotélica se califica como ética eudemonista. Como somos seres racionales podemos pensar en qué consiste nuestra felicidad, ya que es algo que sea lo mismo para todos. Ahora bien, para alcanzar ese estado, según Aristóteles, debemos cumplir con una serie de directrices que nos ayuden a alcanzar nuestra felicidad. Para tener felicidad hay que tener un mínimo de bienestar material que consiste en cubrir las necesidades más elementales para poder vivir. Para poder conseguirlo, hay que ser capaz de elegir la mejor forma de vida que consiste en acostumbrarnos a elegir de manera adecuada en cada momento. Para ello, Aristóteles propone el uso de la virtud. Hay dos tipos: a) virtudes éticas que son aquellas que nos sirven para relacionarnos con los demás; b) virtudes dianoéticas que son las que potencian el uso de nuestra razón teórica. Las virtudes éticas son aquellas que nos marcan la mejor manera de relacionarnos con los demás. Nosotros adquirimos hábitos en nuestro comportamiento, costumbres que van modelando nuestra forma de hacer las cosas. Es algo que se entrena y se puede cambiar, si obtenemos resultados positivos. Por eso, Aristóteles nos proponer elegir de forma moderada huyendo de los extremos que nos encontramos como posible en cada acción. Es decir, el punto medio entre los extremos. Por ejemplo, hay que ser generoso en la justa medida. No podemos ser extremadamente generosos que demos todos nuestros bienes y nos quedemos sin nada. Tampoco podemos ser egoísta de tener y no dar absolutamente nada. El punto medio se trataría de dar lo que podemos dar quedándonos con lo necesario para nuestra vida. Por eso, el término medio no es algo matemático, depende de las circunstancias.

Las virtudes dianoéticas están relacionadas con la razón teórica. Algunas son la sabiduría, el arte, la ciencia…, que sirven para conocer la realidad e intervenir en ella. De estas virtudes, la más importante es la prudencia que consiste en determinar el mejor modo de comportarnos de manera práctica, es decir, pensar las consecuencias antes de decidir qué hacer. Esta virtud nos ayuda a elegir el término medio más adecuado y regir nuestro comportamiento para conseguir la felicidad.

Aristóteles: El Problema de la Sociedad o Política

El ser humano es un ser social por naturaleza. Esto quiere decir que sólo podemos llegar a desarrollarnos como personas en un contexto de convivencia con otros seres humanos. Un ser individual aislado puede sobrevivir físicamente pero necesita del contacto con los demás para poder desarrollar su parte humana natural. Por eso, tener un buen sistema de gobierno es básico para el funcionamiento adecuado de la sociedad, algo que favorecerá el desarrollo humano. Por eso, Aristóteles presenta un estudio de las diversas fórmulas políticas que se dieron en la Grecia Antigua analizando sus características y clasificando entre positivas y negativas. Las fórmulas positivas son aquellas que persiguen el bien común, es decir, la organización social está encaminada a conseguir el beneficio de todos los ciudadanos. Entre las que nos expone destacan tres por su importancia: 1) la monarquía donde nos encontramos el gobierno de uno (rey) que busca el beneficio de todo su pueblo; 2) la aristocracia, que consiste en el gobierno por parte de un grupo de personas que gobierna a todos por igual independientemente de la clase social a la que pertenezcan; 3) la democracia, que consiste en el gobierno de la mayoría en una asamblea donde se toman decisiones para todo el pueblo. Esas fórmulas positivas tienen sus defectos y, por eso, se pueden convertir en fórmulas negativas. Esto sucede cuando la organización política está encaminada al bien particular, es decir, al beneficio de la clase dirigente. De ahí, podemos decir que: 1) la monarquía degenera en tiranía cuando el que gobierna utiliza y esclaviza al pueblo para enriquecerse y conseguir poder; 2) la aristocracia degenera en oligarquía, cuando el grupo que gobierna favorece a su propia clase en perjuicio del resto de ciudadanos; 3) la democracia se convierte en demagogia cuando

nos encontramos personas que son capaces, gracias a su poder de palabra y económico, de manejar a los miembros de la asamblea para que voten sólo sus propuestas. Para Aristóteles no hay una fórmula perfecta ya que todas tienes sus fallos. Pero la menos mala de todas es la democracia. Tampoco existe un régimen político que valga para todas las ciudades ya que cada población tiene características diferentes respecto al territorio donde se encuentra, la economía de la que dispone y las personas que la forman. Por eso, propone unas características sencillas sólo como guía para establecer un buen gobierno. Para que se pueda dar se necesitaría que el tamaño de la población fuera mediano. También, los que debería tener el peso de la sociedad debería ser la clase media ya que saben diferenciar mejor los extremos y elegir el punto medio en sus decisiones. Y, especialmente, el gobierno, sea el que sea, debe buscar siempre el bien común. Aristóteles era un férreo creyente de su cultura griega por eso defendía la desigualdad natural entre los diferentes seres humanos. Entre las cuestiones políticas defiende la esclavitud ya que consideraba a los griegos como miembros de una cultura superior. También defendía la desigualdad entre hombre y mujer ya que cada uno tenía una función determinada por su naturaleza. El hombre tenía que ocuparse de todo lo que tenía que ver con la sociedad y del papel de su familia en la misma. La mujer debía saber organizar la estructura interna de la familia. La función de los dos era necesaria para la prosperidad del clan.

San Agustín: El Problema del Conocimiento

San Agustín sigue muchas de las ideas de Platón. Por ello, cree que por encima de la realidad sensible existe una realidad superior formada por las esencias de las cosas físicas que son los modelos ejemplares de esos seres. Ahora bien, estas ideas existen porque Dios, único ser capaz de ello, las ha creado y pensado para hacer realidad el mundo físico. El fin del conocimiento es conocer la realidad tal y como es. Para poder hacerlo, San Agustín distingue entre dos formas de conocimiento: – Conocimiento sensible: es el grado más bajo del conocer. Sirve para conocer el mundo que rodea a través de los sentidos buscando una utilidad práctica en el día a día todo aquello en lo que nos encontramos corporalmente. – Conocimiento racional: se divide en conocimiento racional inferior (partiendo de la realidad física que conocemos nos permite acceder a las realidad verdaderas, universales y necesarias) y conocimiento racional superior (es el más importante y verdadero ya que puede captar las esencia incorpóreas y eternas). El problema es poder captar esas esencias. Para San Agustín, el ser humano por sí sólo no puede hacerlo pero podemos llegar a comprenderlas porque Dios las ha puesto dentro de nosotros. Por lo que debemos mirar en nuestro interior mediante un ejercicio de introspección para poder encontrarlas. Esto es la teoría de la Iluminación que nos dice que Dios ilumina nuestro conocimiento mostrando la verdad que debemos seguir para no perdernos.

San Agustín: El Problema de Dios

En la Edad Media se dio la cuestión de la importancia de la razón y la fe que tiene cada una en nuestro conocimiento y cual es la que nos lleva a la verdad. Dentro de esta polémica, San Agustín considera que van unidas y no se pueden separar. La fe, nos dice, es la guía que indica qué verdades deben aceptarse ya que con la creencia miramos en nuestro interior y nos la encontramos. La razón, por su lado, nos puede ayudar a comprender mejor el sentido de estas creencias. Por lo que la razón es una ayuda para poder entender, en la medida de lo posible, las verdades de fe. Por eso, San Agustín nos dice que es preciso creer para entender ya que la fe tiene prioridad en el conocimiento humano. De las ideas verdaderas a las que puede acceder el ser humano, la suprema es la propia existencia de Dios. Esta idea es indudable. Dios en su mente posee las ideas de las realidades, al modo de la Ideas de Platón, y gracias a la creencia en el Creador, podemos llegar a comprender y conocer las esencias transcendentales de las cosas. Una vez que creemos en Dios por el conocimiento que poseemos de Él, debemos intentar conocerle. Para ello, el cristiano debe recurrir a las Escrituras. Ahí, se nos presenta a Dios como un ser que posee tres personas en su interior. Esta idea es lo que se llama Santísima Trinidad y nos dice que Dios es uno y a la vez son tres. En la Biblia se habla de Dios como creador del universo, como Hombre que viene a este mundo para la salvación de los demás y como Espíritu Santo que infunde valor a los creyentes. Esta es la verdad de fe a la que debemos llegar: conocer a un Dios (monoteísmo) pero que a la vez son tres.

San Agustín: El Problema del Ser Humano

El ser humano está compuesto de dos elementos: a) cuerpo, es la parte material e imperfecta que sirve de instrumento para el alma; b) alma, es la parte espiritual que está creada a imagen y semejanza de Dios de forma individual. En ella, nos encontramos tres facultades que se asemejan a Dios (no son iguales). Una de ellas es la memoria que se asemeja a la manifestación que se nos presenta de Dios Padre como ser en plenitud. La segunda es el entendimiento humano que se asemeja a la característica esencial del Dios Hijo que es la sabiduría. La última es la voluntad que se asemeja al Espíritu Santo como culminación del amor. Otra característica que señala Agustín sobre el alma es que nace manchada por el pecado original. Para poder ser perdonas, el ser humano debe recurrir a la gracia divina. El pecado original se perdona, según la creencia cristiana, con el bautismo.

San Agustín: El Problema de la Moral o la Ética

A San Agustín le preocupaba la causa del mal en el mundo. Por ello, desde joven, fue buscando en las diferentes escuelas de la época una razón que le convenciera para explicarlo. Una de ellas era el pelagianismo que decía que el pecado original sólo había afectado a Adán y Eva al ser lo únicos responsables por desobedecer a Dios en el Jardín del Edén. Por lo tanto, el pecado original no se transmitiría a sus descendientes, a los demás seres humanos. Esta idea fue condenada por la Iglesia ya que, entonces, no tendría sentido la pasión y muerte de Jesús. Por eso, una doctrina que apareció y asumió la Iglesia fue el traducianismo que defendía que en nuestra alma individual hay algo que proviene de nuestros padres. Por lo tanto, el pecado original se transmitiría de padres a hijos. Para explicar el mal, Agustín nos dice que el ser humano tiene libre albedrío. Esto consiste en que el ser humano es capaz de elegir entre el bien y el mal ya que ha recibido este don por parte de Dios en el acto de la creación. Así, el ser humano es el que elige entre seguir los preceptos divinos o hacer el pecado. Pero el libre albedrío es distinto a la libertad. El libre albedrío es esa capacidad de elegir mientras que la libertad es el resultado de haber hecho un buen uso de este libre albedrío. Somos libres si usamos nuestro libre albedrío para seguir a Dios salvar nuestra alma. Este razonamiento le lleva a San Agustín a enfrentarse a unas preguntas que debe contestar. La primera sería saber si Dios permite, por lo tanto, el mal y desea la condenación de sus criaturas al darnos la posibilidad de elegir. Y, la segunda, sería qué razones tiene Dios para permitir el mal. Otra de las escuelas que tuvieron mucha importancia en esta época fue el maniqueísmo. Para explicar el mal, su postura era considerar que existían dos fuerzas enfrentadas que identificaban con el mal y el bien.

Estas fuerzas se encontraban tanto en el mundo como en el propio corazón humano y su disputa, el vencedor era el que imponía hacer su postura. San Agustín atacó esta mentalidad desde dentro de la Iglesia ya que, siguiendo esa idea, se podría considerar que existían dos dioses, uno bueno y otro malo. Esto fue condenado como una herejía puesto que atentaba contra el principio monoteísta que defiende el cristianismo. Para dar una explicación final de la existencia del mal, el propio Agustín nos habla de la existencia de dos males en el mundo: a) el mal físico, que esto aquello que tiene que ver con el dolor, la enfermedad o las catástrofes naturales. Esto se debe a que los seres materiales no somos perfectos, poseemos lo que llama carencia del ser y, por lo tanto, en esas carencias aparece el mal. No existe el mal por sí mismo, al ser imperfectos nos encontramos con esas situaciones malas en la vida; b) el mal moral, es la acción que unos seres humanos ejercen sobre otros utilizando su libre albedrío, por lo que, somos responsables de nuestras acciones, del mal provocado. Dios no hace que el ser humano realice el mal, le hace libre y es responsabilidad humana no elegir el camino bueno.

Santo Tomás de Aquino: El Problema de Dios

Santo Tomás pretende busca un entendimiento entre la razón y la fe. Las dos son necesarias para el ser humano. Algunas verdades sólo pueden conocerse mediante la fe (los misterios de la religión). Otras, las podemos conocer mediante la razón porque el entendimiento humano es suficiente (los fenómenos rutinarios del mundo). Y, otras verdades son compartidas por la fe y la razón ya que son dadas por Dios y el ser humano puede llegar a ellas mediante su conocimiento. Este es el caso de la existencia de Dios. Un creyente lo hace por su propia fe. Un no creyente puede, razonando a partir del mundo, llegar a conocer a Dios. Para argumentar sobre la existencia de Dios nos encontramos dos posibilidades. Podemos encontrarnos con un argumento a priori, es decir, no parte de la experiencia, lo hace de la propia creencia de Dios. O puede ser a posteriori, en este caso, partiendo de la experiencia de la realidad del mundo sensible se puede llegar a conocer a Dios. Estos últimos son los que nos trae Santo Tomás. Para elaborarlos, se apoya en su idea de la analogía que consiste en comparar a Dios con los demás seres para poder comprenderle desde nuestras limitaciones (somos seres semejantes a Dios). Las pruebas de la existencia de Dios de Santo Tomás son las vías. Todas tienen la misma estructura, partiendo del mundo sensible intentamos encontrar una explicación de esos fenómenos para llegar a la conclusión que sólo hay un ser capaz de realizar ese fenómeno, y este ser es Dios. Son cinco: 1) Vía del movimiento: todo lo que vemos en el mundo se mueve, es decir, pasa de la potencia al acto (cambia). Algo provoca ese cambio y no es el propio ser, por lo que debe ser otro. Tiene que haber un ser anterior que provoque ese cambio, que a su vez, tenga otro ser que también le haga cambiar. Como no puede haber infinitos seres que provoquen los cambios de los demás,

debe haber un ser primero que sea el que da comienzo a esta cadena de razones de cambios. Ese primer ser incausado es Dios. 2) Vía de la causalidad: todos fenómenos que suceden en el mundo tienen una causa que los provoca, por lo tanto, tiene una causa anterior. A su vez, esa causa sucede porque es originada por otra causa (la causa de la causa). Así nos podríamos remontar hacia atrás en la sucesión de causas. Como no puede haber causas infinitas debemos comprender la existencia de un primer ser que es la causa primera de todo. Este ser es Dios. 3) Vía de la contingencia: podemos observar en el mundo que todos los seres son contingentes, es decir, no cambiaría nada si no existieran. Ahora bien, para que un ser contingente exista ha debido ser creado por otro que será contingente. Pero no podemos pensar que todos los seres vengan de seres contingentes, es decir, podría haber sucedido o no. Por eso, tenemos que dar por hecho la existencia de un ser necesario que ha provocado la existencia de todos los seres contingentes. Este único ser necesario es Dios. 4) Vía de los grados de perfección: todo lo que vemos a nuestro alrededor es maravilloso, pero hay que reconocer que unos seres son más bellos que otros. Por lo tanto, unos seres están más cerca de la perfección que otros y esto lo sabemos porque tenemos el criterio de comparación. Esto consiste en un ser sumamente perfecto al que se parecen, pero no son idénticos, el resto de seres. Este ser es Dios. 5) Vía del orden de universo: todo lo que vemos en el mundo está ordenado, incluso las cosas más sencillas. Parece que existe un propósito que todo obedece para dar ese orden. Las cosas mundanas no tienen la capacidad de marcar ese orden. Por lo que debe existir un ser con la capacidad de ordenar el mundo. Ese ser es Dios.

Santo Tomás de Aquino: El Problema del Ser Humano

Santo Tomás distingue entre esencia (lo que es cada cosa) y existencia (se da en el mundo actualmente). Esta división viene a encajar con la de Aristóteles de materia (existencia) y forma (esencia) Cada persona es una única sustancia que posee su esencia. Para determinarla y marcar lo que cada uno es, se compone, a su vez, de materia y forma porque somos algo en el momento actual. Tanto cuerpo como alma son importantes porque ambos componentes son necesarios para el ser humano. Pero el alma tiene trascendencia ya que es el principio de vida (nos da las funciones vitales), la inteligencia (es la característica más importante del humano) y el movimiento (nos permite relacionarnos con los demás). A estas características aristotélicas, Tomás le suma la de que el alma tiene una dimensión espiritual la cual le permite seguir existiendo después de la muerte y ser inmortal. Por eso, el alma es una sustancia imperecedera que ha sido creada por Dios de forma individual y que aspira a la salvación eterna después de la muerte.

Santo Tomás de Aquino: El Problema del Conocimiento

Para elaborar esta teoría sigue las líneas marcadas en el pensamiento aristotélico. El conocimiento tiene que ser capaz de entender la realidad que nos rodea, la cual está compuesta por seres individuales que son captados por los sentidos. De aquí, mediante un proceso de abstracción, debemos llegar a conocer las generalidades y verdades más complejas. Este proceso de abstracción se compone de varias facultades: a) Sentidos: captan la realidad que nos rodea transmitiendo datos. b) Imaginación: elaboran imágenes mentales a partir de los datos que nos transmiten los sentidos. c) Memoria: se encarga de almacenar todas aquellas imágenes que hemos creado. d) Entendimiento: compara todas las imágenes almacenadas para eliminar las características secundarias que son las que no comportantes y quedarse con aquellas que sí que comparten. De esta manera, es capaz de captar la esencia de las cosas. El entendimiento para Santo Tomás es paciente (porque recibe las imágenes que hemos creado con anterioridad) y agente (porque hace un trabajo para poder extraer las esencias de esas imágenes). Por lo tanto, el entendimiento es capaz de abstraer la esencia común de diferentes seres particulares, así es capaz de captar el universal de cada cosa.

Santo Tomás de Aquino: El Problema de la Moral o la Ética

Dios crea la realidad según un plan sabio y providente. Todo sucede según lo pensado. Dentro de él, el ser humano tiene como finalidad ser feliz, por eso, se puede decir que Santo Tomás crea una ética eudemonista. Sigue las directrices marcadas por Aristóteles pero, a diferencia del autor griego, la felicidad para Tomás consiste en llegar a la contemplación de Dios, por lo que conseguimos ser felices más allá de nuestra realidad terrenal. Para alcanzar la felicidad debemos saber comportarnos en nuestra vida terrenal según unos preceptos racionales. El ser humano se encuentra dentro de la ley natural, es decir, la ley que rige la naturaleza y que es la manifestación de la ley divina. Por eso, dentro de este orden, debemos identificar nuestras tendencias naturales y ajustar nuestro comportamiento a ellas. Para captar esos principios que debemos realizar, el ser humano se guía por otro que tenemos de forma natural que es la sindéresis. Consiste en hacer el bien y alejarnos del mal. Esto se debe a que el ser humano posee libre albedrío, es decir, Dios nos ha hecho libres para poder elegir

entre el bien y el mal. Por eso, la razón humana debe intentar entender nuestras tendencias naturales. Para poder realizar un comportamiento adecuado y acercarnos a esa felicidad, Tomás de Aquino nos ofrece una serie de preceptos generales que todos los seres humanos pueden seguir. Son tres: a) conservar la propia existencia y no hacer nada que ponga en peligro ese don que nos ha dado Dios; b) hacerse cargo de los hijos puesto que son regalo de Dios; c) respetar las normas sociales y tener una convivencia adecuada. Para poder realizar las acciones adecuadas, seguir esos principios y acercarnos a la felicidad transcendental, el ser humano debe de tener un comportamiento virtuoso. 

La virtud, para Santo Tomás, es hábito formado mediante la repetición de actos buenos y que consiste en la elección del término medio entre dos extremos igualmente perniciosos. Habla de tres tipos de virtudes: a) Éticas, marcan nuestro comportamiento en relación con los demás, como son la templanza o la justicia. b) Intelectuales, que tienen que ver con el desarrollo del pensamiento humano, como la inteligencia o la prudencia. c) Teologales, que tienen una dimensión transcendental y nos acercan a Dios, como son la fe, la esperanza y la caridad.


TOMAS DE AQUINO 5. Problema de la sociedad y la política. Sigue la idea de Aristóteles de considerar al hombre social por naturaleza. El Estado, para que funcione de forma correcta, debe buscar el bien común. Esto consiste en satisfacer las necesidades de todos, promover la paz y favorecer la convivencia armoniosa entre todos los miembros de la sociedad. Ahora bien, hay que distinguir entre los gobiernos buenos que persiguen ese bien común, como son la monarquía, la aristocracia y la democracia. Y los que son negativos al perseguir el bien particular del gobierno, como son la tiranía, la oligarquía o la demagogia. Para que el ser humano pueda conseguir el bien supremo necesita que se cuide de las necesidades materiales que tiene y de la dimensión espiritual de cultivar su alma. Por eso, la Iglesia es superior al Estado ya que se ocupa de esto último, es decir, de la salvación del alma. El Estado sólo se puede ocupar de las cuestiones materiales fijando las leyes de convivencia recogidas en la ley positiva respetando los preceptos de la ley natural.


DESCARTES 1 El problema del conocimiento. Con Descartes la filosofía cambia de rumbo ya que le otorga al sujeto el papel principal. Dios deja de ser el centro del saber humano para que el propio sujeta sea el que se ocupe de ello. Por eso, se dice, que con Descartes comienza la filosofía moderna. En esta época, las ciencias están avanzando mucho. Tanto los matemáticos como los científicos empiezan a usar métodos que les permiten obtener conocimientos seguros y exactos en sus parcelas del conocimiento. En cambio, en filosofía nos encontramos disparidad de ideas y de opiniones provocando incertidumbre y controversia. Una de las ideas que va a introducir Descartes es basarse en argumentos racionales, rechazando los argumentos de autoridad, es decir, aquellos que se aceptan sólo porque determinados autores los han defendido sin demostrarlos. Para poder llegar a conocer verdades, Descartes propone seguir un método, es decir, una serie de pasos que nos llevan a descubrir verdades. El método que propone tiene cuatro pasos: 1) Evidencia: son todas aquellas verdades claras y distintas que tenemos seguras sobre las que apoyar las demás. 2) Análisis: dividir el problema en partes sencillas para abordarlas de forma individual. 3) Síntesis: volver a unir las partes individuales para estudiar el problema en su conjunto y dar la solución definitiva. 4) Repaso: repasar el proceso para evitar errores, primero enumerando las partes para comprobar que no nos dejamos ninguna y, luego, repasando que las operaciones realizadas sean correctas. Para acabar con esta disparidad e incerteza en la filosofía, Descartes se propone hallar verdades seguras e indudables para que se conviertan en los cimientos sobre lo que podemos edificar todo nuestro saber. Para ello, se propone crear un método que nos lleve a ello. 


El primer paso debe ser suprimir todos los conocimientos que tenemos que nos sean absolutamente indudables. Este es el planteamiento de la duda metódica que consiste en eliminar todos los conocimientos que tengan la más mínima posibilidad de ser falsos. En el momento en que podamos tener la sospecha de que algo de lo que creemos podría ser falso, es mejor no aceptarlo. Descartes aplica la duda metódica a todos los conocimientos que posee el ser humano. Por eso, analiza la procedencia de cada una de las ideas para ver si son fiables o no. Muchas de las ideas que tenemos en nuestra mente proceden de lo que nos transmiten los sentidos. Nos fiamos de que lo nos dan nuestros sentidos es cierto. Pero, aplicando la duda metódica, tenemos que ver si en algún momento los sentidos nos han transmitido información errónea. Descartes pone un ejemplo. Si miramos al cielo vemos que el Sol se mueve alrededor de la Tierra. De hecho, es algo que se ha creído durante mucho tiempo. Pero sabemos que es falso porque se ha demostrado que es la Tierra la que gira alrededor del Sol, por lo que, debemos sentenciar que no hay que fiarse de los sentidos porque alguna vez ha sido falso. Así, debemos eliminar todo conocimiento que venga de la percepción sensible. Otro campo donde debemos aplicar la duda metódica es a la realidad en la que vivimos. Nos fiamos de que el mundo es tal y como lo estamos viviendo ahora. Primero, esa información viene de nuestros sentidos (algo ya dudable), pero, además, Descartes nos dice que no debemos fiarnos de la realidad tal cual porque podríamos confundirla con un sueño. Cuando estamos soñando estamos viviendo en una realidad distinta, a la que damos credibilidad. Sólo cuando despertamos nos damos cuenta de que estábamos soñando. ¿Y si seguimos dormidos? Por eso, no podemos estar seguros de cuál es la auténtica realidad. 


Otra fuente de conocimiento a la que damos credibilidad son las propias ideas que tenemos. Nos fiamos de ellas. Pero Descartes, al aplicar la duda metódica, nos dice que hay ideas que antes se daba por ciertas que luego se han cambiado. Por ejemplo, creíamos que la Tierra era el centro del universo, lo decía la ciencia, y luego se ha demostrado que era falso. Por lo tanto, no debemos dar credibilidad a nuestras ideas por este motivo. A esos motivos de duda, Descartes plantea otra hipótesis, polémica para la época, que es la existencia de un ser maligno que nos hace confundirnos. Nos han dicho que Dios es bueno, pero ¿y si no fuera así? Descartes plantea la idea de un genio maligno que hace que nos confundamos en nuestro conocimiento. Esto se llama duda hiperbólica. Por lo tanto, la duda cartesiana nos arrebata todos aquellos conocimientos que creíamos ciertos. Y parece que nos quedamos sin nada. Es como si todo fuera dudable, hasta lo más básico, quedando el ser humano vacío de conocimiento. Pero, en este proceso de duda, Descartes encuentra la primera verdad que es indudable y cierta. Es lo que expresa con su frase “pienso, luego existo”. La primera certeza es el cogito cartesiano, es decir, la existencia de nuestro pensamiento. Esto es debido a que dudamos si existimos o no, dudamos de la existencia del mundo o no, pero el ejercicio de pensar, de dudar se hace. Por lo tanto, si se piensa, el sujeto que realiza esa acción debe existir. Y ese sujeto es el yo propio. Esto se capta por la intuición, sale de los motivos de dudas planteados con anterioridad. Por lo que podemos afirmar que es una idea clara (sabemos lo que es) y distinta (lo distinguimos del resto), es la primera verdad. Así ya tenemos un punto de partida sobre el que apoyar todo nuestro conocimiento. Estoy seguro que soy una cosa que piensa y que lleno mi mente de contenidos. Lo siguiente es analizar esos contenidos para ver los que son ciertos. 


Por ello, Descartes nos propone una clasificación de ideas analizando cada una: a) Ideas adventicias: son representaciones mentales creadas a partir de lo que perciben los sentidos somos lo que creemos que es el mundo sensible. Como dependen de los sentidos, hemos visto que pueden fallar, por lo que este tipo de ideas no son seguras, no debo fiarme de ellas. También, estas ideas pueden provenir de los sueños, ya que recordamos ideas de ellas. b) Ideas facticias: son todas aquellas ideas que elabora la mente por sí misma. Como hemos visto, este tipo de ideas pueden ser falsas porque hemos demostrado ideas que eran erróneas. Por eso, tampoco son fiables. c) Ideas innatas: quedarían otras ideas que no proceden del exterior y tampoco son elaboradas por el propio sujeto. Descartes descubre un tipo de ideas que existen en nuestro interior desde que nacimos. Son ideas que se captan de forma clara e intuitiva. Entre ellas, está la idea del cogito y descubre, también, la idea de Dios.


DESCARTES 2. El problema de Dios. Superada la duda, Descartes se replantea el concepto de Dios. Elimina la posibilidad de que sea malo y lo entiende como una idea que está en nuestra mente de forma innata. Para él, va a ser necesaria esta idea porque le sirve como nexo para que el sujeto pensante pueda conocer toda la realidad externa. Para demostrar la existencia de Dios, Descartes presenta tres argumentos: 1) Defiende el argumento ontológico propuesto por San Anselmo en la Edad Media. En él se dice que Dios es infinito, perfecto, todopoderoso, eterno y omnisciente ya que está reflejado así en la Biblia. Siguiendo nuestra intención nos encontramos esta definición en nuestro interior y tenemos que determinar que un ser con estos atributos en grado sumo debe existir. 2) La idea de Dios que encontramos en nuestro interior no es algo que hayamos captado con nuestros sentidos por lo que no puede ser una idea adventicia. Tampoco es una idea facticia puesto que no tenemos la capacidad, como humanos, de poder crear una idea perfecta siendo nosotros imperfectos. Por lo tanto, debemos aceptar que es una idea con la que ya nacimos y, así, decir que es una idea innata. 3) Esa idea, al igual que la del cogito, alguien la ha debido poner en mi interior. Por lo tanto, alguien nos ha debido crear con esas ideas. Nosotros no tenemos la capacidad de crearnos a nosotros mismo. Debe haber una causa creadora del ser humano. Esa causa tiene que ser Dios. Descartes sólo había demostrado la existencia del sujeto pensante, no del cuerpo físico, por lo que entraba en el solipsismo (quedar encerrado dentro de uno mismo). Por ello, elimina la hipótesis del genio maligno y defiende la postura de Dios como ser bueno, que está en nuestro interior, y que no puede hacer que nos confundamos. 


DESCARTES 3. El problema del ser humano. Descartes aporta una teoría dentro del dualismo antropológico, es decir, defiende que en el ser humano hay dos sustancias: a) Cuerpo: lo llama sustancia extensa porque se corresponde con la materia. Por lo tanto, obedece a las leyes de la física y está sometido al determinismo. No es libre. b) Alma: lo llama sustancia pensante porque es la parte inmaterial al corresponderse con la actividad mental consciente. No está sometido a leyes, se rige por su libre albedrio. Por lo tanto, es libre. Y, sigue existiendo después de la muerte, ya que las ideas siguen existiendo en el recuerdo de los demás. De estas dos partes, la parte de la conciencia es nuestra auténtica y verdadera realidad, en tanto que el cuerpo es sólo un instrumento al servicio del alma. Ahora bien, aunque tenemos estas dos partes, Descartes considera que debe haber un punto de unión entre ellas. Este punto es la glándula pineal, un punto en la base del cerebro por donde pasan las ideas de la mente al cuerpo para que las ejecute.

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