Kant: La Crítica de la Razón Pura. La Concepción Kantiana del Conocimiento
Para entender lo que significa la “Crítica de la Razón Pura”, hay que comenzar situándola dentro del entramado del pensamiento kantiano y explicar lo que entiende por razón. Como filósofo ilustrado que era, Kant comparte la concepción ilustrada de la razón: es la facultad propia del hombre que, por medio de ella, se plantea fines, metas, y se hace preguntas que le atañen especialmente. El objetivo de la filosofía será, pues, hacer una crítica de la razón para que esta se cuestione si los fines que se plantea y que son esenciales para el hombre, son posibles de conseguir.
Estos fines esenciales para el hombre los plantea Kant como la respuesta a tres preguntas:
- a) ¿Qué puedo conocer?
- b) ¿Qué debo hacer?
- c) ¿Qué puedo esperar?
La primera pregunta atañe a la ciencia y nos plantea los límites del conocimiento humano; la segunda a la ética y la tercera intenta desentrañar el destino del hombre. Para responder a cada una, escribió sus tres críticas: “Crítica de la Razón Pura”, sobre el conocimiento; “Crítica de la Razón Práctica”, sobre la ética; “Crítica del Juicio”, sobre el destino del hombre. Resueltas estas tres preguntas, la razón conocería sus límites y se podría responder a la pregunta que resume estas tres: ¿Qué es el hombre? La humanidad sabría así si los fines que se propone son realizables. Las tres críticas kantianas son herederas de los planteamientos de las dos grandes escuelas modernas: racionalismo y empirismo.
Períodos de la Filosofía Kantiana
De hecho, se suelen distinguir dos períodos de la filosofía kantiana:
- a) Período precrítico, en el que es racionalista. Su maestro Wolff es un seguidor de Leibniz, que a su vez sigue a Descartes.
- b) Período crítico, en el que conoce la obra del empirista Hume y “despierta de su sueño dogmático”. Crea entonces su propia filosofía: el idealismo trascendental, síntesis de ambas escuelas.
En la “Crítica de la Razón Pura”, Kant se plantea el problema del conocimiento, como lo habían hecho las anteriores escuelas filosóficas modernas. Gran admirador de la obra de Newton, se pregunta por qué la física y las matemáticas han conseguido instalar conocimientos sólidos, en cambio la metafísica no. Para resolver esta cuestión se vale de los estudios hechos por racionalistas y empiristas a los que sintetiza. Con los racionalistas, que habían explicado la universalidad del conocimiento con sus ideas innatas, está de acuerdo en que hay una parte innata en el saber humano. Con los empiristas, que establecieron que era imprescindible la información sensible, está de acuerdo en este punto. El resultado es su filosofía, el idealismo trascendental, con la que realiza una auténtica “revolución copernicana” en el campo del conocimiento.
Hasta el sujeto que conocía estaba sometido a la información sensible, al objeto, del que recibía información a través de los sentidos. Kant invierte la cuestión al establecer que es el objeto el que se somete al sujeto, en el sentido de que este posee unas estructuras psicológicas, condiciones trascendentales, con las que ordena la experiencia sensible. Trascendental en Kant significa que somete a la experiencia sensible, por eso el sujeto del conocimiento será ahora un sujeto trascendental, porque impone sus condiciones a la experiencia sensible. Las condiciones trascendentales, concesión al racionalismo, son las que aportan al conocimiento su generalidad y necesidad. La experiencia sensible es un caos de sensaciones, en ningún caso tiene por sí misma estas condiciones, solo el sujeto es quien se las impone. La ciencia, que es un conocimiento general y necesario, se basa en la existencia de estas condiciones, por eso Kant quiere encontrarlas.
Los Juicios
Kant analiza las ciencias con el objetivo, como hemos dicho, de encontrar estas condiciones trascendentales, considerándolas un conjunto de juicios. Lo primero que hace es establecer una división entre los juicios que posee la ciencia. Encuentra juicios analíticos, que no aumentan nuestro conocimiento; juicios sintéticos, que sí aumentan nuestro conocimiento; juicios “a posteriori”, extraídos de la experiencia; y juicios “a priori”, anteriores a la experiencia. Los juicios sintéticos suelen ser empíricos, “a posteriori”, pero hay una clase especial: los juicios sintéticos “a priori”, en los que se encuentran las condiciones trascendentales. “A priori” es todo aquello anterior a la experiencia sensible, por eso en estos juicios se pueden encontrar las condiciones trascendentales, es decir, las estructuras psicológicas que el sujeto utiliza para conocer y ordenar la realidad. Con ello, el idealismo moderno llega a su culminación.
Kant divide en tres partes la “Crítica de la Razón Pura”; en la primera estudia los juicios sintéticos a priori en las matemáticas; en la segunda hace lo mismo en la física; y en la tercera en la metafísica para aclarar si esta disciplina tiene o no estatus científico.
El Espacio y el Tiempo (Estética Trascendental)
La estética trascendental es la primera parte de la Crítica de la Razón Pura. En ella estudia las matemáticas y la facultad, según Kant, ligada a ella: la sensibilidad (facultad de recibir información a través de los sentidos). Analiza los juicios de la matemática para encontrar las condiciones trascendentales con las que opera esta ciencia y encuentra que son dos: el espacio y el tiempo. Ambas son las estructuras que el sujeto pone en juego a la hora de conocer y con las que somete a la experiencia, dándole las características de universalidad y necesidad que requiere una ciencia.
Denomina al espacio y al tiempo intuiciones puras o formas a priori de la sensibilidad. Son formas en el sentido de que son modos de conocimiento, y son a priori, porque son anteriores a la experiencia, al ser estructuras psicológicas innatas que el sujeto utiliza para ordenar la realidad. Intuición es el nombre que le da al resultado de la sensibilidad y puras quiere decir que no tienen contenido empírico y deben ser llenadas con la información sensible.
Como resultado de este análisis, Kant concluye que el hombre solo conoce fenómenos y que estos son el resultado de dos elementos: la materia y la forma. La materia es lo dado por la experiencia, la sensación; la forma es lo “a priori”, lo que pone el sujeto. Fenómeno es, por tanto, lo que aparece, lo que el sujeto conoce y, al tener un componente subjetivo, se distingue del noumeno, la cosa en sí, el auténtico ser, que permanece desconocido para el sujeto. El sujeto que conoce recibe un caos de sensaciones que ordena con el espacio y el tiempo, formando el fenómeno. La geometría y la aritmética son las ciencias que emiten juicios sobre el espacio y el tiempo.
Pueden realizar juicios sintéticos a priori porque el espacio y el tiempo son intuiciones puras “a priori”, los juicios que emiten son necesariamente universales y necesarios. El juicio “la recta es la distancia más corta entre dos puntos” es sintético porque nos da información y es “a priori” puesto que es universal y necesario. Ningún objeto de la experiencia puede darse al margen de estas dos condiciones. Los juicios de la matemática tienen que cumplir por eso, porque ningún objeto se puede dar al margen del espacio y el tiempo, de ahí que sean universales y necesarios (no hay excepción posible).
Con este análisis, Kant perfecciona el subjetivismo y el psicologismo que presidía la filosofía moderna desde Descartes.
Las Categorías (Analítica Trascendental)
La analítica trascendental es la segunda parte de la Crítica de la Razón Pura y en este apartado, Kant estudia la física, para encontrar los juicios sintéticos a priori en esta ciencia. Considera a la física ligada a la facultad del entendimiento, que es la encargada de comprender lo percibido, emitiendo juicios. Opera, pues, englobando los fenómenos.
Para hacer su función, el entendimiento se vale de los conceptos de los que Kant encuentra dos clases: empíricos y puros o categorías. Los empíricos se extraen de la experiencia, los puros o categorías son las formas a priori del entendimiento, es decir, las condiciones trascendentales que el sujeto utiliza para englobar los fenómenos y emitir juicios acerca de ellos. Kant encuentra 12 categorías, tantas como tipos de juicios hay.
Una de ellas es el principio de causalidad; al hacer este análisis, se opone al planteamiento de Hume y supera su escepticismo. El principio de causalidad sí es válido porque no procede de la experiencia, es previo a ella. Es universal y necesario en la medida en que el hombre lo necesita para analizar los fenómenos. El entendimiento no puede pensar los fenómenos si no es aplicándoles las categorías. Así como el espacio y el tiempo han de llenarse con las impresiones sensibles, los conceptos puros han de hacerlo con los datos que nos suministra la sensibilidad, los fenómenos. Las categorías solo son fuente de conocimiento aplicadas a los fenómenos.
La física posee juicios sintéticos a priori que dan información, pero son anteriores a la experiencia, porque utiliza las categorías. Un ejemplo es el juicio “todo efecto tiene una causa”, que se basa en la categoría de causalidad.
Con este análisis, Kant deja sentadas las bases del idealismo trascendental, su filosofía. El espacio, el tiempo y las categorías no son propiedades reales de las cosas, son las condiciones que el sujeto necesita para pensarlas, sin ellas la realidad no se podría ordenar.
La Crítica a la Metafísica Tradicional (Dialéctica Trascendental)
En la dialéctica trascendental, Kant estudia la metafísica y, ligada a ella, la facultad de la razón. Esta consiste en la emisión de argumentos, es decir, en enlazar juicios estableciendo razonamientos. La razón tiene la tendencia natural de elaborar juicios cada vez más generales para encontrar explicaciones últimas, respuestas a todo; llevada por este empeño, utiliza las categorías más allá de la experiencia, es decir, al margen de los fenómenos. Esto, dice Kant, no tiene sentido, es lógicamente ilegítimo. La dialéctica trascendental es la crítica que hace al entendimiento y a la razón por pretender ir más allá de los fenómenos y conocer el noumeno, lo cual es imposible.
La metafísica es un conjunto de juicios acerca de realidades que están más allá de la experiencia, por lo que es imposible como ciencia. Responde al deseo de la razón, del hombre, de saber qué hay más allá de la experiencia, de conocer noumenos, la cosa en sí. Utilizar las categorías de este modo es ilegítimo y da lugar a errores, ilusiones.
En su deseo de saber, de buscar totalidades y explicaciones últimas, la razón construye tres ideas:
- a) La del mundo (sustancia material del racionalismo), que encuentra unificando todos los fenómenos físicos.
- b) La del alma (sustancia pensante), que unifica todos los fenómenos psíquicos.
- c) La de Dios (sustancia infinita), que elabora la razón unificando todos los fenómenos físicos y psíquicos.
La metafísica surge a partir de estas ideas que elabora la razón y que son lógicamente ilegítimas. Las ideas son conceptos puros de la razón, que van más allá de la experiencia y prueba de que no son lógicamente válidas es que dan lugar a antinomias (contradicciones al analizar la idea de mundo) y paralogismos (falsos razonamientos al analizar la idea de alma).
Estas tres ideas juegan un papel peculiar dentro de nuestro conocimiento, porque, sin expresar conocimiento objetivo alguno, dan a conocer el ideal de la razón de llegar a lo incondicionado, los principios absolutos. No hay nada empírico que se corresponda con las ideas metafísicas, son la meta, el fin del conocimiento humano, pero nada más. La metafísica jamás podrá ser una ciencia porque pasa por alto la distinción entre fenómeno y noumeno y aspira a conocer a este último, lo que es imposible. Con este análisis, Kant deja establecidos los límites de la razón en su uso teórico.
La Crítica de la Razón Práctica y la Ética en Kant. Concepto de Razón Práctica, Ley Moral y Nociones de Imperativo.
Dos obras contienen el pensamiento kantiano en torno a la ética: “Crítica de la Razón Práctica” y “Fundamentación Metafísica de las Costumbres”. Kant aborda el tema de la ética llevado por el problema que cree que tiene esta disciplina en su época. En el siglo XVIII, la moral está en crisis. Hay muchas escuelas, por eso cree que la moral está por hacer y se propone encontrar una base inconmovible para ella, desvinculándola de la religión y la metafísica.
Como buen ilustrado, Kant considera que la moral debe fundamentarse en la razón. Para él, la razón tiene dos vertientes: la teórica, que se ocupa de conocer las cosas, es decir, de la naturaleza, y la práctica que nos dice cómo debe ser nuestra conducta. Solo sobre la razón se puede construir la moralidad: toda la humanidad la posee. La Crítica de la Razón Práctica trata de explicar y justificar el valor objetivo, universal y necesario de la moralidad, extrayendo de la razón el mandato que debe regir nuestra vida.
Kant empieza distinguiendo las éticas materiales y las éticas formales:
- a) Las éticas materiales poseen contenido que se consideran buenos o malos y los actos se califican según su proximidad a ellos. Una ética formal, en cambio, está vacía de contenidos concretos.
- b) Las éticas materiales son empíricas y “a posteriori”, extraen sus contenidos de la experiencia, por eso las rechaza Kant; no pueden ser universales, porque para serlo tendrían que ser independientes de la experiencia, “a priori”.
- c) Las éticas materiales son hipotéticas (condicionales). Sus mandatos no valen absolutamente, solo son condiciones para alcanzar un fin; por tanto, no pueden ser universales: quien no quiera alcanzar ese fin no tendrá que seguir ese mandato.
- d) Las éticas materiales son heterónomas, porque la voluntad se ve determinada a obrar por algo distinto de sí misma, la sensibilidad, que es lo que la impulsa a alcanzar ese fin que desea. No hay que olvidar que la voluntad es la facultad de elegir lo que la razón conoce como prácticamente necesario: en su aceptación de la razón reside su autonomía.
La ética formal no tiene ninguna de estas características. Es “a priori”, no es hipotética y al cumplir sus mandatos la voluntad es autónoma. Nos dice cómo actuar, trate de la acción concreta que se trate. La ética universal, por tanto, deberá ser formal, porque así se apartará de lo empírico y se basará solo en lo “a priori”, los conceptos de la razón, dándonos cómo debemos actuar.
Una vez que sabe qué tipo de ética quiere hacer, pasa a investigar cuál es la esencia de la moralidad y para ello investiga los elementos de la conciencia moral. Lo primero que encuentra es que lo que hace buena a una acción es la buena voluntad del sujeto que actúa y no el contenido de la acción, lo que se hace. La buena voluntad se manifiesta en que se actúa por deber; el sujeto se somete incondicionalmente al deber, olvidando su inclinación natural. Entiende por inclinación todo aquello que nos liga a la sensibilidad, en este sentido se opone a la razón.
El deber, a su vez, hace referencia a la ley moral. El deber consiste en aceptar la necesidad de una acción por respeto a la ley moral, prescindiendo de la satisfacción o recompensa que pudiéramos obtener al realizarla. Al aceptar su deber, el hombre se eleva sobre lo sensible hacia lo racional, porque se somete a la ley no por su utilidad ni por la satisfacción que ello le acarrea, sino por respeto a la ley misma.
Kant distingue tres tipos de acciones:
- 1) Contrarias al deber,
- 2) Conformes al deber,
- 3) Acciones por deber. Solo las terceras tienen valor moral. Este reside no en el objeto real de la acción, sino en lo que determina a la voluntad y que ha de ser el respeto al deber de someternos a la ley.
Una vez hecho este análisis, Kant pasa a determinar el mandato, la ley, que debemos respetar: el imperativo categórico. Un imperativo categórico es un mandato sin condición alguna, al contrario que el hipotético, que nos dice lo que tenemos que hacer si queremos conseguir algo. El imperativo categórico es bueno en sí mismo, sin referencia a ningún fin. Su formulación es la siguiente: “obra solo según una máxima tal que puedas querer al mismo tiempo que se torne ley universal”. En la “Fundamentación Metafísica de las Costumbres” da otra formulación: “obra de tal modo que uses la humanidad tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro, siempre como un fin al mismo tiempo y nunca como un medio”. Manifiesta así su creencia en que el hombre nunca deberá ser medio para la consecución de nuestros fines, porque sería contrario a su dignidad.
Los Postulados de la Razón Práctica
En la “Crítica de la Razón Pura”, Kant había mostrado que la metafísica como ciencia era imposible; no podemos tener un conocimiento objetivo del mundo, de Dios o del alma. En su ética retoma este tema, afirmando que la libertad humana, la inmortalidad del alma y la existencia de Dios son postulados de la razón práctica.
Un postulado de la razón práctica es un supuesto necesario como condición de la moralidad misma y los justifica de la manera siguiente:
- a) La libertad. El hombre tiene que ser libre, porque si no su voluntad no sería autónoma, ya que no sería independiente de la sensibilidad. La libertad es condición indispensable de la moralidad.
- b) Inmortalidad del alma. Solo podemos llegar a la santidad, que es adecuación perfecta a la moralidad, si el alma es inmortal, ya que en la vida terrenal no habría tiempo suficiente para ello.
- c) La existencia de Dios. Tiene que existir, puesto que es lo único que puede asegurar la coincidencia entre lo sensible y lo racional, al unir moralidad y felicidad.
Como conclusión, podríamos decir que, aunque el hombre como razón teórica está sometido a la sensibilidad y depende de ella, solo puede conocer fenómenos; como razón práctica, se sitúa fuera de las leyes sensibles, porque su voluntad es autónoma, y por eso llega al noumeno, a la cosa en sí y puede justificar los conceptos metafísicos. Para Kant, por tanto, la dignidad del hombre radica en su naturaleza racional que le lleva más allá de lo racional y le convierte en su propio legislador.