Dualidad entre Mundo Aparente y Mundo Verdadero
La filosofía ha presentado una dualidad fundamental: la distinción entre el mundo aparente y el mundo verdadero. La corriente parmenídeo-platónica ha postulado la existencia de un «mundo verdadero», caracterizado por ser racional, estático, inmutable y bueno. En contraste, el mundo perceptible por los sentidos es devenir, multiplicidad, cambio y fuente del mal, con rasgos opuestos a los del mundo inteligible. Nietzsche sostiene que el único mundo real es el devenir, el calificado como «aparente», y que el «mundo verdadero» es una mera invención de la razón.
Vida Descendente y la Crítica a la Cultura Occidental
La cultura occidental, desde Sócrates, ha defendido valores contrarios a la vida, creyendo en un mundo objetivo, verdadero, inmutable y racional que fundamenta dichos valores antivitales. Esta es la vida de quien cree en esos valores por encima de los valores de la tierra, del devenir. Es decadente todo lo que se opone a los valores del existir instintivo y biológico.
Crepúsculo de los Ídolos: Una Obra Clave
Este fragmento pertenece a la obra Crepúsculo de los Ídolos de Friedrich Nietzsche. El sentido de la obra se deduce por su título. El «crepúsculo» u ocaso es la fase previa al final de algo. Un «ídolo» es cualquier objeto de culto. Los ídolos a los que Nietzsche se refiere son los conceptos fundamentales de la filosofía tradicional: Yo, Ser, Verdad, Bien, Dios, etc. Estos conceptos, que han cimentado nuestra cultura, son falsas creencias, pues han dejado fuera la única realidad: la vida. Por tanto, Nietzsche constata que esos conceptos y valores están a punto de desaparecer.
La obra tiene como subtítulo Cómo se filosofa con el martillo, porque utiliza su crítica como un martillo para golpearlos y comprobar si están vacíos de contenido real, si son falsos.
Los temas de «La ‘razón’ en la filosofía» (tercer capítulo) podrían englobarse bajo el epígrafe «crítica a la onto-epistemología de la filosofía tradicional (platonismo)», entendido como el modo de pensar que arranca con la filosofía pitagórica y eleática (Parménides), y que llega hasta la época de Nietzsche con el positivismo.
La «razón» ha originado los errores que han llevado a la filosofía a falsificar la realidad. El capítulo se divide en seis parágrafos en los que se abordan cuatro grandes cuestiones: los dos rasgos específicos (idiosincrasias) de la filosofía tradicional, las causas de los errores de esta filosofía y el resumen nietzscheano de la crítica a este modo de pensar.
El Miedo a la Vida y la Invención del «Mundo Verdadero»
La elaboración del «mundo verdadero» solo se explica si suponemos en el ser humano un miedo a la vida, que es devenir. Ese mismo recelo frente a la vida nos lleva a inventar otro mundo donde los conceptos supremos y la realidad se identifican. Por eso se concluye que el mundo está a la altura de nuestro miedo, como el mundo platónico de las Ideas.
La Aceptación de lo Trágico en la Vida
Afirmar la existencia de dos mundos es síntoma de enfermedad y de debilidad de quien rechaza la realidad tal como es. Hay que asumir lo trágico de la vida por ser un componente de la misma. Aceptar la vida no es ser pesimista, sino realista; es tener una concepción dionisíaca de la existencia.
La Transvaloración
Nietzsche rechazó las tradiciones culturales occidentales y propuso una inversión completa de los valores vigentes. La voluntad es el poder destructivo y creador, que elimina valores caducos e introduce otros nuevos. Esa transformación radical de los valores fue denominada transvaloración. Rechazó las siguientes tradiciones culturales:
- La religión, especialmente la cristiana, porque traiciona el sentido de la Tierra.
- La moral, basada en los conceptos de bien y mal. Se produce una inversión de los auténticos valores de la existencia y propone el regreso a los valores originarios.
- Los valores políticos modernos de la igualdad y la democracia. El liberalismo político y económico insiste sobre todo en la libertad. El socialismo, en la igualdad y la fraternidad. Para Nietzsche, el burgués y el socialista son consumados hipócritas porque, habiendo quitado a Dios de en medio, se han empeñado en mantener los valores cristianos.
Crítica de la Metafísica
Según Nietzsche, es la razón lo que confunde en la percepción de la realidad. Lo que la metafísica llama «ser verdadero» no es nada. La razón reduce la realidad a ser y con ello induce a error, porque la realidad es devenir, puro cambio que no cabe apresar con los conceptos de la razón. Así, el ser no es más que el concepto vacío a través del que la razón pretende fijar la vida.
El ser es el engaño introducido por la razón a través del lenguaje. Según Nietzsche, el origen de este error radica en la debilidad de la voluntad. El miedo a la vida conduce a pactar la detención del devenir.
Crítica de la Moral
En La genealogía de la moral, Nietzsche expuso que originalmente lo «bueno» fue convertido en «malo» por obra de los traidores a la vida. Esto fue llevado a cabo por los filósofos socráticos y por la religión judía y cristiana. La transformación radical de los valores fue consolidada por el pueblo judío, al que Nietzsche describió como un pueblo rencoroso de sacerdotes, y por el cristianismo, que divulgó por el mundo su anuncio del castigo eterno para los malvados.
Nietzsche contrapuso la moral de esclavos y la moral de señores. La ética, entendida como la defensa de la igualdad de todos, es lo que denominó moral de corderos o de esclavos. Los corderos son rencorosos porque son débiles. Los depredadores no son vengativos, simplemente poderosos. Así, el fuerte no se ocupa del débil, sino que actúa con el poderío que le es propio. Esta es la moral de señores.
Los valores de la civilización contemporánea están infectados de cristianismo. También el budismo es débil y ciego para la vida. Todos se dejan llevar por la compasión, y esta es la última de las debilidades de la voluntad. La transvaloración que Nietzsche propuso anuncia la superación de la moral: la inocencia que está más allá del bien y del mal.
El Nihilismo
El término nihilismo proviene de nihil, que en latín significa «nada». Nietzsche empleó con frecuencia esa expresión para referirse a la demolición de los valores de la civilización occidental que da como resultado la nada.
El nihilismo para Nietzsche tiene dos significados, uno negativo y otro positivo:
- En sentido negativo, el nihilismo es la constatación de que los valores del hombre que han estado vigentes, es decir, los propios de la religión, la metafísica y la moral, están siendo destruidos. También significa la decadencia de la humanidad contemporánea, compuesta por burgueses, socialistas, demócratas, ilustrados, etc., para los que Dios ha muerto, lo que significa que ya no creen en él, pero hipócritamente mantienen el valor de la igualdad y la fraternidad. Según Nietzsche, Dios es considerado una creación humana desechada. Sin embargo, esta humanidad carece del suficiente coraje para aceptar las consecuencias del ateísmo. De ahí la generalizada hipocresía que mantiene valores cristianos bajo el nombre de humanismo.
- Desde el punto de vista positivo, el nihilismo reconoce la vaciedad de los valores tradicionales y los elimina. Al eliminar esos valores solo queda la nada, pero es el paso necesario para construir valores nuevos. Así, de la misma forma que destruir es la condición para crear, la nada de valor es la condición para valorar.
La Voluntad de Poder
Una vez superado el período nihilista, llegó la fase constructiva de su filosofía, cuyos contenidos aparecen recogidos en la obra Así habló Zaratustra. Ella trata de los siguientes temas: la voluntad de poder, el superhombre y el eterno retorno de lo mismo.
La Voluntad como Afirmación y el Superhombre
La voluntad no es una facultad de la persona, sino la fuerza de la que surgen todas las cosas, y también los sujetos humanos. Para Schopenhauer, la voluntad es deseo; para Nietzsche, poder. El deseo no tiene y busca, mientras que el poder pone lo que tiene, es decir, a sí mismo. El poder es puramente afirmativo o espontáneo, se extiende de modo universal y es siempre creciente. Poder es querer más, y también querer todo.
Aparentemente, el poder parece referirse al propio yo, a uno mismo, pero no es así. Para Nietzsche, la voluntad no es una facultad de la persona, o del yo. No es el yo el que pone el querer, sino al revés, el querer es el que pone al yo, y lo destruye, es decir, lo hunde en el ocaso.
Si el yo fuera lo principal, entonces no lo sería la voluntad, y el ser humano actual no tendría que sacrificarse para que viniera el superhombre. El superhombre de Nietzsche es el hombre que puede querer más de lo que hasta ahora ha querido, que vivirá en la Tierra sin necesitar de los valores metafísicos o religiosos y que es como un niño, o que, como el dios Dionisos, está por encima del bien y del mal.
La idea del superhombre es expuesta con la imagen de las tres transformaciones del espíritu:
- El espíritu se transforma primero en camello, que simboliza el sometimiento de la voluntad a la carga del deber moral, de la religión, de todo aquello que resulta externo y ajeno a su propio querer.
- El camello se transforma en león, que simboliza el coraje de la voluntad que destruye todos los valores vigentes.
- El león se transforma en niño que juega. El niño es el superhombre, Dionisos, que crea y destruye según el ciclo del eterno retorno. Esta última transformación alude a la superación de la individualidad, del yo subjetivo, en el poder de la voluntad que le trasciende.
El Eterno Retorno de lo Mismo
Para Nietzsche, el eterno retorno de lo mismo significa que todo vuelve a ocurrir como ya ocurrió, una y otra vez. Expuso que, como la fuerza del mundo es finita y el tiempo infinito, todo se vuelve a combinar de la misma manera que ya se combinó muchas veces.
Con excepción de su ateísmo, Nietzsche fue ambiguo en casi todo. Así, entre el eterno retorno y la voluntad de poder se observa una incoherencia de tal importancia que aceptar una teoría supone rechazar la otra. Según la teoría del eterno retorno, es preciso querer esta vida hasta tal punto de que uno quiera su repetición hasta en los mínimos detalles. La voluntad de poder es la voluntad que siempre quiere más, que quiere ser aún más poderosa. Analizamos cómo se contraponen:
¿Puede o no puede la voluntad ser más fuerte? Del eterno retorno parece seguirse que no, porque si el poder de la voluntad creciera, entonces las cosas no volverían a ser lo mismo.
Por otro lado, el eterno retorno depende de que la voluntad quiera que ocurra. Y si es así, ¿no se le está concediendo demasiada importancia al yo?
Por último, es preciso considerar qué es la voluntad de poder. El símbolo de Dionisos, o del niño que juega, aleja el concepto del eterno retorno, porque el juego infantil evoca el olvido. Pero el eterno retorno es lo contrario al olvido, es tener todo (presente y futuro) presente en el instante.