Maquiavelo y el Inicio del Realismo Político
Nicolás Maquiavelo (1469-1527) es una figura clave para entender el cambio en el pensamiento político que caracteriza a la Edad Moderna. En su obra, especialmente en El Príncipe, introduce conceptos que rompen con la tradición aristotélico-medieval y marcan el inicio del realismo político, una corriente que destaca por la necesidad de observar la política desde la realidad fáctica y no desde ideales éticos o religiosos. La modernidad trae consigo la necesidad de estabilizar y fortalecer a las naciones europeas frente a un contexto histórico marcado por grandes acontecimientos, como el descubrimiento de América, la caída del Imperio Romano y el surgimiento de nuevos estados. En este marco, Maquiavelo critica el «naturalismo político» medieval, que consideraba al ser humano como intrínsecamente social y político, y aboga por un enfoque más pragmático y centrado en la supervivencia y consolidación del poder estatal.
El Estado según Maquiavelo
Uno de los aspectos más innovadores de Maquiavelo es su análisis de la institución del Estado, concebido como una estructura formal jerarquizada, con leyes, burocracia y un ejército propio. Clasifica los regímenes en dos tipos principales: repúblicas y principados. En El Príncipe, analiza las variantes de principados, distinguiendo entre hereditarios, más estables por tradición, y nuevos, que presentan mayor incertidumbre. Dentro de los nuevos, los «mixtos», formados por anexiones, resultan especialmente problemáticos debido a los conflictos internos que pueden surgir.
El Poder y la Violencia
Maquiavelo identifica distintas formas de acceder al poder, como la virtud, la fortuna, los delitos y el apoyo del pueblo o de los poderosos. Sin embargo, introduce un elemento crucial: la violencia, considerada legítima cuando es eficaz para alcanzar los objetivos del Estado. Según él, «el fin justifica los medios», y el buen gobernante debe utilizar la fuerza y el miedo como herramientas políticas, siempre que su uso sea controlado para evitar la inestabilidad.
Ética y Política
Finalmente, Maquiavelo separa la ética de la política, proponiendo una transvaloración de los valores tradicionales. Un gobernante debe aprender a actuar sin ser moralmente bueno, aunque sí aparentarlo, para mantener la unidad y la fidelidad de sus súbditos. Valores como la astucia, el patriotismo y la eficacia en el ejercicio del poder se convierten en pilares fundamentales de su visión política.
La Ética de la Virtud en Aristóteles
En la Ética a Nicómaco, Aristóteles establece una distinción fundamental entre los saberes teóricos, prácticos y productivos, diferenciándolos no solo por la actitud del sujeto hacia ellos, sino también por el carácter de las realidades que estudian. El saber práctico se distingue por su orientación hacia la acción humana, abordando lo contingente, es decir, aquello que puede ser de otra forma. Este tipo de conocimiento resulta crucial para Aristóteles, ya que influye directamente en la vida del ser humano: el tipo de vida que elige, cómo la vive y cómo actúa en cada circunstancia.
El Fin Último del Hombre: La Felicidad
Aristóteles postula que toda acción humana tiene un carácter teleológico, es decir, tiende hacia un fin o bien. Sin embargo, ante la diversidad de fines posibles, es necesario jerarquizarlos para identificar el fin último del hombre. Según Aristóteles, este bien supremo es la felicidad (eudaimonía), que se busca por sí misma, mientras que otros fines son medios para alcanzarla.
La Felicidad y la Virtud
Aristóteles revisa diferentes concepciones de la felicidad, como asociarla con el placer, los honores o la riqueza, pero las descarta al considerarlas bienes inferiores o medios. Para él, la felicidad consiste en la autorrealización del ser humano, entendida como la realización plena de su naturaleza. Dado que el hombre es un «animal racional», su felicidad radica en vivir de acuerdo con la razón de manera excelente, alcanzando la perfección o areté, traducida como virtud, que implica hacer algo bien. La felicidad, según Aristóteles, es actuar conforme a la virtud, siendo esta virtud la excelencia de lo mejor que hay en el hombre. Esto lleva al filósofo a considerar la contemplación de la verdad como la forma más perfecta de felicidad. Sin embargo, reconoce que el ser humano no es solo intelecto, sino también emociones, pasiones y necesidades biológicas.
Virtudes Éticas y Dianoéticas
Aristóteles distingue entre:
- Virtudes éticas: regulan las acciones y decisiones morales.
- Virtudes dianoéticas: son intelectuales y permiten un mejor conocimiento de las cuestiones prácticas.
Dentro de las virtudes dianoéticas, destaca la prudencia (phronesis), definida como la disposición que permite deliberar correctamente sobre lo bueno y lo malo para el hombre. No obstante, Aristóteles subraya que la prudencia no basta por sí sola; debe complementarse con la virtud ética del carácter (ethos), que permite seguir los dictados de la prudencia. Define esta virtud como “un hábito de elegir consistente en un término medio relativo a nosotros, definido por una regla que determinaría el hombre prudente”.