Racionalismo y Empirismo: Dos Corrientes Fundacionales de la Filosofía Moderna
El racionalismo y el empirismo son dos corrientes fundacionales de la Filosofía Moderna, que se desarrollan durante los siglos XVII y XVIII al hilo de la Revolución Científica y como consecuencia de esta (que a su vez había sido preparada por el humanismo renacentista y su visión antropocéntrica y naturalista del hombre y el universo). Epistemología, Filosofía de la Ciencia: intentos de explicación del alcance y los límites de la Razón humana, de la naturaleza del conocimiento y, en particular, del conocimiento científico (la filosofía había nacido en la Grecia Antigua como intento de “fundar la Ciencia” -afirmar su posibilidad y necesidad-; “renace” ahora la filosofía como intento de explicar en qué consisten y cómo es que son posibles las verdades universales y necesarias de la Ciencia físico-matemática ya consolidada y, en el caso particular de Kant, como indagación acerca del posible carácter científico de la Metafísica).
El análisis de la Razón se lleva a cabo con el propósito de fundamentar en ella y desde ella la Ciencia así como de responder a los problemas del hombre, la sociedad y la historia, a la búsqueda de una ordenación racional de la vida y la sociedad (esto último se manifiesta de modo culminante en el siglo XVIII con la Ilustración y con Kant, que propondrá la Ilustración y la Libertad como fin del hombre y la sociedad y meta de la Historia).
Racionalismo: La Autonomía de la Razón
Racionalismo (Descartes, Spinoza, Leibniz): afirmación de la autonomía de la filosofía y de la Razón (frente a la autoridad externa de la fe, la tradición o el poder político o religioso): la Razón como principio y tribunal supremo de lo verdadero (en el ámbito teórico) y lo conveniente (en el ámbito de la actividad moral y política), todo ello en conexión con el triunfo de la Ciencia moderna y con las Matemáticas como ejemplificación o modelo del saber que se pretende instaurar o fundamentar. La Razón descubre (en sí misma) los principios fundamentales de nuestro conocimiento: las “ideas innatas” (Sustancia, Unidad, Causalidad…), independientes de toda experiencia sensible, inmanentes al espíritu (o a la conciencia), susceptibles de ser captadas mentalmente de modo “claro y distinto” por medio de una intuición racional o intelectual. (La “primera evidencia” o intuición racional, para Descartes, es la de la existencia de la Sustancia pensante o conciencia de la realidad.) A partir de estas “ideas” se da la posibilidad de deducir los restantes principios y leyes que gobiernan el orden y el funcionamiento de la Naturaleza y construir un sistema perfecto, cerrado y completo, que sea fiel reflejo de la realidad. Objetivo del Racionalismo: elaboración de un método adecuado de conocimiento = el “método matemático-geométrico” o “matemático-deductivo”.
Empirismo: El Conocimiento a Través de la Experiencia
Empirismo: “experiencia”- (Hobbes, Locke, Hume): la experiencia, basada en los datos sensoriales, es la única fuente de conocimiento, y todo verdadero saber debe avanzar desde la sensación al concepto y no al revés (método inductivo). Negación de la posibilidad de ideas innatas o instintivas (o de conocimientos a priori acerca de cosas existentes): la mente es una tabula rasa en la que se graban las impresiones procedentes del mundo externo y que recibimos a través de los sentidos (un receptáculo en el cual se almacenan los “datos sensoriales”, “percepciones” o “ideas”). Según Hume, la realidad no existe “en sí misma”, sino como “fenómeno” (“Fenomenismo escéptico” + “asociacionismo”).
Kant: Síntesis del Racionalismo y el Empirismo
Kant: influido por la Física de Newton así como por el Racionalismo y el Empirismo, intenta realizar una “síntesis” de estas dos corrientes fundamentales del pensamiento moderno para determinar las condiciones de posibilidad de la ciencia físico-matemática moderna (“Idealismo trascendental”)+Ilustración.
Comienza la Crítica de la razón pura estableciendo que “Todo nuestro conocimiento comienza con la experiencia [Hume], pero no todo él procede ella [Descartes].” La experiencia es el límite del conocimiento: solo podemos conocer aquellos objetos que nos vienen dados en la experiencia y de los cuales, por tanto, podemos tener datos sensoriales; ahora bien, la experiencia misma se nos da de acuerdo con ciertas “formas” o “modos de conocer” que pone el sujeto cognoscente o “sujeto trascendental”: las “intuiciones puras” o “formas a priori de la sensibilidad” (espacio y tiempo) y los “conceptos puros” o “categorías” del entendimiento (Sustancia, Causa…). El conocimiento es un compuesto de experiencia y “formas” de organización de los datos de la experiencia. La Ciencia (la Física matemática) nos aporta conocimiento objetivo, universal y necesario porque opera con estas formas puras de la sensibilidad y el entendimiento; este proceder hace posible los “juicios sintéticos a priori” de la Ciencia y la objetividad, universalidad y necesidad de sus conocimientos.
El Giro Copernicano de Kant
Giro copérnicano: La sustitución de la teoría geocéntrica por la heliocéntrica llevada a cabo por Copérnico supuso un desplazamiento del centro del universo conocido y, por tanto, un cambio radical en la Cosmología y la “cosmovisión” de su época, que abrió las puertas a la Ciencia moderna y a un modo profundamente novedoso de representarse y entender el orden del cosmos. La expresión “giro copernicano” es empleada por Kant para dar a entender con ella la novedad análoga en el modo de entender el conocimiento que su filosofía trae consigo; un nuevo desplazamiento desde el objeto hacia el sujeto del conocimiento.
Hasta Kant, toda la filosofía clásica ha partido de la existencia de un “mundo objetivo” independiente y exterior a la conciencia o mente humana (como quiera que este “mundo objetivo” se entendiese: el Ser, la esencia de lo real, la Idea, las Formas, las sustancias), y ha entendido la verdad del conocimiento como “adecuación del intelecto a la cosa”. Según este planteamiento o esquema, el sujeto de conocimiento desempeña un papel pasivo: se limita a “reflejar”, “reproducir” o “representar” en la conciencia “la cosa en sí”, el verdadero Ser de las cosas, su esencia.
Kant propone, sin embargo, considerar que el sujeto de conocimiento desempeña un papel activo: la mente “construye” el conocimiento; no hay una “realidad en sí”, independiente de nuestro modo de conocer; nunca accedemos a las “cosas en sí” (el noúmeno) sino a fenómenos: las cosas tal y como se nos dan en la experiencia de acuerdo con las formas a priori (intuiciones puras de la sensibilidad y categorías del entendimiento) con que procesamos esa experiencia.
El conocimiento es una construcción del sujeto; su objetividad, necesidad y universalidad, sin embargo quedan a salvo del relativismo y el constructivismo subjetivista porque las formas a priori de la sensibilidad y el entendimiento son las mismas para todos los humanos (el “sujeto trascendental”).
La Ilusión Trascendental y los Límites del Conocimiento
Ilusión trascendental: Concepto perteneciente a la Crítica de la razón pura.
Kant pone unos límites muy precisos al conocimiento humano: los límites de nuestra experiencia. Solo podemos conocer aquellos objetos de conocimiento que nos vienen dados en la experiencia por las formas puras a priori de nuestra sensibilidad (el espacio y el tiempo) y de nuestro entendimiento. De estos objetos puede haber Ciencia justo en la medida en que la Ciencia construye sus conocimientos utilizando las intuiciones y conceptos puros.
Todo aquello que queda fuera del marco espacio-temporal y categorial de nuestra experiencia (por ejemplo: Dios, el alma, la libertad) no puede ser, en sentido estricto, conocido. Estas cosas quedan fuera del alcance (más allá de los límites) del conocimiento.
Cuando la Razón intenta elaborar o proponer conocimiento objetivo, universal y necesario de estos objetos, haciendo uso de las categorías del entendimiento (cuando se afirma, por ejemplo, “Dios es la causa de la existencia del mundo”), lleva estas categorías fuera de su ámbito propio y exclusivo de aplicación (la experiencia dada a los sentidos), se incurre en contradicciones y en lo que Kant llama “ilusión trascendental”.
La Metafísica queda, así, al margen de la Ciencia y, en la medida en que se ocupe de objetos que se sitúan más allá del ámbito de nuestra experiencia posible, nunca podrá ser Ciencia; debe, pues, limitarse a la función epistemológica de crítica de la Razón.
Dios, el alma, la libertad… no pueden ser, pues, conocidos; sin embargo, dice Kant, pueden ser pensados, y, de hecho, la Razón, en su afán por querer explicarse las cosas siempre a partir de principios cada vez más abstractos y abarcadores, tiende a proponerse estos objetos como objetos de su pensamiento, e incluso llega a requerir o exigir su existencia (como hace el mismo Kant en la Crítica de la razón práctica), a afirmarla como “postulado” de la “razón práctica”, como afirmaciones necesarias para nuestra actividad práctica (moral y política).