Tercera parte: Crítica del materialismo y los tres artículos de fe
El vicario establece que, dado que la materia se mueve, y cuando se produce dicho movimiento su estado natural es el de reposo. Al principio, diferencia entre dos tipos de movimiento: el comunicado, el cual tiene una causa ajena al cuerpo movido, y el espontáneo, donde la causa está en el mismo cuerpo. Referido a esto, se opone al materialismo y dice que la materia no puede producir el movimiento, sino que solo puede comunicarlo. Por otra parte, afirma que su voluntad puede producir movimiento. En el caso de la espontaneidad, dice que un animal tiene movimiento espontáneo porque así lo siente. Entonces, el movimiento requiere una voluntad que es la causa primera, porque si el movimiento no es producido solo puede provenir de un acto espontáneo voluntario. De aquí sale el 1º artículo de fe: una voluntad mueve el universo y anima la materia.
El vicario relaciona el orden que domina en la naturaleza para determinar que el movimiento no existe sin una dirección. Entonces, si la materia se mueve bajo un orden o una ley, muestra una inteligencia que proviene de una voluntad a la cual Rousseau la denomina Dios. Por tanto, el 2º artículo de fe dice que si la materia se mueve según unas leyes, eso demuestra que hay una voluntad inteligente llamada Dios. De Dios no podemos conocer su naturaleza, pero sí sabemos que existe porque lo podemos ver, o por lo menos en el pájaro que vuela… Para el vicario, somos libres porque estamos compuestos por una sustancia inmaterial voluntaria como él, y que nadie puede discutirselo porque él lo siente así. Así se llega al 3º artículo de fe: el hombre es libre en sus acciones y está animado de una sustancia inmaterial, voluntad. También dice que el hombre es un ser libre porque obra por medio de lo que le dice el sentimiento y la razón; también es activo, pero si obrara por medio de las pasiones y la moral, será pasivo y esclavo. A estos tres principios, Rousseau los denomina artículos de fe porque no son principios que el entendimiento establezca sin ayuda de ninguna otra facultad. No son principios en sentido teórico.
Cuarta parte: Religión natural y el amor de sí
Aquí el vicario aborda los problemas que siguen del reconocimiento de la libertad y de la posibilidad de usarla para servir a la virtud o al oficio. Hay un intento de exculpar a Dios de la existencia del mal en el mundo; sin embargo, el ser humano es el autor de este mal. Se establece la diferencia entre mal moral y mal físico; de este último no somos responsables, y en cuanto al mal moral, está la posibilidad de obedecer la voz de nuestra conciencia, sin dejarnos arrastrar por las pasiones.
La cuestión que aborda Rousseau es la relación entre mérito y felicidad. La felicidad que acompaña a la justicia consiste en el contento de sí propios del hombre que sigue la voz del corazón, a la conciencia, la razón para ser libres. El amor de sí es uno de los contenidos más importantes de la religión natural porque supone la secularización de la religión revelada. En el hombre justo, la satisfacción que le proporciona actuar correctamente es el auténtico premio que lleva aparejada la virtud: el contento de sí. La felicidad y la dignidad parecen estar muy ligadas, ya que el justo es digno de ser feliz. Puesto que la virtud justifica la felicidad es un mérito, no debemos culpar a Dios por nuestra depravación; su trabajo está cumplido dando la posibilidad de alejarnos del mal camino. Presupone que la justicia está ligada a la bondad y que Dios no puede ser injusto, por eso resulta ridículo culparlo porque no hemos realizado un trabajo correctamente; la virtud está al alcance de cualquiera. El vicario cita que la naturaleza divina no la podemos conocer, pero que conocemos lo suficiente como para establecer qué principios satisface a Dios. En los actos justos e injustos, solo el que lo realiza sabe si lo ha hecho bien o no. Así es como Rousseau denomina el hecho de obrar de buena fe con buena intención.
El vicario trata de manifestar que el hombre natural tiende a ser justo hacia la justicia; este es un ser pre-racional y posee sentimientos acompañados de racionalidad formando un desgaste moral. El vicario dice que es necesaria una regla fácil porque sino la religión natural dejaría de ser universal y válida para todos. Es nuestra forma natural originaria. Es un principio innato de justicia y virtud que Rousseau denomina conciencia, la cual está compuesta de una parte sentimental por el amor de sí y la piedad innata, y por otra parte racional que nos permite distinguir lo justo de lo injusto. La conciencia no nos engaña, es la voz del interior del alma, y las pasiones son la voz del cuerpo. Para Rousseau, el hombre justo no añade cosas a su condición natural; si lo hace, se deprava. Intenta convencernos del principio de la religión natural de la bondad o virtud que va unida al alma humana. Es evidente que hay una inclinación natural hacia los actos beneficios. Si Dios es una voluntad inteligente y bondadosa, el hombre también lo será, pues Dios es su creador. Entonces la cuestión es que hasta el hombre más miserable y malvado tiene un poco de bondad (dentro de lo malo, siempre hay algo bueno). Es un mandato que sitúa a la conciencia como un tribunal de la normalidad. Entonces así el hombre justo posee felicidad y el injusto está descontento consigo mismo.