San Agustín y Santo Tomás de Aquino: Filosofía, Fe y la Búsqueda de Dios

San Agustín y Santo Tomás de Aquino: Un Viaje Filosófico a la Fe y la Razón

San Agustín: La Verdad Interior y la Iluminación Divina

San Agustín incorpora los conceptos teológicos fundamentales de la Iglesia y les añade un profundo valor humano. Para él, la verdad se encuentra en el interior del ser humano, pero requiere un proceso de reflexión e interiorización para ser descubierta. Aunque la verdad habita en el alma, es trascendente y no depende de ella, ya que es inmutable y divina. San Agustín identifica a Dios como esa verdad que reside en lo más profundo del alma, de modo que al conocerse a uno mismo, se puede abrir paso hacia Dios.

Afirma que conocer a Dios y al alma es un único proceso, ya que Dios habita en lo más íntimo del alma como su origen y meta suprema. Buscar a Dios implica un viaje interior hacia el conocimiento del alma.

San Agustín sostiene que las verdades eternas, superiores al tiempo y la experiencia sensorial, son reveladas por la iluminación divina. Inspirado en la filosofía platónica, afirma que las ideas son arquetipos en el Espíritu de Dios, y el mundo creado es una copia de esas ideas.

Afirma que Dios creó el mundo de la nada, incluyendo tanto seres perfectos (ángeles y almas) como seres sujetos al cambio (cuerpos). Para explicar la evolución, propone la teoría de los gérmenes originarios o rationes seminales, según la cual Dios implantó en la materia semillas que permitieron el desarrollo de los seres vivos, atribuyendo todo a su actividad creadora.

Optimismo metafísico: todo lo creado es bueno, y el mal es solo la ausencia de un bien. El ser humano, hecho a imagen de Dios, puede buscarlo, amarlo y acercarse espiritualmente a Él. El pecado surge cuando se renuncia a esta unión con Dios, alejándose del ser y centrándose en uno mismo.

San Agustín desarrolla una filosofía de la historia, interpretándola como un conflicto entre la ciudad de Dios (personas creyentes y justas) y la ciudad terrena (personas impías). La historia tiene un propósito: avanzar hacia la victoria de la ciudad de Dios y la salvación de los elegidos.

Santo Tomás de Aquino: Integración de Aristóteles y la Doctrina Cristiana

Santo Tomás de Aquino transformó la escolástica al integrar el aristotelismo con la doctrina cristiana. Basándose en los textos de Aristóteles, reconoció que la razón humana alcanza ciertos límites, más allá de los cuales solo la fe revela la verdad. Su objetivo fue unir la filosofía aristotélica con las verdades de la revelación divina. El sistema tomista se basa en un método riguroso que integra elementos de la patrística, San Agustín, el neoplatonismo y los comentarios árabes y judíos de Aristóteles, especialmente de Averroes y Maimónides. Sostiene que la fe y la razón, ambas provenientes de Dios, no se contradicen. Aunque son saberes distintos, existen verdades reveladas (fe) y verdades naturales (razón) que convergen en los preámbulos de la fe, comprensibles por la razón. Filosofía y teología están en armonía, y la filosofía ayuda a explicar las verdades reveladas.

Santo Tomás explica que la sustancia combina esencia (materia y forma) y existencia, la cual depende de Dios. Los seres finitos son contingentes, es decir, pueden existir o no, y participan del ser de Dios, su creador. Dios es el único ser necesario, acto puro, eterno, perfecto y trascendente, de quien todo procede.

Santo Tomás, siguiendo a San Agustín, sostiene que el mal no es una entidad positiva creada, sino una privación del bien. El mal solo existe como la ausencia de algo bueno y no puede ser deseado por la voluntad, ya que esta siempre busca el bien. Aunque el mal carece de existencia propia, su realidad es suficiente al manifestarse como una privación en un ser bueno. El fin de toda sustancia intelectual es conocer a Dios, pero este conocimiento no es filosófico ni de fe, sino la visión directa de la esencia divina. La felicidad perfecta del ser humano radica en esa visión, prometida en las Escrituras. Ningún ser creado puede alcanzar por sí mismo esta visión; El fin de toda sustancia intelectual es conocer a Dios. Pero ese conocimiento de Dios no es el conocimiento filosófico, ni tampoco es el conocimiento que se obtiene por la fe. La felicidad perfecta del ser humano consiste en la visión de la esencia divina. Únicamente podemos ser felices conociendo a Dios como Él es en sí mismo. La beatitud última consiste en la visión de la esencia divina. Esta visión de Dios cara a cara nos ha sido prometida en las Escrituras. El deseo natural de Dios se orienta hacia esta visión divina a través de la gracia. La unión mística con Dios es un don sobrenatural, y cuando se experimenta lo divino, todo lo demás pierde importancia.

Dios es la Realidad Suprema y el Creador del universo y del orden moral. A través de la revelación, enseña al ser humano lo que está bien y lo que está mal. La providencia guía al mundo hacia Dios, y el ser humano, en su paso por la vida, depende de su comportamiento para alcanzar la salvación o la condena eterna. Dios no priva de libertad al ser humano, pero lo orienta hacia el bien supremo (visión beatífica).

Para salvarse, es necesario ser virtuoso, realizando actos moralmente buenos. Las virtudes se dividen en cardinales (prudencia, justicia, fortaleza, templanza) y teologales (fe, esperanza, caridad).

Según Santo Tomás, la vida social debe orientarse al bien común a través de la ley. Además de las leyes divinas (como los diez mandamientos), existen las leyes humanas, creadas por los hombres para regular la convivencia en sociedad. Estas leyes pueden ser justas, si buscan el bien de todos, o injustas, si persiguen el bien particular.

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