Contexto: El Pensamiento en la Antigua Grecia
El pensamiento de la Grecia antigua, y en general la cultura griega antigua, la podemos dividir en tres períodos fundamentales:
- Período arcaico (siglos VIII-VI a.C.): Asistimos al nacimiento de la polis y al desarrollo del pensamiento presocrático.
- Período clásico (siglos V-IV a.C.): Se consolidan las polis, se desenvuelve la oposición entre el pensamiento de Sócrates y el pensamiento de los sofistas, y se llevan a cabo los grandes sistemas filosóficos de Platón y de Aristóteles.
- Período helenístico griego (siglos III-I a.C.): Tras la muerte de Aristóteles, asistimos a la desaparición de la polis y a la exportación y propagación de la cultura griega a Occidente.
La Formación de la Polis Griega
En griego, la palabra polis se refiere a las ciudades-estado de la antigua Grecia, es decir, las ciudades independientes con autonomía de gobierno (autocracia) y a los territorios ajenos a ella. Esta autonomía de gobierno les da cierta autonomía política y económica. Las polis surgen del agrupamiento de varias aldeas en torno a un cerro, y amuralladas, dejando fuera de las murallas los terrenos dedicados al cultivo y al pastoreo. En lo alto del cerro se levanta el centro político-administrativo-social de la polis, la acrópolis, donde se encuentran los templos, los edificios públicos y el ágora (plaza, mercado). En este sentido, la polis se organiza socialmente de forma diferente a las ciudades de los grandes imperios: aquellas se organizaban en torno al palacio real, mientras que la polis se organizaba en torno al ágora, donde los ciudadanos comercian y discuten los asuntos públicos.
Debido a la dificultad del relieve griego, las polis se sitúan siempre próximas al mar, su principal fuente de comunicación, aunque no siempre en la misma costa para evitar ser atacadas por la artillería, y se alejan un poco del puerto. Este es el caso de Atenas, cuyo puerto es el Pireo, a unos kilómetros. En este sentido, el mar es el principal vínculo entre las polis.
Sociopolíticamente, el hecho más destacado es la aparición de la isonomía, que es la igualdad ante la ley, en torno al siglo VI a.C., y posteriormente la isegoría, que es la igualdad en la utilización de la palabra públicamente. Estos dos derechos son fundamentales en la posterior aparición y consolidación de la democracia. En este sentido, las polis gobernadas democráticamente se regían de acuerdo a dos órganos de gobierno ya antiguos: el Consejo, que es el verdadero órgano de gobierno, con funciones ejecutivas y judiciales, y la Asamblea, de la que formaban parte todos los ciudadanos, con funciones electivas y legislativas.
Con el tiempo (siglos VI-V a.C.), la autonomía de las polis se hizo relativa, ya que se vieron obligadas a formar parte de ligas (confederaciones) dominadas políticamente por Atenas o por Esparta: la Liga de Delos (Atenas) y la Liga del Peloponeso (Esparta). Posteriormente, en el helenismo (siglo III a.C.), pierden independencia e importancia dentro de las diferentes monarquías, hasta que definitivamente desaparecen con la llegada del Imperio Romano.
Los Sofistas y Sócrates
En el siglo V a.C., ya en la época clásica, encontramos un período antropológico en donde destaca la reflexión sobre el ser humano, y en el que es especialmente importante el debate ético-político que se establece entre Sócrates y los sofistas, y que acaba resultando un debate filosófico de gran importancia posterior para Platón y para Aristóteles. Dicho debate gira fundamentalmente en torno a determinar qué es la virtud, y en donde se producen las respuestas divergentes y contrapuestas entre los sofistas y Sócrates.
Así, por una parte, encontramos la postura defendida por los sofistas, entre los cuales destacamos a Gorgias y a Protágoras, y que se conoce como relativismo ético. Según esta postura, la virtud es algo relativo, y esto lo podemos condensar en la famosa frase de Protágoras según la cual «el hombre es la medida de todas las cosas», es decir, el ser de algo es relativo al ser humano para el cual es. La consecuencia filosófica más importante que se deriva de esta postura es que ninguna definición tiene realidad por sí misma, es decir, no es necesario un concepto universal, una definición universal para las cosas, ni para las nociones éticas como las de virtud, bien o justicia, de manera que los sofistas son vistos como corruptores de la ética y la política (fueron acusados de inmoralismo).
Frente a esta postura aparece la postura de Sócrates, conocida como intelectualismo ético y que se resume en la fórmula virtud = sabiduría. Para el intelectualismo ético, los conceptos tienen realidad por sí mismos, no son relativos y, por lo tanto, lo que hay es que saber el concepto universal de las cosas, razón por la cual virtud = sabiduría. Por lo tanto, ser virtuoso implica previamente saber el concepto de virtud, y viceversa, quien sabe lo que es la virtud es virtuoso. Y esto mismo se aplica a los demás conceptos, sobre todo a los conceptos ético-políticos de bien y justicia: ser bueno o justo implica saber qué es el bien o la justicia. Esta postura será determinante en Platón, quien seguirá este mismo intelectualismo ético frente al relativismo sofista. Efectivamente, Platón defiende un realismo según el cual las definiciones son universales, los conceptos tienen realidad por sí mismos, y esto Platón lo expone por medio de la idea, entre las cuales destaca la Idea del Bien (representada por el Sol, causa de la luz —la verdadera realidad— en el Mito de la Caverna).
Antecedentes Presocráticos
Aún dentro del período arcaico aparece el pensamiento presocrático, que es considerado el inicio del pensamiento filosófico y científico. Comienza con lo que se llama el Paso del Mito al Logos y ocupa los siglos VI-V a.C. El pensamiento presocrático es el pensamiento sobre la Physis porque trata de dar una explicación racional de la naturaleza (Kosmos) basado en el Arjé: el arjé es el principio de todas las cosas, y es a su vez causa, respaldo y fin de todas las cosas.
Por lo tanto, con el pensamiento presocrático se inicia la filosofía, y es característico por basarse en el arjé. No se desarrolla en un centro único ni en una zona, sino que se desenvuelve en diferentes polis desde el Asia Menor (Turquía) hasta la Magna Grecia (Italia), y según el número de arjés que sean el origen de todo, los filósofos se dividen en monistas (Heráclito, cuyo arjé es el fuego, y Parménides, cuyo arjé es el ser), dualistas o pluralistas.
De cara a la formación del pensamiento platónico, tendrá especial importancia la oposición entre los pensamientos de Heráclito y de Parménides. Efectivamente, el pensamiento de Heráclito se puede resumir en que la realidad está en continuo devenir, cambio, mientras que el pensamiento de Parménides lo resumiría en que lo que algo es, siempre lo es. Y partiendo de esta oposición, Platón caracterizará el Mundo de las Cosas de acuerdo al devenir de Heráclito, mientras que el Mundo de las Ideas lo concebirá según el ser inmutable de Parménides.