El Origen Trófico del Conocimiento
El origen trófico del conocimiento, una idea construida mediante un ciclo hermenéutico interpretativo entre los conocimientos disponibles y Aristóteles, sitúa el origen del conocimiento en el movimiento. Este movimiento surge de la necesidad de nutrición del organismo. Profundicemos en esto:
- Organismos heterótrofos: A diferencia de los autótrofos (cuyos nutrientes están en contacto directo con el organismo), los heterótrofos tienen los nutrientes a una distancia que requiere del movimiento de desplazamiento local para su adquisición. Este desplazamiento implica que todo el volumen del organismo cambia de lugar sucesivamente.
- Conocimiento y movimiento eficaz: El conocimiento es necesario para que este movimiento sea eficaz; es decir, para que el organismo reconozca y encuentre lo que busca.
La única forma de entender el conocimiento es como textura copresente de lo que está físicamente distante. Las percepciones son copresencias a distancia de lo que está físicamente distante. Esta copresencia a distancia se relaciona con las copresencias mutuas de unas partes del cuerpo del organismo respecto a otras, formando una pluralidad de partes mutuamente comprensibles.
El radio de acción perceptivo-sensorial depende de la actividad motora que, a su vez, depende de la morfología del organismo. Esta idea es crucial para la biología, devolviéndola a su condición filosófica definitoria. Para la filosofía, permite situarnos en la idea de un ser vivo donde el razonamiento clave es la primacía de la acción (vivir es, ante todo, estar actuando de una manera específica). Es en la acción donde se ensambla el conocimiento.
Las facultades apetitivas y volitivas, por un lado, y la imaginación y la memoria, por otro, deben entenderse ensambladas, con primacía de las facultades apetitivas. Solo tiene sentido conocer aquello que se desea en la medida en que se necesita fisiológicamente. La memoria es el momento conservador de la percepción, y la imaginación es el momento potencialmente innovador que surge ante una modificación ambiental donde una ruta previa no es exitosa, requiriendo la elección de subrutas alternativas.
Antropología Filosófica: Cuerpo, Conocimiento y Apertura al Mundo
La antropología filosófica, más que una disciplina, es un movimiento. Aunque surge en un momento histórico reciente (a raíz de la crisis histórico-cultural de Occidente que Max Scheler describe a finales del siglo XIX), abarca todas las disciplinas y la historia de la filosofía en busca de la respuesta a una pregunta concreta: el problema teorético nuclear de la antropología filosófica.
Este problema es la tensión dialéctica entre el cuerpo y la capacidad cognoscitiva y estimativa del hombre. Esta tensión surge de la confrontación entre:
- Un ser humano dotado de una capacidad cognoscitiva y estimativa que permite la apertura al mundo (la totalidad de lo real tal como es).
- Un cuerpo viviente inscrito de forma completa en esa misma realidad de la que el hombre es lugar de apertura.
Existe una contradicción entre el conocimiento y la apertura totales al mundo de forma objetiva (una apertura desinteresada que parece exigir un distanciamiento de la realidad) y el hecho de que esta apertura está ligada a un cuerpo que, por su condición de cuerpo humano terrenal y viviente, solo puede darse a la realidad de forma interesada, como parte de ella.
La apertura al mundo no se da por parte de una entidad metafísica suprahistórica, sino en sociedades humanas ya constituidas, especialmente en las históricas. La apertura a la totalidad universal de la realidad no es abstracta, sino que está integrada en el seno de la realidad, dotándola de una dimensión eminentemente práctica.
La Dimensión Práctica de la Apertura al Mundo y la Búsqueda de la Concordia
Esta dimensión práctica consiste en la búsqueda de modos de convivencia entre las distintas sociedades históricas. Estas sociedades experimentan discordia debido al asombro de encontrar pueblos que comparten la apertura a la totalidad universal de lo real, pero difieren en usos y costumbres. Esta dimensión práctica de la apertura al mundo hace la filosofía tanto posible como necesaria. Por su carácter de saber universal, la filosofía debe buscar los medios de totalización necesarios para hallar la concordia.