Kant y la Metafísica: Entre la Experiencia y la Moral
Immanuel Kant se cuestionó la posibilidad de un conocimiento metafísico. Según Kant, el origen y límite del conocimiento es la experiencia, los datos de los sentidos. El conocimiento es el resultado de la unión sintética de lo que aporta el objeto (los datos sensibles amorfos) y de lo que aporta el sujeto, la “forma” (las formas puras de la sensibilidad, el espacio y el tiempo, y las categorías del entendimiento: causalidad, comunidad, realidad, unidad, totalidad, existencia, posibilidad, etc.).
Los conceptos de la metafísica, al no poder ser objeto de una experiencia posible, no constituyen conocimiento. Conceptos como Dios, alma, o el mundo como totalidad, no pueden ser dados en la experiencia, por lo que carecen de objeto y no refieren a nada independiente de nuestra mente. Son ilusiones de la razón, fruto de la imaginación. Sin embargo, Kant considera que estos conceptos son imprescindibles en el campo moral. Pide que los admitamos como postulados, aunque no podamos tener conocimiento de ellos, ya que son necesarios para la propia existencia del ámbito moral. Estos postulados son:
- La libertad: No hay moral sin libertad y la responsabilidad que conlleva. La libertad abre el campo de la moral; solo porque sabemos elegir, somos responsables de la elección.
- La inmortalidad del alma: En esta vida, el deber (la obligación de actuar moralmente) y la felicidad (el bien supremo) no suelen coincidir, lo cual es injusto. Debemos pensar que la justicia ha de imperar, y esto solo es posible si admitimos una vida después de la muerte.
- La existencia de Dios: Que el alma sea inmortal no garantiza que se haga justicia. Dios sería el garante de que se cumpla la justicia y cada uno reciba una recompensa o un castigo acorde a sus méritos.
Finalmente, para Kant, la metafísica está arraigada en el ser humano, de modo que nunca dejaremos de plantearnos cuestiones metafísicas, aun sabiendo que no podemos responderlas adecuadamente.
Marx y la Metafísica: Materialismo e Infraestructura Económica
Donde Hegel decía espíritu, Karl Marx decía materia. Marx es materialista: todo es materia o producto de la materia. Lo material en el ser humano es el trabajo y las relaciones económicas. A lo largo de la historia, se han sucedido diversos modos y relaciones de producción que constituyen la infraestructura económica propia de cada época y sociedad. Esta infraestructura económica condiciona una superestructura política y cultural que está al servicio de la legitimación de la infraestructura económica y de las relaciones de producción que genera.
Según Marx, la metafísica y la religión son ideas que pertenecen a la superestructura política y cultural y que, junto al resto de las ideas, leyes, costumbres, etc., están condicionadas por la infraestructura económica y son un engaño al servicio de los intereses de la clase dominante, justificando el modelo económico existente.
El motor de la historia es la lucha de clases, fruto de la propiedad privada, que divide a la sociedad en dos clases fundamentales: los explotadores (dueños de los medios de producción) y los explotados (únicamente dueños de su fuerza de trabajo). Esto desembocará, según Marx, en el triunfo final de los explotados sobre los explotadores, lo que supondrá su liberación y el advenimiento del comunismo, la utopía marxista, su modelo político-social ideal.
Nietzsche y la Metafísica: Nihilismo y Superhombre
Para Friedrich Nietzsche, Occidente ha vivido en un error que ha conducido al nihilismo. La realidad última, única, es la vida, cuya esencia es la voluntad de poder (querer perdurar y, sobre todo, querer crecer conquistando su entorno). El ser humano occidental no puede soportar ciertos aspectos de la vida como la vejez, el sufrimiento, la muerte, etc. Por ello, ha distinguido entre estos aspectos negativos y otros positivos, como la juventud, el amor, etc.
Por miedo a los aspectos negativos de la vida, hemos construido un mundo ideal, formado por conceptos, por ideas, eterno, inmutable, inmune a esos aspectos negativos. Pero esos conceptos abstractos no refieren a ninguna realidad, que es individual. Son representaciones mentales vacías de contenido real. Esos conceptos nos han servido para dominar mejor el mundo y para minusvalorarlo: valoramos el mundo material y sensible desde el mundo de los conceptos abstractos, destacando así su imperfección. Por eso, la metafísica configura un ser humano débil, cobarde, que no asume la vida en su plenitud.
Nietzsche propone, para superar el nihilismo, un nuevo modelo de ser humano: el superhombre (Übermensch). Este es un ser humano que asume la vida en su plenitud, en todas sus facetas, en todo su horror y terror, y no solo la acepta, sino que la ama y desea que se repita eternamente. Se ríe porque es feliz, porque sabe sufrir y sabe vivir.
El Positivismo y la Ciencia como Único Conocimiento Válido
El positivismo, heredero del empirismo, fundado por Augusto Comte, surge a finales del siglo XIX y afirma que el único conocimiento válido es el conocimiento científico. Para Comte, todas las culturas humanas, en distintos momentos, pasan por tres estadios:
- El mítico o religioso, que recurre a seres sobrenaturales para explicar los fenómenos.
- El filosófico o metafísico, que, aunque no recurra a seres sobrenaturales, explica la realidad mediante conceptos abstractos que no tienen contenido empírico, no refieren a ninguna realidad.
- El científico o positivo, donde la ciencia explica la totalidad de lo real.
Según Comte, la ciencia llegará a explicar la totalidad de lo real y la metafísica será sustituida por la física.
Wittgenstein y la Filosofía del Lenguaje: Crítica a la Metafísica
Ludwig Wittgenstein, seguidor del neopositivismo (el empirismo de principios del siglo XX), fue uno de los pioneros en la fundación de la filosofía del lenguaje. En el Tractatus Logico-Philosophicus, afirma que todo problema filosófico se origina en una incomprensión de la lógica del lenguaje, incluidos los problemas metafísicos.
Según Wittgenstein, la metafísica utiliza términos sin sentido, sin significado, puesto que no se pueden comprobar en la realidad; son términos vacíos, que no refieren a nada real. En la metafísica se utilizan términos de los que no podemos tener experiencia (Dios, ser, alma, el mundo como totalidad, etc.).
Por ello, la filosofía, en lugar de ocuparse de puras especulaciones abstractas y sin sentido, debería dedicarse al análisis y la clarificación del lenguaje, ya que el lenguaje es la expresión del pensamiento. Así, la filosofía se centraría en el análisis lógico del lenguaje: “De lo que no se puede hablar, mejor es no hablar”.