Más allá del bien y del mal: Una nueva filosofía de la vida según Nietzsche

Nietzsche realizó una crítica exhaustiva de la cultura, religión y filosofía occidental mediante el análisis de las actitudes morales (positivas y negativas) hacia la vida. La característica definitoria de Nietzsche no es tanto la temática que trataba, sino el estilo y la sutileza con que lo hacía. Fue un autor discutido durante su etapa activa, que acabó con un colapso mental a los 44 años, pasando a depender de su madre y de su hermana hasta su muerte en 1900.

El Nihilismo

El nihilismo tiene antecedentes muy antiguos y se encuentra ya en algunos textos filosóficos hebreos, como el Eclesiastés. Entre otros filósofos que han escrito sobre esta materia se incluye a Friedrich Nietzsche y a Martin Heidegger. El nihilismo en Nietzsche se refiere al proceso histórico que surge en el reconocimiento de un valor supremo y termina en la asunción o reconocimiento de múltiples cosas valorables al volverse inoperante lo que antes se mostraba como lo supremo. El nihilismo acontece en nuestro tiempo como manifestación de la ausencia de una medida única y, al mismo tiempo, como la proliferación de múltiples medidas que, en cada caso, pueden aparecer como válidas.

El nihilismo es el proceso que sigue la conciencia del hombre occidental y que quedaría expresado en estos tres momentos:

  1. El nihilismo como resultado de la negación de todos los valores vigentes: es el resultado de la duda y la desorientación.
  2. El nihilismo como autoafirmación de esa negación inicial: es el momento de la reflexión de la razón.
  3. El nihilismo como punto de partida de una nueva valoración: es el momento de la intuición, que queda expresada en la voluntad de poder, en quien se expresa a su vez el valor de la voluntad.

Esta es la base sobre la que ha de construirse, según Nietzsche, la nueva filosofía. El hombre provoca, en primer lugar, la muerte de Dios o la destrucción de los valores caducos. En segundo lugar, el hombre toma conciencia plena del fin de estos valores o de la muerte de Dios y se reafirma en ella. En tercer lugar, y como consecuencia de todo lo anterior, el hombre se descubre a sí mismo como responsable de la destrucción de los valores o de la muerte de Dios, descubriendo, al mismo tiempo, la voluntad de poder e intuyendo la voluntad como máximo valor; así se abre el camino a unos nuevos valores.

El Superhombre

Para Nietzsche, el hombre es un ser enfermo y la enfermedad que padece se llama moralidad, cuya forma histórica es el nihilismo. El remedio, por lo tanto, no puede ser más que un superhombre: así, Nietzsche, al nombrar al superhombre, no hace más que enunciar el hiato entre la enfermedad y la cura. Asimismo, se puede caracterizar al superhombre como la figura de la cura o como el más allá de la enfermedad, por lo tanto, de la moralidad.

La Vida

Se puede entender la totalidad de la filosofía de Nietzsche como el intento más radical de hacer de la vida lo absoluto. La vida no tiene un fundamento exterior a ella, tiene valor en sí misma. Y la vida entendida fundamentalmente en su dimensión biológica, instintiva, irracional. La vida como creación y destrucción, como ámbito de la alegría y el dolor. Por esta razón, Nietzsche creyó posible medir el valor de la metafísica, la teoría del conocimiento y la ética a partir de su oposición o afirmación respecto de la vida.

La Crítica a los Sentidos y la Razón

Los filósofos creen solo en lo que es, pero, como no pueden captarlo en su totalidad, tienen que admitir que hay algo que les engaña. Es decir, no dudan del punto de partida, de la toma de postura previa, sino de algún elemento intermedio de los que intervienen en el intento de percibir eso que es. Así, encuentran ese elemento de duda en los sentidos, que son los que nos engañan dándonos una falsa información sobre el mundo que consideran verdadero, un mundo en sí.

Como consecuencia, tienden a no considerar los sentidos ni todo aquello que se deriva de ellos, como es, por ejemplo, la historia en tanto que conocimiento directo de los hechos. Todo lo que está teñido por los sentidos es propio del pueblo, de quienes no tienen el conocimiento elevado, pero irreal, de los filósofos.

El «monotono-teísmo» es una expresión burlesca con la que Nietzsche se refiere a la concepción estática cristiana del monoteísmo.

La exclusión de los sentidos afecta no solo al conocimiento, sino también a todo lo que afecta al cuerpo, el elemento tan alejado del alma capaz de conseguir un conocimiento de lo que las cosas son, a juicio de los filósofos.

En toda su obra, Nietzsche manifiesta un gran respeto a la figura de Heráclito. Su rechazo de los sentidos no se basaba en que mostraran el cambio y la pluralidad, sino justamente por lo contrario, porque mostraban la duración y la unidad de las cosas. Pero, en definitiva, también rechazaba los sentidos como elementos engañadores.

La mentira de los sentidos no está en lo que los sentidos hacen, sino en lo que nosotros hacemos con lo que ellos nos ofrecen, porque su testimonio lo pasamos por el filtro de la razón, a la que se considera como el criterio más elevado para conocer la realidad.

La reivindicación de los sentidos lleva a Nietzsche a decir que los sentidos no mienten nunca. Lo que la razón pretende buscar es una ficción vacía. El único mundo existente es el que nos muestran los sentidos. El mundo «verdadero» de la razón es la mentira que se añade a lo que captamos con los sentidos.

Nietzsche hace una reivindicación del olfato como uno de los sentidos menos considerados, pero con mayor poder de captación. De hecho, como dice en relación con su nariz: «Yo soy el primero que ha descubierto la verdad, debido a que he sido el primero en sentir —en oler— la mentira como mentira… mi genio está en la nariz».

El Egipticismo

Cuando Nietzsche habla del egipticismo, se refiere a aquello de lo que los filósofos anteriores se caracterizan (una de sus características). Pues bien, los considera egipticistas pues momifican la realidad considerando como real, no aquello que posee la característica de cambiar, sino lo permanente. El egipticismo es la tendencia a la permanencia estática, a la petrificación y a la intemporalidad. En su obra Miscelánea de opiniones y sentencias, Nietzsche dice: «Cuando un pueblo tiene muchas cosas fijas, ello es prueba de que quiere petrificarse y de que le gustaría convertirse del todo en un monumento; como ocurrió, a partir de un determinado momento, con el mundo egipcio».

Crítica a la Cultura Occidental

El pensamiento de Nietzsche es, por un lado, una crítica terrible a la cultura occidental y, por otro, una propuesta que supondrá una alternativa cultural. La cultura occidental es, a juicio de Nietzsche, una cultura dogmática y enferma, en la que la razón se ha impuesto sobre el instinto. Nietzsche aplica todo su olfato filosófico a descubrir las fuerzas contra la vida que impulsan los valores de Occidente. Se propone, así, un análisis psicológico que descubra la hipocresía de su época. Este análisis, basado en el método genealógico, es una “filosofía a martillazos”, destructora de valores.

La Crítica a la Metafísica, al Lenguaje y a la Ciencia

La cultura europea ha caído en el nihilismo por culpa del cristianismo, la moral y la filosofía. Existen tres tipos de nihilismo:

  • Nihilismo metafísico: aquel que niega todo valor a esta vida terrenal, la única que existe según Nietzsche. Es la tradición platónico-cristiana.
  • Nihilismo moderno: aquel que niega el valor del más allá y de los valores tradicionales. Provoca desorientación porque anuncia la muerte de Dios. Es el caso de la Ilustración.
  • Nihilismo postmetafísico: aquel que niega el valor de cualquier realidad o idea trascendente. Es la afirmación de la vida como instinto y anuncia el nacimiento de un nuevo ser humano. Es la postura de Nietzsche.

Los filósofos (excepto Anaximandro y Heráclito) apuestan por el inmovilismo y el racionalismo, puesto que han presupuesto que la realidad es racional y que, por eso, puede ser comprendida y expresada a través de conceptos. Pero esto es, dice Nietzsche, una equivocación, pues el ser estático no existe, porque la vida es puro cambio, devenir. Por tanto, la historia de la filosofía occidental es la historia de un error o, más bien, de tres errores fundamentales:

  • La metafísica dualista: es la distinción entre un mundo aparente y un mundo “verdadero”. Se inició con Sócrates, que es el primer filósofo que representa el espíritu apolíneo: el modelo científico que lo somete todo a leyes y conceptos. Sobrevalora lo racional, lo conceptual frente a lo pasional; identifica el conocimiento con lo universal; defiende el intelectualismo moral, la posición que niega el instinto. Platón consuma la destrucción de la cultura trágica griega. Tres son los motivos para que Nietzsche llegue a esta conclusión. En primer lugar, el fuerte dualismo cosmológico (el mundo sensible y el mundo inteligible), metafísico (las ideas y las cosas), epistemológico (el intelecto y la sensibilidad) y antropológico (alma y cuerpo) que mantiene Platón. En segundo lugar, Platón convierte el mundo sensible en aparente y cambiante, frente al inteligible, que es verdadero, ideal, esencial e inmutable. Y, por último, para Platón lo inteligible es causa de sí mismo (causa sui), por lo que es más valioso que lo sensible. Todo esto llevó a que triunfara Apolo sobre Dionisos, corrompiendo el arte trágico.
  • Los filósofos han dado más valor a sus rígidos conceptos que a la realidad misma. Triunfa así lo racional sobre lo sensible. Pero, para Nietzsche, los conceptos filosóficos son el resultado del engaño, de la mentira, de la fe humana en el lenguaje.
  • Los filósofos han caído en el “egipticismo”: odian el cambio, niegan el devenir. De ahí que desprecien el conocimiento sensible, al estar basado en los datos de unos sentidos que captan ese mundo cambiante.

Así pues, debido a estos tres errores, Nietzsche considera que la filosofía ha negado la vida, ha despreciado la única realidad que existe, que es la sensible y cambiante. Esta negación es la enfermedad de Europa: la defensa de la existencia del espíritu puro (en el plano metafísico), la idea del bien en sí (en el plano moral), la racionalidad a ultranza (en el plano del lenguaje y la ciencia), la falta de instintos y la condena del cuerpo (en el plano antropológico).

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