Conceptos Clave en la Filosofía de Descartes
Razón
Para Descartes, la razón es la facultad suprema de conocimiento del ser humano. Es un atributo esencial, presente en todos por igual y sin grados. La razón permite distinguir la verdad de la falsedad y el bien del mal, y su valor reside en su independencia de la experiencia empírica. Al igual que Sócrates, Descartes confía en el poder de la razón para superar el escepticismo de su época. Esta confianza lo lleva a construir un nuevo saber, una ciencia admirable que explique todo, dando origen al Racionalismo moderno. El protagonismo de la razón crece en la Época Moderna hasta Kant, quien la convierte en el tribunal supremo de toda verdad, y en el siglo XIX, da origen al idealismo absoluto de Hegel.
Certeza
La certeza es un estado subjetivo de seguridad absoluta sobre la verdad de un conocimiento, que no puede ser puesto en duda. Dado el contexto de duda y escepticismo del Renacimiento, Descartes considera la certeza, la superación de toda duda, como el objetivo primordial de su filosofía: no se trata de tener verdades, sino de estar seguro de ellas. La certeza se alcanza a través de la evidencia, cuando una idea aparece en nuestra mente como clara y distinta. Es clara cuando se perciben fácilmente sus componentes, y distinta cuando no se confunde con ninguna otra. La primera verdad segura es el cogito ergo sum, y en ella se apoya todo el edificio del nuevo saber.
Método
El método se convierte en el problema principal de la filosofía cartesiana y de gran parte de la Época Moderna. Para Descartes, la diversidad de opiniones no se debe a la capacidad racional, que es igual en todos, sino al camino, a los pasos que se dan con la razón para llegar a la verdad. Por ello, propone buscar un método que guíe la razón de forma segura y establezca verdades sólidas. Solución: el método debe cumplir dos requisitos: establecer verdades seguras y avanzar en el conocimiento de la realidad. Descartes define el método como el «conjunto de reglas ciertas y fáciles gracias a las cuales todos los que las observen exactamente no tomarán nunca por verdadero lo que es falso, y alcanzarán –sin fatigarse con esfuerzos inútiles, sino acrecentando progresivamente su saber- el conocimiento verdadero de todo aquello de que sean capaces«. El nuevo método cartesiano se concreta en cuatro reglas: evidencia, análisis, síntesis y comprobación.
Duda
En un sentido general, la duda cuestiona el valor de lo que se presenta como verdadero. En la filosofía cartesiana, la duda tiene un significado más profundo: es la primera consecuencia del método. Si en la primera regla Descartes aconseja no aceptar como verdadero más que aquello que se presenta como evidente, es razonable dudar: revisar todo lo que conocemos para verificar si es evidente (claro y distinto). Es una duda con fundamento en la realidad, racional, pues hay razones para dudar. Es una duda muy exigente (pone en tela de juicio los datos sensibles, la seguridad de lo real frente a lo imaginado, e incluso la propia razón y sus razonamientos con la hipótesis del Genio Maligno), pero no afecta al comportamiento humano. Sin embargo, la duda cartesiana no es escéptica; no es la solución final al problema del conocimiento, sino metódica y transitoria, un paso más en la búsqueda de la verdad. El ejercicio de la duda es lo que acaba con el escepticismo, porque al dudar de todo, se encuentra algo indudable: la primera verdad, cogito ergo sum, destruyendo así el escepticismo.
Hipótesis
En un sentido general, una hipótesis es una verdad provisional. En el contexto de la filosofía cartesiana, cobra un valor añadido al referirse a la hipótesis del genio maligno. La propuesta cartesiana puede entenderse como un experimento mental: supongamos que existe un genio maligno dedicado a engañarnos permanentemente. Aun así, ¿seríamos capaces de encontrar alguna verdad indudable? Con esta hipótesis, Descartes no afirma la existencia del genio, sino que plantea el argumento más difícil de refutar contra la existencia de la verdad, demostrando que se ha tomado muy en serio la duda. La duda se hace exagerada y extrema con esta hipótesis, pero es proporcional a la certeza que logra superarla: cuanto mayor sea la duda, más segura será la verdad que la supere y más superado quedará el escepticismo, como sucedió al encontrar la primera verdad. La hipótesis del genio maligno lleva a Descartes a introducir la idea más necesaria de su filosofía: la idea de Dios.
Cogito
El cogito es uno de los componentes de la primera verdad: cogito ergo sum. Es una verdad simple –siguiendo su propio método– pero con dos partes: el pensamiento (cogito) y la existencia (sum). El pensamiento, «COGITO«, es para Descartes todo aquello que ocurre en nosotros, todo aquello de lo que somos conscientes (dudar, querer, sentir, amar…). «Pensar es sinónimo de ser consciente«. Es una concepción muy amplia de lo que entendemos por pensar. Cogito es primera persona –pienso–, y por lo tanto, remite al yo, al que piensa, al sujeto que realiza la actividad de pensar. En este momento, es seguro que yo existo porque pienso; el pensamiento manifiesta la existencia de algo (un sujeto) cuya esencia es pensar y, por lo tanto, es más seguro, en ese primer momento, que soy un ser espiritual (pensante) que un ser material (que tenga cuerpo). Esta prioridad del pensamiento y de lo subjetivo da pie al idealismo y subjetivismo de la filosofía moderna, una filosofía centrada en la conciencia antes que en las cosas.
Idea
Una idea es un contenido mental simple. La palabra adquiere en Descartes un nuevo significado, alejado del idealismo de Platón. Para Descartes, una idea es cualquier contenido de la mente, lo que implica un refugio en el sujeto del conocimiento. Establece tres tipos de ideas según su origen y seguridad: adventicias (provienen del exterior, poco fiables), facticias (compuestas de adventicias, poco fiables) e innatas (no se adquieren, están dadas en el alma, son seguras, pues las ha puesto Dios). La verdad para Descartes es una propiedad de las ideas (que sean claras y distintas), y no de las cosas, siendo un problema determinar si las ideas se corresponden con las cosas externas. Esta prioridad de las ideas sobre las cosas abre la puerta al idealismo moderno.