Descartes y la Búsqueda de la Certeza: Racionalismo frente a Empirismo

La Crisis de la Escolástica y el Surgimiento de la Filosofía Moderna

La escolástica, filosofía predominante en la Edad Media (siglos IX-XIV) con figuras como Tomás de Aquino y Aristóteles, entró en crisis. Esto abrió el camino a la filosofía moderna. Los franciscanos de Oxford, como Guillermo de Ockham, cuestionaron la capacidad de la razón para alcanzar el conocimiento sin la experiencia. Simultáneamente, surgieron debates sobre el averroísmo, que separaba fe y razón (o ciencia). Estas disputas se relacionaban con tensiones político-religiosas, como los enfrentamientos entre el Papa y los dominicos, y el Emperador del Sacro Imperio y los franciscanos. Los franciscanos, defensores de la pobreza de Cristo y la Iglesia, desafiaban el poder eclesiástico.

El escepticismo y empirismo franciscanos, junto con el experimentalismo de Bacon, sentaron las bases de la “vía moderna”. Este escepticismo, profundizado por Hume, Montaigne y Bayle, cuestionó los fundamentos del conocimiento, especialmente el religioso. Este proceso debilitó la teología como cosmovisión dominante. La modernidad se centró en los fundamentos del conocimiento y la búsqueda de certezas, generando el debate entre racionalismo y empirismo.

Racionalismo vs. Empirismo: Dos Visiones del Conocimiento

El empirismo (Hume, Locke, Berkeley) sostiene que no hay ideas innatas y que todo conocimiento proviene de la experiencia, usando el método inductivo y las ciencias empíricas. El racionalismo (Descartes, Leibniz, Spinoza) afirma la existencia de ideas innatas y que el conocimiento nace de la racionalidad, empleando el método deductivo y las matemáticas como modelo. El racionalismo busca certezas absolutas, basándose en dos metáforas: el método como camino a una verdad primera, universal y evidente; y el conocimiento como un edificio con cimientos sólidos.

La Duda Metódica de Descartes: Buscando un Fundamento Indudable

Para los racionalistas, el problema central es encontrar un método para deducir racionalmente el conocimiento desde principios fundamentales. Este proceso empieza eliminando lo que no sea absolutamente cierto, mediante la duda metódica. A diferencia del escepticismo, la duda metódica no busca cuestionarlo todo, sino hallar una verdad indudable como base para reconstruir el conocimiento. Es una duda intencional, teórica y extrema, que busca suspender las creencias cuestionables.

Descartes duda primero de los sentidos, que a menudo engañan (ilusiones ópticas, errores perceptivos). Esto cuestiona la existencia de lo percibido. Además, usa el tópico barroco de la confusión sueño-vigilia: si soñamos creyendo estar despiertos, ¿cómo asegurar que no soñamos ahora?

Sin embargo, hay verdades que escapan a la duda, como las matemáticas y la geometría (un triángulo siempre tendrá tres ángulos que suman 180 grados, dormidos o despiertos). Para dudar de esto, se necesitaría un “genio maligno”, una inteligencia todopoderosa y malintencionada que nos engañase sistemáticamente. Pero incluso así, hay una verdad indudable: la propia existencia como sujeto pensante. Si dudo, pienso, y si pienso, existo. Esta es la primera verdad: Cogito, ergo sum (pienso, luego existo). Esta certeza se convierte en el criterio de verdad: lo percibido con igual claridad y distinción será verdadero.

Las Reglas del Método Cartesiano y la Deducción de la Existencia del Mundo

Descartes establece cuatro reglas para el conocimiento: evidencia, análisis, síntesis y enumeración. Distingue dos modos de conocimiento: intuición (captación directa de una verdad clara, distinta y evidente) y deducción (inferencia de nuevas verdades desde las ideas intuidas). Primero se analizan y descomponen las ideas complejas en sus partes simples, y luego se reconstruyen deductivamente las ideas complejas desde las simples.

Finalmente, Descartes plantea cómo deducir la existencia del mundo físico externo. Demostrar la existencia de Dios es fundamental. Presenta tres argumentos:

  1. Argumento cosmológico a priori: basado en ideas innatas (infinitud, perfección). Estas ideas no provienen de la experiencia ni las formamos nosotros, por lo que un ser perfecto, Dios, las puso en nuestra mente.
  2. Argumento ontológico a priori: si Dios es perfecto, debe existir, ya que la perfección incluye la existencia.
  3. Argumento tomista a posteriori: como somos finitos, no pudimos crearnos; debe existir una causa primera, Dios.

La existencia de Dios es crucial porque, al ser perfecto y bondadoso, no permitiría que nuestros sentidos o razón nos engañaran. Esto restaura la confianza en los sentidos, la existencia del mundo externo y el conocimiento matemático, reafirmando la capacidad de la razón para alcanzar la verdad.

Oposición entre Descartes y Hume: Racionalismo vs. Empirismo

Existe una clara oposición entre Descartes y Hume. Descartes, racionalista (junto a Spinoza y Leibniz) y figura de la primera modernidad (siglo XVII), sostiene que la razón y las ideas innatas fundamentan el conocimiento. Hume, ilustrado del siglo XVIII (contemporáneo de Rousseau, Locke y Berkeley), defiende que el conocimiento se origina solo en la experiencia; la razón no contiene nada que no provenga de los sentidos.

Para Descartes, el modelo ideal de las ciencias eran las matemáticas (Geometría de Euclides). Hume veía ese modelo en las ciencias naturales (Física de Newton). Descartes planteaba el método hipotético-deductivo, partiendo de las operaciones de la mente. Hume proponía el método inductivo: el conocimiento válido se basa en la experiencia y debe corresponderse con ella (principio de correspondencia).

Descartes afirmaba que el conocimiento universal y necesario era innato, otorgado por Dios, incluyendo las ideas sobre las sustancias (Yo, Dios, Mundo). Hume consideraba que, aunque las relaciones entre ideas ofrecen conocimiento verdadero, la noción de sustancia no tiene fundamento real, surge del hábito y no corresponde a ninguna impresión (simple o compleja).

El criterio de verdad para Descartes era la “claridad y distinción” de la idea. Para Hume, una idea es verdadera si corresponde a una impresión o conjunto de impresiones. Descartes comparaba las ideas con una lente para percibir la realidad. Hume (siguiendo a Locke) veía las ideas como una copia debilitada de una impresión, o el resultado del hábito de asociar impresiones.

Relevancia Actual del Pensamiento Cartesiano

El pensamiento de Descartes sigue siendo relevante, aunque muchas de sus ideas hayan sido superadas. La concepción mecanicista de la materia y el mundo ya no es válida, ni la idea de que la existencia del mundo dependa de una garantía divina. Pero aspectos como su enfoque en el sujeto y la importancia de la matematización de la realidad para el conocimiento científico siguen vigentes.

El mundo de la informática refleja esta matematización, usando un lenguaje matemático. La informática puede verse como una expresión contemporánea del proyecto cartesiano. El “mundo digital” (ceros y unos) encarna el ideal cartesiano. Un ordenador representa para Descartes un modelo perfecto de conocimiento: un sistema axiomatizado donde todo se deduce de principios iniciales. No hay contradicciones; todo deriva de las reglas. Si algo falla, es un error de diseño, no del proceso deductivo, que es impecable.

Ideas cartesianas resurgen constantemente. La duda sobre si la realidad es auténtica o una ilusión ha sido retomada en el cine (Abre los ojos de Amenábar: el protagonista no distingue entre lo vivido y lo soñado).

El argumento del “genio maligno” tiene una reinterpretación en Matrix. Se describe un mundo donde los humanos, creyendo percibir una realidad física, reciben estímulos eléctricos controlados por un sistema informático avanzado. Un “genio maligno” (una computadora gigante) engaña a las personas, haciéndoles creer en una realidad digital que oculta la verdadera naturaleza del mundo.

Modelo 1: Aplicación de la Duda Metódica

El problema filosófico es cómo aplicar la duda, como método, para hallar una certeza racional que fundamente el conocimiento. Las tesis y argumentos son: Primero, para investigar la verdad, a diferencia de seguir opiniones, hay que rechazar como falso aquello de lo que se pueda dudar, para ver si queda alguna creencia indudable. Luego, el autor explica a qué se aplica la duda y cómo. Dudamos de los sentidos: como a veces nos engañan, no sabemos si lo hacen siempre. Dudamos de los razonamientos: a veces nos equivocamos razonando. Dudamos de la vigilia y de lo que hay “en el espíritu”: lo que pienso despierto puedo pensarlo dormido; puedo imaginar que todo es un sueño. Finalmente, Descartes afirma que mientras dudamos, es necesario ser algo, que el yo que duda exista. “Pienso, luego soy”, concluye, es una verdad indudable, el primer principio de la filosofía buscado. La problemática se sitúa en la cuestión del método, que preocupa a los racionalistas: la necesidad de un camino seguro para fundamentar el conocimiento y la ciencia. La temática es epistemológica. La expresión subrayada se refiere al tópico barroco de la confusión realidad-sueños, omnipresente en la literatura (Cervantes, Calderón, Shakespeare, Goethe). Descartes lo usa para plantear el interrogante sobre la realidad dentro de su duda metódica.

Modelo 3: Naturaleza de la Verdad y la Certeza

El problema filosófico se refiere a la naturaleza de la verdad y la certeza. Descartes busca un criterio seguro para determinar la verdad, un fundamento que garantice la certeza del conocimiento. La duda radical busca lo indudable.

La tesis es que Descartes cree que las proposiciones que concebimos clara y distintamente son verdaderas. Este es el principio fundamental de su teoría del conocimiento. Una idea clara y distinta en la mente es verdadera; la claridad y distinción son marcas de certeza. Argumentos: Claridad y distinción como criterio de verdad: Descartes concluye que no puede dudar de lo que ve “muy claramente” y “distintamente”, estableciéndolo como regla general. La certeza no depende de sensaciones o experiencia, sino de ideas claras y distintas. La duda como punto de partida: La proposición “pienso, luego soy”, obtenida de la duda radical, permite a Descartes afirmar que no puede dudar de su existencia como pensante. La claridad y distinción de esta idea le dan certeza. Dificultad en identificar lo distinto: Descartes reconoce la dificultad de identificar ideas claras y distintas. Aunque tiene un principio general, aplicarlo consistentemente es un desafío.

Este fragmento se vincula al fundamento del conocimiento en Descartes. Busca un principio seguro para construir su conocimiento: la claridad y distinción de las ideas. La problemática es la búsqueda de certeza absoluta. Descartes se centra en las ideas claras y distintas como las únicas indudables. Esta postura se enmarca en su racionalismo: el conocimiento verdadero se obtiene por la razón, no por la experiencia sensible.

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