Rousseau, Hume y Descartes: Fundamentos Éticos y Epistemológicos

Rousseau: El Hombre Natural vs. El Hombre Social y el Contrato Social

Según Rousseau, existe una diferencia fundamental entre el hombre natural y el hombre social. El hombre natural, en su estado de naturaleza, vivía de forma independiente, feliz y con un egoísmo no negativo. Era compasivo y mantenía sentimientos puros sin ser influenciado por prejuicios sociales. Este ser humano se encontraba en armonía con la naturaleza. Sin embargo, cuando el hombre comenzó a vivir en sociedad, su naturaleza cambió. El hombre social, influenciado por el progreso y la cultura, perdió esa felicidad y bondad, y en su lugar surgió un egoísmo malsano, que lo llevaba a buscar su propio interés a costa de los demás. Rousseau sostiene que la cultura y el progreso no han mejorado al ser humano, sino que lo han hecho más desigual, injusto e infeliz.

La causa de esta corrupción, según Rousseau, es la desigualdad generada por la propiedad privada. Cuando surgió la propiedad privada, algunos hombres empezaron a acumular privilegios sobre otros, lo que generó un enfrentamiento constante basado en el egoísmo y la codicia. La sociedad actual, entonces, se vuelve injusta e impide que los seres humanos alcancen la felicidad. Para reformar esta sociedad, Rousseau propone un Contrato Social, un pacto que debe ser justo y legítimo para el ser humano, en el que se armonicen la libertad, la igualdad y el poder político. El pueblo debe ser el soberano, y esta soberanía popular se expresa en la voluntad general, que no es la suma de los intereses individuales, sino el bien común.

El Contrato Social implica que el individuo renuncia a sus egoísmos personales para someterse a las leyes basadas en la voluntad general, lo que garantiza la igualdad y libertad de todos los ciudadanos. Además, Rousseau destaca la importancia de la educación en la creación de esta nueva sociedad. La educación debe estar orientada a formar buenos ciudadanos, promoviendo la curiosidad y el amor por la justicia. A través de esta educación, los niños deben ser enseñados de manera que fomenten su desarrollo natural y su amor por las leyes justas que representan el interés común.

En resumen, Rousseau propone la creación de una sociedad racional y libre, donde se erradiquen la moralidad y la injusticia. Esta sociedad permitirá que cada ser humano alcance su felicidad y plena realización, sin caer en el egoísmo individual del hombre social ni regresar al estado primitivo del hombre natural.

Hume: Emotivismo Moral y Crítica a la Causalidad

David Hume aplica el método experimental al estudio de la moral y critica las teorías racionalistas, que sostienen que la moral se basa en la razón. Según Hume, los juicios morales no son racionales, ya que no derivan del conocimiento a priori (relaciones entre ideas) ni del conocimiento a posteriori (cuestiones de hecho). La razón puede ayudar a comprender la utilidad de las acciones, pero no puede motivarnos a actuar moralmente.

En su lugar, Hume defiende el emotivismo moral, según el cual la moral se fundamenta en un sentimiento moral que surge del interior del individuo. Este sentimiento se manifiesta como una emoción de agrado o desagrado ante las acciones, y es universal debido a la naturaleza común de los seres humanos.

El sentimiento moral se basa en dos principios fundamentales. En primer lugar, la utilidad, que depende del placer o beneficio que una acción pueda generar; tendemos a considerar buenas aquellas acciones que previsiblemente producirán mayor bienestar. En segundo lugar, la simpatía, que es la inclinación natural a compartir los sentimientos de los demás y actuar en favor de su felicidad.

Así, la moral humana no es un cálculo racional frío ni un sentimiento puramente subjetivo, sino una combinación de ambos elementos. Esta relación entre emoción y utilidad garantiza que la moral no sea individualista ni arbitraria, sino universal y propia de la naturaleza humana.

Por otro lado, Hume critica la falacia naturalista, que consiste en extraer normas morales (lo que «debe ser») a partir de hechos (lo que «es»). Según él, no es posible deducir reglas éticas de meras observaciones sobre la realidad, ya que esto supone un salto ilegítimo en la argumentación.

Descartes: Moral Provisional, Pasiones y el Método Cartesiano

René Descartes propuso una moral provisional para guiar su vida mientras desarrollaba un sistema moral basado en su metafísica. Esta moral consistía en reglas prácticas temporales que le permitieran buscar la verdad sin desviarse del buen camino. A lo largo de su vida, confirmó la utilidad de estas normas.

Las reglas de su moral provisional son cuatro:

  1. Obedecer las leyes y costumbres del país en el que se vive, permitiendo así pasar inadvertido.
  2. Mantener firmeza en las decisiones tomadas, aunque inicialmente fueran dudosas.
  3. Modificar los propios deseos en lugar de tratar de cambiar la realidad o la fortuna, es decir, aceptar aquello que no se puede controlar.
  4. Como conclusión, establece que la mejor ocupación es el cultivo de la razón y la búsqueda de la verdad.

Descartes distingue entre acciones y pasiones. Las acciones dependen de la voluntad, mientras que las pasiones provienen del cuerpo y, por lo tanto, son involuntarias, aunque afectan al alma. Estas pasiones incluyen emociones, sentimientos y percepciones generadas por la unión del cuerpo y el espíritu.

Aunque Descartes no considera necesario eliminar completamente las pasiones, sí sostiene que deben ser dominadas por la razón para que el individuo se mantenga dueño de sí mismo. Dado que no pueden controlarse directamente, deben regularse indirectamente a través del pensamiento, fomentando ideas que atenúen su influencia y evitando aquellas que las refuercen.

Descartes: El Método, la Duda Metódica y las Sustancias

René Descartes, buscando establecer una base sólida para el saber moderno, propone un método fundamentado en las matemáticas y la ciencia de Galileo. Descartes sostiene que todos poseemos la misma capacidad de razón, y que los errores provienen de la falta de un método adecuado para llegar a la verdad. Su método se basa en cuatro reglas: la regla de la evidencia, que exige aceptar solo lo que se presenta de manera clara y distinta; la regla del análisis, que divide los problemas en partes más simples; la regla de la síntesis, que organiza el conocimiento desde lo más simple a lo más complejo; y la regla de la enumeración o prueba, que consiste en realizar comprobaciones completas para asegurar que no se omita nada. Además, la intuición y la deducción son los dos procedimientos principales que utiliza para llegar a la verdad.

A través de la duda metódica, Descartes examina todas sus creencias y rechaza aquellas que no son absolutamente seguras. La duda se aplica a todo, desde los sentidos hasta la posibilidad de un «genio maligno» que lo engañe. Este proceso tiene como objetivo eliminar prejuicios y errores, permitiendo llegar a verdades indudables. La primera verdad que Descartes encuentra es la certeza de su propia existencia, demostrada con la famosa frase «Cogito, ergo sum» (Pienso, luego existo). Esto establece la existencia del «yo pensante» como una certeza indudable.

A partir de esta certeza, Descartes clasifica las ideas en tres tipos:

  • Ideas adventicias, que provienen de la realidad externa.
  • Ideas facticias, que son fruto de la imaginación.
  • Ideas innatas, que están presentes desde el nacimiento.

Descartes sostiene que solo las ideas innatas pueden proporcionar conocimiento verdadero, ya que son claras y distintas. Además, la existencia de Dios es un paso fundamental en su filosofía, ya que de la idea de un ser infinito y perfecto concluye que debe existir un ser real que lo haya colocado en su mente.

Por último, Descartes afirma que, tras demostrar la existencia de Dios, también puede asegurar la existencia del mundo material. Dios, como ser perfecto y veraz, no podría permitir que las facultades humanas lo engañaran. Por tanto, las ideas claras y distintas que tenemos sobre el mundo exterior son verdaderas. De esta manera, Descartes establece tres sustancias fundamentales: la res cogitans (el alma o mente), la res extensa (el mundo material), y la res infinita (Dios). Estas tres sustancias componen la estructura de la realidad según Descartes.

Hume: Empirismo Radical, Causalidad y Escepticismo

Hume, al igual que otros empiristas, fundamenta el conocimiento en la experiencia. Sin embargo, su enfoque es más radical, sosteniendo que todo conocimiento proviene de dos tipos de elementos: las impresiones, que son vivencias directas y fuertes (como las sensaciones), y las ideas, que son copias debilitadas de esas impresiones (como los recuerdos). A partir de estos elementos simples, la mente genera ideas complejas mediante leyes de asociación, como la semejanza, causa-efecto y contigüidad.

Hume rechaza las ideas innatas, proponiendo que todas las ideas son originadas por impresiones. En cuanto a las relaciones entre ideas, distingue dos tipos de conocimiento: relaciones entre ideas (verdades lógicas y matemáticas a priori) y cuestiones de hecho (conocimiento contingente basado en la experiencia). Las cuestiones de hecho se fundan en la experiencia y son probables, pero no necesarias, lo que genera incertidumbre sobre el futuro.

Uno de los puntos centrales en su filosofía es la crítica al principio de causalidad. Hume argumenta que, aunque nos parece natural asociar un hecho con otro por causa y efecto, no tenemos una impresión directa de esa conexión causal. La causalidad es, según él, un hábito de la mente y no un principio lógico, lo que lleva a cuestionar la inducción como base para las leyes científicas. Esta crítica también aplica a las leyes de Newton, que él considera basadas en asociaciones sin un fundamento sólido.

En la metafísica, Hume también refuta la noción de sustancia. Sostiene que no podemos tener una impresión de una sustancia material o espiritual, y la idea de sustancia es solo una colección de impresiones unidas en la imaginación. Lo mismo ocurre con la idea de Dios: no tenemos una impresión directa de Dios, por lo que no se puede demostrar su existencia, ni con la causalidad ni con argumentos como el del diseño. Por tanto, la existencia de Dios se convierte en una cuestión de escepticismo.

En cuanto a la noción de Yo, Hume niega la existencia de un «yo» persistente, argumentando que lo que llamamos el «yo» es solo un conjunto de percepciones sucesivas. Esta concepción también se extiende a la libertad, que Hume define no como la ausencia de causa, sino como la capacidad de actuar según la voluntad y las pasiones, que son motivadas por lo interno, no por la razón.

Finalmente, el fenomenismo de Hume, derivado de su escepticismo, sostiene que solo podemos afirmar la existencia de nuestras percepciones, no la de un mundo exterior. Esto lleva a un escepticismo moderado, donde el conocimiento se limita a las percepciones y las relaciones entre ellas, y la metafísica se ve como una disciplina inválida.

Descartes: Dualismo Cartesiano, Pensamiento y Libertad

En la filosofía de Descartes, el dualismo cartesiano plantea que el ser humano está compuesto por dos sustancias distintas: el cuerpo (res extensa) y el alma (res cogitans). El alma es una sustancia pensante, independiente del cuerpo, y cuya esencia es el pensamiento. Descartes sostiene que aunque se puede dudar de la existencia del cuerpo, no se puede dudar de la existencia del yo pensante.

El dualismo radical de Descartes establece que el alma y el cuerpo son entidades autónomas, y el alma no está sujeta a las leyes que rigen la materia. Esto implica que somos libres y poseemos voluntad. Sin embargo, Descartes enfrenta el problema de cómo estas dos sustancias tan diferentes pueden interactuar. Su solución es que la interacción se produce en la glándula pineal, aunque reconoce que es un hecho inexplicable.

En cuanto a los tipos de pensamiento, Descartes los divide en tres categorías:

  • Ideas (representaciones mentales).
  • Juicios (en los que reside la verdad).
  • Apetitos o afectos (emociones o deseos).

Las facultades del alma se reducen al entendimiento y la voluntad.

Respecto a la libertad y el libre albedrío, Descartes considera que la voluntad humana es libre, pero no en el sentido de elegir arbitrariamente. La libertad se entiende como la capacidad de elegir lo que el entendimiento propone como verdadero y bueno. Para Descartes, el libre albedrío no necesita demostración, ya que la libertad es posible porque el alma no es extensa y está libre de las leyes físicas que afectan al cuerpo.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *