Nietzsche: Vitalismo, Crítica a la Cultura Occidental y Voluntad de Poder

La Filosofía de Nietzsche: Vitalismo y Crítica a la Cultura Occidental

La filosofía de Nietzsche se inscribe dentro de la corriente del vitalismo, que comprende un conjunto de filósofos cuya reflexión gira en torno al concepto de vida. El tema central de la filosofía de Nietzsche es la crítica de la cultura occidental. A diferencia de Marx, la crítica de Nietzsche es original y propone una crítica fundada desde una perspectiva axiológico-vitalista; esto es, juzga la civilización occidental por la posición del valor que se adopta ante la vida, la cual se constituye así en la fuente suprema de la que emana todo valor.

Conclusión de la Crítica de Nietzsche a la Civilización Occidental

La conclusión a la que llega el autor es que los valores que sustentan esta civilización revelan una vitalidad decadente, enfermiza, incapaz de trazar nuevas y más elevadas metas a la humanidad. Por detrás del supuesto progreso traído por la civilización occidental, Nietzsche encuentra estancamiento, mediocridad, pauperismo espiritual.

Actitud Negativa ante la Vida de la Civilización Occidental

Esta «decadencia» se trata, en sentido vital, de que la actitud ante la vida que se mantiene en los valores occidentales es una actitud negativa, nihilista. Nietzsche califica como enferma una cultura, una filosofía o un sistema de valores, según que se afirme la vida o se la condene. Todas las manifestaciones culturales de nuestra civilización estarán teñidas de esta actitud antivital.

1) La Vida como Voluntad de Poder

La vida es esencialmente voluntad de poder. Ahora bien, la voluntad de poder es un impulso que Nietzsche atribuye al hombre y a todo lo viviente.

A) La Voluntad de Poder como Impulso Biológico

La voluntad de poder es un impulso no consciente de todo lo viviente a superarse, y este impulso aspira por naturaleza a extender o ampliar su poder. La evolución de la vida sigue y se dirige de lo menos poderoso a lo más poderoso. Nietzsche alega que el viviente no se caracteriza por el impulso vital o de conservación, pues este instinto conduciría más a un estancamiento que a una superación de lo viviente. Por lo tanto, la vida, en cuanto voluntad de poder, ha de entenderse como una fuerza que origina formas superiores de vida de manera continua, exigiendo para ello incluso el sacrificio de las formas más inferiores.

La razón que condujo a Nietzsche a ampliar su teoría de la voluntad de poder a toda la vida orgánica reside en encontrar una fundamentación naturalista a escala biológica de la tesis de la desigualdad entre los seres humanos y del derecho del más fuerte.

B) La Voluntad de Poder como Impulso Antropológico

En ocasiones, Nietzsche atribuye la voluntad de poder solo al hombre, y aparece en tres acepciones diferentes:

  1. La voluntad de poder como trascendencia inmanente, esto es, como voluntad de escalamiento de uno mismo, de ir más allá de sí, como fuente de acción que por sí misma presiona hacia un más allá; esto es lo que da sentido a la vida humana.
  2. La voluntad de poder como impulso egoísta: el altruismo o la generosidad no son sino expresiones de poder, de una voluntad de poder egoísta. Toda conducta de supuesto desinterés es, en realidad, egoísta.
  3. La voluntad de poder como poder creador de valores, que nos dice cómo podemos vivir los hombres y que dan sentido a su vida.

2) Las Dos Posiciones Antitéticas ante la Vida

La vida incorpora en ella elementos de una doble naturaleza; esto es, el sufrimiento y el gozo, la muerte y la vida, forman una unidad inseparable en el seno de la vida. Pues bien, decir sí a la vida así entendida, afirmarla con todo el sufrimiento y aspectos ingratos que ella entraña, esto es lo que el autor denomina actitud afirmativa ante la vida. Ahora bien, la afirmación de la vida en toda su terribilidad y dolor no debe confundirse con pesimismo, pues el pesimismo es indicio de una actitud de resignación y, por tanto, un signo de debilidad moral y rechazo a la vida. Frente a la actitud afirmativa de quienes defienden la vida y se aferran a ella, aun con todo su sufrimiento, distingue la actitud negativa de quienes condenan la vida, sea de forma ostensible o enmascarada.

Modelos de Posición Afirmativa ante la Vida:
  1. Los antiguos griegos: la afirmación de la vida o sentimiento trágico constituye la esencia misma del alma de los antiguos griegos. Para Nietzsche, los griegos fueron un pueblo atormentado por el sentido trágico de la existencia, que va a llamar también dionisíaco, en honor al dios Dionisio, este dios que, según la mitología, nace y muere de forma continua y cíclica, con su perpetuo morir y renacer, sufrir y gozar.
  2. El héroe trágico: este héroe, tras conocer el lado terrible de la existencia, asume su destino sin lamentaciones.
Modelos de la Posición Negativa ante la Vida:

La actitud negativa se halla representada en el hombre moderno, los sabios y, sobre todo, en el cristianismo.

  1. El hombre moderno: a el hombre moderno Nietzsche lo describe como mediocre, servil, modesto, manso, etc. Síntomas de su actitud negativa son la renuncia a aspirar a metas elevadas, el rehuir de los grandes esfuerzos, aferrarse a la felicidad que proporcionan los pequeños placeres, el huir de los dolores o lamentarse de ellos.
  2. Los sabios: los grandes sabios suelen coincidir en su racionalismo, su desprecio hacia lo instintivo, su refinamiento, o inhibición de las pasiones y deseos. Nietzsche considera el combate de los instintos como una señal de vida decadente y la satisfacción de los instintos como un indicio de vida ascendente. La justificación de esta tesis es que lo viviente está dirigido por esa fuerza primaria que es la voluntad de poder, y esta se expresa en los instintos o impulsos, y que estos a su vez guían el pensar consciente y lo ponen al servicio de la vida; cualquier pretensión de acallar estos en nombre de la razón es ir en contra de la esencia impulsiva de la vida, la cual ha de estar subordinada a la razón y sería, por tanto, un síntoma de decadencia negativa ante la vida.
  3. El cristianismo: constituye el ejemplo por excelencia de la actitud nihilista ante la vida. En efecto, el cristianismo es una variedad de nihilismo por dos razones fundamentales: en primer lugar, porque la moral cristiana promueve el ascetismo. Esta moral ascética favorece el desarrollo de las virtudes típicamente cristianas como la mortificación, la abstinencia, la renuncia, la castidad, etc. En segundo lugar, porque la metafísica cristiana promueve una devaluación de esta vida en aras de la vida trasmundana, produciéndose así una inversión de valores: que la vida invisible del más allá pasa a ser la verdaderamente real, mientras la vida sensible que tenemos delante es menos real que la primera, en el sentido de que recibe su fundamento, sentido y valor desde la vida suprasensible.

3) La Crítica de la Cultura Occidental

Esta crítica presenta tres formas: primero, adopta la forma de una crítica de la moral occidental; en segundo lugar, se presenta como una crítica de base metafísica de la cultura occidental; y, por último, la forma de una crítica de una epistemología clásica.

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