Jean-Jacques Rousseau: Filosofía del Contrato Social y el Estado de Naturaleza
Jean-Jacques Rousseau, filósofo suizo del siglo XVIII, fue una figura clave de la Ilustración y crítico de la confianza ciega en la razón. Sostenía que el progreso había corrompido a la humanidad y defendía la teoría del contrato social, influyendo en la Revolución Francesa y en pensadores como Kant y Marx. Sus obras más destacadas son El contrato social, Discurso sobre el origen de la desigualdad y Emilio.
La Corrupción del Hombre por la Sociedad
Una de sus mayores preocupaciones era la corrupción del hombre por parte de la sociedad. A diferencia de muchos ilustrados, considera que los progresos y avances de la sociedad (ciencias, artes), no han liberado al hombre, sino que lo han esclavizado y que el progreso material no ha traído consigo un progreso moral. Para Rousseau, el hombre social (el que vive en sociedad, el hombre de su época) está oculto bajo las imposiciones de la sociedad y ha olvidado su naturaleza.
El Estado de Naturaleza como Hipótesis
Para poder entender cómo el hombre ha llegado a esta situación y revelar su naturaleza oculta, plantea una situación hipotética: el estado de naturaleza, una situación que no se ha dado y no podría darse en la historia, debido a que se trata de una hipótesis con la que se trata de recrear cómo sería el estado del hombre antes de vivir en sociedad (hombre natural) y cómo ha llegado al estado actual. En este estado de naturaleza, el hombre vive en armonía con la naturaleza, que le da todo lo necesario para satisfacer sus necesidades primarias (comida, cobijo, familia). No se diferencia mucho de otros animales y está arraigado a sus instintos, siguiendo dos de estos: el amor de sí o instinto de conservación, que le lleva a conservar la vida, y la piedad hacia sus semejantes, que le lleva a rechazar el sufrimiento ajeno.
En este estado, los hombres son buenos, libres e iguales (“mito del buen salvaje”). Estos se encuentran ocupados en mantener su conservación y en la satisfacción de sus necesidades, viven aislados (el hombre no es social por naturaleza), sin coacciones morales ni sociales, no conocen vicios ni virtudes. Tienen una vida pacífica para nada relacionada con la “guerra de todos contra todos” como describía Hobbes en su estado de naturaleza.
Lo que diferencia al hombre de otros animales es su capacidad de perfeccionarse y desarrollar su razón, que le permitirá unirse con otros para defenderse de las amenazas de la naturaleza (falta de alimentos, enfermedades, desastres naturales). De esta forma, aparecen las primeras asociaciones entre hombres.
El Surgimiento de la Propiedad Privada y la Desigualdad
Mientras los hombres fueron nómadas, la convivencia fue pacífica, pero cuando descubrieron la agricultura, surgió la propiedad privada de la tierra y comenzaron los conflictos y los enfrentamientos por las propiedades. La propiedad privada trae la división del trabajo y la dependencia entre unos y otros; comienza la corrupción moral del hombre: el sano amor de sí y la piedad naturales dan paso al amor propio, al egoísmo y la envidia. Estos enfrentamientos provocaron inseguridad, los propietarios vivían con el temor de que les quitaran sus posesiones. Debido a esto, deciden, a través de un pacto social, la necesidad de un poder que les defienda.
Así surge la sociedad civil (algo artificial, creado por los hombres) y las leyes que, se supone que debían proteger a todos, pero solo protegían a los propietarios, a aquellos más fuertes físicamente que se hicieron con más propiedades y crearon las bases para un pacto hecho para su beneficio: un pacto injusto que provocó
desigualdades sociales, que no existían en el estado de naturaleza donde solo había diferencias físicas. Por lo que, para Rousseau, la propiedad privada está en el origen de las desigualdades sociales (Marx).
Las sociedades crecen, las posesiones también, se crean nuevas técnicas, pero este progreso material es mayor al progreso moral. El hombre moderno ha enterrado al hombre natural y con él los sentimientos naturales.
Rousseau pretende recuperarlos y reformar la sociedad de forma que la libertad y la igualdad que los hombres tienen por naturaleza se respeten. Al ser consciente de que el retorno a un estado natural es imposible, propone una reforma educativa que fomente estos sentimientos naturales, expuesta en su Emilio o Sobre la Educación, y un nuevo contrato social que dé lugar a una sociedad legítima, que expone en El contrato social.
El Contrato Social: Un Nuevo Pacto para la Libertad e Igualdad
Rousseau acusa a la sociedad de la corrupción e infelicidad de los hombres. Afirma que la sociedad de su época es injusta, desigual, degradada moralmente, una sociedad donde predomina el amor propio, el egoísmo, la ambición, la rivalidad, la envidia. El retorno a un estado de naturaleza donde los hombres eran felices y vivían en paz es imposible, por lo que se propone transformar la sociedad a partir de un nuevo pacto social. El ideal: una sociedad donde el poder no esté en manos de déspotas, donde las desigualdades sociales no sean tan grandes y donde todos los hombres disfruten de libertad e igualdad. Este es el objetivo de El contrato social, donde afirma: «El hombre nace libre y en todas partes se encuentra encadenado».
El nuevo pacto social que propone es el contrato social. A diferencia de otros filósofos contractualistas, como Locke o Hobbes, Rousseau rechaza que los individuos deban renunciar a su libertad, dándosela al gobierno para recibir seguridad o justicia. En su lugar, propone un contrato donde la libertad de todos los asociados se proteja y donde el poder político esté en manos de todos los asociados.
El contrato social es un pacto en el que los individuos deciden asociarse libremente y se aceptan sus derechos a la comunidad. Al hacerlo, estos se los entregan a sí mismos debido a que forman parte de esa comunidad. Este contrato tiene una voluntad general o “yo común” que corresponde a la comunidad en cuanto tal y que es distinta de la voluntad de cada uno de los individuos. Lo que diferencia a la voluntad general de la voluntad de todos como suma de voluntades individuales es su carácter universalista. Mientras que la voluntad de todos expresa intereses particulares, egoístas, que a veces
de cada uno de los individuos. Lo que diferencia a la voluntad general de la voluntad de todos como suma de voluntades individuales es su carácter universalista. Mientras que la voluntad de todos expresa intereses particulares, egoístas, que a veces coinciden y a veces no, la voluntad general expresa el bien común, aquello que todos establecen al crear el contrato y que debe prevalecer sobre los intereses particulares. La manifestación concreta de la voluntad general es la ley, que aparece como proyección de la voluntad general, como expresión de la libertad y realización de la igualdad.
Una vez formada la voluntad general, sus leyes son inapelables, pues el interés común que persigue no es distinto del interés individual. Para Rousseau, los individuos obedecen a la voluntad general «no como individuos aislados movidos por intereses egoístas, sino como ciudadanos integrados con el resto de la comunidad que recuperan su independencia natural en un nivel superior y sustituyen la desigualdad física y social por una igualdad moral y legítima». En efecto, los individuos así asociados se convierten en ciudadanos, miembros de una sociedad con derechos y deberes. La libertad y la igualdad que todos poseen por naturaleza y que han cedido a través del contrato social se convierten en libertad e igualdad civiles, es decir, en derechos y deberes que deben respetarse.
El conjunto de los ciudadanos es el pueblo, en el que reside la soberanía, que es inalienable, indivisible, absoluta e infalible. La soberanía del pueblo no puede equivocarse porque es absurdo que el pueblo ordene algo contra sí mismo. Cada ciudadano es a la vez soberano y súbdito, y al obedecer la voluntad general se
están obedeciendo a sí mismos, es decir, las leyes no les vienen impuestas desde fuera (Kant y el imperativo categórico). Como el pueblo es el único que puede establecer leyes, los gobernantes se limitarán a aplicarlas.
Rousseau se decanta por una democracia directa, no representativa. Consciente de la dificultad de instaurar una democracia así en las sociedades modernas, lo considera un ideal regulativo al que acercarse.
La Importancia de la Educación
En la medida en que son los ciudadanos los que legislan, el papel de la educación es determinante en esta nueva sociedad. Es preciso educar a las nuevas generaciones para que sean capaces de realizar la tarea de ser ciudadanos, para que sean capaces de anteponer el bien común a sus intereses particulares. Para ello aboga por una reforma educativa que fomente y favorezca el desarrollo de los sentimientos naturales: el amor de sí y la piedad. Su propuesta la expone en su obra Emilio o sobre la educación, que durante la Revolución Francesa sirvió como inspiración del nuevo sistema educativo francés. Defiende que hay que educar a los niños en un entorno natural, apartados de las influencias de la sociedad, de los conocimientos inútiles y de toda imposición externa. El niño debe aprender por sí mismo para fomentar su libertad natural.
Religión Natural vs. Religiones Reveladas
En cuanto a la religión, que aborda en el último libro de la citada obra, defiende la religión natural frente a las religiones reveladas, pues considera que estas últimas defienden un Dios que selecciona y discrimina unas personas frente a otras, lo que conlleva una intolerancia hacia aquellos que no han accedido a las “verdades reveladas”.
La religión natural, en cambio, defiende la existencia de un Dios bueno e inteligente que ha dado origen al mundo, pero que no podemos conocer. A él llegamos a través de nuestros sentimientos (conciencia moral). Como estos sentimientos, que defienden que no se debe hacer daño a nadie, los compartimos (tenemos la misma naturaleza), esta religión favorece el encuentro y evita el fanatismo.