Comparativa entre Hume y Descartes: Críticas y Divergencias Filosóficas

Hume y Descartes: Un Contraste Filosófico

El filósofo escocés David Hume, figura del siglo XVIII, desarrolló su filosofía un siglo después de Descartes. Aunque el Racionalismo cartesiano fue una inspiración para Hume, y aceptó algunas nociones básicas como el concepto de idea como contenido mental, sus pensamientos difieren e incluso se oponen en cuestiones fundamentales sobre el conocimiento y la naturaleza humana.

Hume criticó a Descartes por sobrepasar los límites del conocimiento humano y por no explicar adecuadamente la naturaleza humana. El sistema deductivo cartesiano, aparentemente sólido, es objeto de una crítica casi total por parte de Hume. Entre las diversas críticas, destacan las siguientes:

1. Crítica al Innatismo de las Ideas

Para Hume, y en oposición a Descartes, no hay nada en el entendimiento que no provenga de la experiencia sensible. Por lo tanto, las ideas innatas son imposibles.

2. Crítica al Método Deductivo en el Conocimiento

Este método, que según Aristóteles va de lo general a lo particular, fue empleado por Descartes para deducir las tres sustancias fundamentales. Hume considera que este método puede ser válido en matemáticas, pero no al aplicarlo a la realidad sensible. Como escéptico, niega la posibilidad de alcanzar conocimientos inmutables a partir de los cuales deducir otros. Por lo tanto, el conocimiento de la realidad, y en particular las ciencias naturales, no pueden proceder por deducción.

Hume también critica el método opuesto, la inducción. La inducción, que va de lo particular a lo general, tampoco puede ser el método de las ciencias naturales, ya que solo proporciona un conocimiento probable de lo real, y no un conocimiento certero y riguroso como el que se espera de la ciencia.

3. Crítica al Concepto de Causalidad

Este principio clave de la metafísica anterior y del sistema deductivo de Descartes es desmontado por Hume. Argumenta que la inferencia causal, que nos hace pensar que un fenómeno sigue a otro (como en el ejemplo de las bolas de billar), es fruto de las leyes de asociación y del hábito. Sin embargo, no tenemos una impresión certera de que uno sea causa del otro, ya que no tenemos impresiones del futuro. No sabemos si existe una conexión necesaria entre fenómenos aparentemente relacionados causalmente. Lo que podemos tener es una creencia, que proviene del hábito y que nos asocia esos hechos, pero nunca de forma necesaria. La causalidad es una creencia que nos permite predecir el futuro, pero no es más que eso: una creencia nacida del hábito y de la necesidad de predecir.

4. Crítica al Concepto de Sustancia

Pensar que tras las impresiones existen sustancias inmutables es un prejuicio basado en el hábito y en las leyes de asociación de ideas. No hay impresión de las sustancias: ni del yo, ni de Dios, ni del mundo y sus objetos como sustancias (las tres sustancias básicas de Descartes). Veamos:

  • Del mundo y sus sustancias solo tenemos impresiones, pero no podemos saber con certeza si las cosas son la causa de esas impresiones. Percibimos impresiones, pero no sustancias. Las sustancias son incognoscibles y responden más a conceptos mentales que nos permiten ordenar la realidad que a sustancias inmutables.
  • De nosotros mismos tenemos impresiones diferentes a lo largo del tiempo. No podemos afirmar con rigor que hay un yo sustancial. Tenemos la intuición, pero no la certeza; es una creencia. Descartes basó todo su sistema en esta creencia. Pero para Hume, la identidad personal es simplemente fruto de la memoria. La mente no es una sustancia, sino un conglomerado de ideas fruto de la memoria.
  • Con la sustancia de Dios ocurre algo parecido. Podemos creer que existe, pero no tenemos percepciones de él, y el principio de causalidad ya no es válido. Por lo tanto, la creencia en Dios pasa al ámbito de la fe, siendo imposible su demostración racional.

Para Hume, la idea de sustancia es fruto del hábito y la utilidad. Nos es más fácil pensar en términos de sustancias, pero su existencia real y efectiva no es más que una creencia; no hay certeza, sino escepticismo.

Santo Tomás de Aquino y su Relación con Aristóteles

La importancia de Santo Tomás de Aquino es capital en el pensamiento medieval. Su síntesis entre aristotelismo y cristianismo proporcionó a este último un sólido soporte filosófico para defender y estructurar su doctrina. Aunque inicialmente fue criticado dentro de la propia Iglesia, sus teorías pronto fueron consideradas indiscutibles. Santo Tomás es un referente intelectual para el Cristianismo posterior.

Nos centraremos en las relaciones de semejanza y diferencia entre Santo Tomás y Aristóteles, ya que la mayor parte de la filosofía de Tomás de Aquino tiene una clara influencia aristotélica. Posteriormente, se señalarán otras influencias recibidas y ejercidas por la filosofía de Santo Tomás.

Relaciones entre la Filosofía de Tomás de Aquino y Aristóteles

La filosofía de Tomás de Aquino representa una cristianización de muchos aspectos de la filosofía de Aristóteles. Para Santo Tomás, Aristóteles es una inspiración en todos los aspectos académicos y el paradigma del pensamiento racional. Obviamente, el hecho de que Aristóteles sea un pensador previo al Cristianismo separa a ambos autores en cuestiones clave, como la existencia e importancia de un Dios personal como el cristiano. Sin embargo, la cercanía entre el pensamiento de Tomás y de Aristóteles es evidente, principalmente en los aspectos racionales y filosóficos. A continuación, se desglosan algunos de estos aspectos:

En Física y Metafísica

La influencia de Aristóteles en la Física y la Metafísica de Santo Tomás de Aquino es amplia y evidente. Tomás utiliza los conceptos, las categorías y la forma de expresarse filosóficamente desarrollados por Aristóteles. La lógica y sus principios, como el de no contradicción o el principio de causalidad («todo efecto tiene una causa»), son aceptados y utilizados por Tomás en el desarrollo de sus vías.

Acepta la teoría del movimiento de Aristóteles, la definición del movimiento en términos de potencia y acto; la anterioridad del acto respecto de la potencia («nada pasa de la potencia al acto a no ser bajo la acción de algo que esté ya en acto»); y la clasificación de movimiento en cambio sustancial (generación y corrupción de las sustancias) y cambios accidentales.

Acepta la teoría hilemórfica en la composición de las sustancias naturales, es decir, la teoría de que las sustancias naturales se componen de materia y forma. Frente a la corriente agustiniana, Aquino es fiel al aristotelismo afirmando que solo hay una forma sustancial y que las sustancias inmateriales son formas sin ningún tipo de materia.

Acepta la distinción entre sustancia y accidentes: las sustancias naturales, compuestas de materia y forma, son, a su vez, sujeto de otras formas accidentales.

Acepta la teoría de las cuatro causas (material, formal, eficiente y final), con la consiguiente interpretación teleológica de la naturaleza. Las dos últimas causas, eficiente y final, son la base de dos de sus vías racionales para la demostración de la existencia de Dios.

En Antropología

Aquino acepta la definición aristotélica del alma como principio de vida, como forma y acto del cuerpo, lo cual le lleva a aceptar la concepción hilemórfica del ser humano. Frente al platonismo agustiniano, que identificaba al hombre con el alma y afirmaba que el alma y el cuerpo son dos sustancias distintas y accidentalmente unidas, Aquino afirma que el ser humano es una única sustancia cuyos principios constitutivos son el alma y el cuerpo. La antropología aristotélica conllevaba una difícil aceptación de la inmortalidad del alma. En este punto, Santo Tomás se aleja de Aristóteles y vuelve a Platón, intentando una complicada síntesis entre platonismo y aristotelismo.

En Ética

Aquino acepta los principios aristotélicos de que el fin último del ser humano es la felicidad y de que la felicidad perfecta consiste en el desarrollo del alma racional y el conocimiento. Acepta la idea de que las normas morales se basan en la naturaleza humana y, por tanto, que el conocimiento de esta naturaleza humana es el punto de partida para la formulación de la ley moral natural.

En Política

La concepción de la sociedad y del Estado para Santo Tomás recoge gran parte de las ideas aristotélicas, tales como que el hombre es un animal político por naturaleza o que los gobernantes deben dirigir el Estado de acuerdo con el bien común. De la misma manera, asume la teoría de las formas justas de Aristóteles (monarquía, aristocracia y democracia) y sus degeneraciones (tiranía, oligarquía y demagogia).

Sin embargo, se aleja de Aristóteles al considerar que el fin del ser humano es también sobrenatural y, por ello, -como ya había defendido San Agustín-, el Estado debe estar subordinado a la Iglesia, que es la encargada de dirigir a la humanidad al fin supremo del Reino de Dios.

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