Descartes y Hume: Fundamentos Filosóficos de la Epistemología y la Metafísica

Epistemología y Metafísica: Descartes y Hume

Descartes: El Racionalismo y la Búsqueda de la Certeza

Epistemología: Descartes rechaza la filosofía y la ciencia griega y medieval por carecer de comprobación. Para superarlas, desarrolla un método universal, basado en la razón, que busca garantizar un conocimiento seguro, como el de las matemáticas. Su objetivo es establecer una filosofía firme y científica, utilizando la razón como única herramienta para alcanzar la verdad y así evitar el escepticismo. Basado en el modelo científico (lógica, geometría y álgebra), el método consta de cuatro reglas que conjugan la Intuición y la Deducción, que son los mecanismos mentales que intervienen en el proceso de organización del conocimiento: La Intuición: es una especie de “luz natural” que permite que la razón capte inmediatamente las ideas simples sin que quede posibilidad de duda o error (Sujeto receptivo – Razón pasiva). La Deducción: es el modo de conocimiento por el que la razón descubre las conexiones que se dan entre ideas simples. La descripción del método es sencilla, consiste en partir de una primera verdad de absoluta evidencia de la cual se deriven sucesivamente otras verdades, de tal manera que cada una de ellas se apoye en la anterior y se constituya un enunciado de verdades. Las cuatro reglas son: (la primera intuición y las otras tres deducción), al aplicarlas llega a la certeza. La Regla de la Evidencia: no aceptar cosa alguna como verdadera si no se conoce con claridad y distinción. (Claridad: una idea clara es aquella que entendemos necesariamente cuando le prestamos atención, es aquello que se capta por la intuición. Distinción: una idea distinta es aquella que no puede confundirse con ninguna otra.) La Regla del Análisis: consiste en descomponer los múltiples datos del conocimiento en sus elementos más básicos que puedan ser intuidos, es decir, reducir las cuestiones más complicadas a otras más simples. La Regla de la Síntesis: reconstruir lo complejo a partir de lo simple, es decir, pasar del conocimiento de los objetos más simples, y fáciles de conocer, a los más complejos mediante un orden deductivo. Se refiere a la formación de estructuras cada vez más complejas, partiendo de los principios conocidos intuitivamente, podemos deducir el resto de las proposiciones, de modo que cada una de ellas se apoye necesariamente en la anterior. La Regla de la Enumeración: consiste en realizar recuentos y revisiones para no olvidar nada, es decir, repaso de las reglas anteriores para asegurarnos de que no hemos cometido error.

La Duda Metódica y el *Cogito Ergo Sum*

En busca de una Primera Verdad. Para hallar una evidencia, Descartes, introduce la duda. Para encontrar una evidencia, una primera verdad, hay que dudar de todo, eliminar todos los conocimientos, ideas y creencias que no aparezcan dotadas de una certeza absoluta. Las características de la duda son: a) La duda se restringe al mundo del conocimiento; no afecta a la moral, a la vida práctica. b) La duda implica negación; lo que es dudoso será considerado falso, aunque no definitivamente. c) La duda es metódica; la duda de Descartes es metódica, es decir, se busca la certeza desde la duda. La duda es metódica y progresiva (adquiere cada vez más terreno) ya que no es como la duda escéptica, sino que la toma como medio para alcanzar la evidencia (primera regla). 1.- Duda de los datos que nos ofrecen los sentidos, ya que nos inducen a veces a error. (Nivel sensitivo) 2.- Duda de que el mundo exterior sea verdadero, por la dificultad que nos afecta, a veces, de distinguir los pensamientos que tenemos estando despiertos de aquellos que pueden ocurrírsenos en sueños. (Nivel imaginación) 3.- Duda de las Matemáticas. Dormidos o despiertos 2+2= 4 y a veces me equivoco hasta en las operaciones más sencillas. (Nivel razón) Puede ser que lo que se considera evidente matemáticamente sea un engaño producido por un ser superior, sobrenatural y todopoderoso, un genio maligno que disfruta engañándonos con esos principios. Descartes concluye que puede dudar de todo, excepto de que está dudando, lo que implica que existe. De esta intuición surge su primera verdad: «Cogito, ergo sum» («Pienso, luego existo»). Esta es una certeza absoluta, ya que el sujeto, su pensamiento y la afirmación de su existencia coinciden. No puede extenderse aún a lo externo, pues todo lo demás sigue siendo dudoso. Para Descartes, esta verdad es autoevidente y cumple su criterio de certeza: todo lo que se perciba con la misma claridad y distinción será verdadero. En la verdad del “cogito”, Descartes piensa haber encontrado la realidad del alma. La absoluta independencia del pensar demuestra para el filósofo francés la existencia y la inmortalidad del alma.

Antropología Cartesiana: Dualismo Sustancial

Antropología: Para Descartes, el ser humano se compone de dos sustancias totalmente distintas y autónomas: el alma racional y el cuerpo material. A diferencia de los animales, que solo poseen cuerpo, el hombre tiene un alma capaz de pensar, lo que lo distingue radicalmente.

a) El espíritu o alma (res cogitans, pensamiento): inmortal y separado, se caracteriza por el pensar. Obra de forma libre (no está sometida a las “leyes mecánicas” que gobiernan el universo.

b) El cuerpo: (extensión, res extensa), es una máquina que, como los animales, está sometida al férreo mecanicismo del mundo físico. Y ha de ser gobernada por el alma. Aunque son autónomas, interactúan a través de la glándula pineal, situada en el cerebro, donde el alma recibe las sensaciones del cuerpo y le transmite sus órdenes. Para explicar esta relación, compara el alma con un capitán que dirige su nave. Así, fenómenos como las lágrimas pueden entenderse como reacciones físicas causadas por pensamientos o emociones. Aunque la experiencia nos hace percibirnos como una unidad, su teoría exige un punto de unión entre cuerpo y alma. El alma es también la que sufre las pasiones: deseo, odio, alegría, tristeza… Para Descartes las pasiones son percepciones y sentimientos que hay en nosotros y no tienen su origen en el alma, sino en las fuerzas que actúan en el cuerpo, denominadas por el filósofo «espíritus vitales».

Las pasiones, por tanto, son: Involuntarias: su aparición, su surgimiento, escapa al control y al dominio del alma racional, ya que no se originan en ella. Son causadas por el cuerpo. Inmediatas. No siempre racionales, es decir, no siempre acordes con la razón, y para el alma pueden significar una cierta servidumbre.

Para Descartes, el alma debe someter y ordenar las pasiones según la razón. A medida que la razón domina, el hombre adquiere control sobre su voluntad y ejerce su libertad, que no implica elegir arbitrariamente, sino actuar conforme a lo que el entendimiento reconoce como bueno y verdadero.

Demostración de la Existencia de Dios

Descartes, partiendo de la primera verdad («Cogito, ergo sum»), busca demostrar racionalmente la existencia de la realidad. Su proceso deductivo comienza con la res cogitans (sustancia pensante) y avanza hacia la res infinita (la realidad). Considera que las ideas son el objeto del pensamiento y las clasifica en tres tipos:

  1. Ideas adventicias: Parecen provenir de la experiencia externa, pero no pueden confirmarse como reales debido a la duda sobre la existencia del mundo exterior (ej. colores, frío, calor).
  2. Ideas facticias: Son construcciones mentales, combinaciones de otras ideas, como el Minotauro (cuerpo humano, cabeza de toro). Estas no sirven como base para probar la existencia de la realidad extramental.
  3. Ideas innatas: Son ideas que el pensamiento tiene por naturaleza, no derivadas de la experiencia, y son fundamentales para Descartes para demostrar la existencia de Dios, para las cuales utiliza los siguientes argumentos.
    1. Descartes llega a la idea de Dios a partir de su propia imperfección. Al dudar, reconoce su imperfección, lo que lo lleva a preguntarse: ¿de dónde proviene la idea de perfección? No es una idea adventicia, porque sus sentidos no experimentan nada perfecto. No es una idea facticia, ya que como ser imperfecto, no puede haberla creado. Es una idea innata, porque sólo un ser perfecto podría haberla implantado en él. Así, Descartes concluye que la idea de perfección proviene de un ser perfecto, que es Dios, quien, a diferencia de él, no duda y es la causa de su idea de perfección. Esto demuestra la existencia de un Dios perfecto.
    2. Descartes adopta el argumento ontológico de San Anselmo para demostrar la existencia de Dios. La idea de un ser perfecto implica necesariamente su existencia, ya que Dios es el ser más perfecto que se pueda concebir. Existir en la realidad (fuera de la mente) es más perfecto que existir solo en la mente. Si Dios solo existiera en la mente, le faltarían la perfección y la necesidad de existir fuera de ella. Por lo tanto, debe existir tanto en la mente como en la realidad, porque la perfección implica esa existencia.
    3. Descartes identifica la idea innata de infinito con la idea de Dios. Él, siendo un ser finito, posee la idea de infinito, pero esta idea no puede provenir de él, un ser limitado. Por lo tanto, debe haber sido impresa en él por una realidad infinita, es decir, Dios, que es un ser infinito. Este razonamiento lleva a Descartes a concluir que Dios existe como una sustancia infinita, cuyo atributo es la infinitud. La existencia de Dios, al igual que la del yo pensante, se percibe con la misma claridad y distinción. Así, Dios es un ser perfecto, lo que implica que tiene todas las perfecciones en grado infinito, como la bondad y la veracidad.

Hume: El Empirismo Radical y la Crítica a la Metafísica

Epistemología y metafísica: El objetivo principal de Hume en su Tratado sobre la naturaleza humana es crear una nueva ciencia que sirva de base para todas las demás ciencias. Esta ciencia debe corregir los errores de la metafísica tradicional, fundamentándose en un método basado en la observación y la experiencia. Hume busca un enfoque que se limite a lo demostrable y que se centre en entender cómo se generan nuestros conocimientos.

La teoría del conocimiento de Hume, al igual que la de Locke, sostiene que todo lo que conocemos proviene de la experiencia. Rechaza la idea de conocimientos innatos, como defendían los racionalistas. Según los empiristas, todos los contenidos de nuestra mente se derivan de los datos sensoriales que recibimos desde que nacemos.

Hume distingue dos tipos de percepciones: impresiones e ideas. Las impresiones son percepciones más intensas y vividas. Se dividen en dos tipos: Impresiones de sensación: Provienen de los sentidos, como cuando vemos, oímos, tocamos, saboreamos u olemos algo. Impresiones de reflexión: Relacionadas con los estados internos, como cuando sentimos deseos, emociones o pasiones.

Las ideas son copias menos intensas de las impresiones y resultan de la operación de la mente sobre los datos obtenidos a través de las impresiones. Se dividen en: Ideas de la memoria: Conservan el orden y la forma de las impresiones originales. Ideas de la imaginación: Alteran el orden de las impresiones de las que provienen. Tanto las impresiones como las ideas pueden ser simples o complejas, dependiendo de si pueden descomponerse en elementos más sencillos.

La Crítica a la Causalidad y la Sustancia

La crítica de la causalidad. Hume realiza una crítica radical a la causalidad, afirmando que solo podemos conocerla a través de la experiencia. Sin embargo, la experiencia no nos muestra la relación de causa y efecto, sino solo que un acontecimiento A ocurre seguido de un acontecimiento B. A fuerza de ver esta secuencia repetidamente, llegamos a concluir que A es la causa de B, pero esto se basa en el hábito, no en una prueba directa. Hume sostiene que toda idea debe derivar de una impresión previa, pero la experiencia nunca nos ofrece una impresión que demuestre la conexión necesaria entre los fenómenos. Por lo tanto, la causalidad no es algo que podamos conocer directamente, sino una asociación de ideas, alimentada por la costumbre de ver ciertos fenómenos suceder de forma recurrente, y la creencia de que esa secuencia se repetirá necesariamente. Al negar la causalidad, sugiere que debemos suspender cualquier juicio sobre lo que ocurrirá en el futuro. La razón es simple: si no podemos estar seguros de que B es producido por A, no podemos afirmar que cuando A ocurra, B necesariamente seguirá. Esto pone en duda nuestra capacidad para predecir el futuro basándonos en experiencias pasadas.

Crítica de la sustancia: Hume rechaza la existencia de las sustancias por la misma razón que rechaza la causalidad: estas ideas no provienen de ninguna impresión sensible, sino que son el resultado de una asociación de ideas. La idea de sustancia corporal es una construcción compleja formada por percepciones asociadas por semejanza o contigüidad. De igual forma, la idea del yo no es algo real, sino una creación de la imaginación para dar coherencia a las percepciones que tenemos. Finalmente, Hume también sostiene que la idea de Dios no tiene base en ninguna impresión, sino que es nuevamente producto de nuestra imaginación.

Escepticismo y Ética en Hume

Escepticismo moderado y crítica a la metafísica: El escepticismo de Hume sostiene que, dado que no podemos conocer las sustancias ni las causas, debemos ser escépticos respecto a la capacidad de la mente humana para alcanzar certezas absolutas. Rechaza la metafísica, ya que su objeto de estudio, como la sustancia material, espiritual o divina, no puede ser conocido. Para Hume, no existen verdades absolutas, sino verdades probables y cambiantes, lo que nos lleva a adoptar una actitud de humildad y tolerancia al compartir y desarrollar nuestros conocimientos

El problema de la ética: Hume puede ser considerado un continuador del hedonismo, un pionero del utilitarismo y un defensor del emotivismo en ética: Hedonismo: Hume coincide con quienes afirman que el fin más deseado por los seres humanos es la obtención de sensaciones placenteras. Utilitarismo: Hume también puede verse como precursor del utilitarismo, ya que considera que lo bueno es lo que resulta útil tanto para el individuo como para la sociedad. En este contexto, la utilidad es el criterio para determinar qué acciones son moralmente correctas, y resalta la importancia de la obediencia y la justicia para garantizar la estabilidad social. Su visión de la utilidad no es individualista, sino colectiva, pues cree que nadie puede ser completamente feliz mientras sus semejantes sufran. Emotivismo: Hume es un ético emotivista en tanto sostiene que las acciones morales son impulsadas por los sentimientos y no por la razón. A lo largo de su obra, subraya que las emociones, y no la razón, son las que motivan las decisiones morales.

Hume responde a la posible preocupación sobre el desacuerdo general en la moral al señalar que, aunque cada individuo se guía por sus sentimientos, en cuestiones trascendentales como el asesinato, la violación, la tortura, el heroísmo, la ayuda humanitaria o la compasión, todos los seres humanos tienden a desarrollar sentimientos similares. Por lo tanto, no espera un desacuerdo general sobre lo que es bueno o malo en estas situaciones, ya que existe una tendencia universal en las emociones y juicios morales.

Respecto a las virtudes, Hume rechaza las virtudes monásticas tradicionales (como el celibato, la penitencia y la humildad) y las sustituye por un conjunto de virtudes más relacionadas con la vida cotidiana y la convivencia social. Entre estas virtudes destacan la prudencia, la integridad, la habilidad en las relaciones interpersonales y un espíritu jovial. Hume, considerado el fundador de la ética alegre, argumenta que durante siglos hemos cometido un error al priorizar virtudes ascéticas, y que es hora de reconocer el verdadero camino hacia la felicidad, basado en una ética más práctica y humana.

Crítica a la Religión

Religión: Hume, como ilustrado, participa activamente en la crítica a la religión, y es aquí donde escribió sus páginas más brillantes. Esta crítica tiene una doble vertiente: en el intento de una fundamentación racional de la creencia en Dios, por un lado, y en el esclarecimiento del origen del sentimiento religioso en la naturaleza humana, por otro.

Crítica de las pruebas de la existencia de Dios: En sus Diálogos sobre religión natural, Hume critica las pruebas tradicionales de la existencia de Dios. En primer lugar, rechaza las pruebas a priori, como el argumento ontológico, afirmando que la existencia de Dios es una cuestión de hecho, y que «la idea de existencia» es idéntica a la de lo concebido como existente. Además, cuestiona las pruebas a posteriori, como la prueba del designio, que los deístas e ilustrados usan para argumentar la existencia de Dios a partir del orden del universo. Hume señala que no tenemos experiencia directa de la creación del mundo y que la analogía entre las obras humanas y las divinas es muy débil, lo que hace que esta forma de razonamiento sea precaria.

En cuanto a los milagros, Hume también es escéptico. A pesar de admitir que los milagros son posibles, en su Investigación sobre el entendimiento humano concluye que «ningún testimonio humano» es lo suficientemente fuerte para probar un milagro de manera convincente. Esta postura refuerza su escepticismo general frente a la justificación teórica de la religión.

Hume también aborda el problema del mal en su obra De la libertad y de la necesidad, y en los Diálogos afirma que la existencia del mal es incompatible con un Dios personal y perfectamente bueno. Según él, el mal plantea una contradicción con la idea de un Dios lleno de perfección. En conjunto, el análisis de Hume sugiere que no es posible justificar racionalmente la creencia religiosa, rechazando así toda fundamentación teórica de la religión.

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