Descartes, Hume y Kant: Realidad, Conocimiento y Ética

Descartes: Realidad, Conocimiento y Dios

Descartes (siglo XVII), fundador de la Filosofía Moderna y principal pensador del racionalismo, escuela filosófica que considera la razón como única fuente de conocimiento verdadero. Para Descartes, lo fundamental es buscar un conocimiento cierto y seguro, sin ningún tipo de duda. Su prioridad es buscar un método que nos ayude a razonar. Este método debe ser compatible con la forma de pensar de la Razón humana, pues si no sería inútil. Lo que hace es analizar la forma de actuar de la propia Razón. En la razón, que es la misma para todos los hombres, se distinguen dos modos de conocimiento seguros: la intuición, conocimiento de las ideas simples que surgen de la propia razón de forma clara y distinta, cuya verdad es evidente e indudable; y la deducción, que es conocimiento de una sucesión de intuiciones de las ideas simples y de las conexiones que la razón descubre entre ellas para llegar a verdades complejas, juicios o leyes. Por ello, el método deberá cumplir cuatro reglas que permitan desarrollar estos modos que nos lleven a un conocimiento seguro.

  1. La primera regla es la evidencia: aceptar como verdadero solo aquello que se muestra de forma clara y evidente.
  2. La segunda es el análisis: se dividen las ideas complejas hasta llegar a las ideas simples y evidentes para que puedan ser intuidas.
  3. La tercera es la síntesis: busca desde lo ya intuido construir las verdades complejas.
  4. La cuarta es la enumeración: por la que al final se deben revisar los pasos anteriores para estar seguros de su correcta aplicación.

Descartes aplicará este método para buscar una verdad indudable y llegar así a una metafísica cierta y segura. Para encontrar esta verdad evidente, utiliza la duda metódica: a través de un proceso de duda se buscará llegar hasta aquello que resulte evidente e indudable.

  1. Primera duda: duda del conocimiento que proviene de los sentidos, ya que pueden engañarnos.
  2. Segunda duda: duda de la existencia de la realidad extramental, ya que resulta imposible distinguir la vigilia del sueño.
  3. Tercera duda: duda del conocimiento que proviene de la razón, de las ideas de la razón o de los razonamientos, pues se puede suponer la existencia de un genio maligno que nos lleva hacia el error cuando creemos estar en lo cierto.

Descartes dice que no podemos dudar que dudamos, mientras pensamos no podemos dudar que estamos pensando y, por lo tanto, que existimos. La primera intuición de una verdad indudable es pienso, luego existo (cogito ergo sum). Y si existo lo hago como un yo pensante, un cogito, afirmando la existencia de la sustancia pensante (el cogito) como primera verdad indudable. Descartes partirá del cogito, la primera verdad indudable, para construir una metafísica cierta. El cogito piensa ideas que pueden dividirse hipotéticamente en tres tipos: adventicias, aquellas que parecen provenir del exterior; facticias, aquellas que construye la mente a partir de otras ideas; e innatas, aquellas que la razón tiene en sí misma y no son ni adventicias ni facticias. Entre las ideas innatas se encuentra la idea de Infinito, que Descartes identifica con la idea de Dios. Según Descartes, la idea de Infinito (Dios) que existe en nuestra mente no es adventicia, pues no puede proceder del exterior, ni facticia, pues no puede ser producida por la mente, así pues deberá ser innata. Descartes aplicará a continuación el principio de causalidad sobre la idea de infinito para demostrar la existencia de Dios. Descartes afirma que toda idea tiene una realidad objetiva dada, sus características y propiedades, y que su causa debe tener realidad formal, existencia real, y una realidad objetiva igual o mayor a la realidad objetiva de la idea causada. La idea de infinito (Dios) no puede haber tenido como causa a un ser finito, pues no habría proporción entre la causa, lo que ha originado la idea de infinito en el cogito, y el efecto, la idea de infinito que incluye entre sus cualidades las máximas perfecciones.

Por tanto, esa idea de infinito tiene que ser causada por un ser a su vez infinito y perfecto. Por ello, concluye con la afirmación de que Dios existe pues es la causa necesaria de nuestra idea de Dios o de infinito. Además de esta demostración, Descartes afirmará una variante del argumento ontológico según la cual el propio concepto de Dios al implicar su perfección necesariamente conlleva su existencia pues si no sería imperfecto. Igualmente, defenderá que Dios debe existir por la necesidad de una primera causa para el cogito que sea, a su vez, incausada. El Dios afirmado por Descartes, la sustancia infinita, es infinito, omnisciente, perfecto y bueno. Así, Dios, tras haber demostrado su existencia, es la garantía, el fundamento, de que a las ideas sobre el mundo exterior les corresponde una realidad extramental, pues Dios es bueno y no nos engaña. Por tanto, ya no podemos dudar de la existencia de la realidad extramental. Esta sustancia extensa es concebida como si fuera una máquina y será explicada a través del mecanicismo, según el cual todo movimiento de la materia está determinado por las leyes físicas que la afectan. Para Descartes existen así tres sustancias: el cogito, la sustancia pensante, Dios, la sustancia infinita, y la realidad exterior, la sustancia extensa. Descartes definirá “sustancia” como todo aquello que existe independientemente de cualquier otro ser, por ello sólo Dios sería sustancia en sentido estricto pues es el único que no necesita una causa ajena a sí mismo para existir al ser necesario. Sin embargo, como la extensa (la realidad exterior) y la pensante (el cogito) son independientes entre ellas también pueden ser consideradas sustancias.

Ser Humano y Moral: Antropología y Ética

Descartes afirmará un dualismo según el cual alma, el cogito, y cuerpo, la sustancia extensa, mantienen una lucha permanente siendo dos sustancias diferentes. La relación entre estas dos sustancias se da a través de la glándula pineal, haciendo posible al alma gobernar el cuerpo a través de dicha conexión. El ser humano es propiamente la sustancia pensante, el cogito, independiente de la sustancia extensa (que es su cuerpo físico). El cuerpo, como toda la realidad física, actúa como una máquina, tal y como defiende el mecanicismo, y no puede comportarse de forma libre. Sin embargo, el alma (el cogito), que es inmortal, actúa de forma libre y debe gobernar a esa misma máquina. Con el desarrollo de la perfección del alma se consigue la felicidad. Descartes identifica el desarrollo de la perfección del alma con el desarrollo de la libertad. La libertad se consigue con el dominio y guía de los deseos y pasiones que surgen del cuerpo, cuando el sujeto no se encuentra dominado por la sustancia extensa sino que gobierna en él su cogito siendo, por tanto, auténticamente libre. La libertad es así concebida como la realización por la voluntad de lo que propone el entendimiento como bueno y verdadero. Descartes no construirá un sistema ético completo sino que defenderá una moral provisional. Como resultado de la duda como método, y mientras se construye una ética indudable y cierta, los seres humanos deberán de forma moderada para actuar moralmente, y de acuerdo a las costumbres y leyes de los distintos lugares. Así, con esta moderación el error no será nunca absoluto mientras se busca, de ahí que sea una moral provisional, esa ética cierta que se debe establecer en aplicación del método del conocimiento propio de la razón.

Hume: Realidad y Conocimiento

Hume, el autor más importante de la escuela del Empirismo, afirma que todo nuestro conocimiento procede de la experiencia. Hume niega la existencia de las ideas innatas en la razón anteriores a la experiencia, y considera que nuestro entendimiento es al nacer como una página en blanco en la que nada hay escrito. Dos elementos en la razón: las impresiones, representaciones mentales simples de las percepciones recibidas por la sensibilidad; y las ideas, representaciones o copias de las impresiones (pasadas) en la mente, son menos vivas y proceden siempre de una impresión. Afirmará dos modos de conocimiento racional:

  1. Conocimiento de relaciones entre las ideas, o razonamiento a priori, que no trata sobre la realidad sino sobre la estructura del razonamiento (matemática y lógica). Ofrece proposiciones analíticas, lo que afirma el predicado está implícito en la definición del sujeto y no nos dan nueva información sobre la realidad, y su verdad se conoce a priori, no es necesario recurrir a la experiencia ya que es determinada por la razón misma.
  2. Conocimiento de cuestiones de hecho, o razonamiento a posteriori, que trata sobre la realidad. Ofrece proposiciones, donde lo que afirma el predicado no está implícito en la definición del sujeto, y por tanto afirman algo nuevo sobre la realidad extendiendo nuestro conocimiento sobre ésta. Además, su verdad se descubre a posteriori, pues se necesita recurrir a la experiencia para confirmar si lo afirmado es verdadero o falso.

Según Hume, todo conocimiento sobre la realidad proviene de un razonamiento a posteriori, cuyo criterio de verdad es la experiencia, es decir, para saber si una idea es verdadera o falsa es necesario recurrir a la impresión correspondiente. Hume critica el principio de causalidad (afirma que todo ser o suceso es producto de una causa anterior de la que es efecto y que siempre que se produzca la causa necesariamente se dará el efecto). Lo analiza aplicando el criterio de verdad de todo razonamiento a posteriori, la necesidad de la experiencia.

Concluirá que el principio de causalidad no se puede afirmar pues no podemos tener impresión de una conexión universal y necesaria entre causa y efecto, al no ser capaces de percibir que algo ocurrirá siempre, por lo que no podremos nunca afirmarlo con absoluta certeza. Según Hume, la relación universal y necesaria entre causa y efecto la afirmamos basados en la experiencia de haber percibido de forma habitual en el pasado un acontecimiento detrás de otro, y por ello suponemos que lo sucedido en el pasado se repetirá en el futuro y que objetos semejantes tendrán efectos semejantes. Afirma que el principio de causalidad es sólo una suposición o creencia basada en el hábito y la costumbre de haber tenido impresión en el pasado de dos acontecimientos distintos que se suceden consecutivamente. Sostiene que la verdad de toda ley de la naturaleza es sólo probable. Aunque Hume acepta la utilidad de estas creencias para la vida y por ello afirma la utilidad de la ciencia para la humanidad. Hume, tras su crítica al principio de causalidad, también criticará la afirmación de las tres sustancias cartesianas (el Yo, la Realidad Exterior y Dios) y asegurará que es imposible conocer su existencia defendiendo así el escepticismo, según el cual no hay certeza sobre ningún conocimiento de la realidad. www.lalechuzademinerva.es Hume negará la afirmación de la existencia del “yo” entendido como una identidad permanente y estable, una sustancia o esencia, pues es imposible tener una impresión (o intuición) permanente y estable del propio yo. Así, nuestro Yo no es más que la sucesión de las impresiones acaecidas en nuestra mente que nuestra memoria recuerda y que unificamos ilícitamente. El yo por tanto es un hecho psicológico producido por la memoria y no algo sustancial. También afirmará que no podemos saber con seguridad si existe la realidad extramental basándose en su crítica al principio de causalidad.

No es posible afirmar sin duda que nuestras impresiones procedan de algo exterior a nuestra propia mente al no poder aplicar la relación causa-efecto, de manera que no podremos asegurar que exista una realidad externa a nosotros. Igualmente, señalará que tampoco podemos afirmar la existencia de Dios pues es imposible tener experiencia de él (recurrir a la impresión correspondiente) y porque todas las demostraciones de su existencia presentadas por los filósofos se basaron en la aplicación del principio de causalidad que Hume mismo ha demostrado falso. Hume finalmente, en su desarrollo radical del empirismo, terminará estableciendo el escepticismo, afirma imposible demostrar la existencia del mundo, del yo y de Dios, y el fenomenismo, pues sólo es posible conocer las impresiones como hechos mentales.

Moral o la Ética

Hume realizará una crítica de todas las teorías éticas presentadas por los filósofos anteriores a él que basan la moral en la razón. Afirma que nuestros juicios morales no son producto de la razón pues no proceden de ninguno de los tipos de conocimiento racional. Las afirmaciones de la moral no son el resultado del conocimiento de relaciones entre ideas (razonamiento a priori), pues los juicios morales no son analíticos a priori. Pero, tampoco son el resultado del conocimiento de cuestiones de hechos (razonamiento a posteriori) ya que no describen una realidad sino que la juzgan como buena o mala produciendo así un juicio de valor del que es imposible tener impresión. Además, añade Hume que si bien la razón puede ayudarnos a clarificar la utilidad de las acciones humanas no puede impulsarnos o motivarnos a realizarlas. Así, según Hume, la moral no se fundamenta en nuestra razón.

Hume defenderá el emotivismo moral según el cual el fundamento de la moral está en el sentimiento moral que surge del interior del individuo.

Este sentimiento moral se presenta como una emoción o “gusto” interior que brota del sujeto, desde su propia esencia o naturaleza, y que expresa agrado o desagrado ante las acciones. Esta emoción moral es universal y común a todas las personas debido a la universalidad de la naturaleza humana. Este sentimiento moral se basa en dos principios: la utilidad y la simpatía. La utilidad depende de la expectativa del placer que una acción puede ocasionar. Así, aquellas acciones que más placer podamos prever que van a procurar las tenderemos a calificar como buenas. Por ello, una parte de la calificación moral de las acciones se basará en criterios pragmáticos. En segundo lugar, está la simpatía, que Hume define como la inclinación que todos los seres humanos poseen a participar de los sentimientos y de las inclinaciones de los otros seres humanos y que nos lleva a obrar moralmente buscando la felicidad del otro. De esta forma, la moral humana no es ni resultado de un frío cálculo racional ni tampoco de un puro sentimiento, sino que ambos factores se interrelacionan. Esta mutua relación garantiza que el sentimiento moral no sea individual ni egoísta y que la moral no sea meramente convencional, sino que se constituya desde un sentimiento moral característico de la propia humanidad y su naturaleza siendo, por tanto, universal.

Kant: Realidad y el Conocimiento

Según Kant, dado el antagonismo surgido entre el Racionalismo y el Empirismo es necesario hacer una crítica de la Razón y contestar definitivamente a la pregunta qué puedo conocer. Propone hacer un estudio y análisis de la Razón Pura, de nuestra capacidad de conocer, en su obra Crítica de la Razón Pura. Para responder a esta pregunta se cuestionará primero cómo es posible la ciencia pues para Kant éste es un conocimiento seguro y a partir de él podremos establecer qué condiciones debe tener cualquier otro conocimiento que quiera también ser cierto. Las condiciones que hacen posible los juicios científicos son dos: empíricas (de experiencia, particulares y concretas de cada ciencia) y trascendentales o a priori (anteriores a la experiencia y universales de la razón y, por tanto, necesarias para todas las ciencias), siendo las segundas las que deberemos estudiar. A su vez, clasificará todos los posibles tipos de juicios para analizar cuáles son aquellos que se emplean en la ciencia y conocer cómo son posibles. En cuanto a si nos dan una nueva información y extienden nuestro conocimiento los juicios pueden ser analíticos (el predicado está comprendido en el sujeto y no son extensivos) o sintéticos (son extensivos, amplían nuestro conocimiento). Si hace falta la experiencia para conocer su verdad, los juicios serán o a priori (su verdad se conoce sin recurrir a la experiencia, es universal y necesaria) o a posteriori (su verdad depende de la experiencia, no es universal ni necesaria). Para Kant, los juicios científicos serán los juicios sintéticos a priori, que son extensivos, dan un nuevo conocimiento, pero su verdad no depende de la experiencia y por tanto son universales y necesarios. Por ello, estudiará cuáles son las condiciones trascendentales de la razón que posibilitan la realización de dichos juicios y para ello analizará las tres facultades de la Razón: Sensibilidad, Entendimiento y Razón.

En primer lugar, Kant estudia la sensibilidad y el fundamento de los juicios de las matemáticas (en la “Estética Trascendental”). La sensibilidad es la capacidad de percibir de forma pasiva. Sus condiciones trascendentales (que la hacen posible) son las intuiciones puras: el espacio y el tiempo que pertenecen a la Razón y no a la realidad. Al percibir el sujeto aplica estas intuiciones puras de forma espontánea, creando así el fenómeno, que es lo percibido y no la cosa en sí. De esta manera se da, según Kant, el giro copernicano en el conocimiento pues es el objeto el que para ser conocido debe adaptarse a las condiciones de la propia razón del sujeto. Las intuiciones puras además posibilitan los juicios sintéticos a priori en las Matemáticas, el espacio posibilita la geometría y el tiempo la aritmética, por lo que son universales. En segundo lugar estudia el entendimiento y el fundamento de los juicios de la física (en la “Analítica Trascendental”). El entendimiento es la capacidad de pensar lo percibido de forma activa. Las condiciones trascendentales que hacen posible comprender lo percibido mediante el entendimiento son los conceptos puros o categorías del entendimiento (vacías de contenido empírico) y que se deben siempre aplicar a lo percibido por la sensibilidad, a los fenómenos de la experiencia, para poder comprenderlos. Las categorías posibilitan los juicios sintéticos a priori en la física y por eso son universales. Kant distingue entre el fenómeno, lo que percibimos y comprendemos aplicando las intuiciones puras y las categorías, y el noúmeno, la cosa en sí de la que no tenemos experiencia y que no puede ser conocida y solamente puede ser pensada por nuestra razón. Así, toda la realidad, incluido el ser humano, tiene un ámbito fenoménico, lo que percibimos, y otro nouménico, lo que es realmente, la cosa en sí. La ciencia, el conocimiento seguro, sólo puede conocer los fenómenos pues el noúmeno es incognoscible y sólo puede ser pensado.

La filosofía kantiana se llama por eso Idealismo Trascendental pues lo que conocemos no son las cosas reales, sino ideas o fenómenos construidos a partir de los elementos a priori de la razón (intuiciones y categorías). Finalmente, Kant estudia la razón y si la Metafísica es posible como ciencia (en la “Dialéctica trascendental”). La razón es la capacidad de unificar los juicios del entendimiento haciendo teorías cada vez más generales. Así surge la Metafísica que busca estudiar y conocer las realidades que están más allá de la experiencia, en el ámbito nouménico, los trascendentes Dios, Alma y Mundo como totalidad. Para ello la razón aplica las intuiciones de la sensibilidad y las categorías del entendimiento sobre objetos que no son de experiencia, directamente sobre el noúmeno, y por lo tanto su conocimiento es ilegítimo y lleva siempre a contradicciones. Sin embargo, Kant reconoce que es una tendencia propia de la Razón la búsqueda de un saber incondicionado que no esté limitado por la experiencia, y por ello no puede dejar de preguntarse por estos problemas. Las ideas metafísicas de Dios, alma y mundo como totalidad expresan el ideal de la razón, el deseo del conocimiento absoluto que es inalcanzable, pero gracias al cual es posible el progreso en el conocimiento científico.

Moral o la Ética

Kant trata el tema de la moral respondiendo a las preguntas qué debo hacer en su obra Crítica de la Razón Práctica. Comenzará haciendo una distinción entre dos tipos de sistemas éticos en general: las éticas materiales y la ética formal. Kant criticará a las éticas materiales ya que son empíricas (a posteriori), establecen una finalidad o Bien basándose en la experiencia; sus preceptos o normas son hipotéticos, dependen del fin establecido; y mantienen una moral heterónoma, donde la norma no surge de la propia razón sino que es determinada por algo exterior al sujeto (dios o la naturaleza humana).

Frente a ellas, Kant defenderá la ética formal, vacía de contenido empírico lo moral no depende de ninguna finalidad, es a priori y universal, ya que el valor moral de una acción no se determina por la experiencia; sus preceptos son categóricos, su cumplimiento es obligado sin esperar conseguir ningún fin; y es una moral autónoma, determinada por la propia razón a priori del sujeto. Según Kant, la ética debe fundamentarse en el deber que establece la conciencia o razón de los hombres de forma a priori y universal. La realización del deber por el puro deber, por respeto a la propia razón, supone la buena voluntad. Una acción es moral solo si se realiza por buena voluntad. No son acciones morales por tanto las conformes al deber, que realizan el deber pero no solo por buena voluntad sino para conseguir algo, ni por supuesto las contrarias al deber. Así, el bien moral, la virtud, es cumplir el deber que establece mi razón por respeto a la misma. El imperativo categórico expresa la forma, el modo o protocolo que debemos seguir para establecer la norma moral (el precepto o máxima) que guie la acción para poder estar así seguros que nuestra acción es moral y que realiza efectivamente el deber establecido por la razón. Es imperativo porque se expresa como una orden y es categórico porque representa la obligación moral de realizarlo sin condición ninguna, solo porque así lo establece nuestra razón. Kant ofrece varias formulaciones del Imperativo categórico de las que destacan dos: hay que obrar siempre según una norma que pueda desearse se impusiera como ley universal obligatoria; y hay obrar siempre según una norma que asegure el trato de todo ser racional como un fin en sí mismo y nunca se utilice a ningún ser humano solo como un medio para nuestros fines egoístas. Cumpliendo el imperativo categórico, según Kant, se conseguiría construir el Reino de los Fines, una sociedad ideal donde cada persona sería siempre tratada como un fin y no como un medio.

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