Racionalismo: Descartes y sus Fundamentos
Características Generales del Racionalismo
El racionalismo se define como aquella posición filosófica que prioriza el uso de la razón sobre otras instancias como la fe, la autoridad o la experiencia. Un racionalista considera la razón como el fundamento, principio y guía supremos en diversos ámbitos. Es importante destacar que se puede ser racionalista en relación con ciertos temas y no serlo en otros.
En la historia de la filosofía, el término «racionalismo» se utiliza para designar una forma de fundamentar el conocimiento, una teoría que considera el papel de la experiencia como irrelevante o secundario.
En un sentido más concreto, el racionalismo se refiere a la corriente filosófica de la Edad Moderna que se inicia con Descartes y se opone al empirismo.
Preocupación Metodológica y Epistemológica Prioritaria
Los filósofos modernos tienden a pensar que a lo largo de los siglos, los seres humanos han acumulado conocimientos mezclados con creencias no demostradas. Leibniz defendía la idea de una characteristica universalis –un lenguaje conceptual universal artificial– dotado de un calculus ratiocinator o procedimiento de cálculo capaz de evitar toda duda filosófica, similar a cómo una calculadora moderna elimina la incertidumbre en cálculos aritméticos. Sin embargo, el Discurso del método de Descartes es aún más famoso e influyente. Descartes decidió leer en “el gran libro del mundo” y rechazar todo conocimiento que no pudiera comprobar por sí mismo con un método apropiado. La matemática, con su método eficaz desde tiempos de Euclides, se presentaba como una ciencia segura y fundamental.
El principio metodológico fundamental de Descartes es la duda: no la duda escéptica, sino una duda metodológica, un intento de hallar la verdad suponiendo todo falso al principio, no dando nada por sentado y sometiendo todo a la razón para ver si subsiste alguna verdad segura.
Las cuatro reglas del método cartesiano son:
- No admitir cosa alguna como verdadera si no se sabe con evidencia que lo es; es decir, evitar la precipitación y la prevención; y no comprender en los juicios nada más que lo que se presente tan clara y distintamente que no haya ocasión para ponerlo en duda.
- Dividir cada una de las dificultades que se examinen en tantas partes como sea posible y como se requiera para resolverlas mejor.
- Conducir por orden los pensamientos, comenzando por los objetos más simples y más fáciles de conocer, para ascender poco a poco, como por grados, hasta el conocimiento de los más complejos.
- Realizar en todo enumeraciones tan completas y revisiones tan generales que se esté seguro de no omitir nada.
La principal de estas reglas es la de la evidencia, que se basa en la claridad y distinción.
Optimismo Gnoseológico y Metafísico
Para Descartes y los racionalistas, la verdad y la certeza son lo mismo: la razón es infalible por sí misma, sin los límites que le atribuían los teólogos medievales. El error, según Descartes, ocurre cuando la voluntad sobrepasa al razonamiento, cuando no se dedica el tiempo necesario para analizar racionalmente una cuestión.
Deductivismo
El racionalismo se caracteriza por la convicción de que el conocimiento puede ser construido deductivamente a partir de primeros principios evidentes. Descartes se propone encontrar al menos una verdad incontrovertible y deducir todas las demás verdades a partir de ella, fundamentando así el conocimiento de manera definitiva. Las cuatro reglas mencionadas son suficientes para cualquier rama del conocimiento. Sin embargo, en la metafísica o filosofía primera, Descartes introduce precauciones metodológicas adicionales para fortalecer la duda, hasta el punto de denominarla duda hiperbólica.
- Dudar de las “verdades” transmitidas por la tradición o amparadas en la autoridad, que eran la norma en la Edad Media.
- Dudar de lo que reportan los sentidos. El papel secundario o irrelevante de la experiencia es un rasgo fundamental del racionalismo: Leibniz los considera únicamente como una ocasión para que se actualicen o manifiesten las ideas innatas, y Descartes simplemente los desecha como fuente del conocimiento.
- Dudar incluso de los pensamientos en general, porque su certeza no es absoluta. Resulta imposible distinguir la vigilia del sueño, y en los sueños suceden cosas inverosímiles que no se ven como tales hasta que despertamos. Descartes propone la hipótesis del genio maligno:
«Supondré que cierto genio o espíritu maligno, no menos astuto y burlador que poderoso, ha puesto su industria toda en engañarme; pensaré que el cielo, el aire, la tierra, los colores,… y todas las demás cosas exteriores no son sino ilusiones y engaños de que hace uso; creeré que sin tener sentidos, doy falsamente crédito a todas esas cosas; permaneceré obstinadamente adicto a ese pensamiento, y, si por tales medios no llego a poder conocer una verdad, por lo menos en mi mano está el suspender el juicio.»
Cogito, ergo sum; pienso, luego existo. Aunque me engañe o me equivoque acerca de todo, no hay duda de que existo. El mero hecho de la duda exige la existencia de una cosa pensante, de una res cogitans.
Partiendo de la duda absoluta, se descubre una verdad absoluta. Se trata de deducir todas las demás verdades a partir de aquí, ayudados por las reglas del método. En la res cogitans hay tres tipos de ideas: las ideas innatas, que parecen haber nacido conmigo; las ideas adventicias, que parecen provenir de alguna fuente externa; y las ideas facticias, que son producto de la actividad misma de la mente. La idea de Dios como ser infinito es esencial para el racionalismo. El reconocimiento de la existencia e importancia filosófica de Dios es otra característica clave. Descartes recurre al argumento ontológico: a la esencia, al concepto de Dios pertenece su existencia de la misma forma que al de triángulo le pertenece la de que sus ángulos sumen dos rectos.
De modo que existe la res perfectissima, el ser absolutamente perfecto. Como es perfecto, argumenta Descartes, no puede permitir que mi mente se engañe cuando utiliza bien su razón: debe existir también una res extensa o materia.
Mecanicismo
El mecanicismo es una doctrina filosófica que explica la realidad a partir de la causalidad eficiente, sin referencia a ningún fin o propósito. Generalmente, intenta explicar la realidad en términos de materia en movimiento. Dos elementos característicos del mecanicismo moderno son:
- Distinción entre cualidades primarias y cualidades secundarias: las cualidades secundarias son subjetivas, efectos de combinaciones de materia sobre nuestras mentes. Las cualidades primarias son objetivas, rasgos que realmente poseen las cosas.
- Rechazo de la causalidad final: las explicaciones aristotélicas del mundo natural consideraban imprescindible la referencia a la causalidad eficiente, la causalidad final y la causa formal. Las explicaciones mecanicistas rechazan la causa final, y de la causa formal, sólo aceptan las formas matemáticas.
El mecanicismo es propio de la filosofía moderna en general, pero tiene mayor afinidad con el racionalismo. Descartes aceptó el mecanicismo respecto del mundo físico o res extensa. Otro elemento importante del mecanicismo cartesiano se refiere a su concepción de los animales y las plantas como máquinas. En el hombre hay que distinguir aquella conducta que depende exclusivamente del cuerpo y que puede explicarse mecánicamente, de aquella conducta que depende de nuestra mente y que nunca podrá explicarse en términos de materia en movimiento.
Sustancialismo
Todo el racionalismo defiende la existencia objetiva de las tres sustancias mencionadas: espíritu, materia y Dios, aunque, por definición, la sustancia permanece fuera del alcance de los sentidos. Precisamente por esta razón, los empiristas someterán a crítica creciente la misma noción de sustancia.
Relación Alma/Cuerpo
El segundo problema esencial del proyecto cartesiano es el de las relaciones entre el alma y el cuerpo, o entre la mente y el cerebro. Las dos sustancias –pensamiento y extensión– son radicalmente distintas, pero parecen coordinarse admirablemente en el caso del ser humano. Descartes pensó que una parte del cerebro es la sede corporal del alma. Otros racionalistas también se dieron cuenta de la dificultad y ensayaron sus soluciones.
Cierta Preferencia por la Teoría Sobre la Praxis
En general, los racionalistas se sienten más a gusto en temas metafísicos y gnoseológicos que en asuntos éticos o políticos, al contrario que el empirismo.