Ética Platónica: El Intelectualismo Moral
Introducción
El pensamiento ético de Platón (427 – 347 a.C.) se deduce de su antropología, es decir, de su concepción del hombre. No existe una obra de Platón dedicada exclusivamente a este tema. Su ética se extrae de su filosofía, que se encuentra repartida de forma no sistemática en sus escritos. Sus diálogos abordan diversos temas en forma literaria, pero es posible apreciar el fondo de su pensamiento.
La Dualidad Humana: Cuerpo y Alma
Para Platón, el hombre está compuesto de dos sustancias: el cuerpo y el alma. Estas dos sustancias son tan distintas como la materia y el espíritu, y su unión resulta insólita debido a su naturaleza diferente. Uno de los dos prevalecerá sobre el otro. Si el cuerpo domina, ahoga el espíritu; si el espíritu domina, debe someter al cuerpo, como un jinete sujeta a su caballo, como sugiere el mito del auriga. Para Platón, el cuerpo es la cárcel del alma, mientras que esta es espiritual e inmortal, y el cuerpo es material y compuesto. La muerte es la separación de ambas sustancias; el cuerpo se descompone, mientras que el alma escapa hacia otra vida superior. En esto, Platón sigue a su maestro Sócrates. La vida moral consiste en el esfuerzo del hombre por liberarse de la esclavitud material del cuerpo y ascender, con la inteligencia, al mundo de las Ideas, mundo espiritual familiar al alma. Platón se declara contrario al hedonismo, ya que satisfacer al cuerpo y sus pasiones impide al alma elevarse hacia su propio mundo, el de las Ideas. La virtud se entiende como purificación, como combate del alma contra el cuerpo, donde lo espiritual debe imponerse a lo material. El alma desea la verdad, que se encuentra en el mundo de las Ideas, pero el cuerpo tiene necesidades materiales inevitables. Para Platón, la falta de virtud se identifica con la ignorancia.
Las Virtudes Cardinales en *La República*
En *La República*, Platón habla de las virtudes principales que se relacionan con las distintas partes del alma: racional, irascible y apetitiva. La prudencia racional indica lo que debe hacerse, pero se necesita fortaleza y templanza para llevarlo a cabo. El ejercicio constante de estas virtudes hace al hombre y a la ciudad felices. Si los hombres consiguen la virtud y la felicidad individualmente, también la ciudad, la *polis*, lo será. La justicia, virtud social, consiste en dar a cada uno lo suyo, lo que significa que cada miembro de la ciudad cumpla su papel y no se altere el orden que Platón considera natural: el gobernante deberá gobernar prudentemente, el guardián cumplirá con moderada fortaleza las órdenes del filósofo gobernante, y el pueblo llano mantendrá su vida con templanza, es decir, con moderación de los placeres sensibles. Si el orden se invierte, por ejemplo, si un guardián quisiera gobernar, no lo haría con prudencia y gobernaría mal. Mucho menos si gobernara alguien del pueblo llano, puesto que no conoce la Idea de Bien y no está capacitado para saber qué es lo que más conviene hacer en la práctica. Según Platón, la política va ligada a la ética, lo que significa que el estado ha de organizar las cosas para que la educación selectiva ponga a cada uno en el lugar que le corresponde, según el nivel de conocimiento que alcance. Si el intelectualismo ético es verdadero, el filósofo gobernará teóricamente bien, pues conoce la verdad de la Idea de Bien. Para Platón, solo es filósofo el que conoce la Idea de Bien.
El Intelectualismo Ético
El intelectualismo ético consiste en la convicción de que para hacer el bien hay que saber lo que este es. Según esta teoría ética, el que sabe lo que es el bien, lo hace necesariamente. Y al revés, si no se hace el bien es que no se percibe lo que significa, es decir, no se hace uno cargo de lo que el bien supone. Los que discuten este principio argumentan que, en la práctica, los hombres, aun sabiendo lo que tenemos que hacer, sin embargo, no lo hacemos, y asocian de ahí que por eso somos libres, y que en eso consiste la libertad. La cuestión no es sencilla. Da la impresión de que la historia se desarrolla inconscientemente contando con ese intelectualismo ético, cuando tanto se han esforzado los hombres en la educación de las generaciones, una tras otra. Los Ministerios de Educación de todos los países buscan la mejora en la enseñanza confiando en que si los niños y jóvenes aprenden más, serán mejores y la sociedad avanzará en todos los sentidos. Cuestión distinta será el contenido de los conocimientos más convenientes, pero todos parecen estar de acuerdo en que saber más es condición necesaria para ser mejores. Por vía negativa y con otro ejemplo se puede llegar a la misma conclusión: en los establecimientos penitenciarios se busca que los internos se formen, adquieran conocimientos prácticos y se eduquen en valores para que no vuelvan a delinquir, es decir, para que sean mejores. Y también por vía estadística se puede comprobar que entre los internos de las cárceles abundan los que poseen una educación deficiente o muy escasa. Así pues, la conclusión lógica del intelectualismo ético es que los «ignorantes» hacen el mal, porque no saben lo que es «bueno». Y la propuesta social que pretenden es mejorar el conocimiento a través de la mejora en la calidad de la educación, manteniendo que así mejora la sociedad necesariamente.
Críticas al Intelectualismo Moral
En conclusión, aunque el Estado platónico pueda ser visto como una dictadura totalitaria, el intelectualismo moral resulta bastante ingenuo e incluso determinista. Es ingenuo porque la experiencia diaria muestra que la mayoría de las personas que actúan incorrectamente, desde un punto de vista moral, lo hacen a sabiendas de lo que están haciendo. Es decir, hay quien tiene una moral dudosa porque quiere. Por otra parte, es determinista en el sentido en que el individuo, en realidad, no tiene libertad para actuar desde un punto de vista moral, pues tal y como piensan Sócrates y Platón, conocer el bien lleva necesariamente a hacer el bien.