Epistemología Kantiana: Conocimiento, Ciencia y Ética

La Epistemología Kantiana: Un Nuevo Paradigma

La epistemología kantiana representó un nuevo planteamiento ecléctico que integró algunas de las principales contribuciones del racionalismo y del empirismo. El «giro copernicano» no solo evidenció el papel fundamental de la razón, sino que también reconoció explícitamente su papel activo. El sujeto no es un simple receptor de impresiones, sino que aporta condiciones independientes del objeto. Una cosa es el qué se conoce (el objeto) y otra es el cómo se conoce (la forma de conocer del sujeto). Se trata de reglas formales que son a priori, es decir, que residen en el sujeto y no dependen del objeto de conocimiento.

Por ejemplo, si una persona no comprendiera el significado de una sonrisa, podría percibir a los demás como antipáticos, no porque realmente lo fueran, sino porque esa limitación provendría de su propia interpretación. La lectura de Hume convenció a Kant de que no es posible conocer nada que no sea captado a través de los sentidos. Todo conocimiento comienza con la experiencia, y no hay posibilidad de construir una ciencia que trascienda esta limitación empírica.

Los Componentes del Conocimiento

Se distinguen dos componentes fundamentales del conocimiento:

  • Elementos materiales: Aportados por el objeto.
  • Condiciones formales: Impuestas por el sujeto.

A su vez, estos componentes se manifiestan en dos niveles o fuentes de conocimiento:

  • Sensibilidad: Permite captar los estímulos del exterior. Es responsable de la formación de la experiencia y sintetiza las impresiones de los objetos externos y las condiciones formales del sujeto, que en este nivel son el espacio y el tiempo, intuiciones puras necesarias para la percepción. Son puras porque no provienen del exterior (no tenemos impresiones espacio-temporales, sino de objetos o eventos situados en el espacio y el tiempo). No podemos concebir objetos sin espacio ni eventos sin tiempo. El resultado de esta síntesis es el fenómeno.
  • Entendimiento: Conceptualiza el material aportado en el nivel anterior y le otorga significado. El fenómeno debe ser interpretado, ya que a nivel de sensibilidad no es más que un conjunto de impresiones. El entendimiento genera conceptos puros o categorías que se constituyen en formas de entender la experiencia. Que una afirmación sobre un hecho sea particular o universal no proviene de los sentidos, sino que es la razón la que interpreta ese hecho de una manera determinada. Esta síntesis posibilita la formación de los juicios que constituyen los principios científicos.

La Ciencia y los Juicios Sintéticos a priori

A Kant le surge una pregunta crucial: ¿Cómo se elabora la ciencia? Es evidente que el conocimiento científico posee una firmeza y seguridad que superan la creencia y el hábito propuestos por Hume. Los principios científicos son universales y necesarios, aunque se basen en la experiencia. ¿De dónde obtienen, entonces, la universalidad y la necesidad si la experiencia siempre es particular y contingente?

La respuesta reside en la racionalidad humana, que impone sus condiciones a priori a la ciencia, condiciones independientes de la experiencia. Tanto a nivel de sensibilidad como de entendimiento, el sujeto aporta elementos formales que convierten el conocimiento empírico en algo objetivo y real, y no solo en un conjunto de expectativas. Esta es la síntesis de elementos empíricos y racionales, que se plasma en los juicios que constituyen los principios de las ciencias. Todas las leyes científicas son proposiciones que relacionan conceptos.

Tipos de Juicios

Es necesario revisar la clasificación de los juicios:

  • Juicios analíticos a priori: (Relaciones de ideas en la terminología de Hume). El predicado es un análisis de lo que ya está contenido en el sujeto. Son siempre verdaderos, pues su negación sería contradictoria. Son a priori (independientes de la experiencia), típicos de las ciencias formales como la lógica y las matemáticas. Son universales y necesarios. Ejemplo: «El triángulo tiene tres ángulos».
  • Juicios sintéticos a posteriori: (Cuestiones de hecho en la terminología de Hume). El predicado es algo distinto del sujeto, por lo que el juicio representa una síntesis de dos ideas distintas; son extensivos. Su certeza depende de la comprobación empírica, que determina su contingencia (es así, pero podría ser de otra manera) y particularidad, pero no su necesidad. Son a posteriori por derivar de la experiencia y se encuentran en las ciencias naturales. Ejemplo: «Los españoles leen poco el periódico».

El problema radica en que la ciencia requiere juicios universales y necesarios como los analíticos, pero también necesita que amplíen el conocimiento, que sean sintéticos. Es decir, juicios sintéticos a priori, que expresen una relación empírica, pero que conecten sujeto y predicado de modo universal y necesario. Y estos juicios existen:

  • En las matemáticas: «7+5=12» es una síntesis, pues el sujeto solo implica suma de cantidades. El concepto de 12 no contiene la notación de que deba ser el resultado de 7+5. Esto es aún más evidente en «267-255=12».

La Ética Kantiana: La Razón Práctica y el Imperativo Categórico

Con la Dialéctica Trascendental, la Crítica de la Razón Pura concluye la imposibilidad de la metafísica como ciencia. Sin embargo, la personalidad humana no se limita al conocimiento; existen otros ámbitos, como la conciencia moral, que contiene principios tan claros y evidentes como los de la lógica y que pueden ser la base para la aprehensión de los objetos metafísicos.

Kant recupera el antiguo concepto de Razón Práctica, ya que los juicios que la componen se centran en la acción humana, y no en las cosas. Los hechos no son buenos ni malos en sí mismos, sino que lo es la intención o la voluntad del agente. La voluntad hace que toda acción se presente a la razón como un imperativo o mandato. Estos pueden ser de dos tipos:

  • Imperativos hipotéticos: El mandamiento está sujeto a una condición.
  • Imperativos categóricos: No están sujetos a ninguna condición, sino que tienen valor por sí mismos.

Kant afirma que la voluntad es plena y moralmente valiosa cuando se rige por imperativos categóricos y no hipotéticos (no matar porque se cree que no se debe matar, y no por temor al castigo). Se distingue entre forma y materia. Una cosa es la forma en la que se actúa, el porqué, y otra es el contenido concreto de dicha acción. Si se atiende a la forma, se puede considerar que matar es malo (porque se cree que no se debe matar), pero si se atiende a la materia, el juicio puede variar (no parece bien si afecta a un amigo, pero sí si concierne a un enemigo).

Kant propone una ética formal con valor universal: «Obra de manera que puedas querer que el motivo que te ha llevado a obrar sea una ley universal».

Autonomía de la Voluntad, Libertad e Inmortalidad del Alma

Kant postula la autonomía de la voluntad, lo que requiere el postulado de la libertad. Si la voluntad estuviera sujeta a la ley de la causalidad, por ejemplo, no tendría sentido condenar al criminal o venerar al santo. La libertad absoluta es la condición indispensable para hablar de valor moral. Se distingue un «yo» moral distinto del sujeto cognoscente. Se trata de un mundo inteligible diferente del mundo fenoménico. No es un mundo sujeto a intuiciones puras ni a categorías. Espacio y tiempo son formas aplicables a los fenómenos, pero no al «yo» moral, no al mundo de los valores y las creencias.

Por ello, se puede ubicar aquí el postulado de la inmortalidad del alma, en un plano donde no hay limitaciones espacio-temporales. El alma no es un fenómeno, es un ente metafísico que escapa a las condiciones de los objetos de conocimiento.

Dios como Síntesis Metafísica

El tercer postulado de la razón práctica es Dios. La conciencia moral del hombre percibe cómo la realidad fenoménica, el ser, se aleja de la realidad que el «yo» moral espera, lo que cree que debe ser. La historia muestra esta continua discrepancia, por lo que es plausible pensar que tras este mundo limitado pueda darse la coincidencia entre el ser y el deber ser. Esto es lo más parecido a la idea de Dios: la síntesis metafísica entre la plena realidad y la plena idealidad.

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