La Educación Platónica: Un Camino hacia la Justicia y el Conocimiento
La decepción que le supuso la muerte de Sócrates llevó a Platón a desconfiar de la política de su tiempo y a buscar un Estado ideal donde la injusticia no tuviera cabida. Al igual que su maestro, consideraba que si el hombre actúa mal, lo hace por ignorancia. Los hombres cometen todo tipo de atrocidades porque no saben, se dejan arrastrar por sus apetitos, por sus pasiones, por sus instintos más bajos. De ahí la necesidad de la educación de sus gobernantes y sus ciudadanos. La educación, la Paideia en Platón, tiene una finalidad política, social y moral: formar gobernantes justos y buenos ciudadanos.
Platón concede una importancia decisiva a la educación en el destino de los individuos y de la sociedad entera. Para bien o para mal, la educación determina definitivamente el carácter y el comportamiento de los hombres.
La Educación como Tarea Fundamental del Estado
Un instrumento tan importante y poderoso como la educación no puede ser dejado al azar en manos de cualquiera. Platón está convencido de que la educación es una tarea fundamental, más aún, la tarea fundamental del Estado. En este punto, rechaza que la educación se dejara en manos de la familia, inclinándose más bien por el modelo espartano de educación estatal y pública, idéntica para hombres y mujeres.
La Educación como Proceso de Liberación del Alma
En Platón, la educación viene a ser un proceso de liberación, purificación, orientación y conocimiento del alma, que es la que puede verse corrompida. Ese accidente que supuso la caída del alma del mundo inteligible a la materia y su consiguiente unión con el cuerpo ha dejado al alma en una situación vulnerable. Una situación y un proceso que es narrado a través del Mito de la caverna.
Con el ascenso al mundo de arriba y el sol, Platón simboliza la subida, el proceso de liberación del alma, de los prisioneros desde la caverna, desde la ignorancia hacia el conocimiento de la Verdad, hasta la Idea de Bien como el sol del mundo inteligible. Este mundo trascendente es causa del ser de la realidad sensible, material, un mundo compuesto de esencias, ideas, entidades reales pero formales, eternas, inmutables, imperecederas, universales, únicas, modelos de la multiplicidad de la realidad material, y que se encuentran jerarquizadas en forma de pirámide según su valor de ser. La Idea de Bien es la idea que se encuentra en el vértice de la pirámide, inmediatamente seguida de la Belleza y de la Justicia.
El Alma Prisionera y la Necesidad de la Educación
Esa cueva o gruta subterránea representa el mundo sensible, de las realidades materiales, en la que se encuentran esos cautivos, que no son sino nuestras almas, prisioneras del cuerpo, tras su caída del mundo de la verdad, del Ser, de las Ideas, representado por ese mundo de luz, al cual ella pertenecía. Pero tras un accidente, el alma se unió a la materia, quedando desfavorecida:
- Prisionera del cuerpo: Impura. Se ha ensuciado con las impurezas de la realidad material, dejándose arrastrar por las pasiones del cuerpo.
- Desorientada: Perdida, mira hacia el lado equivocado. De ahí la necesidad de girar “sus ojos” y toda ella hacia su mundo, el mundo de la verdad.
- Sin conocimiento: En el olvido, ha olvidado su conocimiento de la verdad. El único conocimiento que posee nuestra alma, esos prisioneros, es el de las sombras.
Este giro, su liberación, su purificación y su recuerdo sólo será posible a través de un proceso educativo arduo, que se debe recibir desde la infancia y que es narrado de forma alegórica a través del Mito de la caverna. Este proceso supone la salida o ascenso de nuestra alma, en el mundo sensible, de las apariencias, de las esencias.
Etapas del Proceso Educativo Platónico
El proceso educativo se desarrolla en dos fases o etapas:
- Infancia a Juventud (3 a 20 años): El individuo ha de recibir clases de música, danza, arte, gimnasia y humanidades. Si supera esta primera etapa, podrá acceder a una segunda; en caso contrario, su función en la sociedad será la de productor o campesino. Su virtud predominante es la Templanza.
- Madurez (20 a 35 años): Esta fase va destinada a la formación de la dialéctica, de la filosofía, de la ciencia suprema que nos permitirá el conocimiento de la verdad y, más concretamente, el conocimiento de la Idea de Bien. El ascenso hasta este tipo de saber es difícil y exige un entrenamiento intelectual que durará diez años (de los veinte a los treinta). La mente ha de acostumbrarse al razonamiento, alejándose de los sentidos y de sus objetos. Este tipo de entrenamiento lo encomienda Platón a las matemáticas. Si no superan esta nueva etapa, permanecerán como guardianes de la ciudad, y la virtud predominante es la Fortaleza. Si la superan, pasarán al estudio de la dialéctica, dedicándose al estudio de las Formas inteligibles, de las Ideas, durante cinco años más.
La Dialéctica y el Conocimiento de la Idea de Bien
Platón señala una doble diferencia entre las matemáticas y la dialéctica. Las matemáticas son, en primer lugar, saberes particulares: acotan una parte del mundo inteligible, prescindiendo del resto de las Ideas; en segundo lugar, proceden por hipótesis, es decir, dan por supuestos sus objetos sin dar razón alguna de ellos. En cambio, el proceder de la dialéctica o filosofía es otro: no acota ninguna parcela del mundo inteligible y, por tanto, su saber no es hipotético. El dialéctico asciende por medio de la razón.
El conocimiento de la dialéctica culmina con la aprehensión racional de la Idea de Bien. La dialéctica, por tanto, no es sólo una ciencia teórica, sino práctica.