Hume utiliza el término “idea” para referirse a ciertos contenidos del conocimiento o percepción. Distingue dos tipos de percepción: las “impresiones” (conocimiento a través de los sentimientos) y las “ideas” (representaciones o copias de las impresiones en el pensamiento). Las ideas son más débiles y menos vivas que las impresiones.
Las ideas proceden de las impresiones, siendo imágenes y representaciones de estas. Hume sienta las bases del empirismo más absoluto.
Si podemos señalar la impresión de la que procede una idea, estaremos ante una idea verdadera; en caso contrario, estaremos ante una ficción. Nuestro conocimiento está limitado por las impresiones.
Relaciones entre Ideas
Las relaciones entre ideas se formulan en proposiciones analíticas en las que el predicado está contenido en el sujeto y que son necesariamente verdaderas.
Conocimiento de Hechos
El conocimiento de hechos no puede tener, en último término, otra justificación que la experiencia, es decir, las impresiones.
El Conocimiento de Hechos y la Idea de Causa
No puede haber conocimiento de hechos futuros, ya que no tenemos impresión alguna de lo que sucederá en el porvenir. Nuestra certeza sobre lo que acontecerá en el futuro se basa en la inferencia causal.
Causalidad y Conexión Necesaria
La idea de causa es la base de nuestras inferencias acerca de hechos de los que no tenemos una impresión actual.
Se postula una conexión necesaria entre la causa y el efecto. Si esta conexión es necesaria, podemos conocer con certeza que el efecto se producirá necesariamente.
Crítica de la Idea de Conexión Necesaria
Lo único observable es que tras lo primero sucede lo segundo, que entre ambos hechos se da una sucesión constante, pero no que exista una conexión necesaria entre ellos. Como nuestro conocimiento de los hechos futuros solo tiene justificación si existe una conexión necesaria entre lo que llamamos “causa” y lo que llamamos “efecto”, resulta que, propiamente hablando, no lo sabemos; simplemente creemos y suponemos que sucederá así.
El conocimiento de los hechos futuros no es conocimiento, sino suposición y creencia. Esta creencia proviene del hábito, de la costumbre de haber observado en el pasado que siempre que sucede lo primero, sucede también lo segundo.
Mundo, Dios, Yo: Su Existencia
Nuestra certeza de hechos no observados no se apoya, pues, en el conocimiento, sino en la creencia. La inferencia causal no solamente es aceptable entre las impresiones (de la impresión actual a continuación tendremos una impresión) porque las impresiones se nos han dado unidas repetidamente en la experiencia. Podemos pasar de una impresión a otra, pero no de una impresión a algo de lo cual nunca hayamos tenido experiencia.
La Realidad Exterior
La existencia de los cuerpos como realidad distinta y exterior a las impresiones o sensaciones se justificaba en una inferencia causal: la realidad extramental es la causa de nuestras impresiones.
Esta inferencia es inválida, ya que no va de una impresión a otra, sino de las impresiones a una pretendida realidad que está más allá de ellas y de la cual no tenemos impresión o experiencia alguna. La creencia en la existencia de una realidad corpórea distinta de nuestras impresiones es injustificable apelando a la idea de causa.
La Existencia de Dios
Se argumenta que, por el principio de causalidad, Dios existe. Esta inferencia es también injustificada por la misma razón: porque no va de una impresión a otra, sino que pretende ir de nuestras impresiones a Dios, que no es objeto de impresión alguna. El empirismo de Hume nos dice que no lo sabemos, no podemos saberlo; querer saberlo es ir más allá de nuestras impresiones, y estas constituyen el límite de nuestro conocimiento. Tenemos impresiones, pero no sabemos de dónde proceden.
El Yo y la Identidad Personal
Hume establece que la existencia del yo no puede justificarse apelando a una pretendida intuición de mí mismo, puesto que solo tenemos intuición de nuestras ideas e impresiones, y ninguna impresión es permanente, sino que unas suceden a otras de manera interrumpida. No hay una existencia del yo como sustancia distinta de las impresiones y de las ideas, como sujeto permanente de los actos psíquicos.
Para explicar la conciencia de la propia identidad, Hume recurre a la memoria. Gracias a ella reconocemos la conexión que existe entre las distintas impresiones que se suceden. El error consiste en que confundimos la sucesión con la identidad.
Fenómeno y Escepticismo
Los principios de su filosofía llevan a Hume, en último término, al fenomenismo y al escepticismo. El conocimiento humano es un entramado de impresiones e ideas que se asocian unas con otras.
- Impresiones: Consideradas aisladamente y en sí mismas, son datos primitivos, elementos últimos para los cuales no nos es posible encontrar ya explicación o fundamento alguno.
- Percepciones: Aparecen asociadas entre sí, pero no es posible descubrir conexiones reales entre ellas, sino solamente su sucesión o contigüidad. No hay ningún fundamento real de la conexión de las percepciones, ningún principio de unidad distinto de ellas mismas.
La realidad conocida queda reducida a meras percepciones, a meros “fenómenos” en el sentido etimológico de esta palabra. Este es el fenomenismo de Hume, que concluye en una actitud escéptica.