Descartes y las Tres Sustancias: El Yo, Dios y el Mundo Material

Las Tres Sustancias de Descartes: El Fundamento de lo Real

Descartes define la sustancia como una realidad que existe de tal manera que no necesita de ninguna otra realidad para existir. A partir de su método, identifica tres sustancias fundamentales que constituyen toda la realidad:

  • El Yo Pensante (*Res Cogitans*)
  • Dios (*Res Infinita*)
  • El Mundo (*Res Extensa*)

El Yo Pensante: *Res Cogitans* (Sustancia Imperfecta pero con Razón)

La duda metódica nos ha llevado a la certeza indubitable de la existencia de un Yo Pensante, una sustancia que piensa, la ***res cogitans*** o alma. Podemos tener certeza de una cosa: de nuestra existencia como cosas (*res* = sustancia) pensantes. En el mundo de Descartes, somos inicialmente como «cerebros en una cubeta». Puedo dudar de la existencia de mi cuerpo y del mundo, pero no de la existencia de mi subjetividad. Mi subjetividad es el conjunto de pensamientos, ideas, representaciones, que fluyen en mi yo.

Como seres pensantes tenemos ideas: ¿qué pasa con ellas?, ¿tienen alguna realidad?, ¿existen los objetos a los que ellas se refieren? Descartes se ve obligado a «reconstruir» lo «deconstruido» con la duda: se trata de recuperar el mundo. Debe encontrar la manera de conocer si las ideas sobre el mundo no son sueños ni ilusiones, sino cosas objetivas, y cómo son esas cosas.

Tipos de Ideas en el Yo Pensante

El yo piensa diferentes tipos de ideas. Es crucial distinguir su origen para determinar su validez. Dios, como veremos, garantizará la realidad u objetividad de nuestras ideas y representaciones claras y distintas.

  1. Ideas adventicias (o adquiridas): Proceden de la experiencia sensible externa. Estas ideas fácilmente pueden resultar erróneas, ya que los sentidos nos engañan a menudo. Por ejemplo, el sol aparece ante nuestros sentidos como un pequeño disco luminoso, pero para un astrónomo, a través de la razón, resulta algo muy diferente.
  2. Ideas facticias (o artificiales, del latín *factum*): Proceden de la imaginación y voluntad del propio sujeto. Son invenciones nuestras, combinaciones de otras ideas. Entre ellas están las ideas de sirena o unicornio, y estas son claramente ilusorias o ficticias.
  3. Ideas innatas (o naturales): No proceden de la experiencia o percepción sensible y tampoco son una invención del sujeto. Son connaturales a nuestra razón, forman parte de su estructura desde nuestro nacimiento. Entre ellas está la idea de pensamiento, existencia, causa, sustancia, número y, la más importante para Descartes, la idea de «infinito» (*res infinita*), idea a la que identifica con Dios.

Dios: Sustancia Infinita (*Res Infinita*) (Perfecta, Infinita y con Razón Perfecta)

Descartes considera que el yo pensante (*res cogitans*) no es perfecto. La misma duda metódica, utilizada para corregir sus errores, ilusiones e imprecisiones, demuestra su imperfección. A pesar de eso, el yo posee la idea de perfección. La idea de perfección innata en nosotros es la idea de un ser perfecto: es la idea de Dios.

Esta idea, que representa la perfección absoluta, no puede provenir de nosotros, que somos seres imperfectos y finitos. Por ello, argumenta Descartes, debe haber sido una realidad divina, perfecta e infinita, la que ha puesto esta idea en nuestra mente.

La Demostración de la Existencia de Dios

Según Descartes, Dios es infinito, mientras que el resto de las cosas son finitas. La cuestión es si la idea de «infinito» es o no innata. Descartes cree que sí y ofrece dos argumentos principales basados en esta idea:

1. Prueba Gnoseológica (Argumento de la Causalidad de la Idea de Infinito – Inspirado en San Agustín)

Tengo en mi mente la idea de Dios, la idea de un ser infinitamente perfecto. Tal idea ha de tener una causa adecuada. La idea de Dios no es una idea adventicia, pues nada hay en la experiencia sensible que sea infinitamente perfecto. Tampoco puede ser una idea facticia, ya que yo (una sustancia finita e imperfecta) no puedo ser la causa de la idea de algo infinito y perfecto; la causa debe tener al menos tanta realidad como el efecto. En consecuencia, la idea de Dios ha de ser una idea innata, puesta en mí por un ser realmente infinito y perfecto, es decir, por Dios mismo. Por lo tanto, Dios existe como causa de mi idea de Él.

2. Prueba Ontológica (Argumento basado en la Esencia de Dios – Inspirado en San Anselmo)

Es verdad aquello que percibimos clara y distintamente. Por ejemplo, de un triángulo percibimos clara y distintamente que la suma de sus ángulos equivale a dos rectos; por lo tanto, esto es verdad acerca de la esencia del triángulo. Pero en la idea de triángulo no percibimos «clara y distintamente» que tenga que existir en la realidad. Su existencia no se puede intuir necesariamente a partir de la noción de triángulo.

En cambio, en la noción o esencia de Dios, sí va incluida su existencia necesaria. ¿Por qué? Porque en la noción de Dios va incluida la idea de un ser sumamente perfecto, necesario e infinito. Pues bien, dado que la no existencia es una imperfección o limitación (finitud), y Dios es concebido como el ser sumamente perfecto, Descartes deduce que Dios debe existir necesariamente. La existencia es una perfección inherente a la esencia de Dios.

En conclusión, la idea de Dios es innata, clara y distinta, razón por la que Dios tiene que existir.

Dios como Garantía del Conocimiento

Una vez demostrada la existencia de Dios, solo le queda a Descartes «llegar al mundo». ¿Cómo lo consigue? Dios es un ser infinito y con una razón perfecta. Dios es absolutamente perfecto, bueno y, por tanto, veraz. Un Dios perfecto no puede ser engañador. Dios no ha podido crear al hombre de tal forma que se engañe o equivoque sistemáticamente siempre que use su razón correctamente, es decir, siempre que crea conocer algo basándose en ideas claras y distintas. Dios se convierte así en la garantía del conocimiento verdadero basado en la evidencia racional.

El Mundo: Sustancia Extensa (*Res Extensa*) (Imperfecta y Material)

La tercera verdad es la existencia de la Sustancia Extensa (*Res Extensa*).

Consecuentemente, si Dios existe y es veraz, a las ideas claras y distintas que tenemos de las cosas materiales (que son ideas adventicias en su origen sensible, pero cuya esencia matemática es innata o captada por la razón) les ha de corresponder unas realidades corpóreas fuera de nuestra mente. Dicho de otro modo: los objetos físicos a los que dichas ideas se refieren, han de existir.

Descartes entiende por sustancia «aquello que existe de tal modo que no necesita de ninguna otra cosa para existir».

Aplicando esta definición:

  • En sentido estricto: Solo Dios sería «sustancia», pues es el único ser absolutamente independiente.
  • En sentido amplio: También se consideran sustancias aquellas realidades creadas que solo necesitan de Dios para existir:
  1. Las «sustancias pensantes» (*res cogitans*).
  2. Las «sustancias extensas» (*res extensas*).

Mi yo tiene plena consciencia de la idea clara y distinta que tiene del yo como sustancia pensante (no extensa) y la idea clara y distinta que tiene del cuerpo como sustancia extensa (no pensante). Del yo pensante ya no puedo dudar (es la primera certeza), pero del cuerpo extenso sí podía dudar inicialmente. Sin embargo, si tengo una idea clara y distinta de mi cuerpo extenso (y del mundo material en general) y existe un Dios perfecto, infinito y veraz que garantiza mis ideas claras y distintas, entonces debo concluir que los cuerpos extensos existen.

De este modo, Descartes «recupera» la «realidad» del mundo material que había «perdido» temporalmente en el proceso de la duda metódica.

Naturaleza y Conocimiento del Mundo Material

En cuanto a la naturaleza de estos cuerpos, Descartes afirmará que su atributo esencial es la extensión (longitud, anchura y profundidad). Los cuerpos materiales son *res* o sustancias extensas. Según Descartes, la única cualidad objetiva y medible de las cosas materiales es la **extensión**; el resto de cualidades que percibimos por los sentidos (color, olor, sabor, sonido, etc.), llamadas cualidades secundarias, son subjetivas y dependen de cómo nuestros sentidos son afectados por la extensión y el movimiento.

Lo que captan nuestros sentidos directamente (cualidades secundarias) no tiene por qué ser real tal como lo percibimos; podríamos sufrir una alucinación o engaño sensorial. Pero cuando explicamos el funcionamiento del mundo físico a través de las matemáticas (que estudian la extensión y el movimiento, las cualidades primarias), tenemos la garantía divina de que nuestra concepción racional y matemática se ajusta a los hechos objetivos.

El Problema de la Comunicación de las Sustancias

Por otro lado, si el yo pensante (*res cogitans*, inmaterial e inextensa) y la materia (*res extensa*, material y no pensante) son dos sustancias radicalmente distintas e independientes, ¿cómo se comunican e interactúan entre sí en el ser humano? ¿Cómo mi alma (pensamiento, voluntad) puede mover mi cuerpo, y cómo las afecciones de mi cuerpo pueden generar sensaciones en mi alma?

Este es el famoso problema del dualismo cartesiano. Descartes intentó explicar esta interacción recurriendo a una hipótesis fisiológica: la existencia de la glándula pineal. Ésta, situada según él en el centro del cerebro, sería el punto de conexión donde el alma (*res cogitans*) se uniría al cuerpo (*res extensa*) y ejercería sus funciones sobre él, y viceversa. Sin embargo, esta explicación fue considerada insatisfactoria por muchos filósofos posteriores.

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