Contextualización
La filosofía de Nietzsche, considerada como vitalista, ejerció una considerable influencia a finales del siglo XIX y buena parte del siglo XX, tanto por su carácter crítico como por su propuesta de transmutación de los valores de la cultura occidental, plasmada en el ideal del superhombre.
La obra de Nietzsche no se deja tratar fácilmente de forma sistemática, pese a los intentos de algunos de sus estudiosos por hacerlo así. Su influencia se ha dejado sentir de forma dispar y, a veces, contradictoria; en todo caso, no ha tenido un carácter uniforme: Nietzsche ha significado cosas distintas según sus distintos intérpretes. Su misma forma de expresión contribuye a ello, ya que, al utilizar preferentemente el aforismo como vehículo de su pensamiento, el carácter metafórico del mismo se presta con frecuencia a distintas interpretaciones. Además, a menudo podemos encontrar en sus obras aforismos contradictorios entre sí, siendo difícil poder determinar cuál de ellos representa su «auténtica» posición sobre el tema tratado, si es que tiene algún sentido ese tipo de pregunta en el conjunto de la obra de Nietzsche.
La reacción de Marx (1818-1883) contra el idealismo le lleva a rechazar la identificación del sujeto con la conciencia y, manteniéndose dentro de la tradición filosófica que comienza con la modernidad —y que afirma la centralidad del sujeto en el filosofar—, termina por identificar ese sujeto con la acción, con la «praxis» (y más concretamente con la actividad productiva: es en su actividad productiva donde el hombre genera y constituye la realidad, la suya propia y la del mundo que objetivamente transforma y modifica).
Nietzsche dará un paso semejante, alejándose de la identificación del sujeto con la conciencia, pero en otra dirección: en lugar de la actividad productiva, postulará la «vida» como factor en torno al que se constituye la realidad. El sujeto es, fundamentalmente, vida, y no conciencia, pensamiento. El fenómeno vital pasa así a constituirse en el centro de la reflexión filosófica, ejerciendo una considerable influencia a finales del siglo XIX y durante la primera mitad del siglo XX, aunque con distintas interpretaciones, como las de H. Bergson y Ortega y Gasset (racio-vitalismo), entre otros. Por lo que a Nietzsche respecta, la realidad es esencialmente contradictoria, pero interpretará esta contradicción de un modo distinto a como lo habían hecho Hegel (idealismo) y Marx (materialismo histórico), siguiendo de un modo a veces literal la cosmovisión de Heráclito, aunque trasladada a la referencia de lo vital como único eje interpretativo válido.
Freud, Nietzsche y Marx son los filósofos de la sospecha. Critican el subjetivismo y los ideales ilustrados. Nietzsche nace en Röcken, Alemania, en 1844. Muere en 1900, después de pasar largos periodos de su vida enfermo física y mentalmente. Escribió una buena cantidad de obras, entre las que destacan:
- El nacimiento de la tragedia en el espíritu de la música
- Así habló Zaratustra
- Más allá del bien y del mal
- La genealogía de la moral
- El crepúsculo de los ídolos
- El Anticristo
- Ecce homo
- La voluntad de poder
La crítica de Nietzsche a la tradición occidental
Nietzsche realiza una crítica de la cultura occidental en tres frentes:
Crítica a la moral platónico-cristiana
Con Sócrates tiene lugar una inversión de los valores: la razón (lo apolíneo) domina la vida (lo dionisíaco). Sócrates afirmaba que la virtud se fundamenta en el conocimiento (intelectualismo moral). Esta inversión marca la decadencia: se instaura la racionalidad a costa de los valores vitales. En este momento nace la cultura occidental. Para Nietzsche, es virtud toda pasión que dice sí a la vida y al mundo, de modo que la aceptación integral de la vida transmuta los valores existentes. Esas pasiones constituyen la nueva tabla de valores. Nietzsche critica la moral occidental porque considera que se dirige contra los instintos, contra lo natural, contra la vida misma. La base de la moral cristiana es el platonismo, que establece un mundo de las ideas que se traduce en el «más allá» de los cristianos. Esta moral considera que esta vida no es sino un tránsito hacia la otra vida, que es la verdadera.
La moral cristiana considera que el ser humano es libre para actuar, y esa libertad es la que le hace responsable de sus actos. Introduce los conceptos de «pecado» y «culpa», torturando la conciencia del individuo. Además, establece unos valores absolutos y trascendentes sobre el bien y el mal, puesto que las normas morales proceden de Dios. Por último, los valores que defiende son contrarios a la vida: el sacrificio, el dolor, el sufrimiento, el arrepentimiento, la obediencia y la sumisión. Nietzsche llama a la moral cristiana la moral de esclavos o moral de rebaño. Es una moral del resentimiento contra la vida, una moral decadente y nihilista.
Crítica a la metafísica tradicional
En la ontología
La ontología platónica establece el siguiente dualismo:
MUNDO DE LAS COSAS (SENSIBLE) / MUNDO DE LAS IDEAS (INTELIGIBLE)
PERFECTO ESENCIA NECESARIO PERMANENCIA SER LO SINGULAR UNIDAD LO UNIVERSAL = CONCEPTOS Las cosas son copias las ideas. Las Ideas son causas de las cosas. EPISTEME – CONOCIMIENTO INTELECTUAL CIENCIA (verdadero) a través de la RAZÓN | IMPERFECTO APARIENCIA CONTINGENTE CAMBIO DEVENIR MULTIPLICIDAD O PLURALIDAD La metáfora y el arte DOXA – CONOCIMIENTO SENSIBLE OPINIÓN (falso) a través de los SENTIDOS Nietzsche La vida, el instinto, la emoción… no hay hechos sino interpretaciones. La verdad es la mentira más aceptada. |
Este dualismo ya estaba presente en Parménides (Ser y No-Ser, permanencia y cambio, necesidad y contingencia). La diferencia que establece Platón entre un mundo real y otro aparente es un juicio de valor negativo: valora el mundo de las ideas, despreciando el otro, que para Nietzsche es el único existente. Para Nietzsche, la causa de este dualismo son los prejuicios que los filósofos tienen contra la vida: el miedo a la muerte, al cambio, a la vejez, al dolor, a la enfermedad… Así, el dualismo ontológico de Platón es la base de la moral antinatural cristiana. Para Nietzsche, este mundo es el mundo sensible, pero todas sus cualidades deben valorarse positivamente. La realidad es cambiante, puro devenir.
En la epistemología
Este mundo se caracteriza por la multiplicidad, por la pluralidad: por ejemplo, hay multitud de caballos. Sin embargo, el lenguaje apresa esa multiplicidad en un concepto único: el concepto «caballo», del cual podemos dar una definición. No obstante, no estamos definiendo nada, pues no existe realmente en la naturaleza algo que sea «caballo» como concepto. Solo existen caballos individuales. A través de los conceptos, no podemos aprehender la realidad, pues esta consiste en devenir y cambio. La expresión de los conceptos en palabras hace que el lenguaje sea también un «instrumento engañador». El lenguaje no es fiel a la realidad; la realidad no puede apresarse en conceptos ni expresarse en palabras. Por ello, Nietzsche prefiere el lenguaje metafórico. Nietzsche diría que la idea de verdad es una mera ilusión y que no existe algo como La Verdad. Toda verdad es interpretación, perspectiva. Por ello, intentar alcanzar una comprensión definitiva sobre la realidad es imposible, pues la realidad es cambiante, pero además no podemos tener una visión objetiva de ella; constantemente hacemos interpretaciones de ella a través del pensamiento y el lenguaje.
La crítica a las ciencias
Se trata de una crítica a la matematización de la realidad. Determinar las cosas cuantitativamente significa igualarlas, uniformizarlas, en vez de resaltar lo que las diferencia. Por ello, critica el mecanicismo, al afirmar que «la Naturaleza es como una gran máquina regida por las leyes de la física»; y el positivismo, porque sostiene que el único conocimiento verdadero es el conocimiento científico. La ciencia solo conoce cantidades, pero no explica nada sobre el ser humano, sobre la vida, sobre las pasiones, el amor, los instintos, el placer… Además, la ciencia está al servicio del Estado, que la utiliza para sus fines.
El nihilismo
Es la ausencia de valores. Es de dos tipos:
- Negativo: el de la cultura occidental, que inventa un más allá y lleva a la aniquilación de los valores vitales. Al poner al «otro mundo» como fin en nuestra vida, hemos perdido el sentido de ésta. Nos encontramos sin brújula, desorientados.
- Positivo: proclama que «Dios ha muerto». Nietzsche se refiere al Dios monoteísta cristiano de las contraposiciones esencia-apariencia, bien-mal. Es el nihilismo que tendrá lugar tras la destrucción de la moral cristiana y que supone la transmutación de los valores.
Dios ha muerto
La muerte de Dios representa el fin de la moral, la metafísica y la religión occidental. Se trata de asumir el fin de todo trasmundo y de no poner nada en su lugar. Tras la muerte de Dios, hay dos posibilidades: la llegada del último hombre, que sustituye a un Dios por otro; o la llegada del superhombre, que asume el nihilismo. Ahora el hombre es el último hombre, que está entre la bestia y el superhombre.
El superhombre
Hay tres etapas en la civilización: camello (moral del resentimiento), león (crítica) y niño (advenimiento del superhombre, superación del último hombre). Es el más real de los hombres, que asume la muerte de Dios y la inversión de los valores. El superhombre es el sentido de la tierra, la encarnación de la voluntad de poder. El hombre debe ser superado; es decir, los valores de la moral cristiana han de ser transmutados.
El eterno retorno
Hay dos formulaciones:
- Formulación cosmológica: materia y energía son finitos y el tiempo infinito, así que solo son posibles un número determinado de combinaciones. Por ello, cada estado de cosas se repite infinitas veces.
- Doctrina moral: se trata del amor fati, el amor al destino como necesario y amor a la necesidad: no querer nada distinto de lo que es, amar lo que es necesario. El hombre que ama el destino es el hombre que acepta la vida, que quiere que el pasado sea como ha sido. Hay que destruir el tiempo lineal judeo-cristiano porque es un tiempo orientado hacia un fin. El eterno retorno es el fin de toda finalidad trascendente, su aniquilación. Tampoco se afirma la circularidad temporal, pues la repetición de lo mismo equivale a la no repetición. Lo que quiere significar es que cada instante es único y eterno. Esta doctrina divide al hombre en dos grupos: el superhombre, que asume el eterno retorno, y el esclavo. No es una doctrina descriptiva, sino prescriptiva: el hombre debe decidir instaurarla para que cada momento cobre sentido.
La voluntad de poder
Este es un concepto frecuentemente malinterpretado como voluntad de dominio u opresión. En realidad, para Nietzsche es la fuente y raíz de todas las cosas: frente a la esencia, es una pluralidad de fuerzas que chocan; frente al sujeto moderno, es una pluralidad de instintos y pulsiones. Nietzsche lo entiende como un concepto:
- Cósmico, aplicado a la realidad: la realidad es cambiante, dinámica. La voluntad de poder se entiende en este sentido como instinto de crecimiento, impulso de superación.
- Psicológico, aplicado al ser humano: se trata del instinto inconsciente de decir sí a la vida, a la pasión.