La relación entre educación y conocimiento en la filosofía de Platón es un tema fundamental. Raramente reflexionamos sobre la conexión intrínseca entre ambos conceptos, ya que resulta ilógico educar en falsedades. Si educamos, lo hacemos en lo que consideramos verdadero. Sin embargo, la educación también abarca la formación integral del individuo, su desarrollo cultural, el proceso de socialización y la adquisición de habilidades esenciales para desenvolverse en la sociedad. En el pensamiento platónico, la educación y el conocimiento se orientan hacia el Bien, y todo conocimiento posee una aspiración práctica con profundas implicaciones sociales. De ahí la importancia de la educación, pues define el ideal de vida humana dentro de la sociedad. Nos preguntamos entonces: ¿qué relación existe entre la educación y las diferentes formas de conocimiento? O, como Platón plantea al inicio del libro VII, ¿qué relación existe entre la educación, la naturaleza humana y sus implicaciones para la sociedad?
La Educación contra la Sofística
La filosofía de Platón surge como una respuesta crítica a los sofistas, quienes afirmaban que educar era como «poner vista a unos ojos ciegos». Los sofistas, profesionales de la educación que cobraban por sus servicios, creían poder inculcar conocimiento y ciencia en las almas de los jóvenes de familias adineradas. Concebían la educación como un ejercicio basado en el saber enciclopédico, la retórica y la elocuencia, con el fin de persuadir y manipular las mentes de los ciudadanos atenienses en juicios y asambleas. Esta concepción sofista se alejaba de la búsqueda de la verdad, el bien y la virtud. Los sofistas eran hábiles manipuladores del lenguaje, capaces de argumentar a favor y en contra de cualquier cosa según sus intereses o los de sus clientes. Sus doctrinas se basaban en el relativismo epistemológico y ético, donde la verdad y el bien dependían de las circunstancias, llegando incluso al subjetivismo y al nihilismo. En política, esto se traducía en oportunismo y búsqueda del beneficio personal.
La Educación como Búsqueda del Bien
En contraposición a los sofistas, Platón, siguiendo a Sócrates, busca fundamentar el Bien como valor absoluto y vincular la actividad intelectual a la búsqueda de la verdad, estableciendo criterios objetivos más allá de la persuasión subjetiva. Sócrates defendía el intelectualismo moral: el conocimiento del bien conduce a la virtud y a la felicidad auténtica. También creía que el conocimiento reside en cada individuo y que nadie puede enseñar, sino solo ayudar a descubrir la verdad interior. Platón desarrolla esta idea: la educación consiste en despertar y orientar la inteligencia hacia el verdadero objeto de conocimiento, el Bien. No se trata de memorizar discursos o artimañas retóricas, sino de examinar las cosas en sí mismas a la luz del Bien. Este despertar de la inteligencia debe ir acompañado de una «poda de excrecencias plúmbeas», es decir, una doma de los deseos irracionales. La educación debe cultivar virtudes como la templanza, la fortaleza y la prudencia.
Las Artes y el Conocimiento
Platón distingue tres tipos de artes: las relacionadas con el mundo sensible (objetos fabricados), las del mundo matemático (geometría) y las que versan sobre la verdad en sí. Estas se corresponden con la opinión, la dianoia (pensamiento discursivo) y la noesis (dialéctica). Las artes del mundo de la opinión, basadas en la repetición y la costumbre, no sirven para contemplar el Bien, pues pertenecen a un mundo inestable y contradictorio. Las disciplinas que elevan la inteligencia hacia su propio mundo, el de las Ideas, son las que permiten discutir y discurrir sobre objetos como la unidad y la multiplicidad. Platón considera las matemáticas (cálculo, geometría, volumen, astronomía y armonía) como ciencias auxiliares para la dialéctica, que es la que alcanza la verdad en sí.
La Función Política del Bien
Platón argumenta que las disciplinas auxiliares son útiles para la ciudad y deben ser fomentadas. Su utilidad reside en que acostumbran a la inteligencia a trabajar sin objetos sensibles, como paso previo al trabajo con las Ideas puras. La contemplación del Bien debe transformar al individuo, impulsándolo a «liberar a sus compañeros». El Bien tiene una función política: organizar la ciudad-estado según la justicia para que todos alcancen la felicidad. La persuasión o la fuerza deben instaurar el orden descubierto por el filósofo, un orden donde los ciudadanos vivan en armonía, sin egoísmos, demagogia ni retórica sofista. La ciudad debe formar a los ciudadanos con miras a la unidad del estado y el cumplimiento de sus deberes.
El Despertar de la Inteligencia
Si el conocimiento tiene una raíz práctica, es decir, si conocer es actuar sabiamente en la vida pública y privada guiado por ideas objetivas, entonces la educación debe despertar la inteligencia. El resultado es una sociedad rica en conocimiento, alejada del engaño sofista, que fomenta el conocimiento científico pero aspira a un nivel superior: el conocimiento del bien para una vida buena y sabia. La educación nos forma como seres humanos y nos eleva hacia formas de vida mejores, beneficiando a toda la sociedad. Entre nuestros planes de estudios y los de Platón no hay tanta diferencia, y aún no vemos la salida de la caverna. Debemos seguir reflexionando sobre este asunto.
El Legado Socrático
Platón hereda de Sócrates la idea de que la educación debe usar problemas y contradicciones para despertar el alma y guiarla hacia la luz. Esto se opone a la actividad de los sofistas, que se centran en el mundo de los sentidos, buscando el bien como utilidad y placer, y la verdad como éxito social y político. Platón busca liberar el alma del cuerpo mediante la educación, para que, guiada por la razón, domine los deseos y las pasiones, y salga de la caverna.