Kant: Tipos de Juicios y Fundamentos de su Filosofía
Tipos de juicios: Kant distingue distintos tipos de juicios, según dos criterios:
Según la relación entre el sujeto y el predicado
Los juicios pueden ser analíticos o sintéticos:
- Juicios analíticos: En ellos, el predicado está incluido en el sujeto; por tanto, basta analizar el sujeto para comprender que el predicado le conviene necesariamente. Por ejemplo, en el enunciado: «Todos los triángulos tienen tres ángulos», basta con comprender el concepto mismo de triángulo para saber que el predicado le corresponde necesariamente. Por esa razón, estos juicios no amplían nuestro conocimiento.
- Juicios sintéticos: En ellos, el predicado no está incluido en el sujeto, por lo que sí amplían nuestro conocimiento, aportando información nueva. Por ejemplo: «Los japoneses tienen una dieta basada fundamentalmente en el consumo de pescado». Estos juicios sí aportan información nueva.
Según el modo en que se conoce su verdad
Los juicios pueden ser a priori o a posteriori:
- Juicio a priori: Es aquel en el que su verdad se conoce con independencia de la experiencia. Por ejemplo, para comprobar la verdad del juicio: «La raíz cuadrada de 9 es 3», no es necesario acudir a la experiencia, pues no se fundamenta en ésta.
- Juicio a posteriori: Es aquel cuya verdad es conocida a partir de la experiencia. La afirmación: «El pueblo donde más llueve en España es Grazalema», tiene su fundamento en la experiencia; por tanto, tenemos que recurrir a ésta para comprobar su verdad.
Los juicios a priori son universales y necesarios; es decir, no admiten excepción. Por el contrario, los juicios a posteriori no son universales y necesarios. Por ejemplo, siguiendo con el ejemplo propuesto de juicio a posteriori, no se puede descartar la posibilidad de que un año en algún pueblo de España llueva más que en Grazalema; o incluso que, debido a un cambio climático, Grazalema pasara en el futuro a ser un pueblo con muy pocas precipitaciones. Kant está de acuerdo con Hume en que la experiencia no muestra una conexión necesaria; únicamente nos informa de que, hasta ahora, las cosas han sucedido de una determinada manera, pero no que vayan a seguir comportándose de la misma manera en el futuro.
Los juicios sintéticos a priori: Kant afirma que existe un tercer tipo de juicio, el cual, al mismo tiempo que está fundamentado en la experiencia y, por tanto, amplía nuestro conocimiento del mundo, es universalmente válido y no admite excepción alguna. Son los juicios sintéticos a priori. Un ejemplo de juicio sintético a priori sería éste: «La recta es la distancia más corta entre dos puntos». No se trata de un juicio analítico, pues el predicado («la distancia más corta entre dos puntos») no está incluido en el sujeto («la recta»). Se trata de un juicio sintético, que amplía nuestro conocimiento. Sin embargo, su verdad no depende de la experiencia, pues no necesitamos ir midiendo distancias entre dos puntos para saber que es verdadero. Por tanto, es un juicio universal y necesario, que carece de posibles excepciones. Otro ejemplo de juicio sintético a priori podría ser éste: «Todo lo que comienza a existir tiene una causa». Se trata de un juicio sintético, ya que el predicado no está incluido en el sujeto, y a priori, ya que no admite excepción: no puede existir algo que sea incausado. Según Kant, los juicios sintéticos a priori son los juicios propios de la ciencia. Todas las disciplinas científicas se han constituido como tales precisamente porque disponen de este tipo de juicios. Para Kant, la cuestión clave es si en la Metafísica son posibles juicios de este tipo, y si, en consecuencia, esta rama de la filosofía podrá convertirse alguna vez en una ciencia.
La Crítica de la razón pura
Esta es la cuestión que este filósofo se plantea en su obra Crítica de la razón pura, donde se propone dos grandes objetivos:
- Determinar los límites del conocimiento humano.
- Indagar la posibilidad de que la Metafísica se pueda convertir en ciencia.
El segundo objetivo es, en realidad, una consecuencia del primero: una vez definidos los límites del conocimiento humano, podremos valorar si es posible o no un conocimiento metafísico. Kant divide la crítica en tres partes: «Estética trascendental», «Analítica trascendental» y «Dialéctica trascendental». En cada una de ellas estudia una de las tres facultades de conocimiento que distingue en el ser humano: sensibilidad, entendimiento y razón. Cuando Kant habla de «trascendental», se refiere a aquellos elementos a priori pero aplicables a los objetos de los que tenemos experiencia; es decir, se refiere a aquellas condiciones propias del sujeto que hacen posible el conocimiento. Sin esos elementos a priori, el conocimiento humano no sería posible. Esta forma de plantear el problema del conocimiento, como una síntesis entre lo que aporta el sujeto y los datos provenientes del exterior, supone un cambio tan radical respecto a las formulaciones anteriores que el propio Kant habla de «revolución copernicana».
La estética trascendental
En esta parte de la Crítica Kant identifica los elementos a priori de la sensibilidad, entendida como la facultad que nos permite tener sensaciones. Las formas a priori de la sensibilidad son el espacio y el tiempo, porque todas nuestras representaciones sensibles están sujetas al espacio y al tiempo; es decir, se producen en un marco espaciotemporal. Es imposible tener ninguna sensación, si no es espaciotemporalmente. El espacio y el tiempo no son impresiones sensibles concretas, sensaciones, sino el modo como percibimos todas las sensaciones: las percibimos en el espacio y en el tiempo. El espacio y el tiempo, por tanto, no provienen de la experiencia, sino que son estructuras que, de alguna manera, pone el sujeto humano, pero que no existen más allá de él. Es decir, espacio y tiempo no son ya entidades objetivas e independientes del sujeto, sino modos y funciones propias de éste.
La analítica trascendental
Estudia cómo el entendimiento piensa los objetos que la sensibilidad nos da. Su función es unificar, ordenar y comprender lo sensible mediante conceptos. Así, organizamos los fenómenos con conceptos como: «Esto es causa de esto», «Esto es sustancia de tales propiedades», «Esto es necesario», etc.
Hay dos tipos de conceptos:
Conceptos empíricos: Son a posteriori, proceden de la experiencia. Por ejemplo, observando similitudes entre seres, formamos conceptos como «árbol» o «casa».
Conceptos puros: Son a priori, no provienen de la experiencia. No son ideas innatas, pues no tienen contenido, sino que son estructuras lógicas que ordenan y dan sentido a la información sensible.
Dado que el entendimiento elabora juicios y unifica datos sensibles por medio de ellos, Kant pensó que habría tantas categorías o conceptos puros del entendimiento como tipos de juicio. A esta relación la llamó deducción trascendental de las categorías. Como hay 12 tipos de juicio según la lógica aristotélica, debe haber 12 categorías.
Estas categorías son condiciones trascendentales del conocimiento: formas a priori del entendimiento, necesarias para conocer los fenómenos. Sin ellas, sólo tendríamos impresiones sensibles desordenadas. Si la mente fuera una «página en blanco», como afirmaban los empiristas, no podríamos conocer nada.
Por ejemplo, al decir: «Todas las casas de Pozoblanco son blancas», realizamos un juicio universal, afirmativo, categórico y asertórico.
La dialéctica trascendental
La dialéctica trascendental expone cómo la razón puede formular argumentos que, aunque parecen correctos, son ilegítimos. El entendimiento permite elaborar juicios, mientras que la razón busca deducir, generalizar y formular leyes que expliquen más fenómenos. Esta tendencia es útil mientras se mantenga dentro de los límites de la experiencia. El problema aparece cuando la razón, al buscar lo incondicionado, supera dichos límites. Así, se intenta explicar los fenómenos físicos con teorías metafísicas sobre el mundo, los psíquicos con teorías sobre el alma, y todo con una causa suprema: Dios.
«Dios», «alma» y «mundo» son ideas de la razón, sin referencia objetiva, pero con un uso regulativo, ya que orientan la razón hacia explicaciones más profundas de la realidad. Un ejemplo de este uso regulativo es la síntesis de Newton, que unificó las leyes de Galileo y Kepler. Sin embargo, el conocimiento no puede ir más allá de la experiencia, y cuando la razón lo intenta, cae en el error. Por eso, la Metafísica no puede ser una ciencia, ya que busca conocer la realidad solo con conceptos, sin experiencia.
Las éticas materiales
Si Kant describe su teoría del conocimiento como un giro copernicano, lo mismo cabe decir respecto a su teoría moral. Todas las éticas anteriores a él eran materiales. Pero, según Kant, a partir de ellas no se puede fundar la universalidad inherente a la ética. De ahí, que proponga una ética formal, vacía de contenido, la única que puede superar las deficiencias de las éticas materiales. Una ética material es una ética con contenido. Esto significa que:
- Establece un bien supremo válido para todos los hombres.
- Establece las normas concretas para alcanzar dicho bien supremo.
Son empíricas: se basan en la experiencia (son a posteriori), por lo que no pueden establecer principios universales. Por ejemplo, Epicuro dice que no hay que abusar de los placeres porque la experiencia muestra sus consecuencias negativas, pero Kant afirma que la experiencia no puede fundamentar normas válidas para todos.
Son hipotéticas: sus normas tienen valor condicional. Por ejemplo, los preceptos cristianos como «no robar» solo valen si se busca la vida eterna. Si alguien no cree en ella, esas normas no tienen sentido. Lo mismo ocurre con la ética epicúrea: si alguien prefiere «vivir rápido y morir joven», no le sirve la norma de evitar excesos. Por tanto, estas éticas no pueden sostener una moral válida universalmente.
Son heterónomas: la ley viene de fuera de la razón del sujeto. Por ejemplo, en la ética cristiana, Dios dicta los mandamientos (como cuando pide a Abraham sacrificar a su hijo). En la ética epicúrea, las normas derivan del deseo natural de placer. En todos estos casos, la voluntad no se da a sí misma la ley, por lo que no es autónoma.
La ética formal kantiana
Kant propone, frente a las éticas materiales, una ética formal, que:
- No define un bien supremo que deba perseguirse.
- No establece normas concretas para lograr dicho bien.
La ética formal se centra únicamente en cómo debemos actuar, es decir, en la estructura de la acción moral, sin importar el contenido específico de la acción. Solo una ética así, según Kant:
- Puede ser a priori, es decir, independiente de la experiencia.
- Puede tener preceptos categóricos, no condicionados.
- Puede garantizar la autonomía del individuo.
La buena voluntad
Kant sostiene que “ni en el mundo ni fuera de él puede pensarse nada que sea bueno sin restricción, salvo una buena voluntad”. La buena voluntad o buena intención es siempre buena, sin importar las circunstancias. No es buena por lo que logra o por su eficacia para alcanzar un fin, sino porque quiere el bien, es decir, es buena en sí misma.
El ser humano actúa moralmente cuando actúa por deber, es decir, cuando la única motivación de su acción es el respeto al deber. Kant define el deber como “la necesidad de una acción por respeto a la ley”. Esto significa actuar sin otro interés o motivación que el respeto a la ley moral. Kant distingue tres tipos de acciones:
- Acciones contrarias al deber: como asesinar o robar.
- Acciones conformes al deber: tienen efectos positivos, pero no se realizan por respeto al deber, sino por otros intereses.
- Acciones por deber: se realizan solo por respeto al deber.
Solo estas últimas, las acciones por deber, son auténticamente morales.
Para ilustrarlo, Kant pone el ejemplo de un comerciante que no cobra precios abusivos. Si su intención es ganar la confianza de los clientes y así aumentar sus beneficios, la acción es conforme al deber, pero sin valor moral. En ese caso, no cobrar de más es un medio para un fin egoísta (ganar dinero).
En cambio, si el comerciante actúa únicamente por deber, es decir, porque cree que es lo justo y lo correcto, entonces su acción es un fin en sí misma, no un medio, y por tanto tiene valor moral auténtico.
El imperativo categórico
La exigencia de actuar moralmente se concreta en lo que Kant llama imperativo categórico. Propone varias formulaciones, pero las dos más representativas son:
1ra formulación
Una máxima es el principio subjetivo que guía una acción. Ejemplos de máximas:
- «No tirar basura al suelo»
- «Dejar el asiento a personas mayores en el autobús»
- «Esperar mi turno en una cola»
- «No pagar impuestos»
Kant plantea que debemos actuar solo según aquellas máximas que querríamos que todos los seres humanos adoptaran como norma general. Es decir, que puedan universalizarse sin contradicción.
Ejemplo: si una persona no respeta los turnos en una cola, no deseará que esa máxima se convierta en universal, porque el resultado sería el caos (no habría cola, sino desorden). En cambio, alguien que sí paga impuestos querría que todos hicieran lo mismo, pues es justo. Esta formulación es formal, ya que no establece un contenido concreto para la acción, sino que señala la estructura que debe tener toda acción moral: preguntarse si la norma que inspira mi conducta podría ser compartida y seguida por todos.
Además, esta formulación del imperativo categórico es:
- Autónoma: nace de la razón del sujeto.
- Categórica: no depende de condiciones o fines.
- A priori: no se basa en la experiencia.
2da formulación
Esta formulación indica que nunca debemos tratar a los seres humanos como simples medios para lograr un fin propio, sino siempre como fines en sí mismos, con dignidad y valor intrínseco.
Al igual que la anterior, esta formulación es también:
- Formal.
- Autónoma.
- Categórica.
- A priori.
Postulados de la razón práctica
La crítica de la razón práctica tiene como meta el bien supremo. Este bien supremo reúne las dos aspiraciones humanas fundamentales: la de la virtud y la de la felicidad. La síntesis de ambas aspiraciones, es decir, el que las personas virtuosas sean felices, tiene que realizarse de alguna manera, para que tenga sentido la propia experiencia moral.
Para alcanzar este bien supremo, la razón ha de suponer -postular- tres principios que lo hagan posible: la libertad, la inmortalidad del alma y la existencia de Dios.
La libertad
Es un postulado necesario de la razón práctica: si no somos libres, no puede existir la moral. Todo juicio moral presupone que pudimos actuar de otra manera, es decir, que fuimos libres.
Kant define la libertad como una causalidad no sometida a causas empíricas: el ser humano tiene voluntad, una facultad que le permite actuar según la ley moral y no según los impulsos naturales. No podemos conocer la libertad empíricamente; debemos suponerla necesariamente para que la moral tenga sentido.
La inmortalidad del alma
Alcanzar el bien supremo requiere llegar a la santidad, es decir, que lo que queremos coincida plenamente con lo que debemos querer. Esta perfección no es posible en una vida finita. Por tanto, se necesita un tiempo infinito para lograrla: se postula la inmortalidad del alma.
El sumo bien no se realiza en este mundo, pero debe realizarse, para que no ocurra que los malos sean felices y los virtuosos sufran (lo que Kant llama “escándalo moral”).
La existencia de Dios
En el mundo hay una disconformidad entre el ser y el deber-ser. La existencia de Dios permite pensar una realidad donde ambos coinciden: la virtud lleva a la felicidad.
Dios es el garante del bien supremo, el que hace posible que se unan la moralidad y la felicidad. No podemos conocer estrictamente estos postulados, pero sí tener una fe racional:
- Es fe, porque no hay conocimiento objetivo de su verdad.
- Es racional, porque esta fe no proviene de la revelación, sino de la exigencia de la razón moral.
Lo que toma del racionalismo
Coincide con el racionalismo en que el entendimiento es activo y puede producir espontáneamente conceptos sin derivarlos de la experiencia. No comparte, pues, la idea empirista de que nada hay en el entendimiento que no haya pasado antes por los sentidos. No todos los elementos que intervienen en el conocimiento tienen su origen en la experiencia. A tales elementos los denomina elementos a priori y son puestos por el sujeto. También mantiene del racionalismo la creencia en la posibilidad de un conocimiento estricto; es decir, un conocimiento universal y necesario sobre la realidad -aunque, como veremos, reducido al ámbito de lo fenoménico.
Lo que toma del empirismo
Influido por Hume, Kant llega a la conclusión de que estos conceptos sólo son fuente de conocimiento cuando se aplican a la experiencia sensible. Ésta es el límite infranqueable del conocimiento humano, por lo que no se puede conocer nada más allá de ella. Al mismo tiempo, de la experiencia sólo pueden obtenerse conocimientos particulares y contingentes. Según Kant, sólo podemos conocer fenómenos. Lo que existe más allá del ámbito fenoménico, esto es, del ámbito del que podemos tener experiencia, queda fuera de nuestro alcance. A ese ámbito, que quedaría más allá de nuestra experiencia, Kant lo denomina “noúmeno”.
El idealismo trascendental
Como síntesis superadora de racionalismo y empirismo. A la hora de explicar el fenómeno del conocimiento, según Kant, es necesario tener en cuenta dos factores: la experiencia y los elementos a priori que proceden del propio sujeto de conocimiento. Aunque todo conocimiento empieza con la experiencia, no todo conocimiento procede de la experiencia; de lo contrario, no obtendríamos nunca conocimientos seguros y universales. Es necesaria la presencia de los elementos a priori de la razón, para garantizar un conocimiento necesario y firme. Para determinar cuáles son estos elementos a priori, hay que llevar a cabo un examen crítico de la capacidad y de los límites de la razón humana. Esto es lo que se propone Kant con su filosofía.