Éticas Materiales
Sócrates
Fue el primer gran filósofo en defender el intelectualismo moral: el conocimiento y el bien se identifican, es decir, el conocimiento equivale al bien.
Sócrates decía que nadie hace el mal a sabiendas; el mal es la ignorancia, que es el desconocimiento del bien.
Aristóteles
Sostenía que la finalidad última de la vida humana era alcanzar la eudaimonía (felicidad o vida plena).
El análisis de la naturaleza humana revela que somos animales desde el punto de vista biológico, pero también seres racionales, lo que nos distingue como humanos y nos permite tener una vida regida por la razón.
También defendía el principio in medio virtus stat (la virtud está en el justo medio), que sostiene que la virtud es el punto equilibrado entre dos extremos: el exceso y el defecto.
Según Aristóteles, lo bueno es actuar conforme a la naturaleza racional humana. No hay dos personas iguales, por eso el justo medio depende de cada individuo y de las circunstancias.
La virtud se adquiere mediante la repetición de actos y la práctica constante (hábito). La felicidad no es un regalo, sino una meta que se alcanza con esfuerzo y práctica, buscando siempre el equilibrio.
Es importante tener modelos ideales y realizables que nos inspiren a desarrollar lo mejor de nosotros mismos, enfocándonos en ellos.
Estoicismo
- Vivían en conformidad con la naturaleza y la razón universal (logos), creyendo que todo está predeterminado por el destino.
- Practicaban la ataraxia (imperturbabilidad del ánimo) y el desapego. Sostenían que no debemos apegarnos a las cosas externas como si fueran la fuente de la felicidad, ya que esta es personal y reside en nuestro interior, en nuestra virtud y aceptación del destino.
Cinismo
- Vivían en conformidad con la naturaleza, eliminando las necesidades superfluas y convenciones sociales.
- Diógenes de Sinope es un ejemplo destacado, predicando con el ejemplo un estilo de vida austero y autosuficiente.
- El término ‘cínico’ proviene del griego kynikós, que significa ‘perruno’, aludiendo a su estilo de vida desvergonzado y simple.
Hedonismo (Epicuro)
Epicuro, principal representante del epicureísmo, sostenía que la finalidad de la vida es hallar el placer (hedoné), entendido como ausencia de dolor (aponía) y de turbación (ataraxia).
Epicuro distinguía entre diferentes tipos de placeres:
- Placeres físicos: Son temporales y tienen un límite, como el placer de comer. Se satisfacen al realizar la acción.
- Placeres intelectuales (o del alma): Considerados los más importantes y preferibles, ya que son más duraderos y estables (ej. la amistad, la filosofía).
Utilitarismo
Sus principales exponentes fueron Jeremy Bentham y John Stuart Mill.
Sostenían que lo bueno es aquello que resulta útil para la mayoría («la mayor felicidad para el mayor número»). Este principio se relaciona con la democracia y el derecho al voto, aunque puede presentar desafíos, ya que la opinión mayoritaria no siempre es la correcta ni garantiza lo bueno, y lo útil puede variar.
John Stuart Mill defendía que el Estado no debía intervenir en las libertades individuales, siempre que no se perjudicara a otros (principio del daño).
Una crítica común al utilitarismo es su potencial insensibilidad hacia los derechos y libertades individuales si estos entran en conflicto con la utilidad general.
Éticas Formales
Nietzsche
Realizó una crítica radical a la moral occidental (que llamó ‘moral de esclavos’), argumentando una ‘transvaloración de todos los valores‘, donde lo que tradicionalmente se consideraba bueno (humildad, compasión) pasó a ser visto como síntoma de debilidad, proponiendo una ‘moral de señores’ basada en la afirmación de la vida.
Consideraba que la cultura occidental se fundamentaba en valores decadentes y vacíos, asociados al platonismo y al cristianismo. Proclamó la ‘muerte de Dios‘, indicando que, hasta que no se asuma esta pérdida y el vacío de los valores tradicionales, no se podrá recuperar el valor fundamental de la vida terrenal y sus impulsos vitales (vitalismo), buscando la afirmación de la vida aquí y ahora a través del ‘superhombre’ (Übermensch).
Se le considera uno de los ‘maestros de la sospecha‘, junto con:
- Marx: Realizó una crítica a la sociedad occidental centrada en las relaciones socioeconómicas y de poder (lucha de clases), sospechando de las ideologías como encubridoras de intereses económicos.
- Nietzsche: Se enfocó en la crítica de los valores y la moral occidental, sospechando de sus orígenes y motivaciones ocultas (resentimiento).
- Freud: Psicoanalista que utilizó el psicoanálisis para interpretar la cultura y la sociedad, revelando las motivaciones inconscientes y sospechando de la racionalidad aparente de la conducta humana.
Existencialismo (Sartre)
Jean-Paul Sartre sostenía que los seres humanos somos radicalmente libres y estamos ‘condenados a ser libres‘. No nacemos con una esencia predefinida, sino que la construimos a través de nuestras elecciones a lo largo de la vida. El hombre tiene la libertad y la responsabilidad de elegir quién quiere ser.
Sartre afirmaba la libertad absoluta: en la vida, el hombre se va haciendo a sí mismo, formando su esencia. Esta libertad genera angustia en el ser humano, ya que debe asumir la responsabilidad total de sus actos.
La mala fe consiste precisamente en rehuir esta responsabilidad, culpando a las circunstancias, a los demás o a las propias pasiones, negando así la propia libertad.
El existencialismo floreció en la primera mitad del siglo XX, especialmente en el período de entreguerras y posguerra, un momento de profunda crisis histórica y existencial. Pretendía dar respuestas a la crisis de sentido que experimentaba el individuo en esa época.
El ser humano no tiene una naturaleza fija; según Sartre, ‘la existencia precede a la esencia‘. También afirmó que ‘el hombre es lo que hace con lo que hicieron de él’.
Figuras destacadas del existencialismo incluyen a Martin Heidegger, Jean-Paul Sartre, Simone de Beauvoir y Albert Camus.
La vida auténtica es aquella en la que el individuo asume plenamente su libertad y la responsabilidad de sus actos.
Éticas Dialógicas (o Discursivas)
Las éticas dialógicas o discursivas (con exponentes como Karl-Otto Apel y Jürgen Habermas) proponen que la fundamentación de las normas morales se logra a través de un diálogo argumentativo, positivo y justo.
El diálogo argumentativo es el procedimiento para alcanzar consensos racionales sobre normas válidas.
Se inspiran en el imperativo categórico kantiano, especialmente en el respeto a las personas como fines en sí mismas, pero lo trasladan al ámbito del diálogo intersubjetivo.
Para que el diálogo sea válido, deben cumplirse ciertas premisas (condiciones de la ‘situación ideal de habla‘), como el reconocimiento mutuo de los participantes como interlocutores válidos, iguales en dignidad.
El objetivo es fundamentar las normas morales en una racionalidad dialógica, donde los participantes aceptan aquellas normas que pueden ser justificadas con las mejores razones en un diálogo ideal.
Este diálogo representa un ideal regulativo que, aunque no se dé perfectamente en la realidad, sirve como exigencia ética.
Las condiciones del diálogo ideal incluyen reglas como: todos los afectados por la norma pueden participar (igualdad), todos pueden expresar sus posiciones y necesidades (derecho a ser escuchado), y todos pueden cuestionar cualquier afirmación (derecho a argumentar).
Rawls y la Justicia como Equidad
John Rawls defendió una teoría de la justicia dentro del marco del liberalismo político, buscando principios de justicia que garanticen la equidad para todos los ciudadanos.
Propuso un experimento mental: los principios de justicia deben escogerse desde una ‘posición original‘ en la que los participantes están cubiertos por un ‘velo de ignorancia‘. Este velo les impide conocer su posición social, talentos, género, raza o concepción del bien en la sociedad real. Al argumentar sin saber qué lugar ocuparán, elegirán principios justos e imparciales, ya que buscarán protegerse sea cual sea su situación futura.
Su teoría busca establecer los fundamentos de una justicia social equitativa, basada en principios acordados en condiciones de imparcialidad.