Marx y Nietzsche: Claves de la Alienación y el Superhombre

Contextualización de Marx y Nietzsche: Alienación y Superación

Karl Marx (1818-1883): Alienación y Lucha de Clases

Contextualización. Karl Marx (1818-1883) fue un influyente filósofo, economista y revolucionario alemán. Coautor del «Manifiesto Comunista» (1848) junto a Friedrich Engels, Marx desarrolló la teoría del materialismo histórico, argumentando que la lucha de clases es el motor de cambio en la historia. Su obra cumbre, «El Capital», analiza la explotación del trabajador en el sistema capitalista y aboga por la abolición de la propiedad privada de los medios de producción. Marx visualizó una sociedad sin clases donde los trabajadores controlaran democráticamente los recursos económicos.

Ideas Principales de Marx sobre la Alienación

2. Ideas principales:

  • La enajenación del trabajo consiste en que el trabajo es externo al trabajador, no forma parte de su ser, lo que lleva a una negación de sí mismo y a la infelicidad.
  • El trabajo enajenado es siempre trabajo forzado y autosacrificio, no es la satisfacción de una necesidad, sino un medio para satisfacer las necesidades fuera del trabajo.
  • El trabajo enajenado es un sacrificio, una forma de ascetismo donde el individuo no se pertenece a sí mismo, sino a otro.
  • El trabajo del trabajador no es suyo, sino de otro, lo que implica una pérdida de sí mismo y una alienación de su propia actividad.

Explicación de la Alienación en el Marxismo

3. Explicación. El marxismo entiende los términos “alienación” y “enajenación” en el contexto de la acción productivo-transformadora propia de la naturaleza humana. Aunque para Marx el ser humano no tiene naturaleza fija, sino historia que consiste precisamente en la “humanización” de la naturaleza a través del trabajo. El trabajo constituye la característica más definitoria de lo humano, porque a través del mismo tiene lugar la apertura del hombre a la naturaleza, a la realidad, a la relación social del hombre con los demás hombres y al desarrollo del propio ser humano como tal en todas sus potencialidades.

Pues bien, todas estas posibilidades son las que no se realizan plenamente, las que quedan “alienadas” (“enajenadas” en el texto) en el marco de la sociedad capitalista. La palabra “alienación” tiene dos significados en la filosofía de Marx:

Un sentido no peyorativo del término es el concepto de “alienación” en el contexto de la acción productivo- transformadora propia de la naturaleza humana. En este sentido el hombre se aliena -sale fuera de sí-, se exterioriza de forma natural a través del trabajo, vertiendo sobre el objeto su trabajo, transmitiéndole su humanidad. Es el proceso natural de “humanización” de la naturaleza a través del trabajo, mediante el cual el sujeto entrega algo de sí al objeto, que es así transformado a medida de las necesidades humanas.

En su sentido peyorativo, está relacionado con ese concepto crítico de razón que Marx hereda de la Ilustración y que en su filosofía adopta la forma de crítica radical de carácter socio-político. El término “alienación” surge vinculado a la enajenación, a la expropiación al trabajador del producto de su trabajo, lo cual acaba produciendo la alienación del trabajador mismo, de manera que “La realización del trabajo implica la desrealización del trabajador” que deviene así mera mercancía.

El sistema capitalista es una enorme maquinaria de alienación. En su seno el “valor de uso” de las cosas (valor para una determinada utilidad que tenía el producto cuando salió de las manos del trabajador) deviene “valor de cambio” (valor que el producto tiene para ser cambiado por dinero en el mercado); esta transformación es posible porque el trabajador vende al capitalista su trabajo, lo cual supone que el producto de su trabajo se hace independiente de él, se convierte en una mercancía que no le pertenece. La alienación acaba afectando a todo el ámbito de su actividad productiva, a la esencia misma del trabajador, del ser humano, el trabajo, que aparece como lo más ajeno (y odioso) a él. Por último, el propio trabajador acaba siendo mera mercancía, una cosa más (es “reificado”) que se vende y se compra en el mercado y cuyo precio está sometido a la ley mercantil de la oferta y la demanda como cualquier otra mercancía. La realización del trabajo en estas condiciones alienantes implica, pues, la des-realización del trabajador, a la vez que su alienación respecto a los demás hombres que aparecen ante él como separados como competidores.

Lo dicho hasta ahora constituye la esencia de la alienación económica que es la causa de la cual derivan los demás tipos de alienación que el ser humano sufre dentro de la sociedad capitalista. Distingue la alienación social, donde hay una separación de la sociedad en clases antagónicas; la alienación política, donde hay una separación entre la sociedad civil y el Estado como el conjunto de instituciones al servicio de los intereses de la clase social dominante; la alienación religiosa, como un instrumento ideológico más al servicio de los capitalistas, cuyo sistema social injusto llega incluso a justificar de forma trascendente (la religión es el opio del pueblo), donde la liberación que la religión promete no es para este mundo, en el cual no propone más que piadosa resignación, afirmando que la religión es una proyección del ser humano donde aparece ante esa divinidad por él mismo creada como inferior, culpable, pecador; y puesto que el origen de la alienación religiosa es la alienación económica, la solución a esta pasa por la solución previa a la alienación económica, por la transformación de la estructura social y la instauración de la sociedad sin clases que hará superflua la religión. Y por último, la alienación cultural y filosófica que sirve para justificar el status quo: “Hasta ahora los filósofos se han limitado a interpretar el mundo, sin embargo, lo importante es transformarlo”. Filosofía, moral, cultura, la separación entre teoría-mundo del trabajo, etc. Son otras tantas formas ideológicas al servicio de los poderosos ya que “La ideología dominante es la ideología de los que dominan”.

Friedrich Nietzsche (1844-1900): El Superhombre y la Transvaloración

1. Contextualización. Friedrich Nietzsche (1844-1900) fue un influyente filósofo alemán conocido por su crítica radical a la moral tradicional y la religión, centrando su crítica al pensamiento occidental desde Platón hasta Hegel. Su obra cumbre, «Así habló Zaratustra», introduce el concepto del «Superhombre» como una figura que trasciende los valores convencionales y crea su propia moralidad. Nietzsche abogaba por la afirmación de la vida y la voluntad de poder como fuerzas impulsoras del individuo. Su filosofía también abordó temas como el nihilismo, la voluntad de poder y el eterno retorno.

Ideas Principales de Nietzsche sobre las Transformaciones del Espíritu

2. Ideas principales:

  • La primera transformación del espíritu, la que corresponde a la figura del camello: el que se arrodilla el que se humilla, el que carga con la carga más pesada de todas.
  • La segunda transformación del espíritu: el león que quiere conquistar su libertad cambiando el “tú debes” por el “yo quiero”, un “no santo frente al deber”.
  • Aunque el león conquista la libertad aún no es capaz de crear nuevos valores.
  • Tercera metamorfosis del espíritu: el león tiene que transformarse en niño, en inocencia, olvido, nuevo comienzo, juego…” un santo decir sí”.

Explicación de las Metamorfosis del Espíritu según Nietzsche

3. Explicación. Nietzsche es, junto con Marx y con Freud, uno de los llamados “maestros de la sospecha”. En el caso de la filosofía de Nietzsche la sospecha que se plantea es, entre otras, aquella según la cual esos grandes valores de la tradición cristiano-platónica ante los que todos se inclinan, no serían más que máscaras tras las cuales se esconde la vida débil, la vida que declina y los deseos de venganza contra los afortunados, el resentimiento, el rostro tenebroso y violento de lo “humano demasiado humano”.

El texto que ahora comentamos nos habla, precisamente, de los valores propios de esa moral tradicional a través de esas tres figuras metafóricas, el camello, el león y el niño que, en el discurso de Zaratustra, encarnan respectivamente cada uno de esos tres momentos: aceptación, negación y superación, por los que atraviesa el espíritu humano en relación con dicha moral cristiano- platónica.

De esas tres metamorfosis que cuenta el primer discurso de Zaratustra, la primera es el camello que simboliza el “espíritu de pesadez”, o, como dice Nietzsche irónicamente el “monotonoteísmo”, la moral tradicional platónico-cristiana, la obediencia, el arrodillarse y soportar la carga de las creencias y los deberes morales. Su correlato filosófico es el intelectualismo ético socrático del cual Nietzsche comenta que la ecuación razón=bien=felicidad es la ecuación más extravagante, pues cuando la vida asciende instinto y bien son la misma cosa. Esta primera metamorfosis representa el nihilismo en la primera de las acepciones que este término tiene en la filosofía de Nietzsche: la negación del valor de esta vida (negación que tiene su origen en la debilidad, en la impotencia, en la incapacidad para el goce y en el resentimiento contra los afortunados) en favor de una supuesta vida transmundana.

El león, el gran negador, es la segunda de estas metamorfosis del espíritu humano. Simboliza el nihilismo en la segunda de sus acepciones: la negación de la moral tradicional, la conquista de la libertad que cambia el “yo debo” por el “yo quiero”, pero que aún es incapaz de crear nuevos valores. Es, acaso, el momento que mejor representa el hombre actual, lo que Nietzsche llama “el último hombre”, ese hombre que tiene su “pequeño placer para el día, su pequeño placer para la noche y honra, sobre todo, la salud”; esa vida devorada por el aburrimiento, esa vida que no quiere nada, que, en el fondo, quiere la nada. Es el punto de inflexión hacia una nueva perspectiva del ser y del hombre.

Ese nuevo sentido, el “superhombre”, está simbolizado por el niño, última de las transformaciones en el discurso de Zaratustra y que supone la sustitución de lo que Nietzsche llamaba la “perspectiva de rana” propia de la visión moral de la vida, por una perspectiva estética “la mirada de águila”, el sí incondicional a la vida como juego, como experimento, el nuevo “sentido de la tierra”. No hay forma de vida más fuerte que aquella que es capaz de aceptar el ser sin culpa, aquella que restituye la “inocencia al devenir” y afirma incondicionalmente el valor de la vida incluso en sus más terribles momentos con tanta intensidad como para desear que se repita, que “vuelva de nuevo” que retorne infinitas veces. Este es el sentido del “eterno retorno” nietzscheano (que en el texto simboliza la “rueda que se mueve por sí misma”): la conciliación de necesidad y libertad en ese “santo decir sí” en la afirmación incondicional del “sentido de la tierra” frente a cualquier sentido “transmundano”. La voluntad de poder es, desde esta nueva perspectiva, voluntad de juego, de simulacro que se identifica y participa del gran juego cósmico, de la gran voluptuosidad del crear y destruir sin finalidad, sin por qué, sin motivo.

Es esa voluntad la que caracteriza la idea de “superhombre” que Nietzsche, en “las tres metamorfosis del espíritu”, simboliza, como decimos, en la figura del niño: inocencia, alegría y juego que recupera la seriedad y la alegría que el niño tiene al jugar. La vida se torna así experimento, Dios ha muerto y el hombre no es más que un puente tendido hacia el superhombre; por eso también se dirigió Zaratustra a esos últimos “hombres superiores” (residuos melancólicos de Dios) en los siguientes términos “vosotros hombres superiores aprended a reír”.

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