La educación platónica
La función que cumple la educación en una sociedad justa es la de formar, en primer lugar, a los futuros gobernantes, educándolos en el amor a la verdad y al bien y en el dominio de las pasiones. Como el alma individual debe guiarse por la razón, el cuerpo social debe dejarse guiar por aquellos en quienes prima la razón, los filósofos. Además, debe educarse a los guardianes o soldados, en quienes destaca el alma irascible, y que siendo necesarios para la subsistencia del Estado pueden poner a éste en peligro de no ser sumisos a los dictados de los filósofos, hundiendo a la polis en una guerra intestina.
Para la clase inferior no prescribe Platón ninguna educación especial. En cambio, se extiende con amplitud, tanto en La república como en Las leyes, sobre la educación que deben recibir los guerreros y los filósofos. Todos ellos deben quedar al margen de los oficios manuales y dedicarse en forma exclusiva a prepararse para la defensa y el gobierno de la ciudad.
La educación comienza desde la más tierna infancia. Deben descartarse todas aquellas fábulas que presenten a los dioses y a los héroes como seres gobernados por pasiones desenfrenadas, capaces de matar por venganza, de ser infieles, de mentir para sacar provecho. Los poetas han de sujetarse a las normas que les dicta el Estado. Dirán en sus obras que Dios es esencialmente bueno, recto y veraz.
Tanto la música como la gimnasia tienen por fin educar el alma. La primera aporta suavidad, cortesía y dignidad, y la segunda valentía y fuerza. La educación en la música y la gimnasia debe alcanzar no sólo al varón sino también a la mujer. La igualdad de los sexos es resaltada con fuerza en La república.
Los futuros gobernantes han de ejercitarse en un gran número de ciencias desde su juventud, para ver si sus espíritus son capaces de sostener los estudios más profundos.
La primera de las ciencias que los ayudarán a pasar de las tinieblas de lo mudable y sensible a la luz de lo inteligible, son la aritmética y la ciencia del cálculo. Estas ciencias elevan al hombre al hacerle razonar sobre los números tales como son en sí mismos, y no sobre cantidades visibles, facilitando así el paso de la contemplación de lo sensible a lo eterno, las Ideas. Junto con estas ciencias debe cultivarse la geometría.
El matemático da por supuestas ciertas nociones, tales como lo par y lo impar, de estas nociones que no admiten demostración (axiomas) parte la marcha deductiva que permite obtener diferentes conclusiones. En este proceso se apoyan en las representaciones sensibles de las Ideas
Los matemáticos se sirven de figuras geométricas para discurrir, pero no pensando en ellas mismas, sino en aquello de lo que son imagen. Discurren acerca del cuadrado en si, pero no acerca del que ellos dibujan, así ven aquello que sólo puede ser visto por el pensamiento.
La tercera ciencia que han de estudiar los futuros filósofos y hombres de Estado es la astronomía. La belleza del cielo debe verse como un reflejo de la belleza del cielo inteligible. La ciencia propia del filósofo es la dialéctica, mediante la cual se eleva de lo sensible a lo inteligible y de las ideas a la idea suprema, la idea de Bien.
A los veinte años, una vez concluido el curso de ejercicios gimnásticos (tres años), se los iniciará en las ciencias, otorgándoles ciertos honores como incentivo. Al llegar a los treinta años, se escogerá de entre ellos a los que hayan mostrado mayor constancia y condiciones naturales para el estudio y la guerra y se les concederán nuevos honores, iniciándolos en la dialéctica.
El dialéctico parte también de hipótesis, por ejemplo la noción de lo justo, pero estas hipótesis son verdaderas hipótesis, algo provisional, trampolines o peldaños que permiten ascender hasta el principio de todo, un principio no hipotético, en esta ascensión no recurre a nada que no sea las ideas tomadas en sí mismas.De este modo, de Idea en Idea, se alcanza la Idea de Bien, Idea suprema fundamento de la inteligibilidad y el ser del Mundo de las Ideas.
En principio la dialéctica es un proceso ascendente, pero también hay una dialéctica descendente, proceso inverso que reconstruye la serie de las Ideas sin recurrir a la experiencia sensible. Lo que permite establecer las relaciones y jerarquías de las Ideas.
Luego de dedicarse cinco años a la misma, estos escogidos «descenderán de nuevo a la caverna» para ganar experiencia. Allí se observará si se mantienen firmes o vacilan. Quince años transcurrirán de este modo en la vida del futuro hombre de Estado. Aquellos que a los cincuenta años hayan salido puros de estas pruebas cargarancuando toque el turno, con el peso de la autoridad y de la administración sin otro fin que el bien público.