Teoría Descartes:
Tal como se ha expuesto en las cuestiones anteriores, Descartes pretende una filosofía absoluta, con todo el rigor científico de las matemáticas, cuya validez fuese universal. Con este fin, Descartes aplica la duda metódica a todos los campos, el de los sentidos, el mundo exterior, incluso a los propios razonamientos, hasta llegar a una verdad que considera fuera de toda duda.
La verdad inmutable, la base de toda la Filosofía para Descartes es la existencia del yo como sujeto pensante; en principio esta verdad no parece implicar la existencia de ninguna otra realidad.
Por esto, Descartes se pregunta cómo conseguir la certeza de que existe algo aparte del propio pensamiento.
Antes de contestar, Descartes hace una especie de balance de lo que tiene como cierto: el pensamiento como actividad, y las ideas que piensa. El pensamiento, afirma Descartes, piensa siempre ideas; el problema es cómo garantizar que a la idea le corresponde una realidad. Al analizar las ideas Descartes distingue las ideas adventicias, aquellas que parecen provenir de nuestra experiencia externa; y las ideas facticias, ideas que construye la mente a partir de otras ideas, provienen por tanto de nuestra imaginación o voluntad, o de otras ideas. Ninguna de estas ideas puede servir como punto de partida para la demostración de la existencia de la realidad extramental. Las primeras porque provienen del exterior, y su validez depende de la problemática existencia de la realidad exterior. Las segundas porque al ser construidas por el pensamiento también se pueden cuestionar. Pero Descartes acepta la existencia de un tercer tipo de ideas que no provienen ni del exterior, ni tampoco son construidas a partir de otras ideas, son las que el pensamiento posee en sí mismo, son innatas, como las ideas de pensamiento y de existencia, que no proceden de la experiencia externa ni son construidas por nosotros, sino que nos las encontramos en la percepción misma del “pienso, luego existo”.
Entre las ideas innatas Descartes descubre la idea de infinito, que –como se ha comentado en los puntos anteriores- identifica con la idea de Dios. La existencia y la infinitud son perfecciones de Dios. La esencia de Dios comprende su existencia, la incluye necesariamente. Si se concibe que Dios es absolutamente perfecto e infinito, esta idea no puede proceder del ser humano, puesto que es finito e imperfecto, de aquí concluye Descartes que “del hecho de que yo posea una cierta idea de un ser perfecto, es decir, Dios, se demuestra evidentísimamente que Dios existe”. La idea de Dios es, por tanto, una idea innata para Descartes quien demuestra la existencia de Dios a partir de la idea de Dios. Un argumento parecido se encuentra en San Agustín: en nuestro entendimiento hay verdades necesarias, inmutables, eternas; el fundamento de esas verdades no puede ser el pensamiento humano que es imperfecto, por tanto, reciben su valor de la verdad eterna que es Dios. También admite Descartes el argumento ontológico de San Anselmo que prueba la existencia de Dios a partir de la idea de Dios (todos los hombres tienen una idea de Dios, entienden por Dios un ser tal que es imposible pensar otro mayor que Él; un ser tal ha de existir no sólo en nuestro pensamiento, sino también en la realidad ya que en caso contrario sería posible pensar otro mayor que Él y, por tanto, caeríamos en contradicción; luego, Dios existe no solo en el pensamiento, sino también en la realidad).
En estos argumentos se produce un salto del plano del conocimiento al plano de la existencia, de lo real, tal como se ha comentado en el apartado anterior. La objeción a estos argumentos es que Dios podría engañarnos, ante lo que Descartes responde que esto no es posible pues esta sería una imperfección que no se puede encontrar en un Dios perfecto. También puede objetarse que nosotros podemos equivocarnos, ante lo cual Descartes afirma que el creador no puede habernos dado una facultad engañosa. De este modo, Dios aparece como garantía del criterio de verdad, ya que en Dios se encuentra el último fundamento de los conocimientos evidentes: Dios es absoluto, perfecto, bueno y no puede permitir que yo me engañe. A partir de la existencia de Dios Descartes demuestra la existencia del mundo: puesto que Dios existe y es infinitamente bueno y veraz, no puede permitir que me engañe al creer que el mundo existe. Dios aparece como garantía de que a unas ideas corresponde una realidad; por esto Dios es la única sustancia a la que se puede aplicar este calificativo en sentido estricto, las demás sustancias existen en sí, pero no per sí.