En primer lugar, Descartes se propone crear una ciencia universal (Mathesis Universalis), que someta la realidad al método matemático, y así la física no dependería de los sentidos que son engañosos, sino de la razón que nunca se equivoca. De esta manera, el hombre podrá “ver claro en sus acciones y proceder con seguridad en esta vida” “eligiendo lo que el entendimiento muestra a la voluntad”. Esta ciencia universal, lograría la unidad del saber, usando un único método obtenido desde las matemáticas, y la cual se convertiría en una ciencia total (Árbol de las ciencias:
metafísica como raíces, física como tronco y mecánica, medicina y moral como ramas).
De esta manera, la única forma deducir un sistema de verdades completo y cerrado, será mediante el uso de un método, que ha de ser “uno y universal, al igual que la inteligencia”, aplicable a todo conocimiento y que tenga el objetivo de facilitar el uso natural de la razón. Este método socrático, en un principio, estará formado por 21 reglas, que posteriormente se reducen a cuatro: la evidencia, el análisis, la síntesis, la enumeración y la revisión. Para Descartes, los principios básicos de la razón son la intuición (Intuitus mentís) y la deducción
Al querer asentar la filosofía sobre una base inconmovible (el método socrático necesita de un primera verdad), necesita establecer un punto arquímédico, una verdad primaria indudable, y que junto a su método, le sirva para deducir de ella todas las demás ideas de una manera infalible. Dichas verdades deben ser percibidas con claridad y distinción, y esto solo se logrará gracias a la duda metódica (es una exigencia del método en el momento del análisis): Descartes pone en cuestión todo conocimiento comúnmente aceptado, y confía solo en la razón del sujeto cognoscente.
Esta duda cartesiana debe ser universal, radical, metódica, teorética, provisional, constructiva, y necesaria, debido a la existencia de un genio maligno que nos engaña, la imposibilidad de distinguir la vigilia del sueño y a la naturaleza engañosa de los sentidos. Sin embargo, la duda cartesiana tropezará con una primera certeza de la que no es posible dudar y que tiene su origen en la duda misma: la propia existencia del sujeto que piensa y duda. De esta forma, va a superar el escepticismo al formular el célebre cogito ergo sum (“pienso, luego existo”), el cual es la conciencia simultánea del hecho de su pensamiento y de su propia existencia (res cogitans). Para escapar del solipsismo, Descartes rápidamente deduce la existencia necesaria de una 2ª verdad: la res infinita (Dios)
. Finalmente cree también estar convencido de que la bondad de Dios garantiza la existencia de las cosas físicas y de las otras mentes (res extensa), superando de este modo la duda metódica y eliminando definitivamente la “soledad radical” a la que le había conducido dicha duda.
Gracias el criterio de certeza que le ha llevado al cogito, distingue tres clases de ideas: Adventicias o adquiridas, que provienen de la experiencia sensible y por tanto no podemos tomarlas como fundamento de nuestro conocimiento; artificiales o facticias, elaboradas mediante la imaginación y la voluntad, por lo que tampoco valen como de base del conocimiento , Innatas o naturales, proceden de Dios mismo, y brotan naturalmente de nuestra facultad de pensar. Son las ideas en sentido propio, porque proceden de Dios y están garantizadas por su veracidad.
metafísica, como se dicho antes, Descartes llegar existencia de sustancias (res, en latín). Estas sustancias quedan definidas como “la cosa que existe de tal modo que no necesita de ninguna otra para existir”. Cada sustancia es complementada por un atributo propio de tal forma, que el atributo de la res infinita (Dios) es la infinitud o perfección; el atributo de la res cogitans (el alma) es el pensamiento; y finalmente el atributo de la res extensa (los cuerpos, la materia) es la extensión. Dentro de esta sustancia extensa, Descartes distingue entre cualidades primarias (extensión, dureza, figura ,movimiento, reposo…), las cuales son objetivas; y cualidades secundarias (olor, color, sonido…), las cuales son subjetivas. La realidad, no posee cualidades secundarias, solo existen las primarias, por lo que la física cartesiana es mecanicista. Es decir, pretende demostrar los fenómenos naturales a través de la materia y el movimiento (cuya causa primera es Dios) que sigue unas leyes determinadas matemáticamente (Principio de inercia, principio de dirección del movimiento y principio de conservación del movimiento).
antropología, Descartes plantea un dualismo cuerpo-alma (res cogitans-res extensa): el cuerpo es una máquina compleja, construida por Dios y constituida por un alma (inmortal), y un cuerpo (material). Alma y cuerpo son independientes, pero existe entre ellos una uníón accidental que Descartes sitúa en la llamada “glándula pineal” ubicada en el cerebro. Además, en la sangre, existen los “espíritus vitales o animales”, que transmiten a dicha glándula los mensajes del cuerpo y viceversa, producíéndose así la comunicación entre las dos sustancias que forman al hombre.
Teología,
Descartes define la idea de Dios como una sustancia infinita, eterna, inmutable, independiente, omnisciente, omnipotente y que garantiza la existencia de la sustancia extensa. (Además, Dios es una cosa que piensa y que tiene en sí la idea de todas las perfecciones, es la suprema realidad en la cual el coge el cogito y el sum se identifican plenamente garantizando la verdad y la existencia del mundo). En su filosofía, Descartes aporta tres pruebas de la existencia de Dios. La primera de ellas, es la prueba por la idea de lo perfecto e infinito ( entre las ideas innatas se encuentra la de un ser infinitamente perfecto (Dios), que no puede haber sido creada por el yo, ya que éste es finito e imperfecto, de manera que esta idea ha tenido que ser puesta en el sujeto por un ser realmente infinito). La segunda es una variante del argumento ontológico de San Anselmo (dado que yo tienen su mente la idea de un ser infinitamente perfecto, ese ser tiene que incluir entre sus perfecciones la de existir necesariamente). La última de estas demostraciones corresponde a una variante de la vía tomista de la contingencia (si el yo se hubiese dado a sí mismo la existencia, se habría dado todo tipo de perfecciones, pero sin embargo, es finito, imperfecto y contingente; por tanto, tiene que haber sido traído a existencia por otro ser que pueda ser contingente o necesario. La cadena de seres contingentes no puede ser infinita, ha de haber un ser necesario (Dios) que ha comenzado todo y mantiene todo en existencia.)
moral provisional con una serie de reglas en las que la razón se erige en guía para vivir lo más feliz posible: “obedecer las leyes y costumbres de mi país; ser en mis acciones lo más firme y resolutivo que pudiera; intentar siempre vencerme a mí antes que la fortuna, y cambiar mis ideas antes que el orden del mundo; emplear toda mi vida en cultivar mi razón y avanzar tanto como pudiese en el conocimiento de la verdad”. Por otro lado, Descartes también reconoce la influencia que las pasiones o sentimientos tienen en nosotros. Ante ellas, la tarea del alma es someterlas y ordenarlas conforme al dictado de la razón. En definitiva, la moral cartesiana se trata, pues, de una ética del sentido común, que renuncia a ser crítica con la moral tradicional, la religión, o la política.