ATEÍSMO Y LIBERTAD. Dado que Dios no existe, el hombre es libre. El existencialismo es el esfuerzo de sacar todas las consecuencias de una posición atea coherente. Aunque Dios existiera no cambiaría nuestro punto de vista, el problema no es la existencia de Dios, sino que el hombre se encuentre a sí mismo y se convenza de que nada o nadie puede salvarlo de sí mismo. Es muy incómodo que Dios no exista, porque con él desaparece toda posibilidad de encontrar valores en un cielo inteligible. Dostoievski escribíó: «Si Dios no existiera, todo estaría permitido». La idea del hombre como un ser libre es una consecuencia inevitable del ateísmo. Cuando Dios crea las cosas del mundo las crea a partir de la idea que se ha hecho de ellas, del mismo modo que el artesano crea un libro a partir de la idea que de él se ha formado, y por ello el hombre individual es una realización del concepto de hombre que Dios tiene en su mente. Si Dios no existe hay por lo menos un ser en el que la existencia precede a la esencia, un ser que existe antes de poder ser definido por ningún concepto. Con esta tesis Sartre señala la peculiar posición del ser humano respecto del resto de seres: empieza existiendo, no teniendo un ser propio, empieza siendo una nada, y se construye a sí mismo a partir de sus proyectos; el hombre es lo que ha proyectado ser. De este modo, Sartre relaciona la libertad con la falta de naturaleza: tener una naturaleza o esencia implica que el ámbito de conductas posibles están ya determinadas. Estamos condenados a ser libres: condenados porque no nos hemos dado a nosotros mismos la libertad, no somos libres de dejar de ser libres. La ética, se presentan como un límite de la libertad, pues los valores no existen antes de que nosotros los queramos, no existen los valores como realidades independientes de nuestra voluntad, los valores morales los crea nuestra determinación de hacer real tal o cual estado de cosas. Al escoger unos valores en vez de otros, la voluntad les da realidad. Somos radicalmente responsables: no tenemos excusas, lo que somos es una consecuencia de nuestra propia libertad de elección; somos responsables de nosotros mismos. Según nuestro modo de actuar, llevaremos un tipo de existencia u otro: Existencia auténtica: vivir de acuerdo con nuestro propio ser, y conscientes de nuestra propia limitación. Se acepta la muerte; esa certeza lleva a la angustia y a la nada. El individuo actúa libre y responsable, no pone excusas. Cada uno se autorrealiza y crea sus propios valores dentro de este mundo sin sentido. Existencia inauténtica: sujeto que renuncia a su libertad, a decidir su propia realización, y adopta respuestas mecánicas, anónimas, estereotipadas; se limita a una vida arrastrada por la corriente de este mundo, falsa y anodina. Este tipo de existencia se caracteriza por el anonimato, la mediocridad, la frivolidad, la irresponsabilidad y la inconsciencia. El existencialismo es una filosofía de la acción pese a declarar el carácter absurdo de la vida. La contingencia es un rasgo común a todas las cosas, incluido el ser humano. Es “el estar de más”, el existir de modo gratuito, sin que exista justificación o necesidad alguna para ello. La noción de contingencia no es exclusiva del pensamiento existencialista. La gran diferencia entre el pensamiento tomista y el sartriano está en que Tomás de Aquino considera que hay algo exterior al propio mundo que le sirve a éste de fundamento y que hace inteligible la totalidad de las cosas, les da un sentido. Sartre, sin embargo, rechaza la noción de Dios, se declara ateo, con lo que radicaliza al máximo la comprensión del carácter gratuito de la existencia. El mundo no lo ha creado ningún ser trascendente, es contingente, y esto se traslada a las cosas concretas: éstas no existen como consecuencia de un supuesto plan o proyecto de la naturaleza o de Dios, son así pero perfectamente podrían ser de otro modo o no existir. Lo mismo ocurre con nosotros: estamos “arrojados a la existencia”, nuestra presencia en el mundo no responde a intención ni necesidad alguna, carece de sentido, la vida es absurda, y la muerte también. Posiblemente esta concepción de la gratuidad absoluta de la realidad, de la ausencia de sentido, proyecto o necesidad en el mundo, es el elemento más carácterístico del existencialismo sartriano. De ahí que la experiencia filosófica más importante sea la de la comprensión del absurdo de la existencia. Sartre llama “náusea” a esta experiencia originaria del ser.