San Agustín
La fe da lugar a la religión y la razón a la filosofía, y, en tanto que la fe y la razón tienen su origen en Dios, no puede haber oposición entre ambas. La fe es una gracia de Dios y, junto con la Sagrada Escritura, forma la palabra divina, infalible e invariable; la fe no es algo irracional, guía la investigación y protege frente al error. Por su parte, la razón y la filosofía (la palabra humana), aunque limitadas y frágiles, son buenas porque pueden favorecer a la religión: permiten la comprensión intelectual, aunque imperfecta, de verdades religiosas, ayudan a refutar las herejías y a convencer a los que dudan. Fe y razón se complementan: “creo para entender y entiendo para creer”, dice San Agustín.
Puesto que en el hombre encontramos una sustancia material y otra espiritual, habrá también dos tipos de conocimiento, el sensitivo y el intelectual. San Agustín no rechaza completamente el valor de los sentidos (conocimiento sensitivo) pues nos informan de las cosas sensibles, incluido nuestro propio cuerpo, y son necesarios para la vida práctica. La sensación es común a los animales y al hombre, pero nosotros disponemos además de la razón, con la que podemos alcanzar un conocimiento más elevado de la realidad (conocimiento inteligible). Mediante la razón inferior conocemos el mundo sensible, temporal y cambiante, y resolvemos las necesidades prácticas de la vida; y gracias a la razón superior podemos alcanzar las esencias, lo inmutable, necesario y eterno como los objetos matemáticos (el mundo inteligible), e incluso a Dios, dando lugar a verdades eternas, inmutables y comunes a todos.
San Agustín combatíó el escepticismo y creyó posible la certeza de verdades como el principio de contradicción, o de la existencia de las propias sensaciones de las cosas; más aún, de un modo muy parecido a Descartes, mostró también la existencia de verdades indubitables a partir de los hechos de conciencia: podemos dudar de lo exterior, de las cosas, pero no de que vivimos y de que nos acordamos, entendemos y queremos, hechos de nuestra alma que encontramos cuando miramos en nuestro interior. En cuanto al conocimiento objetivo, referido al mundo inteligible, sus verdades no dependen del mundo sensible ni tampoco de la mente humana; nuestra mente tiene que aceptarlas y reconocer que poseen una validez absolutas, independiente del sujeto que las considera. La verdad es una y la misma para todas las personas, y es inmutable y eterna; pero dado que nuestra razón es limitada, temporal y finita, pensó San Agustín, es necesario el auxilio de algo que también sea eterno e inmutable: Dios. Las ideas ejemplares y las verdades eternas están en Dios. Para captar las verdades eternas, universales y necesarias nuestra inteligencia, nuestra alma, tiene que ser iluminada por Dios (teoría de la iluminación).
EL PROBLEMA DE Dios
El argumento principal de San Agustín para probar la existencia de Dios parte de las “verdades eternas”: en el interior de nuestra alma encontramos verdades universales, inmutables y necesarias, como los primeros principios de la razón, a las que nos tenemos que someter y presentes en todos los hombres. Su fundamento no pueden ser las cosas físicas, realidades contingentes, cambiantes y mortales, pero tampoco nuestra alma, que también cambia; estas verdades nos trascienden, luego debe existir algún ser que posea sus carácterísticas y sea su fundamento: Dios. Dado que es tan superior y distinto de las cosas finitas, no podemos conocerlo con total fidelidad, pero sí cabe una cierta comprensión de su ser. Defiende San Agustín, la Trinidad de Dios: Dios es Padre, Hijo (Verbo) y Espíritu (Amor), tres personas en una misma y sola naturaleza divina. Dios es el principio y fuente de todos los seres, la realidad plena, inmutable, infinita, única, simple, eterna y perfecta; es el Bien, la Verdad, la Belleza y el Ser. Las cosas temporales cambian, no posen completamente el ser, por lo que no se han creado a sí mismas, y necesitan de un ser radicalmente distinto para existir, Dios; estas entidades forman el mundo finito, en el que encontramos substancias espirituales y substancias materiales, y todas ellas, incluidos los ángeles, han sido creadas por Dios libremente y desde la nada. Dios crea el mundo desde la eternidad y en ese acto crea también el espacio y el tiempo. Dios creó la materia informe y caótica en la que depositó todos los gérmenes de las cosas, o razones seminales, de los que a lo largo del tiempo irán formándose todos los seres. Utilizó unos modelos o arquetipos para crear las substancias finitas (doctrina del ejemplarismo), las ideas, que existen en Su mente o inteligencia, y que son como las esencias de todas las cosas, eternas, inmutables y fundamento de todo conocimiento perfecto. Dios gobierna y administra todas las cosas del mundo, y las dirige a los fines que les convienen para su perfección.
Santo Tomás
Santo Tomás distingue dos tipos de conocimiento:
El natural procede de la razón humana y da lugar a la filosofía; el sobrenatural procede de la revelación y de la fe y es un conocimiento oscuro.
Ambos provienen, en último término, de Dios, por lo que entre ellos no puede haber contradicción, y sí colaboración, dando lugar p. Ej. A la teología:
La revelación orienta a la razón y evita errores; la razón puede servir a la fe para aclarar y defender los misterios de la revelación. Algunas creencias nunca podrán ser demostradas por la razón y otras sí, como los preámbulos de la fe (la existencia de Dios y la inmortalidad del alma), por lo que habrá dos tipos de teología: la teología racional o natural, que llega a Dios mediante la razón y la teología cristiana o sobrenatural, basada en la doctrina revelada y la fe.
Llama Santo Tomás “proposiciones evidentes en sí mismas” a aquellas en las que el predicado se incluye en el sujeto, y que describen propiedades esenciales de las cosas, como «los hombres son animales racionales»; parte de ellas serán, además, evidentes para nosotros, cuando vemos su verdad con sólo comprender el concepto sujeto.
Algunos filósofos han creído posible la comprensión intelectual directa (a priori, antes de toda experiencia) de la esencia de Dios, y, en esa medida, la demostración de su existencia a partir del concepto de Dios (el argumento ontológico defendido por San Anselmo)
Sto. Tomás mantendrá, por el contrario, que no cabe una argumentación meramente racional o a priori de la existencia de Dios, por no ser acorde con las facultades cognoscitivas humanas.
La proposición «Dios existe» no es evidente para nosotros, aunque sea evidente en sí misma (pues la existencia de Dios se incluye en su esencia)
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Debemos llegar a Dios a partir de lo más conocido para nosotros, de la experiencia sensible
Así pues, las pruebas de Sato. Tomás (LAS CINCO VÍAS) son demostraciones a posteriori: parten de los efectos de la actuación de Dios en el mundo (un dato de experiencia), introducen un principio metafísico, y concluyen en la necesidad de la existencia de un ser supremo trascendente
1. Vía del movimiento
Como todo lo que es movido, es movido por otro móvil, como no podemos extender esta afirmación ad infinitum tenemos que postular la existencia de un Motor inmóvil y este motor inmóvil es Dios. Aristóteles es quien le inspira en esta vía.
2. Vía de la causalidad
Como todos los efectos tienen una causa, esta cadena tampoco se pude extender infinitamente, por lo que tenemos que afirmar la existencia de una causa eficiente primera, que es Dios. De las cuatro causas de las que habla Aristóteles, Santo Tomás se centra sólo en una: la causa eficiente.
3. Vía de la contingencia:
los seres (criaturas) y las demás cosas tienen una existencia contingente, pues no tienen la causa de ser ellos mismos. Por ello, la tienen que tener en otro ser necesario, este es Dios.
4. Vía de los grados de perfección:
los seres humanos tenemos ideas en la mente de superioridad, de verdad, de nobleza y de bondad. Por ello como estas cualidades admiten grados, deber haber una causa de las atribuciones de estas cualidades, ésta es Dios.
Dios es el ser supremo, buenísimo, nobilísimo y óptimo
5. Vía del ser sumamente inteligente y ordenador:
como la realidad está ordenada y los seres estructurados, debe haber un ser sumamente inteligente y ordenador, y éste es Dios.
Además de estas pruebas, lo que nos acerca al conocimiento de Dios es su ESENCIA, aunque para entenderla tenemos que comprender que en Dios ESENCIA Y EXISTENCIA SE IDENTIFICAN, lo que lo convierte en un ser superior y causa de todo cuanto hay. Para ello nuestro filósofo medieval se apoya en los BINARIA FAMOSSISSIMA DE ARISTÓTELES. Los conceptos de esencia (quiddidad) y existencia (esse) son nuevos y nuestro autor los hereda del pensador árabe Irání Avicena (s. X). Sto. Tomás de Aquino distingue cuidadosamente entre lo que las cosas son (esencia) y el hecho de que existan o no (existencia). La esencia es un conjunto de carácterísticas que hacen que una cosa sea lo que es, pero a diferencia de Aristóteles, para Sto. Tomás la esencia es el compuesto de forma y materia (por ejemplo, en “el hombre es racional”, el hombre es la “materia” y “racional” la forma). Pero la esencia es potencialidad de ser, potencia de ser. Existencia, sin embargo, es acto de ser, actualización (por ejemplo, la existencia de un hombre es posible gracias a los padres (causas segundas), y gracias a Dios (causa primera)). En Dios esencia y existencia se identifican, pues es un ser necesario, causa de su propia existencia y de la existencia de los demás seres. En los demás seres (criaturas), y entre ellos el ser humano, la esencia y la existencia no se identifican, puesto que la existencia del hombre es contingente (es mortal). Así pues, la esencia y la existencia sólo conforman una unidad eterna, inseparable y necesaria en Dios.
Los seres creados participan (teoría de la participación por analogía con el ser necesario) del ser de Dios en grados diferentes, según sus esencias. De acuerdo con esto, Santo Tomás establece una jerarquización entre los diferentes seres, según su proximidad a Dios: Dios (esencia=existencia), los ángeles (esencia=forma sin matera), los seres humanos (esencia=materia+forma) y las cosas (esencia=materia+forma)
Cuyos rasgos principales serían los siguientes:
- Confianza plena en la razón humana. La razón es la única facultad que puede conducir al hombre al conocimiento de la verdad. Razón se opone no tanto a fe o revelación como a sentidos, imaginación o pasión, que son considerados como engañosos. La razón es el principio y el tribunal supremo a quien corresponde juzgar lo verdadero y conveniente, tanto en el ámbito teórico como en la actividad moral y política.
- Consideran que la razón sólo conoce directamente sus propios contenidos, a los que denominan ideas.
De este modo, el hombre es un ser vuelto sobre sí mismo, que sólo conoce su propio pensamiento. Las cosas conocidas son conocidas mediante las ideas (representaciones mentales), no directamente en sí mismas; por eso se puede dudar de la existencia de las cosas; la realidad del mundo ha de ser deducida pues no es evidente. De entre estas ideas algunas las posee el entendimiento de forma innata, es decir, sin ayuda de los datos procedentes de los sentidos. Estas ideas innatas constituyen los primeros principios del conocimiento. Las ideas innatas para los racionalistas son aquel tipo de ideas que la razón elabora por sí misma, sin intervención de los sentidos, y que la mente concibe de manera clara y distinta. Está segura de ellas. Por ello los racionalistas entienden la verdad como certeza.
Ejemplos de ideas innatas son la idea de “sustancia”, “necesidad”, “pensamiento”, etc. Si los racionalistas ponen el fundamento del saber en las ideas innatas es porque consideran que el conocimiento obtenido por los sentidos es confuso y puede ser engañoso. -
Idealismo y subjetivismo.
El idealismo es la posición epistemológica según la cual no conocemos las cosas en sí mismas, sino que las cosas se conocen a partir de nuestras ideas o representaciones mentales. Así, para los pensadores griegos y medievales hay una realidad en sí (las Ideas de Platón, las sustancias, Dios, etc.) que se trata de conocer y que existe independientemente del sujeto que la conoce. Para la filosofía moderna que nace con Descartes, el entendimiento conoce directamente sus propios contenidos y sólo conoce la realidad externa en tanto que se ajusta a los esquemas previamente establecidos por el entendimiento (al que se llamará conciencia, yo, sujeto, espíritu, etc.). Por esta razón puede decirse que para la filosofía moderna el ser de las cosas reside en la conciencia, y por ello se dice que la filosofía moderna es idealista y subjetivista:
El sujeto es el centro de la relación cognoscitiva. -
El problema del conocimiento se convierte en el problema central de la filosofía moderna. La metafísica es la ciencia que trata del ser. Pero ahora se considera que el ser de las cosas reside en la conciencia, por lo que la metafísica se convierte, ante todo, en gnoseología o epistemología (teoría del conocimiento). Además, antes de responder a la pregunta sobre qué sea el ser de las cosas conviene buscar la manera de no equivocarse. Lo que le interesa al pensamiento moderno es la indubitabilidad, el problema de evitar el error y conseguir la certeza.
Importa llegar a algo que no pueda ser puesto en duda: se busca la seguridad. - Búsqueda de un nuevo método.
Se trata de encontrar un nuevo método de razonamiento para avanzar en el conocimiento, buscar un nuevo método de descubrimiento. El modelo del método es el método matemático o método axiomático. Las matemáticas (geometría y aritmética) son la única ciencia que cumple con los presupuestos del Racionalismo, es decir, es una ciencia cuyos contenidos son indubitables y ciertos. Por esta razón, los racionalistas parten de las matemáticas para elaborar un método universal que sea aplicable a otras ciencias. El método por excelencia es el deductivo.
A partir de las ideas innatas del entendimiento se desarrolla deductivamente el conocimiento. Para el Racionalismo deducir es construir lo complejo a partir de lo simple, siguiendo el proceder de la geometría, que a partir de líneas, puntos, superficies, puede construir todos su objetos. - Conciben la realidad como sustancia.
La realidad propiamente tal es sustancia, aquello que subsiste por sí mismo.
Así para Descartes hay tres sustancias: 1) sustancia pensante, yo o conciencia; 2) sustancia extensa o cosas materiales; 3) Dios o sustancia infinita. Para Spinoza hay una única sustancia a la que llama Dios o la naturaleza (Deus sive Natura). Y para Leibniz existen infinitas sustancias a las que llama mónadas; cada entidad individual simple es una mónada.
En resumen, el Racionalismo como corriente filosófica a la que pertenecen Descartes, Spinoza, Leibniz y Malebranche suele oponerse a la filosofía inglesa de los siglos XVII y XVIII, el Empirismo. Para el Racionalismo las ideas y principios a partir de los cuales obtenemos deductivamente el conocimiento no provienen de la experiencia sensible.
Los sentidos nos proporcionan información del Universo, pero esa información es incierta y confusa. Los elementos últimos de que ha de partir el conocimiento científico son las ideas claras y distintas y éstas no proceden de la experiencia sino que las posee el entendimiento de forma innata. Para el Racionalismo hay ideas innatas, connaturales al entendimiento, que no son
3.1. EL CONOCIMIENTO
En los Principios de la Filosofía se afirma: “Toda la filosofía es como un árbol, cuyas raíces son la metafísica, el tronco la física y las ramas que salen de ese tronco son las demás ciencias (matemáticas, medicina y moral)”. ¿Qué se entiende por metafísica?
Hasta ahora nos hemos encontrado con la expresión metafísica en Aristóteles, para quien la metafísica o u ontología era un saber del ser en general y acerca de las primeras causas y los primeros principios. Pero en la filosofía moderna se produce un cambio, a saber, el subjetivismo o idealismo:
El ser de las cosas se da en el entendimiento, en la conciencia. El conocimiento no es un conocimiento directo de las cosas, sino que conocemos las cosas por medio de las ideas de ellas. Lo que se conoce, entonces, directamente son las ideas, así que la metafísica pasará a ser, en gran medida, teoría del conocimiento o gnoseología. La metafísica, que es entendida ahora, como teoría del conocimiento, tendrá por misión, según Descartes, explicar cómo podemos estar seguros de que algo es un conocimiento válido, es decir, una certeza.
El proyecto cartesiano supone la unificación de todas las ciencias en una sola, esto es así porque como dice el propio Descartes “Todas las ciencias no son sino la sabiduría humana, que permanece una y la misma por más que sean diferentes los objetos a los que se aplica” (Reglas, 1). Descartes cree que hay un determinado modo de proceder de la razón que hasta ahora sólo ha sido empleado por las matemáticas, lo que les ha permitido alcanzar un mayor grado de certeza. Descartes quiere descubrir este modo de proceder para aplicarlo a todas las ciencias y unificarlas, lo llama mathesis universalis, y lo define como “la ciencia general del orden y la medida”. Esta mathesis universalis es, más que un saber, un método universal, único para todas las ciencias, y esta materia universal ha de tener un método general.
Define el método como “un conjunto de reglas ciertas y fáciles de seguir gracias a las cuales todos los que las observen exactamente no tomarán por verdadero lo que es falso y alcanzarán el conocimiento de lo que sean capaces” (Reglas para la dirección del espíritu, 4). El método permite evitar el error, conseguir certeza y así obtener seguridad. Las reglas del método son:
1ª.- Regla de la evidencia.
Consiste en no aceptar nunca ninguna cosa como verdadera si no se la reconoce como tal (dudar de todo), es decir, evitar la precipitación y no aceptar en los juicios nada más que lo que se presente al entendimiento de manera tan clara y distinta que no haya ocasión de ponerlo en duda. El acto por el que el alma llega a la verdad es la intuición (la intuición es el acto puramente racional por el que la mente capta de modo inmediato una idea).
La claridad y distinción son los caracteres fundamentales para que una idea sea tomada como verdadera.
Claridad: presencia y manifestación de la idea a la mente que la considera. Distinción: es la separación de todas las otras ideas de modo que la idea que estamos considerando no contenga nada que pertenezca a las demás.
2ª.- Regla del análisis.
Consiste en dividir cada una de las dificultades que se han de examinar en el mayor número posible de partes para resolverlas mejor o, dividir el problema en partes para considerarlas separadamente.
3ª.- Regla de la síntesis.
Se trata de dirigir los pensamientos por orden, empezando por los más simples y fáciles de comprender para ascender poco a poco a los conocimientos más superiores. Esta regla supone el procedimiento ordenado que es propio de la geometría: el orden propuesto es el orden de la deducción. Para él la deducción es un proceso por el cual a partir de elementos simples, obtenidos por intuición, se va elaborando un saber más complejo: por ejemplo, a partir de la intuición o captación mental de la idea de triangulo podemos ir elaborando un sistema de saber más complejo en el que descubrimos que la suma de sus ángulos mide 180 grados, que si es rectángulo la suma de los cuadrados de los catetos es igual al cuadrado de la hipotenusa, etc.
4ª.- Regla de la enumeración.
Se trata de hacer en cualquier ciencia enumeraciones tan completas y revisiones tan generales que estemos seguros de no olvidar nada.
Una vez descubierto el Método, Descartes lo aplicó a la Matemática y con él desarrolló la Geometría Analítica. Más adelante lo aplicó a la filosofía para intentar construir todo el edificio del conocimiento. Para ello aplicó la primera regla buscando una verdad absolutamente evidente a partir de la cual deducir el resto de nuestros conocimientos. El procedimiento que Descartes utiliza para obtener esa primera verdad evidente es la duda metódica, ésta consiste en dudar de todo para ver si al final queda un resto indubitable y absolutamente cierto que nos sirva como punto de partida. La duda en Descartes es metódica, provisional y radical, se diferencia de la duda escéptica que sería real, permanente y moderada.
La duda se aplica siguiendo los siguientes niveles:
1º. Puesta en duda del conocimiento sensible. No podemos estar seguros de que los sentidos no nos engañan porque lo hacen en muchas las ocasiones, por ejemplo en las ilusiones sensoriales o cuando soñamos. No son, por tanto, una fuente fiable de conocimientos ciertos y evidentes. Con esto resulta que toda la ciencia empírica que tiene una dependencia inmediata de la experiencia queda sin fundamento y sometida a duda.
2º. Puesta en duda de la verdad de nuestros razonamientos. No podemos estar seguros de los razonamientos lógicos y matemáticos. Es decir, podríamos pensar que la matemática, ciencia que no depende de la experiencia, escapa al primer nivel de duda. Pero Descartes propone que es posible que nuestro entendimiento esté formado de tal manera que sea incapaz de captar la verdadera estructura matemática de la realidad. Descartes plantea este segundo nivel de duda con su famosa hipótesis del «genio maligno» (un Dios que se divierte haciéndonos errar cuando razonamos).
Una vez aplicada la duda llegamos a la primera certeza que Descartes estaba buscando: mientras dudo estoy seguro de que estoy dudando, pensando y por tanto existiendo, al menos como un ser que piensa. Esta verdad está fuera de toda duda:
“Pienso, luego existo” (Cogito ergo sum). Esta verdad indubitable, intuida inmediatamente se convierte en el primer principio de la Filosofía, el punto de partida desde el que se reconstruye el edificio del conocimiento.
Afirmar “Pienso, luego existo” significa el reconocimiento del Yo como una cosa o sustancia que piensa, duda, quiere, afirma, niega, entiende, imagina, siente… Y que tiene existencia independiente del cuerpo de cuya existencia, como del mundo, no estamos seguros (pues son cosas que se conocen a través de los sentidos).
Vemos que “Pienso, luego existo” es la primera verdad y el criterio de verdad pues sólo aquella verdad que se presente tan clara y distinta como ésta, se admitirá como evidente y fuera de toda duda.
Una vez hallada la primera verdad Descartes se encuentra con el problema de que únicamente está convencido de su propia existencia. Podemos decir que está encerrado en su propia subjetividad. Es lo que se conoce como el problema del solipsismo.
La superación de este problema la va a realizar Descartes demostrando la existencia de Dios a partir del análisis de las ideas de su propia mente. Al realizar tal análisis descubre tres tipos de ideas:
– Adventicias: Aquellas que supuestamente representan objetos o cualidades físicas. Ej. árbol, nube…etc. La idea de Dios no es una idea de este tipo.
– Ficticias: Producidas por la propia mente a partir de otras ideas. Ej. Centauro, sirena…etc. La idea de Dios no es una idea de este tipo.
– Innatas: Claras y distintas. Poseídas por el entendimiento en sí mismo. Ej. Existencia y pensamiento. Entre estas ideas encontramos la idea innata de un ser perfecto e infinito, es decir Dios. A partir de esta idea Descartes demuestra la existencia de Dios, superando así su propia soledad y encontrando una garantía para el conocimiento.
Una vez que Descartes demuestra la existencia de Dios, nos explica que la realidad está constituida por tres tipos de sustancias que posee un atributo que la define:
– La sustancia pensante o mente: “Res Cogitans”. Su atributo es el pensamiento.
– La sustancia infinita o Dios: “Res Infinita”. Su atributo es la infinitud.
– La sustancia extensa o materia: “Res Extensa”. Su atributo es la extensión, es decir, los cuerpos, la materia, ocupan un lugar en el espacio, tienen dimensiones, cualidades susceptibles de matematización.
define la sustancia como aquello que existe y no necesita de ninguna otra cosa para existir. Vemos que esta condición solo la cumple Dios. Pero, como las otras dos sustancias son independientes entre sí y solo dependen de Dios para existir se las llama también sustancias. Con esto Descartes busca salvaguardar la autonomía de la mente respecto de la materia y así poder afirmar la existencia de la libertad en el ser humano frente al mecanicismo determinista de la ciencia.
Efectivamente, la Física (ciencia que estudia la sustancia extensa o materia) de Descartes es mecanicista ya que afirma que para explicar lo que sucede en el Universo basta con tener en cuenta dos variables, la materia y el movimiento (no es necesario recurrir a entidades de orden espiritual). No existe el vacío y todo se reduce al choque de unas partículas con otras de modo que el movimiento nunca se pierde y todo sucede de un modo determinista, necesario, no existe nada imprevisible, la libertad solo se da en la sustancia pensante.
La materia no tiene más que propiedades matemáticas y cuantificables: anchura, longitud, profundidad y movimiento. A estas cualidades se las llama primarias para distinguirlas de las cualidades secundarias como los colores, sonidos y sabores que no tienen realidad objetiva sino puramente subjetiva. La Física debe construirse deductivamente a partir de unos primeros principios, son:
1º.- Que Dios, como causa primera, creó la materia con movimiento.
2º.- Que Dios gobierna el mundo mediante las leyes de la naturaleza, que se establecieron al comienzo de la creación y después ya no se modificaron. Son fundamentales dos leyes: la Ley de la Inercia y la Ley de Conservación del movimiento (éste no se pierde nunca, solo se transmite).
3.2. EL PROBLEMA DE Dios
Descartes utiliza tres argumentaciones para demostrar la existencia de Dios. En las dos primeras se recurre al Principio de Causalidad, como ya hizo Santo Tomás, aunque a diferencia de las vías tomistas, estas argumentaciones no toman como punto de partida la realidad sensible sino la idea de ser perfecto que encontramos en nuestro entendimiento. Esa idea no puede ser ni adventicia ni ficticia, es decir, no procede del mundo exterior ni tampoco de nuestra imaginación, debe, por tanto, ser innata.
1ª Argumentación: Toma como punto de partida la idea innata de perfección. Yo no puedo ser la causa de la idea de perfección que encuentro en mi entendimiento, porque entre la causa productora y el efecto producido debe haber proporcionalidad, y entre yo, que soy un ser imperfecto puesto que dudo, y la idea de perfección, no hay proporcionalidad alguna. Semejante idea sólo ha podido ser puesta en mi por un ser que, efectivamente, es perfecto. Así que Dios existe.
2ª Argumentación: Demuestra la existencia de Dios a partir de mi propia existencia ya que yo no puedo ser causa de mi mismo pues si lo fuera me hubiera dado todas esas cualidades cuyas ideas encuentro en mi pensamiento, infinitud, eternidad, omnipotencia y omnisciencia, y que en realidad me faltan. Por tanto, el hecho de mi propia existencia demuestra que Dios existe.
3ª Argumentación: Esta tercera argumentación es una reformulación del Argumento Ontológico de San Anselmo (s. XI). En la idea de Ser Perfecto va incluida su existencia, pues de no ser así carecería de una perfección, la existencia, y no sería el Ser Perfecto.
Una vez establecida la existencia de Dios, Descartes demuestra la existencia de la realidad extramental, física y corpórea y la verdad de nuestros razonamientos matemáticos ya que, siendo Dios bueno y veraz, no puede querer engañarnos haciéndonos creer que existe el mundo cuando en realidad no existe. Por tanto, existe.
Vemos cómo, Descartes, ha llegado a establecer todo lo anterior procediendo de un modo puramente racional, prescindiendo de los sentidos y valíéndose de su método. Estos son los principios que andaba buscando, para poder, a partir de ellos, reedificar el edificio del conocimiento.
3.3. EL SER HUMANO
Descartes defiende una concepción dualista del ser humano (en la misma línea que Platón, separándose con ello de Aristóteles y Tomás de Aquino).
El hombre está constituido por dos sustancias: cuerpo, (sustancia extensa) y mente (sustancia pensante); Descartes señala la prioridad de la mente y afirma que es el centro de dos facultades: el entendimiento y la voluntad libre.
Estas dos sustancias, cuerpo y mente, son independientes: la mente no necesita el cuerpo para existir. Sin embargo, no son totalmente autónomas. Hay una cierta relación entre ambas, pues la mente debe gobernar el cuerpo y el cuerpo puede influir sobre la mente. Al problema de cómo se establece la interrelación entre estas dos sustancias se le conoce como el problema de la comunicación de las sustancias. Un problema que tuvo gran importancia entre los filósofos racionalistas. La respuesta de Descartes a esta cuestión consiste en señalar que la comunicación entre ambas sustancias se produce en la Glándula Pineal situada en el cerebro.
3. 4. ÉTICA
La reforma cartesiana exigía, como hemos dicho al inicio del tema, no aceptar como verdadero más que aquello que se presente como claro y distinto. Esto supone dudar de todo. Sin embargo la duda no podemos aplicarla en nuestra vida cotidiana pues nos llevaría a la inacción, en la vida continuamente surgen dilemas y tenemos que tomar decisiones. Así pues, dado que debe actuar, Descartes establece una moral provisional.
Esta serviría para poder seguir viviendo y actuando mientras no se construyese una ética de acuerdo con las reglas del método. Consta de cuatro reglas o máximas:
1ª. Seguir las reglas y costumbres de mi país, escogiendo siempre las opiniones de los más moderados.
2ª. Procurar ser firmes y resueltos en nuestras acciones una vez que hemos decidido actuar del modo que nos parece más adecuado.
3ª. Procurar siempre dominar nuestras pasiones y deseos (que surgen del cuerpo), y acostumbrarme a creer que nada hay que esté enteramente en nuestro poder sino nuestros propios pensamientos.
4ª. Aplicar la vida entera al cultivo de la razón y al conocimiento de la verdad, siguiendo el método establecido. En esta última máxima se recoge claramente el propósito cartesiano de continuar instruyéndose.