Empirismo-Racionalismo:
Ambos términos hacen referencia a dos grandes corrientes del pensamiento filosófico del Siglo XVIII cuya principal preocupación era el conocimiento, su origen y sus límites. Si bien compartían esa duda, el resto de las filosofías eran completamente contrarias. Mientras el Empirismo, representado por Hume, manténía que el límite del conocimiento era la experiencia, que también constituía su origen; los racionalistas, como el dogmático Descartes, creían en el poder de la razón, madre del conocimiento que, del mismo modo en que ella lo era, no presentaba límites. Por ello, las ideas de unos (el innatismo racional de Descartes) eran negadas por los otros. Ambas corrientes mantuvieron su antagonismo hasta la llegada de Kant y de su idealismo trascendental, en el que se aunaban las principales afirmaciones de ambas corrientes. De este modo, Kant concordaba con los empiristas al decir que el conocimiento tenía su origen en la experiencia y que, por tanto, estaba limitado a las percepciones sensibles (fenómenos). Sin embargo, también defendía la importancia de la razón en el proceso de conocer, al considerar que sus estructuras eran las que permitían el procesamiento y entendimiento de los fenómenos. A pesar de ello, sí que es cierto que Kant se decantó más por la postura empirista, especialmente en el ámbito del conocimiento de los datos no sensibles, los números, y, por ende, de la metafísica. Es decir, en relación a esta «tendencia”, por llamarla de alguna manera, Kant afirmó que considerarla una ciencia, tal y como hacían los racionalistas, era un error garrafal que él mismo denominaba ilusión trascendental, puesto que el conocimiento, en su opinión, solo era posible mediante las percepciones sensibles que los números –objetos de estudio de la metafísica- no aportan. Sin embargo, Kant no llegó a negarla por completo al considerarla una tendencia natural.
Giro Copernicano:
Este término corresponde a la metáfora que empleó Kant para aludir al cambio que la filosofía del conocimiento necesitaba con respecto a este para lograr avanzar y entender. De esta manera, el filósofo prusiano comparó el cambio de perspectiva que provocó Copérnico con su teoría heliocéntrica respecto al estudio de los astros, con la que él propónía en base al propio conocimiento. Así, Kant decía que al igual que sucedía en la época anterior al astrónomo, en la que el estudio de los astros se realizaba desde la teoría geocéntrica, en su momento, el estudio del conocimiento se realizaba centrado en el objeto que se conocía, es decir, desde la teoría de lo conocido.
Kant afirmaba que esto era un error, pues lo importante no es lo que se conoce, sino quién conoce, puesto que, como se refleja en su teoría del conocimiento, el de las cosas en sí mismas (noúmenos) es imposible debido a la inexistencia de datos sensibles que los conviertan en fenómenos cognoscibles. De este modo, mediante el planteamiento del giro copernicano, el filosofo Kant exige a la comunidad científica y filosófica un cambio de mentalidad, de perspectiva, de forma que el individuo que conoce deje de ser un instrumento pasivo y se convierta en un sujeto activo. Y es que, repetimos, Kant creía que las cosas que conocemos no lo son en sí mismas, sino que son un resultado de la interpretación que nuestra razón hace de los datos sensibles que percibimos por la experiencia. (Idealismo trascendental)
Ilusión trascendental
El término alude al error que Kant cree que supone la consideración de que los objetos o hechos en sí mismos (noúmenos) son cognoscibles; lo que, a su vez, implica el afirmar no solo el que la metafísica sea una ciencia sino que el hombre tiene la capacidad de conocer y entender las ideas de Dios, alma y mundo. Todo ello es considerado como un error, “una ilusión” trascendental, por el filósofo, como consecuencia de su visión o teoría del conocimiento, el idealismo trascendental. Esta filosofía se basa en la creencia de que el conocimiento es el resultado de la percepción de los datos sensibles producidos por los fenómenos, que se pueden ubicar en un tiempo y espacio, unida a la interpretación y procesamiento de los mismos por la razón que, si bien posee una tendencia natural a ideas innatas –resumidas en mundo, alma y Dios- que constituyen la base de la metafísica, no puede entenderlas en ningún momento, puesto que su naturaleza limitada a los fenómenos le impide entender los noúmenos. De lo expuesto, extraemos entonces la conclusión inicial con la que comenzamos el concepto, Kant califica con el término “ilusión trascendental” al error en el que cae la razón –y los racionalistas- al creerse capaz de conocer a los noúmenos y entender las ideas innatas, algo imposible en base a su teoría del conocimiento. Por último, también recordamos que la consideración científica de la metafísica es otro error de ilusión trascendental, término acuñado por Kant en base a su filosofía, sin embargo, es inevitable la tendencia a creer en esta como tal, pues dice el filósofo es algo natural.