VALORACIÓN CRÍTICA DEL PENSAMIENTO DE Nietzsche
La filosofía de Nietzsche representa una ruptura radical con el humanismo cristiano de la tradición occidental y con la filosofía de la conciencia propugnada desde Descartes hasta Kant. Teniendo en cuenta esto, existen algunos elementos que merecen especial mención en esta valoración crítica.
Nietzsche, a mi juicio, reconoce mejor que nadie la finitud y la contingencia del sujeto: el hombre es aquí y ahora; no existe un más allá al que debamos sacrificar y encadenar nuestra vida.
Y desde esa finitud y contingencia, Nietzsche subraya el carácter interpretativo, subjetivo, de toda comprensión de la realidad. La realidad no es unívoca, sino que depende de la perspectiva que adoptemos. No existe la «VERDAD», sino verdades parciales igualmente válidas y defendibles. Esta actitud tiene, desde mi punto de vista, una doble lectura; por un lado, es un antídoto perfecto contra cualquier fundamentalismo, sea religioso, político o de cualquier índole, pues acepta las distintas formas de concebir y valorar la realidad; pero al mismo tiempo puede desembocar en un relativismo absoluto, donde cualquier opinión, cualquier hecho, puede justificarse y considerarse válido. De ahí la importancia de valorar en su justa medida la propuesta nietzscheana.
Otro aspecto esencial del pensamiento de Nietzsche, desde mi perspectiva, es la revalorización de la dimensión pasional, afectiva, corporal de la vida, frente a la primacía de la razón propugnada por toda la tradición filosófica y cultural. El hombre es pasión, instinto, fuerza vital, en definitiva, voluntad de poder. Se trata de descubrir a la razón como no soberana, de mostrar la otra cara de la razón y desmontar la falacia ilustrada que comprende al hombre de forma unidimensional como alma racional. No obstante, esta propuesta adolece del mismo error que la propuesta ilustrada: Nietzsche se excede en su valoración de esa otra dimensión del ser humano. Su rechazo de la racionalidad es, a mi juicio, un eITor, y muchos son los ejemplos de irracionalidad que han marcado la historia de Occidente: dictaduras fascistas, dictaduras comunistas, terrorismo, etc.
Finalmente, la última cuestión que no quisiera pasar por alto es la crítica de Nietzsche a la religión cristiana. Una crítica que busca afrontar la existencia como es, sin apelar a un más allá transmundano que implique sacrificar esta vida. Nietzsche propone adoptar una actitud optimista ante la vida, enfrentarse a los problemas con fortaleza, con vitalidad. Y ello frente a las enseñanzas de la tradición, que ha pretendido hacer del resentimiento, de la debilidad, de la cobardía y la resignación virtud.
Los planteamientos de Nietzsche gozan, pues, de enorme actualidad y sus impugnaciones cuestionan todavía hoy las tradiciones cristianas y las teologías. Su denuncia del moralismo y sus acusaciones contra un cristianismo dolorista y supranaturalista siguen vigentes como crítica a las formas de vida propuestas en las iglesias cristianas. Desde esta perspectiva, Nietzsche constituye, a mi entender, una tarea pendiente para las tradiciones cristianas, y su crítica es la más central y nuclear -más que las aportaciones de Kant, Marx o Feuerbach- para la tradición religiosa occidental.
RELACIÓN DE Nietzsche CON OTROS AUTORES
El pensamiento de Nietzsche representa la crítica más dura y radical contra toda la tradición filosófica y cultural de Occidente. Su filosofar a martillazos no deja intactos ninguno de los elementos básicos de esa tradición: ontológicos, gnoseológicos, religiosos, morales, … Desde esta perspectiva, trataremos de vincular su pensamiento con los autores que, a mi juicio, son considerados más representativos dentro de la historia de la filosofía. Y concretamente con Platón -y su posterior proyección en el Cristianismo- y con la filosofía kantiana.
Nietzsche denuncia el platonismo como el germen de toda la cultura decadente, pobre y servil de Occidente. Un germen que será asumido por el judeo-cristianismo, que en palabras de Nietzsche, no era sino «platonismo para el pueblo». Platón expresa la debilidad, la impotencia, la decadencia de quien no es capaz de asumir la realidad tal y como es: fragmentaria, finita, efímera. Y, fruto de esa impotencia, inventa otro mundo, un mundo ideal y perfecto, donde se manifiesta el verdadero ser de las cosas (mundo de las Ideas).
El dualismo epistemológico–
Ontológico tiene, además, graves consecuencias en el ámbito de la moral. Distinguir entre un mundo falso y aparente y un mundo verdadero implica, desde una perspectiva moral, la renuncia y el sacrificio de esta vida en beneficio de otra en el más allá. La moral socrátíco-platónica es, según Nietzsche, una moral contranatural, una moral que se opone a la vida, pues ahoga la dimensión pasional e instintiva del hombre para resaltar la palíe racional. Frente a ella, Nietzsche defiende una nueva forma de moral, basada en la afirmación de la vida como la única existencia real y en la necesidad de la vivirla de forma plena e intensa, (voluntad de poder y etemo retorno) sin sacrificarla ni encadenarla a un falso mundo celestial. (vitalismo)
La propuesta platónica tiene su correlato, dice Nietzsche, en la tradición judeo-cristiana. El cristianismo acomoda las afirmaciones de PIatón a sus escritos bíblicos. La alternativa cristiana no difiere de la platónica. Frente a lo pasajero y efímero de esta vida, Dios ofrece como recompensa una vida en la etemidad, en la verdadera felicidad. Ahora bien, esa recompensa tiene su precio, que no es otro que la abnegación y el sacrificio de esta vida. Nietzsche critica, en última instancia, la incapacidad para el gozo, el dolorismo de la tradición cristiano-platónica, Una concepción de la vida como «un valle de lágrimas», «como una mala noche en una mala posada».
El segundo autor relevante al que Nietzsche dedica amplias reflexiones es Kant, y en consecuencia el Racionalismo ilustrado. El pensamiento kantiano ha hipostatizado la razón contra los sentidos, cuando la razón falsifica las aportaciones de los sentidos. La razón reduce la pluralidad de matices de la realidad, anulando la verdadera esencia de esta: el devenir, el cambio. La realidad no es unívoca, es decir, no posee un único sentido y significado. La realidad es como la interpretamos, y depende por tanto de la perspectiva que adoptemos. (perspectivismo). La verdad no existe; existen verdades que iluminan aspectos distintos de la realidad. No hay hechos, dirá Nietzsche, sino interpretaciones. Y las interpretaciones pueden ser positivas o negativas, activas o reactivas, fuertes o débiles.
Señalar, para concluir, que la filosofía contemporánea ha recuperado alguna de las ideas claves de Nietzsche, concretamente en la obra de M. Foucault. Foucault recupera el método genealógico de Nietzsche así como las ideas de voluntad de poder, de relativismo y perspectivismo de la verdad, …