3a: Regla de la síntesis: «Conducir ordenadamente mis pensamientos empezando por los objetos más simples y más fáciles de conocer, para ir ascendiendo poco a poco gradualmente hasta el conocimiento de los más compuestos, e incluso suponiendo un orden entre los que no se siguen naturalmente».
Explicación: Esta regla establece que hay que poner en juego la deducción a partir de lo «más simple» (obtenido gracias a la regla anterior), siguiendo un orden riguroso. Cada uno de los pasos de la deducción se da gracias a la intuición.
4a: Regla de la enumeración: «Hacer en todo unos recuentos tan integrales y unas revisiones tan generales, que llegase a estar seguro de no omitir nada».
Explicación: Puesto que la deducción se apoya en la memoria, esta regla establece que, una vez hecha la deducción, hay que hacer revisiones generales que nos aseguren la verdad de la conclusión.
Este método es el que, desde siempre, se ha aplicado en las matemáticas, y será igual de eficaz que lo ha sido en las matemáticas si se aplica a la totalidad del saber. De esta forma, también para fundar la filosofía hay que basarse en evidencias absolutas. Para ello Descartes usa la duda metódica. Duda de todo para ver si queda algo indudable y cierto. Pero advierte en seguida que, aun queriendo pensar que todo es falso, era necesario que yo, que lo pensaba, fuese alguna cosa.
El cogito (la afirmación del yo como primera verdad indubitable) es la primera verdad en el orden del conocimiento; y ello en dos sentidos: por una parte porque es la primera verdad a la que llegamos cuando hacemos uso de la duda metódica, y en segundo lugar porque a partir de ella podemos fundamentar todas las demás
Pese a llevar la duda hasta el punto extremo de dudar de la razón misma (no olvidemos que había dudado de las verdades matemáticas), ésta no cae en el escepticismo, sino que encuentra una verdad indubitable: para dudar ha de pensar, y si piensa existe: «cogito ergo sum» (pienso, luego existo).
El cogito no sólo es lo que yo soy (una cosa que piensa) sino también un criterio de certeza (siempre que piense con la misma claridad y distinción estaré fuera de dudas). Es, por tanto, una verdad ontológica y gnoseológica. Queda, así, fundamentada la primera regla del método (una idea es verdadera si es clara y distinta) en el proceder riguroso de la razón. Descartes va a elaborar, de esta manera, una filosofía en la que el «yo» es la primera certeza que se alcanza y el punto de partida de la investigación filosófica.
B) LAS DEMOSTRACIONES DE LA EXISTENCIA DE Dios
No olvidemos que Descartes ha prescindido de los sentidos y del mundo exterior, lo que le ha llevado a quedarse encerrado dentro de sí mismo, es decir, de su propia razón, y una vez ahí ha conseguido encontrar una verdad («pienso, luego existo»), y que ahora va a intentar buscarle un fundamento al proceder de su razón por el que ha llegado a esa verdad. Y lo va a intentar estando encerrado en sí mismo.
El plan que se traza es el de analizar las ideas que encuentra en el interior de su propia razón, para ver si entre ellas hay una, que, sin dejar de ser idea, implique necesariamente la existencia de una realidad exterior al yo (al propio sujeto que piensa) capaz de justificar el criterio de certeza. Esta idea será la idea de Dios.
Pero, ¿cómo lo hace?
(1°) Comienza analizando el origen de las ideas que hay en él, para ver si alguna de ellas le permite, sin lugar a dudas, afirmar la existencia de una realidad exterior a él que le haya producido dichas ideas. En su análisis distingue tres tipos de ideas: innatas, que han nacido con él, adventicias, que le han venido de fuera, proporcionadas por los sentidos, y facticias, las que produce la mente por combinación de las dos anteriores. Estas últimas están muy ligadas a la imaginación. De los tres tipos de ideas, sólo el segundo (las ideas adventicias) puede llevarle fuera de él pero lo desestima, porque, dado que los sentidos lo engañan y que hay razones para dudar de que haya un mundo exterior, su propia razón podría haberlas producido. Sigue, pues, encerrado dentro de sí mismo.
(2°) A continuación, lo intenta de nuevo: analiza las ideas que encuentra en él desde el punto de vista de su contenido o realidad objetiva, y descubre que las ideas que representan sustancias tienen más realidad, «participan» por representación de mas grado de ser o perfección, que las que representan accidentes o modos. Y entre las ideas de sustancia hay una, la idea de Dios, qué tiene en sí más realidad objetiva que aquellas otras que representan sustancias finitas.
«la idea por la cual concibo un Dios soberano, eterno, infinito, inmutable, omnisciente, omnipotente y creador universal de todas las cosas que están fuera de él, esa idea, digo, tiene ciertamente en sí más realidad objetiva que aquellas otras que me representan sustancias finitas». (MM, 3′ Meditación)