● Texto nº 1, la descripción de la caverna y de sus moradores. “Después de eso……-. Me lo imagino”
. ● Texto nº 2 de selectividad: descripción de lo que sucede en la caverna. “- Imagínate…..Las cabezas”
Este fragmento pertenece a la alegoría de la caverna, la metáfora que abre el Libro VII de la República. Concretamente, estas líneas de la alegoría de la caverna describen el estado de ignorancia al que están sometidos los seres humanos antes de iniciar su educación. Así, describe que unos hombres están encadenados y obligados a mirar hacia delante, hacia una pared. Detrás de ellos hay un fuego; y entre el fuego y las espaldas de los hombres encadenados, un muro por el que pasan unos esclavos llevando en sus manos utensilios, figuras de animales, hombres y toda clase de objetos. El fuego proyecta las imágenes de todos estos objetos en forma de sombras sobre la pared, de tal forma que éstas son lo único que pueden conocer los habitantes de la caverna. El destino del hombre es nacer encadenado en su propia caverna, condenado a conocer sólo lo que aparece en las sombras proyectadas por el fuego. Estas sombras son la alegoría de la realidad que estamos obligados a conocer en el mundo sensible. En el mundo sensible no conocemos la verdadera realidad, sino sólo una copia de esa realidad. En el mito de la caverna el conocimiento humano aparece representado en primer lugar por las imágenes de las cosas reales. El saber de los prisioneros, que sólo conocen las sombras, representa la conjetura, que es el grado inferior de opinión. El conocimiento de los hombres que portan figurillas y otros enseres por encima del tabique, representa la creencia, que es resultado de conocer los seres naturales y artificiales, y supone el grado superior de opinión. Esta última es un saber aparente porque es consecuencia del conocimiento de los seres sensibles, que son no verdaderos. Por lo tanto, aquí se está incidiendo en el aspecto ontológico-epistemológico de la caverna. Pero, además, aparece otra idea fundamental, que incide que el hecho de que los hombres somos engañados por falsos educadores. Los hombres que pasan tras el tabique mostrando objetos para que proyecten sombras y entretengan a los prisioneros son la imagen con la que Platón critica el negativo papel que, en su opinión, desempeñan los sofistas o los políticos demagogos: engañan a los ciudadanos con ilusiones. Estos políticos intentan que los ciudadanos se perpetúen en la conjetura: les hacen creer que conocen la realidad cuando solo conocen sombras. Por eso, Platón propone una alternativa política en la que domine el compromiso ético de los gobernantes en la mejora de los ciudadanos.● Texto nº 3 de selectividad: la ascensión del prisionero. Paso de la conjetura a la creencia.“- Examina….Verdaderas”
Este fragmento pertenece a la alegoría de la caverna, la metáfora que abre el Libro VII de la República. En concreto, Sócrates describe a su interlocutor, Glaucón, el inicio del proceso educativo y la realidad que permite conocer. Así, dicho proceso educativo se inicia con la liberación de un prisionero de sus cadenas, que significa el inicio de la curación de su ignorancia. La educación es un proceso que exige forzar al educando y que le provocará sufrimiento. Desde el primer momento se hace patente que es indispensable un elemento externo, de coacción, para que el hombre pueda llegar a cumplir su auténtica naturaleza. El prisionero nunca asumirá de buen grado la liberación, pues abandonar su situación es doloroso. Pero si quiere salir de su ignorancia, tiene que convivir con ese dolor que le produce su lucha contra la tendencia del cuerpo a lo sensible. Por eso, su liberación solo es posible mediante la ayuda de alguien que lo “fuerce” a salir. Esa es la labor de los filósofos, quienes deben convertirse en educadores. La educación comienza cuando al “mirar a la luz”, el prisionero conoce un segundo tipo de seres, los “objetos transportados”. En ese momento se da cuenta de que esos objetos causan las sombras y, por tanto, de que las sombras sombras son. Es decir, la educación comienza cuando el hombre se “gira”. El prisionero ya posee la facultad de la vista y el órgano para ejercerla. Únicamente le falta aprender a dirigirla adecuadamente: hacia el ser verdadero. Una vez más, Platón muestra la relación de dependencia de la epistemología respecto a la ontología. Los prisioneros son ignorantes porque creen conocer seres reales cuando simplemente conocen sombras. Se describe el paso de un nivel de conocimiento (y, por tanto, de realidad) a otro superior: de la conjetura a la creencia. En este nivel pasa de captar imágenes a captar objetos. La educación consiste, pues, en el conocimiento de seres cada vez más reales, pero lo ontológicamente superior es más difícil de conocer, pues exige que nuestras facultades se deshabitúen a aceptar como verdadero las conjeturas, los rumores y, en general, lo que “se dice”. La educación es el proceso de ascensión que lo llevará hasta la luz del conocimiento racional. Al salir, el liberado tendrá que adaptarse a la claridad del exterior. La narración nos muestra el proceso del conocimiento y de la racionalidad como un camino ascendente, como el paso que va desde la sombra y la ignorancia hasta la luz y el conocimiento racional. El proceso de la educación y de la ascensión en el conocimiento es paralelo al que hemos descrito en el símil de la línea, y nos muestra, como en ese símil, las distintas esferas de la realidad. Por ello, es normal que el individuo se sienta inicialmente perdido y desconfiado y que, por tanto, lo rechace. ● Texto nº 4 de selectividad: paso del conocimiento sensible al inteligible. “Y si a la fuerza … en su propio ámbito”.
Este fragmento pertenece a la alegoría de la caverna, la metáfora que abre el Libro VII de la República. En concreto, este fragmento describe un momento especialmente importante de la educación: el paso del conocimiento sensible al inteligible. Así, la salida de la caverna para conocer lo que hay fuera representa el inicio de la segunda etapa de la educación: el conocimiento de lo inteligible. Se trata de un momento difícil, que exige mayor esfuerzo y que provoca más sufrimiento. El conocimiento inteligible es más dificultoso que el sensible. El mito de la caverna desvela el conocimiento como un camino escarpado, complicado y difícil que asciende desde la oscuridad hasta la luz del sol. La educación no es un proceso fácil, porque supone un esfuerzo continuo. La liberación de las cadenas representa la necesidad que tiene el ser humano de soltar lastres, de desprenderse de las ataduras del cuerpo para aspirar a un conocimiento de las realidades más elevadas. Los elementos metafóricos de este fragmento expresan el dualismo onto-epistemológico de Platón. La caverna abandonada representa el ámbito de los seres sensibles: seres materiales, múltiples, cambiantes y, por lo tanto, no verdaderos. Pero, “las cosas de arriba”, representan el ámbito inteligible: esfera de los seres inmateriales, inmutables, necesarios y, por tanto, verdaderos. Dentro de este ámbito tenemos una jerarquía: el escalón inferior está ocupado por los objetos matemáticos, seres inteligibles inferiores y están representados por las “sombras” y los “reflejos en el agua”; y las Ideas, los seres inteligibles superiores. Están organizadas jerárquicamente: el nivel interior (los hombres y los objetos mismos) está ocupado por las Ideas que son esencias de los seres sensibles; el siguiente (los astros y la luna) lo ocupan las Ideas éticas y estéticas; la Idea de Bien (el sol) ocupa la cúspide de la pirámide. Finalmente, “la luz” representa que el Bien es causa de la esencia y existencia del resto de Ideas, es decir, aparece la función del Bien como origen de la realidad. El conocimiento supremo consiste en la comprensión de que el Bien es el fundamento de todo lo real. Así, paralelamente, tenemos el dualismo epistemológico. Hay dos tipos de seres inteligibles y, por tanto, dos grados de ciencia. Cuando el prisionero conoce estos seres inteligibles, obtiene la ciencia, un saber verdadero. El acceso a este ámbito requiere un enorme esfuerzo y dificultad. En primer lugar, conoce los objetos matemáticos, que dan lugar al grado inferior de ciencia, las matemáticas. Estas son fruto del pensar discursivo de nuestra razón. En segundo lugar, el liberado conoce las Ideas y así alcanza el grado superior de ciencia, la dialéctica. Este saber más elevado es resultado del intuir de la inteligencia. Este proceso culmina con el conocimiento del Bien, causa de la cognoscibilidad de las Ideas, es decir, aparece la función del Bien como fundamento del conocimiento.● Texto 5º selectividad: no ha caído nunca en selectividad, pero podría ser: reconocimiento feliz de haber accedido a una mejor vida. “Y si se acordara …..- Seguramente”.
Este fragmento pertenece a la alegoría de la caverna, la metáfora que abre el Libro VII de la República. En concreto, este fragmento destaca una conclusión de carácter ético: el prisionero compadecerá a sus antiguos compañeros por su ignorancia, y se sentirá feliz por haber conocido lo real y por haber tomado conciencia de que su anterior saber era una simple conjetura. Así, si lograra acordarse de su antigua vida en la caverna, se sentiría feliz y se apiadaría de las consecuencias nefastas de la ignorancia y de la vanidad con que se vanagloriaban allí de ser los más sabios cuando competían por ser el más ingenioso o el más hábil para reconocer las sombras. Si tuviera que descender de nuevo hacia la caverna, sus ojos se tendrían que acostumbrar a la oscuridad. Y cuando viera de nuevo las sombras sobre la pared, éstas le recordarían lo que había visto en el mundo exterior. El conocimiento es reminiscencia. El alma existía antes de encarnarse en el cuerpo y, por eso, cuando ve las cosas en la realidad, recuerda lo que contempló en el mundo de las Ideas. Las sombras y la oscuridad de la caverna representan la ignorancia, la necesidad de salir hacia el exterior, de ascender hacia el mundo de las ideas. En el mito la luz del sol simboliza la realidad verdadera del mundo de las Ideas y se contrapone al conocimiento de los sentidos. El mito se cierra con la necesidad de volver a la caverna. El proceso de educación por el que el filósofo ha ascendido hasta el conocimiento racional impone la necesidad de retornar al lugar de donde partíó. Tiene que comunicar a sus compañeros lo que ha visto fuera, vencer la resistencia de los moradores de la caverna para proponerles algo absolutamente nuevo. La responsabilidad social, la única posibilidad de regeneración de los valores, sólo se podría realizar a través de la educación. Hay una parte de la narración que es verdaderamente sorprendente porque Sócrates expone los riesgos que podrían acechar al prisionero que retorna cuando hable de lo que conocido en el mundo exterior. No se trata sólo de que sus compañeros se extrañen o de que crean que su vista se ha trastornado y no capta de una forma adecuada la realidad, sino que, si intentar desatarlos, pensarían incluso en la posibilidad de matarlo. La democracia ha dado lugar a muchos desórdenes e injusticias; una de ellas que Sócrates fuera condenado a muerte, lo que todavía está presente en la mente de Platón. El pensamiento platónico tiene un sentido claramente político en el que prevalece la necesidad de realización de la justicia. El ser humano no se mueve sólo por el conocimiento, sino también por la necesidad de la práctica. El espacio de la caverna representa de una forma radical la situación del hombre en su sociedad. A pesar de las cadenas, se necesitan unos a los otros. En la narración del mito es tan importante la liberación y la salida hacia el exterior como el retorno a la caverna. El hombre siente la necesidad de arriesgarse por el bienestar de sus compañeros.● Texto nº 6 de selectividad: interpretación de la alegoría. “Pues bien, querido Glaucón, ….Como en lo público”
Este fragmento pertenece a la alegoría de la caverna, la metáfora que abre el Libro VII de la República. En concreto, este fragmento está en la parte final de dicha alegoría. Podemos interpretar que aquí Platón realiza una comparación entre la alegoría de la caverna y las teorías explicadas en el libro anterior de la República: el símil de la línea y la alegoría del sol, que sirven de base teórica al texto que estamos comentando. Así, aparece la relación de la caverna con los grados de realidad y los grados del conocimiento, así como las implicaciones éticas (sólo puede aspirar a la bondad quien conozca el Bien) y políticas (han de gobernar los conocedores del Bien). En primer lugar, destacar que aparece descrito el dualismo onto-epistemológico de Platón. El mundo sensible (la morada-prisión) está formado por seres materiales, individuales, cambiantes y que, por tanto, no son verdaderos, sino meras apariencias. Es la “regíón que se manifiesta por medio de la vista”. En este ámbito distinguimos entre los seres naturales y artificiales, y las imágenes de estos. Dentro del ámbito sensible, el fragmento atribuye un papel destacado al fuego, que simboliza al sol, astro que permite la vida de los demás seres sensibles. Este efecto queda representado mediante la “luz” del fuego. Los seres inteligibles (“las cosas de arriba”) son inmateriales, inmutables, necesarios, universales y, por tanto, verdaderos o, según leemos, “cognoscibles”. Los seres inteligibles culminan con la Idea del Bien, que es causa de lo sensible y “señora productora de la verdad”, es decir, de lo inteligible. En efecto, el mundo sensible existe gracias a la participación en el inteligible, y las Ideas reciben su esencia y existencia del Bien. Por tanto, este es causa última de todo lo existente (función ontológica del Bien). Paralelamente, Platón alude en este fragmento a su dualismo epistemológico. Platón distingue dos clases de saberes: la opinión y la ciencia. La opinión, que es lo conocido en la “morada prisión”, es el resultado de conocer lo sensible y, por ello, es un saber no verdadero. La ciencia está representada por “la contemplación de las cosas de arriba”. Es un saber verdadero porque lo obtenemos de los seres inteligibles, los únicos verdaderos. La parte ascendente de la dialéctica concluye con el conocimiento de la Idea más elevada, el Bien, que “se ve al final y con dificultad”, se intuye y es el fundamento del conocimiento verdadero. Pero, en la última parte de este fragmento, Platón añade la tercera función de la idea de Bien: fundamentar la ética y la política. Sólo quien logra su conocimiento puede ser buena persona (ámbito privado o ético) y buen gobernante (ámbito público o político). Por tanto, la vinculación del conocimiento y de la educación a las cuestiones ético-políticas es evidente. El proyecto de la filosofía necesita la realización de la vida en la colectividad; de la justicia y la armónía en la ciudad; y de la inteligencia y la sabiduría tanto en lo privado como en lo público. Platón no considera disociables estos dos ámbitos.Problema fundamental de las leyes
En su acepción más general, el término griego nomos significa la ley, el conjunto de normas (polí- ticas, morales) e instituciones establecidas por las cuales se rige una comunidad humana. Toda comunidad humana posee unas leyes, unas instituciones, y es perfectamente comprensible que los humanos nos preguntemos por su origen y naturaleza. La primera respuesta a esta cuestión la había proporcionado el pensamiento mítico-religioso al afirmar que las leyes proceden de los dioses. El testimonio clásico y más antiguo al respecto es, sin duda, la Antígona de Sófocles, la tragedia en la que se plantea el conflicto entre un deber impuesto por la ley de los hombres y la ciudad y otro dictado a la conciencia por la ley superior de los dioses. Antígona, hija de Edipo, rey de Tebas, y de la reina Yocasta, acompañó a su padre en el exilio pero volvíó a Tebas después de su muerte. En una discusión sobre el trono, sus hermanos Eteocles y Polinices perdieron la vida uno a manos del otro. El nuevo rey, Creonte, dio honrosa sepultura a Eteocles pero ordenó que el cuerpo de Polinices, a quien consideraba un traidor, permaneciera donde había caído. Antígona, creyendo que la ley divina debía ser anterior a los decretos terrenales, enterró a su hermano. Creonte la condenó a ser enterrada viva.
el escepticismo,El relativismo defendido por los sofistas desemboca en una postura claramente escéptica en cuanto a las posibilidades cognoscitivas del ser humano: si el hombre (género, grupo o individuo) es quien determina lo que es verdadero, bueno o valioso, la verdad o el valor en sí mismos no existen o, en todo caso, si existen nos resulta inaccesible su conocimiento
.Sócrates,talmente por la obra de sus discípulos Platón, Jenofonte y Antístenes. Pero es Platón quien hace de Sócrates la figura histórica que todos conocemos en la actualidad. El gran filósofo ateniense hace de su maestro el personaje fundamental de sus diálogos filosóficos, el eje central de las discusiones que en ellos se desarrollan, aunque, si no faltamos a la verdad, el Sócrates de Platón es cada vez más Platón y menos Sócrates a medida que se suceden los diálogos.De joven Sócrates fue discípulo de Diógenes de Apolonia y de Arquelao, de quienes se dice que aprendíó la filosofía natural de su tiempo: Sin embargo, pronto se dio cuenta de la imposibilidad de avanzar en los temas referentes al Universo. En el diálogo Fedón, Platón nos relata el desengaño que Sócrates se llevó con la lectura de la obra de Anaxágoras: ninguno de los filósofos de la naturaleza hablaba de fines, de que el Universo tendía a una meta de perfeccionamiento. Desalentado por el mecanicismo de las explicaciones de los filósofos, Sócrates destínó toda su vida al estudio del Hombre con el fin de descubrir el camino de una conducta recta y virtuosa, antesala de una vida plena y feliz. En ese empeño por hacer mejores a los demás reconocemos la figura del Sócrates más clásico: incansable conversador cuyas argumentaciones tienen un fino toque de ironía; polemizador impenitente con las cabezas biempensantes de su Atenas natal; maestro de un nutrido grupo de jóvenes, alguno de los cuales tuvo un relevante papel en la política y en la cultura de su tiempo; figura popular y querida, raro era quien no se disputase la presencia de Sócrates en banquetes, reuniones y todo tipo de celebraciones; “tábano de la polis”, siempre espoleando las conciencias a pesar de su “escasa talla”; “docto ignorante”, incapaz de considerarse a sí mismo sabio sino eterno aprendiz de la virtud, y virtud para Sócrates era sinónimo de sabiduría.