“revolución copernicana”de Kant.
El conocimiento ahora no podrá explicarse como una adecuación del sujeto a los objetos, sino que son los objetos quienes deben adecuarse a nuestro conocimiento, adquiriendo el sujeto un papel configurador de la realidad, en lugar de ser el mero receptor pasivo de una supuesta realidad objetiva a la que se debe someter. Kant se compara a Copérnico, que explicó mejor el movimiento de los astros revolucionando la astronomía, al cambiar a la tierra de sitio. El hace lo mismo con el sujeto en la teoría del
conocimiento. En las filosofías anteriores (Aristóteles), el sujeto era pasivo. Por eso el conocimiento es universal y por eso podemos hacer juicios sintéticos a priori en las matemáticas y en la física. Lo que conocemos es el fenómeno y no el noúmeno o la cosas en sí. Por eso la filosofía de Kant se llama idealismo trascendental.
“La ilusión trascendental” es el engaño al que llega la razón al aplicar las categorías a los noúmenos o cosas en sí, pretendiendo conocer las cosas en así, y yendo más allá de los fenómenos. La razón es sintetizadora: relaciona
los juicios del entendimiento en razonamientos cada vez más generales, de este modo llega a las tres ideas trascendentales, formas a priori de la razón: Alma, Dios y Mundo. Este funcionamiento de la razón tiene un uso
correcto (principio regulador), critica estas ideas, pues no son posibles los juicios de la ciencia (sintéticos a priori) en la metafísica. Estas ideas tendrán validez en a razón práctica, como postulados.
“imperativo categórico”, es un mandato que las éticas dan, pudiéndose dividir en hipotéticos o categóricos. Los imperativos hipotéticos son los mandatos de las éticas materiales. Los imperativos categóricos son estrictamente morales, propios de una ética formal que Kant defiende. Son universales, a priori y racionales, nos dicen como debemos actuar: por deber.
Sus formulaciones son el principio de universalidad y dignidad humana, han surgido de la propia razón. Kant proporciona tres formulaciones:
Fórmula de la universalidad:
Obra sólo según una máxima tal que puedas querer al mismo tiempo que se torne en ley universal.
Fórmula de la autonomía:
Obra de tal manera que la voluntad pueda considerarse a sí misma como legisladora universal.
Fórmula de los fines específicamente humanos:
Obra de tal manera que trates a la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro, siempre como un fin y nunca como un medio.
La libertad
El ser humano tiene que ser libre, de lo contrario resulta incomprensible la posibilidad de obrar por deber. La exigencia moral de obrar por deber supone la libertad:
Poder elegir entre actuar por deber y actuar interesadamente. A diferencia del mundo natural regido por la necesidad, el mundo de la razón práctica está regido por la libertad.
La inmortalidad
La razón nos ordena aspirar a la virtud, es decir, la concordancia perfecta y total de nuestra voluntad con la ley moral; esta perfección es inalcanzable en una existencia limitada, su realización sólo es posible en un proceso indefinido e infinito, es decir, la inmortalidad.
Obrar justamente siempre nos hace suponer que nuestra alma será inmortal, y así alargar el proceso por el cual acabemos pudiendo ser justos en nuestras acciones. Así la inmortalidad aparece como una garantía de la posibilidad de un progreso indefinido de la virtud Dios:
La disconformidad que encontramos en el mundo entre el Ser y el Deber Ser, exige la existencia de Dios o el Supremo Bien como realidad en quien Ser y Deber Ser se identifican y en quien se da la uníón perfecta entre virtud y felicidad. Éste aparece así como garantía de que la virtud y la felicidad han de coincidir finalmente. Nos da la esperanza de poder alcanzar esa meta. Su función es la de dar sentido al esfuerzo moral.
“revolución copernicana”de Kant. El conocimiento ahora no podrá explicarse como una adecuación del sujeto a los objetos, sino que son los objetos quienes deben adecuarse a nuestro conocimiento, adquiriendo el sujeto un papel configurador de la realidad, en lugar de ser el mero receptor pasivo de una supuesta realidad objetiva a la que se debe someter. Kant se compara a Copérnico, que explicó mejor el movimiento de los astros revolucionando la astronomía, al cambiar a la tierra de sitio. El hace lo mismo con el sujeto en la teoría del
conocimiento. En las filosofías anteriores (Aristóteles), el sujeto era pasivo. Por eso el conocimiento es universal y por eso podemos hacer juicios sintéticos a priori en las matemáticas y en la física. Lo que conocemos es el fenómeno y no el noúmeno o la cosas en sí. Por eso la filosofía de Kant se llama idealismo trascendental.
“La ilusión trascendental” es el engaño al que llega la razón al aplicar las categorías a los noúmenos o cosas en sí, pretendiendo conocer las cosas en así, y yendo más allá de los fenómenos. La razón es sintetizadora: relaciona
los juicios del entendimiento en razonamientos cada vez más generales, de este modo llega a las tres ideas trascendentales, formas a priori de la razón: Alma, Dios y Mundo. Este funcionamiento de la razón tiene un uso
correcto (principio regulador), critica estas ideas, pues no son posibles los juicios de la ciencia (sintéticos a priori) en la metafísica. Estas ideas tendrán validez en a razón práctica, como postulados.
“imperativo categórico”, es un mandato que las éticas dan, pudiéndose dividir en hipotéticos o categóricos. Los imperativos hipotéticos son los mandatos de las éticas materiales. Los imperativos categóricos son estrictamente morales, propios de una ética formal que Kant defiende. Son universales, a priori y racionales, nos dicen como debemos actuar: por deber. Sus formulaciones son el principio de universalidad y dignidad humana, han surgido de la propia razón. Kant proporciona tres formulaciones:
Fórmula de la universalidad:
Obra sólo según una máxima tal que puedas querer al mismo tiempo que se torne en ley universal.
Fórmula de la autonomía:
Obra de tal manera que la voluntad pueda considerarse a sí misma como legisladora universal.
Fórmula de los fines específicamente humanos:
Obra de tal manera que trates a la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro, siempre como un fin y nunca como un medio.
La libertad
El ser humano tiene que ser libre, de lo contrario resulta incomprensible la posibilidad de obrar por deber. La exigencia moral de obrar por deber supone la libertad: poder elegir entre actuar por deber y actuar interesadamente. A diferencia del mundo natural regido por la necesidad, el mundo de la razón práctica está regido por la libertad.
La inmortalidad
La razón nos ordena aspirar a la virtud, es decir, la concordancia perfecta y total de nuestra voluntad con la ley moral; esta perfección es inalcanzable en una existencia limitada, su realización sólo es posible en un proceso indefinido e infinito, es decir, la inmortalidad. Obrar justamente siempre nos hace suponer que nuestra alma será inmortal, y así alargar el proceso por el cual acabemos pudiendo ser justos en nuestras acciones. Así la inmortalidad aparece como una garantía de la posibilidad de un progreso indefinido de la virtud Dios:
La disconformidad que encontramos en el mundo entre el Ser y el Deber Ser, exige la existencia de Dios o el Supremo Bien como realidad en quien Ser y Deber Ser se identifican y en quien se da la uníón perfecta entre virtud y felicidad. Éste aparece así como garantía de que la virtud y la felicidad han de coincidir finalmente. Nos da la esperanza de poder alcanzar esa meta. Su función es la de dar sentido al esfuerzo moral.