Nietzsche-critica a la cultura occidental
La filosofía de Nietzsche es una critica a la civilización occidental en su totalidad, desde Grecia has su época, y considera que toda cultura europea, desde sus comienzos, es un gigantesco error, porque desprecia la vida.
Su critica se dirige contra la moral, la religión y la filosofía, por su actitud de renuncia a la vida, por el triunfo de la razón frente a la vida, por la perdida de los antiguos valores de la Grecia arcaica, y señala como culpables de ello a Sócrates y Platón, que rompieron este equilibrio para implantar la racionalidad.
Nietzsche plantea el tema de la decadencia de la cultura occidental desde su preocupación por la situación política y cultural alemana del momento. Pero esta decadencia no afecta solo a Alemania, sino que es un fenómeno de degeneración global de la cultura occidental. Esta perdida del sentido de la existencia, esta decadencia de los auténticos valores de la vida, es lo que Nietzsche llama Nihilismo.
Hace a la religión católica responsable de ello.
En la crítica a la filosofía, Nietzsche piensa que la decadencia y el error comenzaron con Sócrates, porque impuso la racionalidad frente a los impulsos vitales, y con Platón, que postuló la existencia de dos mundos separados: el sensible y el inteligible, desvalorizando el primero y afirmando la existencia de un mundo trascendente. Estos autores impusieron los elementos morales y racionales. A partir de ellos, la filosofía ha disfrazado la verdad y el sentido de la vida, asentando la cultura occidental en una concepción del mundo falsa y negadora de la vida.
Nietzsche encuentra su mayor expresión en el ataque y la critica de la religión, sobre todo la cristiana. Califica el cristianismo como la religión de la compasión, aquello que debilita lo humano y niega la vida. Los teólogos cristianos son los responsables de la decadencia del ser humano al propagar la idea de una fe que lleva a los hombres a cerrar los ojos a lo real. El cristianismo representa todo lo que desprecia. En definitiva, el cristianismo representa el desprecio a la vida. Para sobrevivir a este engaño es necesario asumir la muerte de Dios, que traerá consigo la libertad del ser humano.
En la critica a la moral, Nietzsche denuncia que la decadencia de la cultura occidental tiene su origen en la inversión de los valores morales producida por la filosofía griega y la religión judeo-cristiana. En su obra expone dos tipos de moral que se encuentran mezcladas en toda cultura y que a veces pueden darse en un mismo individuo: La moral de los señores, que es la moral del fuerte, y es activa porque implanta los valores. El señor vive de modo autónomo porque confía en si mismo ya que se autoconsidera bueno y tiene voluntad de poder. Desde su altura juzga lo débil, lo dependiente y lo racional. La moral de esclavos es la moral del débil, del cobarde, y es pasiva, porque no crea los valores morales, sino que los asume. El esclavo es débil y cobarde, y defiende valores como la humildad, el perdón, el sacrificio y la paciencia.
Para Nietzsche, la única solución que le queda a Occidente es amar realmente la vida tal y como es, y no como soñamos que seria en un mundo ideal. Defiende, pues, la voluntad que dice si a la vida, pero para ello es necesario que surja un nuevo hombre, un ser superior que acometa la transmutación de valores, el superhombre.
HABERMAS
Habermas tiene presentes tres circunstancias reales de nuestro tiempo: Que los individuos y las sociedades ya no mantienen las referencias tradicionales a las que se concedía valor universal; que se han generalizado culturas con formas de vida, condiciones morales y valores muy diferentes; y que las ideologías y los idearios políticos influyen en los ciudadanos en asuntos de gran calado moral. Sin embargo, considera que a pesar de estas diferencias los seres humanos no tenemos mas remedio que entendernos. De ahí su propósito de formular un método para los acuerdos a los que no podemos renunciar.
Habermas plantea una crítica a la racionalidad ilustrada, al concepto de progreso de los ilustrados. Según esta, la razón ha de guiar a la historia y de esa forma se expresa el progreso en avances tecnológicos y políticos.
Realiza un estudio que sostiene que el único conocimiento de la realidad es el conocimiento científico basado en los hechos. Por otro lado critica también las posturas de Marx puesto que sus conceptos no son validos para ser aplicados al análisis de la situación del Siglo XX, tras dos guerras mundiales, con importantes cambios económicos, sociales y la degeneración de muchos sistemas comunistas.
En su obra “conocimiento e interés” parte de la idea de que el conocimiento se guía y esta estructurado por algún tipo de interés que impulsa a la propia razón a solucionar problemas concretos de nuestra vida. Distingue entre interés técnico, que es el que orienta el conocimiento hacia el dominio de la naturaleza y propio de las ciencias empíricas; el interés practico, que orienta hacia el entendimiento de las personas y es propio de las ciencias hermenéuticas; y el interés critico, el interés propio de las ciencias morales.
Habermas defiende que la experiencia actual confirma la convicción de que la razón se manifiesta mediante expresiones muy heterogéneas. Por eso, cuesta entendernos, pero no podemos dejar de entendernos.
Para conseguirlo, propone una metodología fundada en el lenguaje discursivo, para ello el discurso debe tener una función pragmática, debe producir efectos reales en el mundo. A esto lo denomina la pragmática universal.
La finalidad del discurso comunicativo es la voluntad de llegar a acuerdos. Para que todo ello sea legítimo deben respetarse unas reglas que contribuyan a la objetividad.
Los acuerdos deben ser considerados exigencias normativas para todos, teniendo como objetivo su aplicación al mayor número de interlocutores y pueden ser integrados socialmente y dotados de legitimidad para servir de principios a sistemas de leyes y normas. De ahí que la ética del discurso pueda servir de fundamento a la acción comunicativa.
Habermas distingue dos grandes tipos de acciones humanas: La acción racional-teleológica es la actividad que llevamos a cabo en la vida, planificando los medios para alcanzar objetivos. La acción comunicativa es la interacción de los seres humanos mediada por el lenguaje, implica la voluntad de acuerdos y la de coordinar los propios planes con los de otros. Esta acción debe basarse en la pragmática del discurso.
La ética de Habermas, por tanto, es política, ya que posibilita la convivencia pacifica entre los hombres; es universal, pues el consenso alcanzado nos afecta a todos; y es formal, porque su contenido no esta prefijado.