EL AGNOSTICISMO. El término a-gnosis significa literalmente no-
conocimiento y fue utilizado por primera vez en 1869 por el biólogo británico T.H. Huxley para referirse a la imposibilidad de alcanzar ningún conocimiento fuera del ámbito científico. En sentido estricto, el agnosticismo es la postura que niega la posibilidad de cualquier conocimiento racional sobre la existencia de Dios y otras cuestiones religiosas, por lo que resultaría imposible demostrar su existencia o su no existencia, así como su naturaleza o propiedades. En este sentido, el agnosticismo es una postura muy diversa que resulta compatible tanto con la creencia en Dios como con el ateísmo. En sentido más amplio, el agnosticismo es la posición del que se desentiende de cuestiones religiosas y no mantiene opinión alguna sobre la existencia de Dios, por lo que ni se considera creyente ni tampoco ateo. El primer agnóstico del que existe constancia fue el sofista Protágoras, el cual afirmó que acerca de los dioses no puedo saber si existen o no, ni su forma, porque hay muchos impedimentos para saberlo con certeza: lo oscuro del asunto y la brevedad de la vida humana. Los autores empiristas suelen mantener una postura agnóstica sobre la existencia de Dios: si todo conocimiento proviene de los sentidos y no podemos percibir directamente ni a Dios, ni el alma ni cualquier otra entidad espiritual, debemos renunciar a la posibilidad de conocimiento racional sobre estas cuestiones que pasan a ser asuntos propios de la fe pero no de la razón. En este sentido se expresa Guillermo de Ockham, filósofo del Siglo XIV máximo representante del nominalismo y precursor del Empirismo. Guillermo de Ockham fue fraile franciscano y por lo tanto creyente, pero no otorgaba validez alguna a las pruebas de la existencia de Dios planteadas por autores anteriores, como Tomás de Aquino. Considera que Dios es objeto de fe y no es alcanzable mediante la razón humana, por lo que la teología no proporciona ningún tipo de conocimiento. David Hume (1711-1776) es el máximo representante de la corriente empirista de la filosofía moderna. En su obra Investigación sobre el entendimiento humano considera que los teólogos cometen un error al tratar de demostrar la existencia de Dios por encima de las posibilidades de la razón. La teología debería centrarse en establecer los criterios morales necesarios para la salvación del alma, pero no es posible demostrar racionalmente la existencia de esta, ni de Dios, ni de la otra vida. Uno de los aspectos fundamentales de la filosofía de Hume es su crítica al principio de causalidad. Para Hume solo conocemos lo que percibimos directamente, por ejemplo, ver un objeto. En cambio, carecemos de sensación alguna acerca de las relaciones o conexiones que se establecen entre lo que percibimos, por ejemplo, la relación causa-efecto. La causalidad sería una asociación que realiza nuestra mente fruto del hábito o la costumbre ante fenómenos que se repiten invariantemente en nuestra experiencia, pero no un conocimiento directo. Por este 17 motivo, Hume rechaza todas las pruebas sobre la existencia de Dios que se basan en el principio de causalidad. Además, Hume defiende que en las demostraciones sobre la existencia de Dios se produce una aplicación ilegítima de este principio, pues cuando se deduce una causa a partir de un efecto (como en el caso de inferir la existencia de Dios a partir del movimiento o de la existencia de los seres), no debemos atribuir a la causa más cualidades que las necesarias y suficientes para producir ese efecto: puesto que no percibo nada que sea ni perfecto ni infinito no puedo suponer la existencia de un ser, causa de lo que existe, que sea perfecto o infinito y deberé suponer que la causa es igualmente imperfecta y finita. Hume considera que tampoco es posible demostrar la existencia actual de Dios a partir del principio de causalidad, pues es posible que Dios creara el mundo y luego desapareciera. En su obra Diálogos sobre la religión natural Hume establece que la religión se justifica en las pasiones, como el temor a la muerte o la esperanza en una vida mejor, y su principal objetivo es controlar políticamente a los hombres. Para Hume la creencia en Dios tiene un fundamento emocional e irracional, pero no niega explícitamente su existencia. EL AGNÓSTICISMO SEMÁNTICO. La filosofía analítica es una corriente filosófica que se desarrolló a principios del Siglo XX y cuyos representantes más destacados fueron B. Russell, A.J. Ayer o L. Wittgenstein entre otros. Los temas centrales de esta corriente son la lógica y la filosofía del lenguaje. Bertrand Russell (1872-1970), matemático y filósofo británico, defendía que la mayor garantía para el verdadero progreso de la humanidad eran la ciencia y la educación moral, y ponía en duda que la religión hubiese supuesto avance alguno para los seres humanos. Consideraba que las afirmaciones sobre la existencia de Dios no se basaban ni en experimentos científicos ni en razonamientos lógicos, sino en creencias particulares no justificables desde el punto de vista racional. B. Russell niega la validez de las demostraciones de la existencia de Dios como causa primera, puesto que si es necesaria la existencia de un ser superior como causa de mi propia existencia o de la del universo nos veríamos obligados a postular una causa para la existencia de tal ser superior. Si para salvar esta situación suponemos que Dios es su propia causa, también podríamos suponer igualmente que el universo es su propia causa, lo que convertiría la existencia de Dios en algo innecesario para explicar la existencia del universo. Russell no se consideraba así mismo ateo en sentido estricto (¿Soy ateo o agnóstico? 1949). Según Russell su postura era el agnosticismo, pues no consideraba posible demostrar científicamente la inexistencia de Dios aunque él no creyese en la existencia del Dios cristiano ni de ninguna otra deidad. 18 A.J. Ayer (1910-1989) es considerado el padre del positivismo lógico. Defendíó que la metafísica no proporciona ningún tipo de conocimiento pues sus enunciados carecen estrictamente de significado.
Ayer propone el criterio empirista de significado: un enunciado tiene significado cuando es analítico (la matemática, por ejemplo) o empíricamente verificable. Los enunciados que se remiten a seres existentes deben cumplir el criterio empirista de significado, es decir, debe ser posible encontrar un referente concreto para los términos de ese enunciado. Para Ayer es posible construir enunciados gramaticalmente correctos pero vacíos de significado cuando sus términos carecen de referente concreto. Por ejemplo, las expresiones Dios existe o Dios no existe son gramaticalmente similares a las expresiones Javier existe o Javier no existe. La diferencia es que podemos encontrar un referente significativo para el término Javier y no para el término Dios. La imposibilidad de establecer un referente convierte a los enunciados sobre la existencia de Dios en pseudo-proposiciones, enunciados sin valor cognoscitivo, pues no significan nada. El problema de la existencia de Dios, al igual que otras cuestiones metafísicas sobre el alma, el ser, la sustancia, etc., sobrepasan las posibilidades no solo de nuestro conocimiento sino de nuestro lenguaje, que nos permite establecer discusiones sobre temas aparentemente significativos pero vacíos de contenido real. Ludwig Wittgenstein (1889-1951) es uno de los filósofos más destacados del Siglo XX. Destaca en el ámbito de la lógica, la matemática y la filosofía del lenguaje. Su obra se divide en dos periodos: el llamado Primer Wittgenstein, etapa en la que publica el Tractatus lógico-philosophicus y acepta las tesis de la filosofía analítica, y el Segundo Wittgenstein, etapa marcada por la publicación de sus Investigaciones filosóficas y en la que introduce una concepción totalmente novedosa sobre el significado basado en los usos pragmáticos del lenguaje. En su segunda etapa, Wittgenstein defiende que el significado de los términos está condicionado por el uso que hacemos de estos en nuestra vida. En este sentido, la palabra Dios no tiene el mismo significado para un creyente que para un ateo pues ambos parten de experiencias vitales diferentes. La comunicación sobre cuestiones religiosas es imposible pues el creyente y el ateo hablan aparentemente de lo mismo, pero no se comunican porque otorgan significados distintos a los mismos términos. La religión es un juego del lenguaje o conjunto de significados válido tan solo para los que participan de él y los comparten. Por eso las discusiones sobre la existencia de Dios no tienen sentido y nunca lograrán ponerse de acuerdo ni comprender la posición contraria. Para Wittgenstein la religión es una actitud práctica, una manera de entender la vida que sirve para posicionarnos en el mundo en que vivimos. La religión no es una creencia racional sino que es fundamentalmente una actitud emotiva que sirve para orientar la conducta, definir nuestros valores y dotar a la vida de significado. La fe no es un asunto de razón, es una regulación práctica de la vida: se vive como si Dios existiera o como si no existiera, es una decisión vital que todos tenemos que tomar pero que no podemos argumentar racionalmente. La cuestión principal no es si Dios existe o no existe, pues eso jamás lo sabremos, sino si queremos vivir como si Dios existiera o como si Dios no existiera
conocimiento y fue utilizado por primera vez en 1869 por el biólogo británico T.H. Huxley para referirse a la imposibilidad de alcanzar ningún conocimiento fuera del ámbito científico. En sentido estricto, el agnosticismo es la postura que niega la posibilidad de cualquier conocimiento racional sobre la existencia de Dios y otras cuestiones religiosas, por lo que resultaría imposible demostrar su existencia o su no existencia, así como su naturaleza o propiedades. En este sentido, el agnosticismo es una postura muy diversa que resulta compatible tanto con la creencia en Dios como con el ateísmo. En sentido más amplio, el agnosticismo es la posición del que se desentiende de cuestiones religiosas y no mantiene opinión alguna sobre la existencia de Dios, por lo que ni se considera creyente ni tampoco ateo. El primer agnóstico del que existe constancia fue el sofista Protágoras, el cual afirmó que acerca de los dioses no puedo saber si existen o no, ni su forma, porque hay muchos impedimentos para saberlo con certeza: lo oscuro del asunto y la brevedad de la vida humana. Los autores empiristas suelen mantener una postura agnóstica sobre la existencia de Dios: si todo conocimiento proviene de los sentidos y no podemos percibir directamente ni a Dios, ni el alma ni cualquier otra entidad espiritual, debemos renunciar a la posibilidad de conocimiento racional sobre estas cuestiones que pasan a ser asuntos propios de la fe pero no de la razón. En este sentido se expresa Guillermo de Ockham, filósofo del Siglo XIV máximo representante del nominalismo y precursor del Empirismo. Guillermo de Ockham fue fraile franciscano y por lo tanto creyente, pero no otorgaba validez alguna a las pruebas de la existencia de Dios planteadas por autores anteriores, como Tomás de Aquino. Considera que Dios es objeto de fe y no es alcanzable mediante la razón humana, por lo que la teología no proporciona ningún tipo de conocimiento. David Hume (1711-1776) es el máximo representante de la corriente empirista de la filosofía moderna. En su obra Investigación sobre el entendimiento humano considera que los teólogos cometen un error al tratar de demostrar la existencia de Dios por encima de las posibilidades de la razón. La teología debería centrarse en establecer los criterios morales necesarios para la salvación del alma, pero no es posible demostrar racionalmente la existencia de esta, ni de Dios, ni de la otra vida. Uno de los aspectos fundamentales de la filosofía de Hume es su crítica al principio de causalidad. Para Hume solo conocemos lo que percibimos directamente, por ejemplo, ver un objeto. En cambio, carecemos de sensación alguna acerca de las relaciones o conexiones que se establecen entre lo que percibimos, por ejemplo, la relación causa-efecto. La causalidad sería una asociación que realiza nuestra mente fruto del hábito o la costumbre ante fenómenos que se repiten invariantemente en nuestra experiencia, pero no un conocimiento directo. Por este 17 motivo, Hume rechaza todas las pruebas sobre la existencia de Dios que se basan en el principio de causalidad. Además, Hume defiende que en las demostraciones sobre la existencia de Dios se produce una aplicación ilegítima de este principio, pues cuando se deduce una causa a partir de un efecto (como en el caso de inferir la existencia de Dios a partir del movimiento o de la existencia de los seres), no debemos atribuir a la causa más cualidades que las necesarias y suficientes para producir ese efecto: puesto que no percibo nada que sea ni perfecto ni infinito no puedo suponer la existencia de un ser, causa de lo que existe, que sea perfecto o infinito y deberé suponer que la causa es igualmente imperfecta y finita. Hume considera que tampoco es posible demostrar la existencia actual de Dios a partir del principio de causalidad, pues es posible que Dios creara el mundo y luego desapareciera. En su obra Diálogos sobre la religión natural Hume establece que la religión se justifica en las pasiones, como el temor a la muerte o la esperanza en una vida mejor, y su principal objetivo es controlar políticamente a los hombres. Para Hume la creencia en Dios tiene un fundamento emocional e irracional, pero no niega explícitamente su existencia. EL AGNÓSTICISMO SEMÁNTICO. La filosofía analítica es una corriente filosófica que se desarrolló a principios del Siglo XX y cuyos representantes más destacados fueron B. Russell, A.J. Ayer o L. Wittgenstein entre otros. Los temas centrales de esta corriente son la lógica y la filosofía del lenguaje. Bertrand Russell (1872-1970), matemático y filósofo británico, defendía que la mayor garantía para el verdadero progreso de la humanidad eran la ciencia y la educación moral, y ponía en duda que la religión hubiese supuesto avance alguno para los seres humanos. Consideraba que las afirmaciones sobre la existencia de Dios no se basaban ni en experimentos científicos ni en razonamientos lógicos, sino en creencias particulares no justificables desde el punto de vista racional. B. Russell niega la validez de las demostraciones de la existencia de Dios como causa primera, puesto que si es necesaria la existencia de un ser superior como causa de mi propia existencia o de la del universo nos veríamos obligados a postular una causa para la existencia de tal ser superior. Si para salvar esta situación suponemos que Dios es su propia causa, también podríamos suponer igualmente que el universo es su propia causa, lo que convertiría la existencia de Dios en algo innecesario para explicar la existencia del universo. Russell no se consideraba así mismo ateo en sentido estricto (¿Soy ateo o agnóstico? 1949). Según Russell su postura era el agnosticismo, pues no consideraba posible demostrar científicamente la inexistencia de Dios aunque él no creyese en la existencia del Dios cristiano ni de ninguna otra deidad. 18 A.J. Ayer (1910-1989) es considerado el padre del positivismo lógico. Defendíó que la metafísica no proporciona ningún tipo de conocimiento pues sus enunciados carecen estrictamente de significado.
Ayer propone el criterio empirista de significado: un enunciado tiene significado cuando es analítico (la matemática, por ejemplo) o empíricamente verificable. Los enunciados que se remiten a seres existentes deben cumplir el criterio empirista de significado, es decir, debe ser posible encontrar un referente concreto para los términos de ese enunciado. Para Ayer es posible construir enunciados gramaticalmente correctos pero vacíos de significado cuando sus términos carecen de referente concreto. Por ejemplo, las expresiones Dios existe o Dios no existe son gramaticalmente similares a las expresiones Javier existe o Javier no existe. La diferencia es que podemos encontrar un referente significativo para el término Javier y no para el término Dios. La imposibilidad de establecer un referente convierte a los enunciados sobre la existencia de Dios en pseudo-proposiciones, enunciados sin valor cognoscitivo, pues no significan nada. El problema de la existencia de Dios, al igual que otras cuestiones metafísicas sobre el alma, el ser, la sustancia, etc., sobrepasan las posibilidades no solo de nuestro conocimiento sino de nuestro lenguaje, que nos permite establecer discusiones sobre temas aparentemente significativos pero vacíos de contenido real. Ludwig Wittgenstein (1889-1951) es uno de los filósofos más destacados del Siglo XX. Destaca en el ámbito de la lógica, la matemática y la filosofía del lenguaje. Su obra se divide en dos periodos: el llamado Primer Wittgenstein, etapa en la que publica el Tractatus lógico-philosophicus y acepta las tesis de la filosofía analítica, y el Segundo Wittgenstein, etapa marcada por la publicación de sus Investigaciones filosóficas y en la que introduce una concepción totalmente novedosa sobre el significado basado en los usos pragmáticos del lenguaje. En su segunda etapa, Wittgenstein defiende que el significado de los términos está condicionado por el uso que hacemos de estos en nuestra vida. En este sentido, la palabra Dios no tiene el mismo significado para un creyente que para un ateo pues ambos parten de experiencias vitales diferentes. La comunicación sobre cuestiones religiosas es imposible pues el creyente y el ateo hablan aparentemente de lo mismo, pero no se comunican porque otorgan significados distintos a los mismos términos. La religión es un juego del lenguaje o conjunto de significados válido tan solo para los que participan de él y los comparten. Por eso las discusiones sobre la existencia de Dios no tienen sentido y nunca lograrán ponerse de acuerdo ni comprender la posición contraria. Para Wittgenstein la religión es una actitud práctica, una manera de entender la vida que sirve para posicionarnos en el mundo en que vivimos. La religión no es una creencia racional sino que es fundamentalmente una actitud emotiva que sirve para orientar la conducta, definir nuestros valores y dotar a la vida de significado. La fe no es un asunto de razón, es una regulación práctica de la vida: se vive como si Dios existiera o como si no existiera, es una decisión vital que todos tenemos que tomar pero que no podemos argumentar racionalmente. La cuestión principal no es si Dios existe o no existe, pues eso jamás lo sabremos, sino si queremos vivir como si Dios existiera o como si Dios no existiera