La hominización es un proceso biológico en el que una serie de cambios morfológicos y etológicos en el orden de los primates generan una estructura con un potencial evolutivo enorme. En el proceso interviene, aparte del material genético que lleva la información, el continuo cambio de condiciones ecológicas al que estos primates tienen que adaptarse para poder sobrevivir. El concepto de hominización adquiere una importancia estratégica por dos razones. La primera, porque nos ayuda a tener una visión evolucionista de nuestro género. La segunda, porque nos sitúa en la filogenia del conjunto de géneros que conforman los homínidos cuando todavía los aspectos de tipo cultural no existían tal y como los conocemos y no eran, por tanto, demarcadores de lo que ha sido carácterístico del conjunto de especies que componen nuestro género. De entrada, este proceso de millones de años de duración nos ayuda a comprender lo que significan la biodiversidad y la diversidad específica. En todo este conjunto seminal, hay carácterísticas etológicas que explican los comportamientos que luego hemos sistematizado, pero que tienen su origen hace muchos cientos de miles de años, cuando nuestros antepasados todavía eran pequeñas bandas en las sabanas africanas. La alta y específica capacidad de socialización de los homininos (sea en ambientes boscosos o en espacios abiertos) ha sido básica a la hora de poder sobrevivir a la presión selectiva. El concepto de humanización es clave en el tema de la evolución humana y, quizás, en el del conjunto de la evolución de la vida. La humanización, como adquisición estructural sistémica, representa una toma de conciencia cósmica, una singularidad compuesta y multiforme de adquisiciones que nos han permitido, a lo largo del tiempo, romper con la inercia del pasado y sobrepasar la selección natural para adentrarse en lo que hoy por hoy es desconocido. Es imprescindible comenzar por entender el concepto inicial que nos da el sustrato de conocimiento por el que ha sido posible el proceso de humanización y que, por tanto, nos ubica justo al comienzo de toda la aventura humana. Los recorridos evolutivos, aunque tienen cambios repentinos, normalmente son largos y cargados de inercia. El proceso de hominización no escapa a esta ley universal de la parsimonia que caracteriza la existencia de la vida.
En conclusión,en el proceso de singularidad humana y su sustrato evolutivo, hominización y humanización son las dos caras de una misma moneda. Sin hominización no puede haber humanización; sin humanización no puede haber conciencia de nosotros mismos desde la perspectiva de interrogación de quiénes somos y hacia dónde vamos. Hominización y humanización están integradas, aunque la última cabalga sobre la primera por orden de aparición. Esto también explica el acondicionamiento evolutivo. Y la dependencia de la una con la otra nos abre la posibilidad de hacer una interpretación evolutiva y crítica de nosotros mismos, fuera de intentos de explicación idealistas o míticos. La humanización tiene muchas.
Desde la antigüedad el ser humano ha creído en la existencia de un alma, un espíritu, que explica la conducta humana: cuando pensamos o actuamos sentimos algo interno que piensa o decide y a esto lo llamamos alma, conciencia, mente, etc. Y aquí es donde entran teorías como el monismo y dualismo que hablan de como se desarrolla el comportamiento humano desde la creencia del alma.
El monismo
Es la creencia de que la realidad es un todo indivisible, y considera que la mente es un fenómeno más de la actividad humana. El monismo,considera que el ser humano es una única realidad con base material, por eso también es conocido como “materialismo”. El ser humano se reduce a uno sólo de los dos principios;
cuerpo o alma, materia o espíritu. El monismo niega la existencia de la mente como una entidad distinta del cerebro-cuerpo considerando a los fenómenos psíquicos, incluidas la conciencia y las experiencias afectivas, como una propiedad emergente del sistema nervioso central.
Los partidarios de un planteamiento monista de la cuestión niegan la existencia de la mente como una realidad distinta del cerebro y adoptan alguna forma de reduccionismo, tratando de explicar los fenómenos mentales en términos físicos o biológicos. Además, el monismo entiende que la mente-conciencia debe ser explicada y ajustarse en sus capacidades a las mismas leyes que explican el resto de la vida orgánica.
Por otro lado, el dualismo divide toda la realidad en dos categorías, material y espiritual, interrelacionadas; en el ser humano están representadas por el cuerpo físico y el alma, respectivamente. En esta línea se encuentra Renée Descartes, filósofo del Siglo XVII que formuló el primer modelo fisiológico de la conducta. Concibe el cuerpo humano como una máquina hidráulica en la que la conducta está regida por las variaciones de la presión del fluido que, proveniente de los ventrículos cerebrales y a través de los nervios (huecos), hace que se muevan los músculos o que el ojo vea.
El centro de control del sistema lo sitúa en la glándula pineal, la cual se inclina en distintos ejes y abre o cierra los poros por donde debe circular el fluido, y es aquí donde Descartes sitúa el punto de interacción con el alma, ya que es esta quien decide hacia dónde se inclina la glándula pineal. Implica una diferencia básica entre la mente y el cuerpo por lo tanto hay que explicar su relación. Se divide al ser humano en dos componentes: cuerpo – mente, ya que las partes observables del ser humano son mortales y por tanto es necesario algún componente no observable para poder sostener de una manera lógica la inmortalidad del hombre. Ambas sustancias, cuerpo-mente se complementan y se contraponen habiendo un equilibrio entre ellas.
– El Lamarckiso defiende que la especie se adapta al ambiente para sobrevivir y que los cambios que adquieren serán transmitidos a su descendencia y con el pasar del tiempo adaptaran las carácterísticas. Un ejemplo que demuestra esta teoría es el de las jirafas en el que Lamarck dijo que todas las jirafas tenían, originalmente, cuellos cortos, pero éstos se fueron haciendo más largos debido al estiramiento provocado al tratar de alcan- zar las hojas más altas de los árboles. Fue de esta manera como el “rasgo adquirido” (cuellos largos) pasó a la descendencia. Mientras que el Darwinismo defiende que el individuo que sobreviva a los cambios del entorno es el que se mantiene, selección natural y que las variaciones hereditarías otorgan ventajas a los descendientes. En este caso en el ejemplo de las jirafas Darwin dijo que las jirafas eran originalmente de cuellos cortos y las pocas jirafas con cuellos más largos tenían mayor disponibilidad de alimento puesto que alcanzaban las hojas más altas de los árboles a diferencia de las jirafas con cuellos cortos.
En conclusión, el lamarckismo aseguraba que las especies no podían extinguirse mientas que Darwin decía que si. Darwin tabíén consideraba que todos poseemos un ancestro común y Lamarck no lo creía y por último en el lamarckiso se considero que todos los individuos de una especie eran inguales, donde el darwinismo aseguraba que no.
En cuánto a la segunda pregunta, la principal diferencia entre el darwinismo y el neodarwinismo es que el darwinismo describe que las variaciones fenotípicas favorables que son heredables son la fuerza impulsora de la especiación, mientras que el neodarwinismo describe que solo las variaciones genéticas que son heredables son la fuerza impulsora de la especiación.