1-El problema de Platón:
El principal problema filosófico al que Platón dedicó sus esfuerzos fue de carácter ético-político. Lo que Platón buscaba era la definición universal de “Justicia” y un modelo de ciudad y de gobierno que se ajustara plenamente a ella. La cuestión en su aspecto ético proviene de Sócrates. En su aspecto político no tiene antecedentes en Sócrates (aunque sí en los sofistas, a los que Platón tanto criticaba) ya que Sócrates no propuso ningún modelo político. Pero el modelo platónico es una consecuencia directa del intelectualismo socrático: si sólo conociendo la virtud, su definición, podemos ser virtuosos, sólo conociendo la definición de “ciudad justa” podremos gobernarla. Tan sólo el filósofo, el hombre con un conocimiento plenamente desarrollado, debe gobernar.
Este punto de vista supone que a la cuestión política quedan indisolublemente aparejadas otras dos cuestiones filosóficas. Por una parte, la cuestión epistemológica de qué podemos conocer y por qué medios. Si el conocimiento fuese relativo, el planteamiento de Platón no tendría sentido, puesto que nadie podría alcanzar el conocimiento de lo que es “Justicia”. Eso es precisamente lo que defendían los sofistas. Platón defenderá una epistemología objetivista y racionalista, defendiendo que el conocimiento absoluto es posible y se obtiene por medio de la razón, no de los sentidos, y atacará duramente a los sofistas que, como demócratas y relativistas que son, constituyen el polo opuesto de lo que Platón busca, tanto en conocimiento como en política. Por otra parte, el tipo de conocimiento que busca Platón es absoluto, no debe cambiar jamás, para que el modelo político tampoco lo haga. Pero la realidad que nos rodea cambia, así que el conocimiento que fundamente la ciudad justa tiene que ser de otra cosa, de algo permanente. El segundo problema filosófico que la utopía política de Platón tiene que resolver es de carácter metafísico: Platón se planteará la relación entre apariencia y realidad y buscará la más auténtica realidad, es decir, la más permanente. Y esa realidad serán las Ideas. En resumen, el problema de Platón es triple: un modelo político estable, un conocimiento definitivo, una realidad permanente. Las tres cuestiones, política, epistemológica y metafísica, están íntimamente relacionadas, y Platón usará unas para fundamentar las otras en un continuo círculo en el que no se puede decir, al menos en cuanto a su exposición y desarrollo, que una sea anterior a la otra. Además de estas tres cuestiones, Platón tratará otros temas, especialmente el de la inmortalidad del alma.
2- La Teoría de las Ideas:
La utopía política de Platón está basada en el conocimiento, por parte de la clase de los filósofos, de una “Justicia” independiente de los intereses, las opiniones y cualquier cambio que pueda ocurrir en su entorno. El modelo platónico necesita, por tanto, de una estructura de la realidad que sea permanente y cognoscible. Esa estructura es la teoría metafísica de las Ideas. Platón nunca expuso sistemáticamente la teoría de las Ideas en ninguno de sus escritos. A veces admite unos tipos de Ideas que rechaza en otros escritos. Unas veces afirma que conocemos las Ideas por reminiscencia, y otras a través de la dialéctica. En unas ocasiones dice que los seres particulares se relacionan con las Ideas por imitación, y en otras ocasiones por participación. Lo que vamos a estudiar no es, por tanto, una teoría coherente expuesta de una sola vez, sino un conjunto de planteamientos no siempre coincidentes, cada uno de los cuales ha tenido su propia influencia en la historia de la filosofía. Básicamente, la teoría de las Ideas consiste en afirmar la existencia de unas entidades inteligibles, inmateriales e inmutables, independientes de las opiniones de los seres humanos pero cognoscibles por medio de la razón, que de alguna manera constituyen la estructura de la realidad que percibimos, y que por tanto son la parte más real de dicha realidad.
3.- Evolución de la teoría de las Ideas:
El punto de partida de la teoría de las Ideas fue el conceptualismo socrático, es decir, la cuestión de las definiciones universales. Por lo que sabemos, Sócrates buscaba definiciones universales de los términos éticos por medio del diálogo y la mayéÚtica. Al parecer, Sócrates no intentó nunca buscar definiciones de este tipo para elementos de la realidad, sino tan sólo para valores ético-políticos. Esto es, se interésó por definir el nomos, y no la physis. Las definiciones de Sócrates no tenían por qué implicar nada externo y previo a los seres humanos, ya que al fin y al cabo se trataba de una cuestión de nomos, y Sócrates creía que el nomos no era relativo, pero si artificial (construido por el hombre) La posterior teoría de Platón sí implica que los conceptos universales son eternos, inmutables y totalmente ajenos a la opinión humana ya que esto es una consecuencia de emplear la doctrina de las definiciones para definir realidades que pertenecen a la physis, y que por tanto tienen su razón de ser en sí mismas y no en el hombre. Cuando Platón aplique esta misma concepción de las Ideas a los términos éticos, estará de hecho eliminando la diferencia entre la physis y el nomos, ya que este deja de ser convencional en un mundo que está total y definitivamente determinado por la existencia independiente de las Ideas éticas. Sin embargo, en la etapa de sus diálogos de juventud
Platón está mucho más cerca de Sócrates. En estos diálogos sólo trata de definiciones de términos éticos, y se limita a suponer que los distintos usos de un término ético tienen que tener algo en común. A ese algo común Platón empieza a denominarlo “Idea” (“eidos”, que significa figura, forma). En sus diálogos de madurez aparecen las carácterísticas clásicas de la teoría de las Ideas: las Ideas son la naturaleza de las cosas, lo que hace que esas cosas sean lo que son (lo que posteriormente Aristóteles denominó “esencia”). Las Ideas tienen las mismas carácterísticas que el Ser de Parménides. De hecho, la teoría de las Ideas puede considerarse como una de las soluciones aportadas al problema de Parménides. Platón no niega el cambio, ni tampoco la consecuencia racionalista de que lo que verdaderamente es, tiene que ser siempre. La solución de Platón es dualista: existen dos planos de realidad, uno material y sensible en constante cambio, tal y como decía Heráclito; otro inmaterial, eterno e inmutable, tal como decía Parménides. Añadiendo a esto una jerarquía de Ideas que permita descender desde la idea de Uno (el Bien) a la de las diferentes especies, tenemos un sistema que permite mantener las conclusiones de Parménides sin negar la realidad del cambio: el cambio en el mundo no es ilusorio, pero no es tan real (en el sentido de permanente) como las Ideas eternas que siempre son idénticas a sí mismas. Tras su segundo viaje a Siracusa, Platón realizará una crítica a su propia teoría. En los diálogos críticos y de vejez cuestiona que existan Ideas para cualquier tipo de realidad (antes había llegado a admitir incluso Ideas para entidades no independientes, como el pelo o las uñas). Cuestiona también la accesibilidad de la razón a dichas Ideas y él mismo señala los problemas que producen tanto el concepto de “participación” como el de “imitación”. En esta época va acercándose cada vez más a posturas pitagóricas, ya muy presentes en la etapa anterior. El curso sobre el Bien, en el que al parecer la teoría de las Ideas se expónía matemáticamente, pertenece a esta época.
4- Carácterísticas de las Ideas:
1.- En su sentido lógico, una Idea es un concepto universal que se corresponde con un nombre común que se aplica a una pluralidad de seres. En el mundo existen una gran cantidad de seres a los que llamamos “caballo”: el concepto universal de “caballo” recoge las carácterísticas que debe tener un ser para que se le pueda denominar “caballo” (tener cuatro patas, cascos, etc.) y no recoge aquellas otras carácterísticas que no poseen todos los caballos (color de pelo, etc.) Platón afirma que cuando muere un caballo, no desaparece el concepto de “caballo”. Incluso si desapareciesen todos los caballos, el concepto “caballo” seguiría significando lo mismo. El concepto universal es objetivo, no subjetivo eso quiere decir que lo descubrimos, no lo inventamos. El concepto universal se basa en realidades previas a nosotros: el concepto de “ornitorrinco” es el mismo lo conozca yo o no, puesto que se basa en lo que tienen de común los ornitorrincos, lo cual no puede depender de mí. Según Platón, la ciencia trata de louniversal, de lo general, y por ello no puede haber ciencia sin conceptos universales. Cualquier enunciado significativo, cualquier juicio del tipo “A es B”, requiere de al menos un concepto universal (A puede ser un particular, pero B tiene que ser o el nombre de una clase o un atributo, y ambos son conceptos universales).
2.- En su sentido ontológico, las Ideas son entidades separadas de las cosas particulares, son trascendentes (y no inmanentes) a los particulares. Platón las concibe como entidades meramente inteligibles (por lo tanto, inmateriales), eternas e inmutables.
Las Ideas pertenecen al mundo inteligible (sólo accesible por medio de la razón) mientras que las cosas particulares pertenecen al mundo sensible, material y sometido a cambio continuo. Ambos mundos están separados, pero no tiene sentido preguntar “dónde” se encuentra el mundo inteligible ya que, como inmaterial que es, no ocupa lugar alguno. La misma noción de “separación”, en tanto que implica “distancia”, sólo puede entenderse de manera metafórica. Lo que Platón quiere decir es que se trata de planos de realidad distintos, y que el cambio de la realidad visible que nos rodea no afecta al mundo inteligible (no hace que este cambie). Platón nunca llegó a resolver el problema de la ubicación del mundo inteligible respecto al sensible (al menos en sus escritos) pero sí afirmó tajantemente, una y otra vez, su trascendencia.
Las Ideas no sólo son entidades aparte de los objetos particulares, sino que además son la causa de estos. Esta noción deriva del significado lógico de “idea”, ya que el concepto universal tiene que existir antes que los particulares concretos (la especie “perro” preexiste a los perros concretos que yo conozco) y una vez que hemos separado las entidades ideales de las entidades materiales particulares, no se puede afirmar sino que las primeras son la causa de las segundas. Por supuesto, las Ideas no son causas eficientes (no pueden serlo, puesto que son inmateriales). Platón las concibe como causas ejemplares (como modelos, del mismo modo que el plano de una casa puede considerase causa de esta) o como causas finales (ya que la Idea es un modelo al que las cosas particulares tienden, un fin, puesto que la perfección de las cosas particulares es parecerse lo más posible a la Idea que encarnan).
5- La relación entre las Ideas y los particulares:
Si las Ideas son causa ejemplar y/o final de los particulares, inmediatamente se nos presenta la cuestión de cómo se relacionan las unas con los otros. Para explicar esa relación, Platón utiliza alternativamente dos conceptos, el de “participación” y el de “imitación”. No son equivalentes: el primero, la participación, supone que el particular “participa” de algún modo de la Idea, y por tanto de una forma u otra la contiene. El segundo, la imitación, supone que el particular es un reflejo de la Idea, pero ya no implica que la Idea esté presente en el particular (como yo no estoy en mi imagen en el espejo). En la época de los diálogos críticos Platón autocriticará estos dos conceptos. En el “Parménides” dice que si el particular “participa” de la Idea, entonces esta se encontrará en el particular o bien entera, o bien en parte. Si se encuentra entera, entonces habría una idea por cada particular (la Idea ya no sería única, y por tanto no sería universal). Si sólo se encuentra una parte, entonces la Idea podría dividirse (y ya no sería inmutable). Cualquiera de las dos opciones entra en contradicción con la definición que Platón da de Idea. La noción de “imitación” no plantea esos problemas, ya que en este caso la Idea no está presente en el particular. Pero crea otro. Platón postula la Idea para explicar las semejanzas entre los particulares de una especie. Pero al mismo tiempo, se puede preguntar por la semejanza entre esos particulares y la Idea. Para explicarlo haría falta postular otra Idea, otro concepto universal que reuniera lo común a los particulares y la Idea. Pero sobre esta nueva Idea podemos volver a preguntarnos lo mismo. El concepto de imitación por tanto lleva a una serie infinita de “Ideas” que finalmente no explican nada (a este argumento Aristóteles lo llamó del “tercer hombre”). Platón es por tanto consciente de las deficiencias de su teoría, pero se limita a reconocer que la relación entre la Idea y lo sensible es muy difícil de concebir, ya que utilizamos para ello un lenguaje basado en las relaciones entre cosas materiales, cuando de lo que se trata aquí es de una relación entre algo material y algo inmaterial. Finalmente no resuelve (al menos en sus escritos) cómo puede explicarse dicha relación.
6- ¿De qué existen Ideas?:
Según la teoría de las Ideas, que se basa en la noción de “concepto universal”, a cada nombre común debe corresponderle una Idea. Sin embargo, las Ideas que encontramos en los primeros diálogos platónicos son tan sólo Ideas éticas, muy parecidas a las definiciones socráticas. Las Ideas éticas son por tanto el tipo más genuino de Ideas platónicas.
Posteriormente Platón admitíó también Ideas de realidades abstractas, tales como las Ideas matemáticas (de figuras geométricas, de la unidad, la dualidad, etc.) y las Ideas acerca de relaciones (igualdad, semejanza, desemejanza, etc.). En sus diálogos de madurez, Platón admite también la existencia de Ideas de especies, tanto naturales (hombre, caballo) como artificiales (mesa, cama) e incluso llega a admitir en algún momento la existencia de Ideas de partes de los individuos o de cualidades (pelo, uñas, suciedad). Más adelante, en la etapa crítica, Platón dudará de esto. En consecuencia, aunque en algún momento Platón llegó a aceptar Ideas de prácticamente todo, las que mantuvo toda su vida y son más típicas de su pensamiento son Ideas de tipo abstracto: valores éticos, entidades matemáticas y relaciones.
7- La jerarquía de las Ideas:
Platón no se limitó a postular conceptos universales para cada nombre común, sino que pensó, probablemente por influencia pitagórica y eleata, que estas Ideas debían estar unificadas en un sistema jerarquizado. Del mismo modo que los particulares sensibles deben ser reducidos a conceptos universales para poder ser tratados por la ciencia, el estudio del mundo de las Ideas (por tanto de la estructura de la realidad) requiere que estas sean reducidas unas a otras hasta alcanzar finalmente el principio absoluto del que proceden todas. La jerarquía más citada es la que aparece en “La República”: en ella el nivel inferior (el inmediato a las cosas sensibles) es ocupado por las Ideas de especies Por encima de las Ideas de especies se encuentran las Ideas matemáticas, que sirven de puente entre estas y las Ideas éticas (virtud, justicia, sabiduría, templanza, etc.) que ocupan el nivel superior. El pico de la pirámide, la principal Idea de la que proceden todas las demás, es la Idea de Bien. Debemos detenernos en la Idea de Bien porque es un concepto clave en la filosofía platónica. La Idea de Bien es la Idea suprema porque está implicada en todas las otras Ideas, ya que estas son los modelos perfectos que imitan las cosas particulares, y la noción de perfección supone la de Bien. Tanto la relación del particular con la Idea como esta misma en cuanto modelo necesitan de la noción de Bien como adecuación, corrección, excelencia. Si las Ideas de especies y las matemáticas implican la corrección y la adecuación, mucho más evidente resulta en el caso de las Ideas éticas, que tratan sobre valores (qué está bien y qué está mal) y por tanto suponen la Idea de Bien de manera directa. Por eso son las Ideas más cercanas a la de Bien, ocupando el escalón inmediatamente inferior a esta.
Pero la Idea de Bien no es simplemente la Idea lógicamente previa a todas las demás, ni siquiera la más general de todas, sino que es algo más. Platón lo deja muy claro en la analogía del Sol. En “La República” Platón plantea esta comparación para explicar a qué se refiere realmente con la Idea de Bien. En la analogía dice que la Idea de Bien se parece a la luz: del mismo modo que para poder ver necesitamos no sólo el órgano del ojo y el objeto que vemos, sino también una luz que ilumine el objeto, en el plano inteligible, para entender algo necesitamos de la mente racional que entiende y de algún contenido inteligible que entender (una Idea) pero necesitamos también de un intermediario que “ilumine” esa Idea y la haga comprensible. Esa “iluminación” la proporciona la Idea de Bien, a la que Platón compara con el Sol que nos aporta la luz física. Hasta aquí, Platón se está afirmando que es necesario comprender la Idea de Bien para comprender en qué consiste una Idea y sus relaciones con los objetos particulares, como ya dijimos anteriormente. Pero Platón lleva la analogía más allá. El Sol no sólo aporta la luz que nos permite ver, sino que gracias a él existe y subsiste el mundo. Igualmente la Idea de Bien, como el Sol, no sólo es la condición de posibilidad de lo inteligible (y por tanto de la ciencia y la verdad) sino que además es la causa de la existencia de las cosas sensibles y la verdadera naturaleza (la “esencia”) de esas cosas. En este pasaje Platón deja muy claro que el Bien es causa de la esencia pero no es él mismo una esencia, sino que está por encima de ellas. Lo que quiere decir Platón con esto es que de la Idea de Bien proceden los conceptos universales, pero que él mismo no es un concepto universal. Se podría suponer que, al estar en la cúspide de la jerarquía, es la Idea más general de todas, como la Idea de Ser (o la de ente), que abarca cualquier cosa que exista. Pero según Platón, la Idea de Bien no es esto, no es un ente, trasciende lo ente, está más allá. Platón no explica qué es exactamente el Bien (quizás sí lo hiciera en el ya citado curso de la Academia), pero queda claro que es el principio supremo, tanto lógicamente (del que proviene el conocimiento) como ontológicamente (del que provienen el resto de Ideas y finalmente los objetos particulares) y que es totalmente trascendente, no es propiamente un tipo de ente. Platón le atribuye cualidades divinas, y aunque esto es una forma de hablar que utiliza a menudo, es muy posible que en este caso sí identificase la Idea de Bien (= Belleza=Uno= Ser) con Dios.
Antes de terminar con este apartado debemos señalar que la teoría platónica de las Ideas, lo mismo que sucedía con la doctrina pitagórica, es al tiempo monista, dualista y pluralista. Esto último en tanto que existen muchas Ideas diferentes, todas ellas con las carácterísticas de eternidad, inmutabilidad y unidad del ser de Parménides, que pueden considerarse otros tantos arjés de las cosas sensibles de las que son concepto universal. Es dualista en tanto que concibe dos planos de realidad, uno meramente inteligible (pensamiento inmaterial, espíritu) y otro sensible, en el que está presente la materia. Como veremos más adelante, Platón considera que tanto la materia como las Ideas son eternas. Y finalmente monista porque la jerarquía de las Ideas reduce estas a un principio supremo y absoluto del que procede toda la realidad, la Idea de Bien.
8- El conocimiento:
El modelo político de Platón necesitaba de una teoría metafísica que presentara una realidad estable, y ambos necesitan que esa realidad ideal sea accesible al conocimiento. Platón es epistemológicamente un racionalista que cree que el mundo de las Ideas es cognoscible, ya que es inteligible, y que de hecho este constituye el único verdadero conocimiento. Esta identificación del verdadero conocimiento como el conocimiento racional de las Ideas, con exclusión del conocimiento sensible de los objetos, hace surgir en seguida una serie de objeciones a las que Platón contesta en “La República”.
8.1- Analogía de la línea
La primera objeción consistiría en negar que el conocimiento de Ideas sea más real que el conocimiento de las cosas concretas. Para contestar a esto Platón plantea la analogía de la línea. Les pide a sus contertulios que imaginen una línea, y después imaginen que esta línea se divide por la mitad. La primera mitad se corresponde con el conocimiento del mundo sensible, que Platón califica de mera opinión (doxa), igual que hiciera Parménides. El segundo segmento se corresponde con el conocimiento del mundo inteligible, y es la verdadera ciencia (episteme). A continuación, Platón toma el primer segmento y lo vuelve a dividir, siguiendo la misma proporción que se siguió en la anterior división. Tenemos por tanto dos segmentos dentro de la doxa. Al primero de ellos lo llama conjetura o imaginación (eikasia), y comprende cosas tales como las sombras y los reflejos en superficies como el metal o el agua. A la segunda parte la denomina creencia (pístis) y se refiere a la percepción sensible de los seres naturales y artificiales. Cualquiera admitiría que, aunque los dos son percibidos igualmente por los sentidos, el reflejo que se produce sobre la superficie de metal de un objeto es menos real que la percepción del objeto mismo. Pues bien, según Platón, esa es exactamente la misma diferencia que existe entre la doxa y la episteme. Se trata de un símil geométrico. Hemos dividido la línea primero en dos segmentos (A y B), siguiendo una proporción. Después hemos dividido el primer segmento de nuevo, siguiendo la misma proporción. Eso quiere decir que el primer segmento (A) es al segundo (B) como el primer subsegmento (C) es al segundo subsegmento(D), es decir, guardan la misma relación proporcional.
DOXA (A) EPISTEME (B)
Conjetura (C) Creencia (D) Razón deductiva (E) Intelección (F)
A continuación Platón propone una división similar en el segmento de la episteme. El primer segmento de la episteme, el que está más cercano al conocimiento sensible, se denomina razón discursiva (dianoia). Se trata del conocimiento matemático, que consiste en un razonamiento deductivo descendente: se parte de supuestos(los axiomas de la geometría, como que una recta es el camino más corto entre dos puntos, etc.) y se deducen conclusiones (los teoremas, como los de Tales, Pitágoras, etc.), ayudándose mediante imágenes visibles (las formas y dibujos geométricos). El segundo segmento es la pura intelección (noesis) que utiliza el método dialéctico que según Platón es carácterístico de la filosofía. Este método no utiliza ningún tipo de imágenes y supone un razonamiento ascendente, no descendente como el anterior: en lugar de dar por buenos los supuestos y extraer conclusiones de los mismos, lo que hace es buscar el fundamento de esos supuestos hasta alcanzar un principio no hipotético (es decir, que no sea un mero supuesto). Como puede verse se trata de un continuo en el que el conocimiento va en progresivo ascenso desde la confusión de las ilusiones ópticas del primer tramo hasta la seguridad del primer principio incuestionable del último. Las matemáticas ocupan un nivel intermedio en el conocimiento científico y sirven de puente este y el mundo sensible (utilizan imágenes) del mismo modo que ocurría en la jerarquía de las Ideas. Finalmente, el principio último al que llega la filosofía, y que constituye el verdadero conocimiento es, por supuesto, la Idea de Bien. Una vez alcanzado el principio supremo, el filósofo recorre el camino inverso y extrae sus conclusiones (es decir, explica las Ideas y el resto de la realidad) en función de este principio, sin necesidad de recurrir a ningún tipo de imagen ni nada sensible.