Teniendo en cuenta la división entre el mundo de las Ideas y el mundo sensible, Platón
distingue dos tipos de conocimiento:
La ciencia (episteme) y la opinión (doxa). La
ciencia tiene por objeto el conocimiento de las Ideas y da lugar a un conocimiento
absoluto e indudable. La opinión, por el contrario, al referirse al ámbito de lo cambiante
es ella misma así, y su validez es variable y relativa. Para explicar los grados del
conocimiento, Platón propone el símil de la línea dividida.
En el nivel de la ciencia también existen distintos grados, que responden a la estructura
jerárquica del mundo de las Ideas, desde el conocimiento de las Ideas matemáticas, que
parte de supuestos y se apoya en figuras sensibles geométricas (pensamiento
discursivo), hasta el conocimiento de las otras Ideas que culmina en la Idea de Bien, la
inteligencia/razón.
También hay dos niveles de conocimiento de lo sensible: la conjetura (conocimiento de
las sombras e imágenes de las cosas) y la creencia (conocimiento de las cosas del
mundo sensible).
Platón tiene que justificar cómo es posible que el verdadero conocimiento sea el de las
Ideas si el hombre está inserto en el mundo sensible e ignora la existencia del mundo
inteligible. Para ello propone su teoría de la reminiscencia o anamnesis.
Para explicarla es preciso entender primero su concepción del hombre. Platón compara
al prisionero con nuestra alma encadenada al cuerpo.
El hombre es una realidad dual en
la que el mundo inteligible (alma, que es inmortal) y el mundo sensible (cuerpo) se unen
accidentalmente. Cuando el alma se encarna en el cuerpo, olvida incluso la existencia
del mundo de las Ideas y cae en la ignorancia.
El cuerpo es la cárcel del alma. Pero el
alma, por su carácter ideal, conoce las Ideas, aunque las haya olvidado tras su uníón con
el cuerpo. Es necesario emprender un camino en el que, partiendo de la observación de
las cosas sensibles (en las que se reflejan las Ideas, pues son copias de ellas), el alma
vaya recordando las Ideas. El conocimiento consiste en recordar (reminiscencia).
Por otro lado, también la dialéctica permite el acceso al conocimiento de las Ideas.
Platón define la dialéctica como “el verdadero camino del conocimiento”. En este
sentido, la dialéctica es identificada por Platón como la verdadera ciencia, es decir, con
la filosofía.
La reminiscencia y la dialéctica son los caminos hacia las Ideas. Pero por sí mismos no
bastan: es también necesaria la virtud, que es también un camino hacia el Bien y la
Justicia. Además, el hombre aislado, según Platón, no puede ser bueno ni sabio: necesita
la comunidad política, es decir, el Estado. Así, la virtud y el Estado permiten el acceso a
las Ideas.
En la concepción platónica, la justicia es considerada la virtud fundamental (podemos
explicar la ética y la política remitíéndonos a este concepto). Platón establece una
correlación entre el alma y el Estado: la estructura de la ciudad se encuentra reflejada en
el alma (y viceversa) La justicia en el individuo consiste en el acuerdo de las tres partes en las que se divide el
alma:
– Racional, inmortal. La razón.
– Irascible, fuente de pasiones nobles. El ánimo.
– Concupiscible, fuente de las pasiones más bajas. El apetito.
Tal acuerdo tiene lugar cuando cada parte del alma ejerce la función que le corresponde
y posee la virtud que le es propia:
– La sabiduría / prudencia es la virtud propia de la razón.
– El valor es la del ánimo.
– La moderación o templanza es la del apetito.
La razón debe dominar el apetito mediante la ayuda del ánimo, que es la fuerza que
ayuda a la razón en su tarea de control. El hombre que lo consiga será armonioso y
justo.
A esta tripartición responde la imagen del carro alado utilizada en el mito del “Fedro”:
el auriga (simboliza la razón) conduce un carro tirado por una pareja de caballos. Uno es
blanco, bello y bueno (simboliza el ánimo) y el otro es negro, feo y malo (simboliza el
apetito).
En el nivel del Estado, esta división de las partes del alma individual se transmite a las
clases sociales:
– En los gobernantes predomina la razón.
– En los guardianes, el ánimo.
– En los productores, el apetito.
Cada clase social cumple una función:
– Los gobernantes son los filósofos porque conocen la Idea de Bien.
– Los guardianes defienden la ciudad y mantienen el orden.
– Los productores (artesanos-labradores) generan los bienes necesarios para la
subsistencia.
Se trata de una organización política estrictamente jerarquizada. No todos los hombres
están igualmente dotados por la naturaleza ni deben realizar las mismas funciones. En
cada uno predomina un alma, y ha de ser educado de acuerdo con las funciones que
deba realizar (idéntica educación y funciones para hombres y mujeres).
Por otro lado, la existencia de los ciudadanos está en función del bien de la comunidad.
Por esta razón, Platón prevé un “comunismo” total para las clases superiores: abolición
de la propiedad privada y de la familia. De este modo, gobernantes y guardianes estarán
a salvo de los peligros de la ambición personal o de casta.
La justicia consiste en el acuerdo de las clases sociales: que cada una cumpla la función
que le corresponde y la lleve a cabo de modo adecuado por poseer la virtud que le es
propia: prudencia en el caso de los gobernantes, fortaleza o valor en los guardianes y
moderación o templanza (aceptación del orden social) por parte de los productores y de
cada uno de los grupos sociales.