Contextualización del texto Nietzsche:
Crepúsculo de los ídolos (1888) pertenece al último período de su obra, se escribe, por tanto, después del Zaratustra; en él, desde la posición establecida en la citada obra cumbre, radicaliza la crítica característica del segundo período de su producción literaria, la crítica a la metafísica, a la moral, a la religión, a todos los fundamentos de nuestra cultura.
Los Idolos a los que el título del libro alude no son sino las falsas creencias que están en la base de nuestra cultura y de nuestra actitud ante la vida, creencias que han llegado a su ocaso, es decir, están en decadencia, han dejado de ser operativas. En correspondencia con esa convicción, el objetivo que el libro se propone es derribar esos Idolos, y pretende derribarlos a martillazos, sin ningún tipo de consideración o condescendencia; el subtítulo de la obra es a este respecto bien significativo: Cómo se filosofa con el martillo. El libro comienza con una colección de cuarenta y cuatro breves aforismos (apartado primero), pasa, a continuación, a un examen de la figura de Sócrates, en concordancia con la crítica a éste ya realizada en el primer periodo de su obra (apartado segundo), tras la cual se centra en el papel que la razón ha jugado en la filosofía y en la historia de ésta: La razón en la filosofía y La historia de un error, para continuar con un ataque frontal a la moral vigente y cierra el libro con una reflexión en cierto modo autobiográfica sobre Alemania y los pensadores más sobresalientes del siglo. Pueden distinguirse cuatro períodos en la producción teórica de Nietzsche para cuya denominación suelen emplearse los cuatro m omentos del día, denominación que corresponde o se inspira en la interpretación de la Historia de la Filosofía que hace Nietzsche: Período romántico. Filosofía de la noche. A este período pertenecen las obras escritas en Basilea, bajo la inspiración de los presocráticos, especialmente Heráclito, la filosofía de A. Schopenhauer y la música de R. Wagner. Destacan: El nacimiento de la tragedia (1871), obra original y polémica que, sin embargo fue acogida con un asombrosos silencio; Consideraciones intempestivas (1873), cuatro escritos de mediana extensión, los dos últimos dedicados a Schopenhauer y Wagner respectivamente. Período positivista o ilustrado. Filosofía de la mañana. Abandono de Schopenhauer y ruptura con Wagner. Ahora se inspira en Voltaire y los ilustrados franceses, adoptando una actitud positivista o científica desde la que critica la metafísica tradicional, el arte, la religión y la moral. Las obras de este período son: Humano, demasiado humano (1878), un libro para espíritus libres, Aurora (1881), Pensamientos sobre los prejuicios morales y La gaya ciencia (1882). El mensaje de Zaratustra. Filosofía del mediodía. La obra de esta etapa: Así habló Zaratustra (1883). Un libro para todos y para nadie, escrita en un lenguaje poético y sublime, donde el ritmo y la metáfora subyugan por su enorme belleza. En ella nos dice todo cuanto su autor parece necesitaba decirnos; las obras posteriores sólo pretenden la formulación más precisa de su teoría o la crítica a la tradición que contribuye también a ello. Período crítico. Filosofía del atardecer. Ahora vuelve a la crítica iniciada en el segundo período, crítica a la metafísica, a la moral y a la religión, pero de un modo más violento y agresivo. El subtítulo de Crepúsculo de los ídolos (1888) o cómo se filosofa con el martillo sugiere con claridad el objetico que Nietzsche se propone con la redacción de esta obras: destruir a martillazos los fundamentos de la cultura tradicional desde la perspectiva ganada por el Zaratustra. Las obras de este período son las siguientes: Más allá del bien y del mal, (1886), preludio de una filosofía del futuro y La genealogía de la moral, (1887), un escrito polémico, que se centran en la crítica a la moral tradicional al tiempo que proponen una actitud nueva ante la vida. El caso Wagner, (1888), un problema para amantes de la música, y Nietzsche contra Wagner, (1888), Actas de un psicólogo, duro ataque a las ideas y a la música de quien había sido su gran amigo en la época de juventud. El Anticristo, (1888), maldición contra el cristianismo, durísimo ataque a esta doctrina religiosa.
Ecce homo, (1888), su autobiografía intelectual. Crepúsculo de los ídolos, (1888), o cómo se hace filosofía con el martillo, un repaso de profundo sentido crítico a todos los temas anteriormente tratados, entre los que destacan: la razón en la filosofía y la historia de un error. Póstumamente (1901) se publicarán sus notas preparatorias para una nueva obra con el título: La Voluntad de poder. Toda la filosofía de Nietzsche, desde su primera obra hasta la última, se orienta a una crítica radical a la cultura occidental (en su opinión, en fase terminal), porque ha seguido un camino equivocado, y a nuestra situación en ella. Una crítica a la pretendida racionalidad de dicha cultura, que parte del presupuesto (falso) de que hay una verdad previa que el entendimiento humano puede aprehender y expresar cabalmente a través del concepto racional. Tal presupuesto tiene su origen en una valoración negativa de la “vida”, en determinadas “intenciones morales (o inmorales)”, que valoran negativamente la vida. Precisamente en nombre de ese “algo”, que designa con la palabra ambigua, y susceptible de mil interpretaciones diversas, “vida”, pretende un ajuste de cuentas con nuestra cultura decadente, abriendo paso a un tipo de hombre y a una cultura superior. Su punto de partida es el hecho incuestionable de la decadencia del hombre y la cultura moderna europea, heredera de la antigüedad clásica y dos mil años de cristianismo. Y, con independencia de la viabilidad y lo acertado de su propuesta, su crítica supone un efectivo interrogante acerca del camino por ella recorrido, una sospecha inquietante acerca de la solidez de sus cimientos y, por consiguiente, acerca de la estabilidad del edificio entero. El diagnóstico de Nietzsche es tajante: bajo esa aparente sólida racionalidad se esconde la enfermedad, la debilidad, la incapacidad para enfrentarse al verdadero sentido trágico de la existencia. Por lo anteriormente dicho, puede aplicarse a toda su filosofía el subtítulo de su obra cumbre, Así habló Zaratustra, Un libro para todos y para nadie. Es una filosofía para todos porque nos habla de nosotros mismos; para nadie porque cuestiona los fundamentos de todas nuestras convicciones más profundas (aquéllas sobre las que asentamos nuestras decisiones y por las que creemos comprendernos a nosotros mismos), porque nos dice cosas terrible que difícilmente podemos aceptar, porque pretende sacudirnos la dulce somnolencia en la que nos encontramos. Desde luego, no es para los que se sienten demasiado cansados para pensar y plantearse problemas, no es para los bienintencionados que se hallan cómodamente instalados en las soluciones “de toda la vida” ofrecidas a los problemas, no es para los que, como diría Nietzsche, prefieren el abrigo de los valles al viento helado de las montañas. Pero, sobre todo, no es para quienes intentan refugiarse en la pretendida “locura” del que denuncia sus miserias y su falta de valor. F. Nietzsche nació en Röcken (Turingia). De familia de pastores protestantes. Elisabeth, su hermana, causante de la gran mentira política hecha al filósofo: ser considerado apóstol de la raza aria. Estudia filología clásica en Bonn y Leipzig. Inspirado por A. Schopenhauer y R. Wagner. Rompe, posteriormente, con los dos. Con Wagner por poner su música en “Parsifal” al servicio de la engañifa cristiana. Profesor de griego en Basilea. Abandona tras 10 años. Enfermo, viaja mucho: Génova, Venecia, Roma Alpes suizos…Se enamora, sin correspondencia, de Lou von Salomé. Internado a causa de su enfermedad. Muere en 1900.
La posición de Nietzsche en la Historia de la Filosofía ciñéndonos a las ideas formuladas en el texto, evitando reiteraciones enunciadas más arriba, estableceremos la relación sólo con Platón y Kant. Partiendo de la inmanencia nietzscheana respecto al mundo y la vida, Platón y su dualismo de mundos “verdadero” y “aparente” constituyen una piedra de choque. Platón, para Nietzsche, forma parte de la historia del error que ha dañado a la humanidad y la ha inducido al nihilismo y a la destrucción. Kant, con su distinción de fenómeno y noúmeno y, sobre todo, con su presuposición del más allá a partir del hecho de la moral, suscita los más variados epítetos del repertorio de Nietzsche calificándolo como nebuloso, cristiano alevoso, etc.