El vitalismo es uno de los aspectos capitales de la filosofía de Nietzsche, pudiendo ser considerada su filosofía una “filosofía vitalista”. En filosofía, “Vitalismos” son aquellas filosofías que consideran la vida humana como el elemento central de sus reflexiones y un concepto clave para sus explicaciones. Ahora bien, la vida humana puede considerarse en sentido humano (Por ejemplo, la filosofía de Ortega y Gasset) o en sentido biológico (como la de Nietzsche), en el que la vida es considerada como el valor absoluto y medida de todo otro valor.
En el primer periodo, Nietzsche contrapone Dionisio y Apolo, siendo Dionisio en símbolo de la vida y Apolo el Dios de la mesura y el límite. Ambos elementos se sintetizan en la tragedia griega, en la que el elemento principal es la vida, Dionisio, y lo apolíneo la forma estética en la que se presenta. Esta tragedia griega es sustituida por el diálogo platónico a raíz de la aparición de Sócrates (para Nietzsche, el hombre que teoriza).
En la etapa final, especialmente en Así habló Zaratustra, Dionisio es sustituido por Zaratustra, el cual es el mismo Dionisio pero liberado de la metafísica de Schopenhauer, afirmando la vida en toda su grandeza. Zaratustra es un persa que vivíó en el siglo VII, al cual Nietzsche lo presenta como un inmoralista pues, reconociendo su error de haber creado la moral, se sitúa más allá del bien y del mal. En realidad, Zaratustra es Nietzsche: “La autosuperación de la moral por veracidad, […] es lo que significa en mi boca el nombre Zaratustra” (Ecce homo)
. Así pues, Zaratustra es el nuevo símbolo del vitalismo radical, el cual se concentra en los conceptos fundamentales de la filosofía de Nietzsche, los cuales vamos a explicar a continuación (Voluntad de poder, la transvaloración y el superhombre, la muerte de Dios y el Nihilismo, el eterno retorno).
Voluntad de poder
Para Nietzsche, lo único que existe es el devenir (a diferencia de los filósofos, en los que los que lo primero son los conceptos), resultado de un conjunto de fuerzas ciegas que pugnan por imponerse unas sobre otras, de lo que Nietzsche llama “Voluntad de poder”, o sea, voluntad de dominio. El mundo, el hombre, la vida son voluntad de poder, voluntad de ser más, de superarse. Este concepto está expuesto principalmente en el capítulo “De la superación de sí mismo) de Así habló Zaratustra.
La tesis de Nietzsche es que el hombre y toda la realidad es voluntad de poder, siendo la voluntad una fuerza vital: En el hombre, vivir es querer, y querer es “querer ser más”; y no solo el hombre, sino todo el cosmos tiene su núcleo en la voluntad de poder.
Por último, cabe mencionar que la idea nietzscheana de hombre es totalmente distinta: Ya no tenemos un sujeto consciente y libre, sino una fuerza instintiva (la voluntad de poder) que busca imponerse a todo lo demás.
La transvaloración y el superhombre
Nietzsche afirma la voluntad, el sentimiento, la vida como pulsión irracional, sin finalidad, sin orden, sin Dios. Esto le lleva a negar todos los valores tradicionales y anunciar una nueva realidad, surgiendo el superhombre (“Tú debes>> se llama el gran dragón. Pero elespíritu del león dice Yo quiero>>”.
Ibídem
. El superhombre de Nietzsche es un hombre más allá del bien y el mal, superando la vieja moral. Éste surge a partir de la transformación del “camello” (hombre que carga con toda la moral, hombre del “yo debo”) en “león” (rompe con la moral, hombre del “yo quiero”), el cual no es capaz de crear valores. Por esto último, el espíritu debe transformarse en niño, pues el superhombre es inocente como un niño, sin carga; es impulso vital.
Con esto, la condición para poder crear nuevos valores es olvidar nuestra civilización. Éste es el superhombre que resume el mensaje de Nietzsche.
La muerte de Dios y el Nihilismo
Un punto central de la transvaloración de Nietzsche es la crítica a la religión, concretándose en la necesidad de olvidar a Dios, pues toda moral exige la existencia de Dios como condición necesaria (como en la tesis de Kant). Por ello, para destruir la moral, hay que destruir a Dios. Si Dios no existe, si Dios ha muerto (como dice Nietzsche), ya no hay ningún ser superior que nos pueda imponer sus leyes, sus límites, su orden; el hombre no tiene responsabilidad alguna. Esto provoca el hundimiento de todo el orden objetivo de los valores absolutos, de toda moral y de toda ética universal. Para Nietzsche esto es una gran ganancia, pues toda moral occidental es puro Nihilismo (negación de la existencia), esencia de la tradición platónica-cristiana. Ahora bien, este autor reconoce que esto acarreará un Nihilismo, pero un Nihilismo distinto, positivo, puesto que es el comienzo y condición de la transvaloración, del superhombre, de la nueva cultura que éste buscaba. En consecuencia, Nietzsche defiende que solo cabe una actitud ante el mundo: afirmar la vida, afirmar la voluntad de poder.
El eterno retorno.
El eterno retorno es una idea de Nietzsche que mucho rechazan como una adherencia en el pensamiento de éste pero, en realidad, se trata de una de las realidades centrales de Nietzsche, de su afirmación del mundo, se su sí a la vida, de su vitalismo. Con el eterno retorno nuestro autor quiere afirmar este mundo y solo éste: en un mundo infinito y sin finalidad, todo lo que ha ocurrido, necesariamente volverá a ocurrir. A su vez, defiende que no podemos huir a otro mundo inexistente, como el platónico, sino ser fieles a este mundo, decir sí a la vida, a la voluntad de poder.
En conclusión, la vida es la única realidad valiosa, la cual hay que afirmar por sí misma. Dionisio nos brinda la ausencia de mesura, la ruptura con todas las barreras y limitaciones, y Zaratustra (Nietzsche) nos libera de la moral, de Dios y de toda la cultura occidental; surge así el superhombre, inocente como un niño, pues no lleva carga. Ya solo queda la voluntad de poder (“este mundo es la voluntad de poder, y nada más que eso”) y el eterno retorno: una fidelidad radical a este mundo, a la vida.